miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mariano Rajoy: por sus hechos lo conoceréis

Echo en falta que don Mariano Rajoy nos dirija una felicitación institucional como aquella tan célebre que con dos cojones le sugirió su equipo de genios de la imagen con motivo del Día de la Hispanidad, la misma con la que se atrevió a suplantar a Su Majestad el Rey de España. ¡Qué valor tiene la derecha constitucional! ¡Con todo se atreve!
Este año le han preparado sus cocineros de lavado y tinte otra estampa no menos pintoresca, aunque es difícil de aceptar lo que pretendía don Mariano Rajoy al ponerse él mismo ante los fogones y a la vista de las cámaras de televisión, porque de eso, y nada más que de eso, se trataba.
Es normal que desde el PSOE se le haya llamado "hipócrita", y si no fuera un abuso de la libertad de expresión, se le podrían decir otras cosas tan certeras como afiladas, y muy merecidas.
Se sabe desde hace tiempo que don Mariano es el político español que más dinero recibe. A cambio de qué, eso nadie puede decirlo... Ni saberlo... Su trabajo es envidiable, ciertamente, y ello incluso cuando no se precisa -ni se puede- en qué consiste.
Por remuneración, como una de sus obligaciones, hasta donde la razón las revela, se encuentra la discordia. La discordia es la actitud de aquellos a quienes todo les viene mal; si de verdad o no, imposible saberlo. Para sembrar discordia, para ejercutarla, para mostrarla y hacerla visible, don Mariano ha acudido a un comedor social a restregar sobre la herida abierta y supurante del Gobierno un agrio jugo de limón. Algo podría decirse acerca de los nuevos comensales que acuden a la beneficencia, tal vez llamarles "imbéciles" o simplemente al orden por haber fantaseado con tanto riesgo, pero, al ser Navidad, quizá la sinceridad esté de más.
Como Mariano Rajoy ha asomado por allí para hacerse ver y para hacer daño, lo que no está de más es que se comprenda en qué consiste su "dejarse ver". Lo que hemos visto no es más que aquello que nunca haría don Mariano si no le obligara eso que llaman con poca fortuna "política". A ido a decirles a los pobres, a los que eran nuevos ricos y, de nuevo, otra vez pobres, que no se preocupen, que ya llega él (argumento del partido). La realidad, bien diferente: se ha tenido que disfrazar para que nadie dude de la hipocresía de su gesto, porque él ha ido allí a otra cosa, que no a ayudar. No obstante, a pesar de la buena acción -la ayuda-, es inalcanzable para el sano pensamiento su oportunidad; si de verdad quería ayudar, podía haber ido don Mariano a cualquiera de esas localidades españolas donde ha llovido tanto; ése hubiera sido un gratísimo oportunismo navideño, pero el carnavalesco show culinario sólo nos ha encogido el corazón al constatar cuán desesperado está su partido político y para qué poca inteligencia se pone a su servicio tanto dinero...


Yvs Jacob

martes, 29 de diciembre de 2009

¡Jájaja! Los terroristas salen de Holanda

Primero fue Dinamarca y ahora, Holanda. Occidente se derrumba, amigos míos, todo está condenado a la destrucción, y las democracias ejemplares de la gran Europa no podían quedar fuera del proceso de esta deliciosa consunción cósmica...
No habíamos conseguido entender cómo una activista de los derechos humanos podía entrar en España tras ser deportada por su país cuando un "quiero-ser" terrorista supera todos los controles de seguridad en Holanda y vuela hacia la tierra de la megalomanía con un artefacto defectuoso entre sus piernas... ¡Mundo maravilloso!
Holanda me gusta, no puedo negarlo; no comprendo por qué disfrutan tanto sus comerciantes con eso que se llama "dinero cash", en lugar de abandonarse al suave deslizamiento de la banda magnética de las tarjetas para recaudar los ahorrillos de los numerosos turistas... Hasta Bélgica les aventaja en generosidad... Sobre los abusados coffee shop y las prostitutas de expositor galáctico, reclamos de insuperable pobreza, sólo puedo decir que encuentro el espectáculo, no inmoral, sino bastante hortera, y puesto que soy un sensible urbanista, en mis viajes a Amsterdam apenas he recorrido el circuito de la desesperación, porque lo mío es caminar por la zona alta de los grandes canales, donde uno puede envidiar más silencioso la fortuna de la burguesía.
¡Oh! Pero nadie imaginaría que Holanda, el gran puerto europeo, podría relajarse en cuanto a los deseos del Gran Hermano americano, y que un agujero negro se abriría para poner a prueba el sentido heroico de los pasajeros de un vuelo transatlántico en el letargo navideño...
Como esto siga así, hasta Joan Laporta va a desear ser español. Me pregunto si habrá sitio para todos...


Yvs Jacob

domingo, 27 de diciembre de 2009

Padre, madre y prole: ¡qué bonita es la familia cristiana!

No conozco a ningún cristiano que haya vendido sus posesiones y entregado su dinero a los pobres para vivir como uno más entre ellos, pero me alegra saber que hay un aspecto en el cual no parecen estar tan corruptas las almas de los amadísimos hijos de Dios como sí sucede en el caso de quienes vivimos ciegos y sordos al Creador: la familia.
¡Qué bella es la familia cristiana! Apenas tengo una ante mí que me entran ganas de llorar de tanto gozo como me provoca su unidad... Apenas la veo en la calle, ya palpito, porque me hace temblar entero la felicidad que rezuma por su equilibrio: padre y madre... Apenas sueño con ella cuando el corazón se me desgarra por la urgencia de recuperarla, imitarla, continuarla, salvarla... No hay en el arte ni en la naturaleza, pero ni siquiera en el misterio que es la música nada que pueda superar a la familia bendita, núcleo y origen de las bondades de los hombres, semilla de su natural impulso hacia la perfección, cuna y hogar del amor.
¡Yo quiero una familia cristiana! ¡La quiero!¡Y cómo sufro al verla en peligro! Porque cada homosexual que se aparta de ella, la castiga; cada infeliz que corrompe su trasero, niega además su picha brava a la obra máxima de la Creación; y esas lesbianas perversas... ¡Ay, esas sobonas endemoniadas! ¡Ellas sí que faltan a Dios al llenar su bajo vientre con repugnantes artilugios y negarlo así a la vida ordenada que Dios ha dispuesto! ¡Herejes! ¡Viciosas! ¡Malas, más que malas! ¡Y enfermas todas!
Pero la pía familia cristiana, ¿acaso puede caber en ella más higiene! Ninguna perversión, ningún pecado mortal, ni siquiera uno inferior, un pecadillo, nada, absolutamente nada ha tenido ocasión de aflorar en la esfera de su existencia, de su ser, porque el mal es su contradicción.
Para defenderla de la "amanenaza roja" han salido de buena mañana los cristianos en domingo bajo el mando del "comandante Rouco". ¡Ah, Rouco! Yo sospecho que quiere ser Papa, pero no sólo hay que superar pruebas, ganar batallas, para lograrlo: también hay que dar mucha guerra, y a ello se ha lanzado el comandante Rouco, que, incapaz de convencer de su santidad, ha preferido que sea su victoria cristiana el castigo de otros -si no fuera católico, diríase que es dirigente del Partido Popular-.
Pero no dejaré que me domine su odio. Yo amo tanto a la familia cristiana, que estoy empezando a pensar que quizá debería tener más de una... ¡Mujeres a mí, cristianos, mujeres a mí por amor de Dios!


Yvs Jacob

viernes, 25 de diciembre de 2009

Dinamarca ya no es lo que era

Mucho hemos admirado a esos países que bajo el nombre de Escandinavia eran prodigio de los progresos más silenciosos de la humanidad; y tanto los envidiábamos no sólo por la perfección de su democracia o por el alcance de sus derechos sociales, sino hasta por la estatura de sus varones y por la belleza de sus mujeres, robustos animales de mirada lasciva...
Cierto que pocas veces se ha reparado en la población, en la turba o muchedumbre que en su forma más refinada recibe el nombre de "ciudadanía". Algunos datos a considerar: Suecia, 10 millones de habitantes; Noruega, 5 millones, igual que Dinamarca. ¡Ay! No parece lo más complicado para los países de Occidente con tan poca población ser la avanzadilla de la civilización...
En comparación con la contención de Escandinavia, más difícil resulta vertebrar y poner en movimiento a los gigantescos monstruos europeos -Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia-. También España ha desarrollado su vicio hacia la monstruosidad, y cerca estoy de caer en la tentación de su defensa...
Pero, ay, Dinamarca... Dinamarca me ha despertado del placer que es la admiración y ahora la miro con el recelo que merece su torpeza. Al sentirse el centro del mundo por unos días, privilegio rotatorio y alternativo en este mundo de charanga, Dinamarca ha preferido ridiculizarse a aceptar la ineficacia de la gestión que tenía entre manos, y ha resultado el disparate de encarcelar al Director de Campañas de Greenpeace España por su valor al defender lo que la política ha dejado de lado.
Algo así siempre sucede cuando el centro del mundo es identificado y mucho se espera de él.
Un modesto "centro del mundo" se aproxima a esta España enamoradiza de su buen hacer...
¡Echémonos a temblar!


Yvs Jacob

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Internet, no "un medio de comunicación social en sentido estricto, sino universal"

Interesantísima sentencia la que puede leerse en Cadena Ser a propósito de un nuevo lío en que se ha metido esta emisora debido a la desmedida e incontenible profesionalidad de sus periodistas.
A menudo pienso que la sociedad ha concedido a sus jueces una tarea imposible, que no es hacer justicia exactamente, sino interpretar la ley, primero, y, después, justificar la sentencia para tranquilidad de afectados y opinadores. Una pésima justificación arroja muchas sospechas acerca de la interpretación de la ley, y la interpretación de la ley, en tanto que universo de lo posible, ya es suficiente para meterle miedo en el cuerpo a cualquiera, sobre todo cuando quien interpreta, iluminado por el reconocimiento social de su función, pretende nada menos que hacer justicia.
Una distinción básica en la historia del pensamiento separa justicia y ley. La justicia es deseable sobre la ley, pero también una pretensión más allá de la vanidad humana que los jueces puedan realizarla, por lo que deben conformarse, y todos los ciudadanos con ellos, con ser capaces de hacer que la ley se cumpla. Si los jueces consiguieran al menos eso, podríamos estar todos contentos.
Puesto que la empresa de la justicia sobrepasa la competencia moral -y hasta intelectual y espiritual- de los jueces, a menudo la interpretación de la ley nos deja divertidos ejercicios de prosa tardobarroca, como en el caso de la genial sentencia. Ya ha sido todo comentado por expertos analíticos en la ingeniería del derecho de los que asoman apenas se sintoniza una emisora o se enciende un aparato de televisión y no me queda más que la sorpresa ante el gracejo del juez, su autor.
Hay que considerar, no obstante, que cuando un juez opina -ellos dicen "juzga", "sentencia"...- en un caso donde una de las partes es un medio de comunicación, entonces agudísimas miradas se posan en él para indagar qué hay bajo la expresión legal, porque es obvio que debe de haber algo más, puesto que si un medio de comunicación es uno de los poderes presentes en la sociedad, sus actuaciones quedan siempre bajo sospecha -afortunadamente-.
Por muy necesarios que sean, no soporto el sempiterno argumento de los medios cuando se excusan en la defensa de la libertad de expresión, tanto más insoportable cuanto que los medios violan sistemáticamente la libertad de los ciudadanos al construir su pensamiento, pero eso es algo que, por supuesto, negarán también por sistema. A veces, no obstante, es muy útil encontrarlos de parte de algo, y también muy grato.
Me agota además el argumento alternativo al pataleo de los medios, uno muy propio de quienes se pretenden muy profesionales opinadores y maduros ciudadanos: acatar la sentencia. Es una estafa para el pensamiento. Una sentencia se acata cuando es justa, y como no siempre lo es, cuando, por lo menos, la interpretación que hace de una ley sí es razonable, y la condena, el peor de los males para una situación dada.
Qué mundo maravilloso...
En relación a la sentencia, muchos sospechábamos que era Internet un medio especial de información y de comunicación, pero nadie había identificado que, respecto de un delito, fuera el espectro de difusión de una información lo más preocupante y lo que constituyera la propia falta. Animados por la sentencia, muy aguerridos periodistas españoles podrían acogerse a la sabiduría del juez para doblegar aún más a sus víctimas en prensa, radio y televisión, si bien componiendo delicadas estrofas afrancesadas para la pertinente difusión en la Red...


Yvs Jacob

martes, 22 de diciembre de 2009

Pues yo sigo siendo pobre

¡Ay, la suerte!
Ese Dios extraño que habla con Benedicto no me quiere bien... Repaso mi triste vida y constato que nunca he sido beneficiario de ningún premio... Es cierto que carezco de fuertes supersticiones, aunque no de algunas convicciones, y lo es también que participo poco en las bacanales de la suerte, de sus tentaciones, y que mi confianza en la espontaneidad parece contradecir mi esperanza en una graciosa solución de mi futuro mediante una compleja gestión cósmica...
Hace unas semanas encontré en la calle un billete de diez euros. Llegué a pisarlo, incluso; falso lo creí al principio, y un acertado vuelco que resultó de una audacia deportiva me presentó que era bastante verdadero en ambas caras...
Estuve bebiendo whisky toda la noche mientras leía la obra maestra de Erich Maria Remarque... Sus reflexiones sobre la muerte me pusieron de buen humor, pero en cuanto al antibelicismo, yo me declaro fanático de Slaughterhouse 5... Hay tan pocos escritores tan divertidos como Kurt Vonnegut...
Im Westen nichts Neues, no obstante, propone una ingeniosa y sencilla manera de resolver los conflictos entre países: un combate romano entre dirigentes... Quizá eso podría conseguir que mucha gente se interesase en la política, abierta la posibilidad de darle unas buenas hostias a algún mandatario mundial... Tampoco sería una mala iniciativa aplicada a las escalas menores de la política... ¡Yo me afiliaría de inmediato!
¡Ay, la suerte!


Yvs Jacob

lunes, 21 de diciembre de 2009

Código de buenas prácticas del Partido Popular (Consideraciones previas)

1. El Partido Popular gobierna por derecho divino, y si en la actualidad se encuentra en la oposición en el Parlamento nacional, ello se debe a que los más perversos entre los hombres han desafiado al poder, al dictado y a la voluntad divinos usurpando ese derecho a los elegidos mediante un instrumento harto incompetente y hasta fraudulento para la razón como es la democracia.
2. Los militantes y simpatizantes del Partido Popular, pero, especialmente, sus dirigentes, son personas extraordinarias, fuera de lo común, seres humanos modélicos, cuasi-angélicos, y si alguna vez cometieren falta o delito, ello sería debido únicamente a la inducción ejercida por personas malísimas, auténticos culpables morales de sus desgracias que se sirven de la bondad natural de los predilectos y píos hijos de Dios.
3. El Partido Popular recibe directamente de Dios la clarividencia para el gobierno de las cosas humanas sin excepción. Esto es, sabe qué conviene a cada asunto, la manera como se gestiona y soluciona un problema y, lo más importante, el modo de evitarlo.
4. El Partido Popular, aunque eventualmente se sirve de la democracia para gobernar, no considera este sistema como el más apto: primero, porque si Dios hubiera optado por la democracia, el Partido Popular ganaría siempre en las elecciones, luego Dios no es un demócrata; y, segundo, porque la participación masiva sólo es eficaz en la introducción de errores, y ni Dios se equivoca ni puede el Partido Popular hacerlo.
5. El Partido Popular es el garante de la dignidad de los seres humanos sobre la tierra, por lo tanto, gobierne o no gobierne, no cejará en su empeño por salvaguardarla, y combatirá con todos los medios a su alcance, cualquiera que sea su aspereza, a los enemigos de Dios, porque Dios les ha encomendado la responsabilidad de cuidar de sus hermanos, tal y como se expresó en el episodio bíblico de Caín y Abel.
6. El Partido Popular no puede tolerar el ingenuo y antinatural impulso de algunos hombres por instaurar la igualdad para toda la humanidad. Dios no ha hecho a los hombres iguales, como demuestra su dictado de que unos deben gobernar a otros, y si Dios no lo ha querido, los hombres que buscan la igualdad no pueden sino estar equivocados y desafiantes.
7. El Partido Popular, transustancialmente hablando, es la hostia ("y siempre lo será, y siempre lo será...").


[Documento filtrado]

domingo, 20 de diciembre de 2009

Si la Navidad no termina con la crisis, lo hará al menos con algunos de vosotros

Pues sí. Quienes vivimos en las proximidades de la Puerta del Sol no sólo tenemos la oportunidad de abuchear de cuando en cuando a doña Esperanza Aguirre, persona institucionísima, sino que además sufrimos la expresión en otras formas de la comedia humana. Adviértase ante todo que el abucheo es un instrumento de réplica descaradamente democrático; es más, el único, me atrevería a decir, y su práctica debería incluirse en la programación curricular de Educación para la Ciudadanía -incluso durante la hora de Religión podrían estar los alumnos todo el tiempo abucheando... De la misma manera que me espantan los demócratas institucionales, amo sin redención a esos otros que brotan con espontaneidad. Pero no es éste el asunto.
Personalmente, los anuncios vivientes que han proliferado después de las obras y que alborotan con sus gritos de "oro" y con sus chalecos reflectantes un espacio tan público me producen una leve depresión, como siempre que la temible regla cultural del presente se impone: si algo puede ser más feo, ¿por qué no hacerlo? Pero no es lo único.
El Ayuntamiento -supongo que ha sido él- ha aprovechado un árbol de Navidad gigante a partir de un diseño de Ágatha Ruiz de la Prada que el año anterior pudieron ver los madrileños en la Glorieta de Carlos V -Atocha-. Que el arte está en crisis no es ninguna novedad y todo el mundo lo sabe, pero insistir en que la dulce Ágatha sea artista quizá debería de corresponder a la esfera de su privacidad, ámbito ineludible de la autosuperación personal, y no a un estímulo subvencionado por las arcas del municipio. A menos, claro está, que el municipio me sufragase a mí los gastos de unas clases de violín, que, aunque no soy famoso, sí merezco tanto el dinero de todos como cualquiera -y buena falta que me hacen esas clases, y algo de artista debo de tener, porque hago con el instrumento lo mismo que hace Ágatha con la ropa (pero a mí sólo me insultan mis vecinos).
Estos días mi atención no se ha concentrado tanto en el "buen rollo" que despierta lo naïve como en la despiadada actividad comercial que ocupa a los transeúntes de dos o tres manzanas del centro tan espantosas por la acumulación de almacenes -hay quien dice "comercios"- de cosas innecesarias. Mi pensamiento está en duda: este año, o hay más dinero o hay más ganas de gastarlo. La cumbre de Copenhague deja claro que hay una diferencia entre lo que debería ser y lo que es, lo que los políticos quieren que se haga ahora y lo que ya ha sido hecho y no tiene remedio. La cumbre se ha presentado como un ultimátum -deliciosa palabra- que hiciera creer a la sociedad mundial que el mundo no puede continuar en su dirección actual. Pero este cuento ya no entretiene a nadie; y aunque hemos aprendido a reciclar y a cerrar el grifo del agua, resulta demasiado difícil olvidar toda la mierda que ya se ha abandonado en el planeta, y, especialmente, toda la mierda con la que convivimos, porque la existencia del hombre depende de manera vital de ella -el hombre en tanto que "cerdo" ha ocupado a alguna escuela muy avanzada de la psiquiatría-. No hay leyes que puedan borrar lo que ha sido, desvanecerlo, y encuentro cómico que intentemos fustigarnos con el ultimátum cuando el problema de verdad es la pobreza. La pobreza es todo; tener poco dinero, la mierda que se compra con él, tener mucho y fabricar más mierda. No basta, pues, con no utilizar bolsas de plástico. William Morris, uno de mis héroes del pensamiento urbanístico como imposición de lo bello sobre lo grotesco, es mi fuente aquí: mientras que la inspiración de las grandes empresas sea proporcionar mierda a los pobres, la mierda no cesará de existir y de extenderse.
Pero como la agresividad del sistema del mundo actual es tan desmedida, y aunque los pobres son necesarios para continuar tomándoles el pelo, a veces se produce un efecto adverso de ambigua interpretación. Me refiero a lo asfixiante de la estupidez colectiva, a la desesperación que llena las calles en estas fechas. Porque se corre auténtico riesgo de muerte, ya sea por la furia de los consumidores frustrados o por el vasto encuentro de la multitud en las insuficientes vías agropecuarias de la ciudad.
No, no se avecinan tiempos de amor y felicidad...


Yvs Jacob

sábado, 19 de diciembre de 2009

Fernando Sánchez Dragó, el último genio del pensamiento español

Qué simpático el artículo de este inconmensurable comunicador titulado "Gorrones sin fronteras". Quienes practican la opinión difundida, porque a cualquier cosa se le llama hoy "periodismo", vierten generosamente en sus escritos gotas del elixir del sí-mismo, de uno mismo, la atalaya desde la que todo se percibe sin la amenaza de la polución: la opinión difundida es también una opinión no contaminada. Tiene España un exceso de clarividencia; usando la expresión tan popularizada por el versátil pensamiento conservador español, tiene España un "capital humano" tan poderoso que si alguien supiera aprovecharlo como es debido, la piel de toro patatera dominaría el mundo.
Farol de poetas y otras mentes prodigiosas es Sánchez Dragó, y una actitud muy española la que lo posee en su artículo. Consiste aquélla en echarle un cubo de mierda a quien ya está bien hundido en el fango. Debe de ser la proximidad a dos centrales de alta toxicidad -El Mundo y Telemadrid- lo que le ha convencido de la idoneidad de castigar a los cooperantes secuestrados; debe de ser la contorsión perversa de la realidad que bien dominan los superhéroes del Partido Popular lo que ha producido en su mente la justificación de una desgracia a partir de lo que los cooperantes son: unos pijos catalanes. La inferencia imposible es sin duda el instrumento más eficaz al que recurre el Partido Popular en su descabellado intento de atrofiar al votante antes de desangrarlo. Esta figura del anti-razonamiento tiene mucho efecto entre el analfabetismo español; es seductora, como sucede a casi todas las formas que adopta la violencia, y seduce por su dogmatismo, puesto que el dogmatismo es la extensión máxima que alcanzan los espíritus abotargados.
La opinión difundida, por mucho que se quiera crítica, no es más que mierda sobre la mierda, y fracasa en su objetivo de espabilar a los tontainas por ser ella misma la insistencia en el atontamiento.
No creo que Sánchez Dragó -ni su entorno (¿Dragolandia?)- merezca la confianza que se ha arrogado para aleccionar a los ciudadanos que él quiere estimular acerca de la dignidad. De hecho, la ciudadanía y todo lo que tiene que ver con el Partido Popular actúan como fuerzas contrarias: un ciudadano, uno de verdad y no un pollino, sale corriendo en cuanto asoma el Partido Popular; y lo mismo sucede al contrario.
¡Qué cosas tiene el whisky! (Hay quien piensa que sólo ataca al hígado...).


Yvs Jacob

viernes, 18 de diciembre de 2009

Addio, Aminetu!

Después de la Segunda Guerra Mundial y del desastre de Vietnam, Occidente ha comprendido que hay problemas de improbable e imposible solución a los que es mejor olvidar para alejar de su conciencia cualquier sospecha que empañe la bella idea de la democracia. La democracia es una actitud, y quizá la mejor expresión de la misma se debe a la Doctrina Truman, bellísimo ideal, sustento y linimento de quienes sueñan con la libertad. La resaca de la Doctrina Truman ha llevado al ejército norteamericano a otras guerras tras la de Vietnam, a guerras, como la de Afganistán, donde también envían las democracias europeas a sus trabajadores del rifle, aunque en general los ciudadanos no comprendamos qué hacen allí ni qué se está combatiendo.
Al margen de esos accidentes mal resueltos -Afganistán e Irak-, tantos otros problemas hay en el mundo de imposible solución que Occidente ha preferido seguir adelante sin atenderlos. Inspirado en Noam Chomsky, los llamaré "problemas enigmáticos", porque un enigma es un problema sin solución. Cualquiera que curiosee un diario encontrará que son muchos, y África, en particular, es un gigantesco problema enigmático.
Cuando un problema enigmático recupera la actualidad que nunca debiera de abandonar, el Occidente político mira hacia otro lado mientras que la disidencia de sus pasiones monta el inevitable "circo mediático", cuyos artistas acuden entre circunstaciales y tímidamente informados. Los hay, cierto, conocedores de los duros nudos que sujetan el pertinente problema enigmático, pero también hay quien va donde va la gente, y cuando la gente no va, pues no va nadie y todo se pierde en la mierda, y se pudre otra vez hasta que de nuevo da un poco de juego a los medios de comunicación, esos magos del entretenimiento fraccionado.
No queda más que despedir a Aminetu -"addio, donna Haidar!"-; no sabemos si ha conseguido algo, si lo conseguirá ahora, si España ha perdido algo, si lo ha ganado Marruecos, si la cosa terminará donde está o si irá a más en unos meses. Sólo sabemos que el problema enigmático ha sido dormido, ha sido concentrado otra vez en su "enigmatismo", y como todos los demás problemas enigmáticos, ha dejado de importarnos... Dígase que ha dejado de ser nuestro problema.
¡Viva Harry S. Truman!


Yvs Jacob

jueves, 17 de diciembre de 2009

El "manifestódromo", o Cuando la libertad es un número de circo

Iniciativa muy dogmática la que promueven elegantes y bienamados periodistas de Madrid. El "manifestódromo", o lugar para la celebración de manifestaciones, no puede ser en un Estado de derecho nada más que la misma calle, ¡la puta calle!, el espacio entero de la ciudad, pero no un espacio dentro de un espacio, no al menos un espacio concebido para sacar fuera de la ciudad -¡de la calle!- lo que a la ciudad corresponde.
La manifestación es molesta... ¡Hostia, pues claro! ¡Es una manifestación, no una caminata de santos!
La manifestación interrumpe el tráfico... ¡Pues a joderse y a ir andando!
La manifestación se celebra porque hay algo que manifestar, y eso que se manifiesta, como la masa manifestante, no puede no oírse, no puede alejarse, porque el alejamiento inhibiría la protesta, la condenaría al exotismo, y más tarde, a la aniquilación.
Para quienes ven un progreso democrático en manifestarse sin molestar a los demás, dígase que han sido devorados por la fantasía de la democracia de manual universitario. En democracia, unas veces se joden unos y otras, pues otros; y ocasiones hay en que se jode todo el mundo y se le queda el culo bien macerado. Precisamente en eso consiste este sistema que no supera ni la más negligente prueba del algodón, pero preferido por los occidentales tras fracasar sus insistentes alternativas: mientras que en un Estado autoritario (casi) todos se joden sin compromiso, en una democracia hay que joderse comprendiendo que quienes nos joden, a su vez jodidos, reclaman que se cuide de cualesquiera inquietudes que actúen en su perjuicio. Y es así, y hay que joderse por el bien de todos..., y unas veces unos y otras, otros.
Ya decía Thomas Hobbes que la vida del hombre no es nunca sin molestias o dificultades, lo que advierte acerca de la necesidad de resolver problemas continuamente. En un mundo estúpido como el nuestro, si ya es difícil llegar a alguna parte con los medios contenidos que los propios hombres se han fijado a favor de la convivencia, ¡qué lejos de toda solución sus problemas si la protesta se convierte en una actuación dentro de un circo!
Si la iniciativa progresa, me encadenaré a la reja de nuestro carísimo Ayuntamiento cual antiabortista levitando.


Yvs Jacob

Hipocresía antitaurina

Pocas cosas hay tan deliciosas como el "buen rollo". Yo, por ejemplo, siempre estoy cerca de caer en él, y me tienta, me tienta continuamente por su aristotelismo. Aquel Aristóteles loco decía que el hombre se hace bueno haciendo buenas acciones, y Rousseau, después, dijo, entre platónico y aristotélico, que las buenas acciones estimulaban al alma a hacerlas mejor. Así es el "buen rollo", un estímulo que nos habla con estas palabras: vamos a hacer el bien, ¡y qué bonito es el bien!
Me declaro indiferente, ajeno, lejano, apartado, incluso sordo y ciego en cuanto a la fiesta nacional. No uso el prefijo "anti-" porque mi actitud no es contraria, sino favorable, pero favorable a mi pesar, contra mi deseo. No puedo pensar en la crueldad respecto del animal cuando comemos la mierda que comemos, cuando pisamos las mierdas de los perros de todos esos hijos de puta cuyas mascotas deberían arrancarles los cojones a bocados; pero, sobre todo, no puedo ser antitaurino cuando los hombres viven de la manera miserable, ridícula y absurda como lo hacen.
Por supuesto que si pudiera eliminarse la fiesta sin herir a nadie ni banalizar la expresión histórica que es toda cultura yo me sumaría, pero cuando hay quienes buscan otro provecho tangencial en la prohibición más allá del "buen rollo" que ha motivado el actual debate, entonces me declaro taurino, taurino de pura raza. Porque reservo en prefijo "anti-" para las auténticas posiciones contrarias, que en mi caso son: contra la estupidez, contra la ignorancia. Y lo digo así: yo soy antigilipollas, yo soy antisubnormales, y soy también antidepredadores.
Quienes defienden que también el PSC está en contra de la fiesta, al menos parte de sus militantes y representantes en el Parlamento catalán, ¿no creen de nuevo que todos somos gilipollas? El PSC ha perdido cualquier credibilidad al abusar de su catalanismo; y en cuanto a ERC, pocas veces se ha visto un partido político tan desquiciado, y hasta sus siglas parecen una burla, por mucho que signifiquen un sentimiento de fina perfección: ser de izquierdas y republicano, algo que muy pocos comprenden y a lo que todos deberíamos aspirar.
No puedo superar mi teoría de la democracia deficiente y su defecto de la representatividad abusada. Las grandes modificaciones culturales no deberían quedar en manos de los supuestos representantes de la ciudadanía. Si España fuera de verdad la democracia consolidada que muchos admiten que es, entonces se propondría el uso del referéndum para abordar la decisión correspondiente a los problemas cuya solución sólo pasa por escuchar a todo el mundo. Yo sería favorable al dictado de la mayoría en un referéndum, pero soy intolerante si se filtra mediante la representatividad en una cámara depositaria de la desconfianza.
La cosa está muy mal...
¡Y que vivan los toros, hostias!


Yvs Jacob

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Gerardo Díaz Ferrán, empresario (¡jájaja!)

Quién no conoce el chiste sobre una competición de regata que enfrenta a dos escuadras, la española y la japonesa, y que tanto divierte por lo bien que presenta un modelo de gestión y ejecución impecable, ¡un método!, -el japonés- frente al antimétodo, el español, desafío y violencia de toda lógica y de sus aplicaciones prácticas. Algo parecido sucede con Gerardo Díaz Ferrán, representante de una de las asociaciones de empresarios españoles -de la principal, aunque es en realidad un porcentaje escaso el que suponen sus afiliados- en las conversaciones con los sindicatos. Que semejante individuo sea presidente de la patronal sólo puede suceder en España. Que alguien al frente de varias empresas mal gestionadas, como pone en evidencia su endeudamiento insalvable, se atreva a establecer las reglas del juego en las relaciones de los trabajadores con los empresarios que los contratan, ¿no es un hecho de recia hispanidad, deliciosamente taurino?
Meses atrás, cuando el circo de la negociación se puso en marcha, Díaz Ferrán, con sarcasmo, se dirigió al Presidente del Gobierno más o menos en estos términos: ¿es que no somos los empresarios quienes mejor sabemos lo que conviene a la economía? ¡Jájaja!
La reflexión ya me hizo gracia en su momento, pero ahora la encuentro desternillante, y como no pare de reírme el bazo terminará por descolgarse.
No, Díaz Ferrán, los empresarios no saben qué es lo mejor para la economía, y empiezo a dudar de que sepa usted qué es lo mejor para la suya.
En cualquier otro país, los miembros de su asociación ya le hubieran tirado de las orejas y quitado la silla en la mesa, pero el carácter español siempre exige que un incompetente llegue hasta el final del mandato para el que ha sido elegido, y hasta porfía para lograr su reelección.
¡Ah, es que me encanta España!


Yvs Jacob

La Conferencia de Presidentes, el Partido Popular y la España que nos parte de risa

Para quienes no podemos comprender por qué hay tantos millones de seres humanos maravillosos que entregan su bien meditado voto al Partido Popular en todo tipo de elecciones, la actitud de esta (de)formación política, su agudo olfato electoral, los medios que pone en práctica para destruir cuanto merece ser respetado, confirma que la democracia es apenas un instrumento maltratado por todos los que se sirven de él y comprendido por ninguno. En particular, el Partido Popular tiene miedo pánico a la política, esto es, teme verse involucrado en los procesos que conducen a la sociedad a alguna parte, teme que la sociedad reciba resultados POSITIVOS de la actividad de los políticos, y lo teme sobre todo porque LA GENTE, esa BASURA con la que tiene que convivir a la fuerza, es tan IDIOTA y ABSURDA que asociaría cualquier victoria sobre una situación dada, obviamente, al partido en el gobierno de la nación. Para que ninguna confusión tenga lugar, el Partido Popular opta por la ANTI-POLÍTICA, por la NO-POLÍTICA, para que quede bien claro que el Gobierno es el único culpable de todas las desgracias de los españoles, y hasta de quienes llegan a España sin que nadie -no al menos dentro del Partido Popular- lo desee.
Haciéndose así una casa en el monte, con el Partido Popular no se puede contar ni siquiera en los asuntos básicos de Estado, como son la paz y la seguridad, y tal condición incondicional lo complica todo sobremanera.
Lo más divertido es que este partido tan meditabundo y correcto en su proceder, este cruel inquisidor de las almas, no tiene el menor reparo en solicitar de los españoles su voto, o lo que es igual, este perverso e inoperante negador de la realidad que se burla días tras otro de los ciudadanos llama después a su puerta para ofrecerles el cobijo de su sabiduría, pero ¿sabiduría de qué? Pues eso nadie lo sabe, porque el Partido Popular, cuando no se niega, tampoco hace nada más, y así no hay quien pueda confiar en esta fastidiosa democracia que es el orgullo de los españoles.
La ANTI-POLÍTICA del Partido Popular sólo tiene éxito en la destrucción de las instituciones que hacen viable la democracia como un sistema que observa (?) la igualdad (?) de los españoles (?). El miedo que el Partido Popular tiene a todo tipo de instituciones, el miedo que tiene a que sirvan para algo, a que exijan de todos los que participan de ellas algún esfuerzo que impulse a la sociedad que las acoge a su madurez es tan terrible que sólo ven como solución para su angustia acabar de una vez con todo, quien sabe si a la espera de algún militar gallardo con una idea (?) cabal (?) de España (?) que la devuelva al estercolero donde los ahora mayores fueron tan felices en el pasado...
La Conferencia de Presidentes, cuasi-institución de confusa competencia, aunque, por supuesto, necesario y bienintencionado punto de encuentro de -¡maldita sea!- representantes de la ciudadanía se ha quedado en nada, y no porque no se alcanzaran acuerdos, que es lo de menos, sino por la antipatía evidente que han mostrado los dirigentes del Partido Popular, que acuden a cualquier sitio como si la democracia les hubiera reconocido únicamente la representatividad de SUS votantes. Este defecto de percepción del Partido Popular, la IGNORANCIA de lo que supone ser elegido en democracia, respecto de la representatividad, actúa sin duda como un freno para el progreso de la sociedad, sin olvidar el peso de la economía en ese avance. La concepción obtusa por parte del Partido Popular de sus Gobiernos autonómicos como la más eficaz oposición al Gobierno central, ¿quién no diría que está burlando las posibilidades de solucionar un problema tan grave como el desempleo?
¡Ah, estupidez sin solución...! Con su uso actual, ESTA MIERDA DE DEMOCRACIA NO SIRVE PARA NADA.


Yvs Jacob

martes, 15 de diciembre de 2009

¿Para cuándo un nuevo grupo terrorista catalán?

¡Ah, cuánto admiro a Josep Ramoneda! Es que leerlo y escucharlo me provoca más orgasmos que Rodríguez Zapatero, presidente, a Pedro Zerolo, humilde servidor de lo público en la inerme oposición madrileña.
Me gusta mucho cuando Ramoneda introduce las palabras que apura de algún otro razonador para contextualizar su consiguiente reflexión: "me dice fulanito que...". Esta figura, la "fuente literalizada" a punto de caer en el chismorreo, aunque deprimiría el valor de cualquier otra composición sociológica debida a esos triunfadores de la temporalidad que son los opinadores españoles, se muestra esbelta cuando la emplea don Josep, y no importa tanto lo que a Ramoneda le dice fulanito, sino que sea Ramoneda quien filtra, selecciona y ennoblece la obviedad que con él se comparte.
Pero dice Jean-Jacques que más vale siempre la simpatía entre los hombres que su admiración algunas veces, y me veo obligado a lamentar las palabras de don Josep a propósito de su fetiche masturbatorio más recurrente estos días: el independentismo catalán. ¡Pues no dice don Josep que los independentistas vascos deberían aprender de los catalanes! Se trata de una muy arriesgada comparación de métodos: el violento de Vascongadas frente al silencioso y eficaz logro de la paciencia catalana. ¡Qué bella idea ha tenido don Josep!
No obstante, algo no funciona en su espontaneidad. ¿No será que los vascos se cansaron de ser pacientes y optaron, tras agotarse su bondad, por métodos más expeditivos, según sólo ellos lo entendieron? ¿Cómo si no iban a querer su libertad (?) con tanto tesón? Siempre se ha dicho que son un poco brutos, ¿pero por qué iban a preferir la barbarie si pudieran conseguir lo que persiguen por medios más adecuados, pueblo religioso como es el vasco?
Yo creo que los catalanes están abriendo la puerta ahora atascada del independentismo vasco, y eso es lo preocupante. ¡Qué estupidez creer que son los catalanes unos seres humanos más excepcionales que los demás! Los catalanes son gente, como todo la gente, y la gente hace cosas que hace la gente, y si la gente se queda sin ideas y es poseída por los demonios, entonces hace las mismas tonterías en todas partes -no me convencen en absoluto estas "Convenciones de Ginebra del independentismo" que ha descubierto el agudo don Josep-. En cuanto los catalanes sean conscientes de que su sereno independentismo no va a más, entonces tendrán que optar entre quedarse como están o abrir un calendario con sus santos mártires. Joan Laporta ya ha dejado claro que para mártir no se presta, porque lo suyo es el independentismo cómodo, el de convocar a la prensa y decir barbaridades, el que quiere como ciudadanos del Estado catalán a los fanáticos del fútbol: ¡menuda ciudadanía exquisita!
No, don Josep, y me duele tener que decírselo, las cosas no van por el buen camino...


Yvs Jacob

lunes, 14 de diciembre de 2009

¡Yo quiero trabajar en Telemadrid!

Cuánto me arrepiento ahora de haber hecho aquellos estudios de botánica... Con lo bueno que hubiera sido para mí desarrollar algún talento creativo... Qué es la botánica sino una triste y continua taxonomía; tan abusiva en su enciclopedismo, tan insoportable para mi pequeña memoria, tan inadecuada, en definitiva, para mí, que soy soñador.
Viendo Telemadrid, no obstante, aprendo con esa televisión amiga, y aprendo, sobre todo, del hombre y de su mundo; del bien, del mal y de los sueños humanos, y se ha convertido en fuente inagotable de excitación, sorprendido como me tiene a cada segundo esa maravilla de la comunicación y de la instrucción que es el juguete del Partido Popular de Madrid.
¡Qué fascinado me ha dejado su información de la gran convocatoria sindical del sábado! ¡Qué universo paralelo ha sido abierto para mí!
¡Cuánto tiempo he perdido al consagrar mi juventud a la ciencia! Telemadrid me ha despertado de mi particular sueño dogmático, cegado como he vivido persiguiendo la verdad. ¡A la mierda la verdad! ¡A tomar por el culo la ciencia! No hay más placer que la ficción, y en nada hay más magia que en la palabra que se torsiona hasta la quiebra o en la imagen versátil que a todo se adapta, cualquiera que sea la fantasía perversa del creador.
¡Ah, Telemadrid, yo te adoro! No veo más futuro ante mí que "esa casa"; no me reconocería lejos de ella, porque tengo alma de mistificador, porque nací para inventar historias. Viendo Telemadrid puedo decir que sé dónde está mi hogar, y también sé que me espera...


Yvs Jacob

Sangra Berlusconi, o Cuando la Justicia se sirve de sus medios más romanescos

¡Menuda hostia que le han dao al tito Silvio! Yo no voy a juzgar ahora si la merecía políticamente o no, que para eso ya existe el periodismo, ni si está bien dada -periodismo deportivo-, pero desde la moral, dígase bien alto que, teniendo el Vaticano ahí al lado, ya podía Dios haber sido más diplomático y menos explícito, menos bronco y más sutil a la hora de hacer Justicia. Debe de ser la falta de costumbre lo ha que llevado al Pluscuamperfecto a perder los papeles y a querer resolver un asunto bien feo de un solo porrazo. Pero el tito Silvio se ha quedado muy mal, la verdad, tenía cara como de miedo, no de sorpresa -¿qué ha pasado?-, sino de pánico -¡que no me pase na!-.
Algo de penita me ha entrao, eso te digo, pero no he cedido y ya me he recompuesto en mi crueldad, no vaya a pasar lo que con el dúo Alavedra y Penafreta: ¡lo malas que son las excepciones para el bendito Estado de derecho! Al final la ciudadanía termina sufriendo por lo mal que lo pasan quienes se pasan por los cojones la distinción entre el bien y el mal.
¡Ay, tito Silvio, terrible suceso el de esa cirugía bárbara!
Ya creía Silvio que era el único con auténtica sangre italiana, pero ha aparecido la furia disfrazada de perturbado, porque el clarividente es siempre un enfermo, ¡y ardo en deseos de solazarme con ese Quijote en tratamiento! ¡Vaya a saberse por qué suerte de arma habrá tomado la estatuilla de la inquietante catedral de Milano!
Si es que el hombre ya está mayor para la cosa pública, que diría Ansar, y lo mejor, cuando se es multimillonario, es vivir como lo hacen los ricos: sin hacer nada.
¡Qué ganas de empeñarse en resolver el mundo, tito Silvio!
¡Ay, mundo de ingratos, desagradecidos!


Yvs Jacob

domingo, 13 de diciembre de 2009

Catalunya independiente y Joan Laporta Presidente

No he pegado ojo. La amenaza de que un ejercicio democrático se iba a llevar a cabo hoy en Catalunya no me ha permitido conciliar el sueño en toda la noche. No lo conseguí con marihuana, no lo conseguí con alcohol: la democracia no me dejaba dormir. Yo no sé que temía; la voz del pueblo, la voz de la razón, la voz de los oprimidos, de aquellos amenazados por la aniquilicación, como ha dicho Joan Laporta... Y soy sensible al dolor de los hombres, y tanto lo soy que deseaba sumarme, prestarles mi ayuda, pero la democracia no me permitía hacerlo. Qué extraña es la democracia, diabólico instrumento...
La convocatoria se reducía a una sola región, Catalunya, y había sido iniciativa y obra, como he escuchado en los medios, "de grupos independentistas" aplaudidos por ERC. Sé que abuso de esta expresión, pero "la cosa tiene su gracia": se trata de una convocatoria que realizan unos grupos exclusivos -no todos los que son en el panorama democrático-, que se sirve de la democracia, expresión de pluralidad, para conocer la opinión de una parte -una parte de "la parte"- sobre un asunto que unos juzgan propio y otros, que afecta a todos los ciudadanos españoles. Jájaja... Parezco un escritor de los que abundan en la estupidez española: ahora que lo escribo lo entiendo incluso mejor, ¡y qué divertido lo encuentro!
Pero es que la cosa tiene gracia de verdad: allí donde se presentan urnas y papeletas se cree que late el espíritu de la democracia, ¡y habrá que esperar a la interpretación que hacen los demócratas de los resultados! Menudos son: donde hay democracia hay victoria.
La participación ha sido baja, pero seguramente sabrán los independentistas hacernos creer que, en ningún caso, despreciable.
A mí me fascina la democracia, y tanto, que hasta soy favorable a sus aproximaciones. Me encantan las elecciones al estilo franquista: quien las convoca sólo admite en ellas lo que quiere oír, pero si vota el pueblo, democracia es democracia. Lo que más me gusta de ellas es algo que había observado muy bien Ernst Jünger en El trabajador. Jünger no sólo consigue afiliar mi alma al sentimiento alemán durante la Segunda Guerra Mundial, también es un fino analista de otras estrategias de relajación del pensamiento. En particular, celebro su aguda conclusión respecto de los resultados electorales en los regímenes no democráticos -o en los ejercicios democráticos parciales-: nunca es conveniente que todo el voto favorezca al objetivo velado de la convocatoria, sino que conviene que se manifieste también alguna discrepancia, porque ella, por reducida que sea, justifica el procedimiento, la democracia como instrumento.
¡Ay, no sé si podré dormir de nuevo! ¡Quién pudiera adelantarme los resultados y los sesudos editoriales de la prensa catalana de mañana!
¡Qué nervios!


Yvs Jacob

¡Bravo por la acción sindical!

Ya era hora de que los sindicatos españoles asomaran la cabeza. Sea convenido que en la ridícula España sindicarse se ha considerado desde siempre como una manifestación del mal en el hombre, una pereza, una debilidad contraria a los dictados de la razón liberal cuya ley principal es: no trabaja quien no quiere; no progresa quien no quiere progresar. Y ¡quién no ha conocido a algún sindicalista que se tocara todo el día los santos cojones! Sin embargo, también hay jefes de trabajadores que nadie sabe por qué méritos exactamente disfrutan de ese placentero honorario sin por ello recibir censura. Sí, todo parece peor cuando lo hace un trabajador, un pobre trabajador, ese incesante brote de mierda que ni la tecnología consigue aniquilar -léase a Karl Marx, ¡hostias!-. Una revisión del sindicalismo es urgente, como tantas otras revisiones en la obtusa España. Hay en este divertido corral de cebollinos una obsesión por no irritar a los poderosos, y si los líderes de los empresarios se niegan a reconocerse como tales -cierto que no se comprende en absoluto qué podría representar Gerardo Díaz Ferrán en lo que la cultura llama "diálogo social"-, hay sin duda un temor a ganar la dignidad que el ser humano merece, a ganarla con la protesta y con la acción reactiva.
Hubiera sido deseable que el muerto de la crisis le hubiera caído a quien en buena parte anduvo ciego, el Partido Popular, que gracias a su aguerrida política de horror a la vergüenza nacional inició la senda de la especulación inmobiliaria hasta el punto de conducir al sector bancario al delirio de la autodestrucción. ¡Quién lo hubiera dicho antes! ¡El dinero destruido por el dinero!
La renuencia del sindicalismo español a calentarle más el culete al PSOE en el gobierno de la nación ha cedido por fin, ahora que tantas empresas han quebrado y tantos trabajadores han vuelto a la misera de la cual no debieron salir tan pronto. Ahora volvemos a celebrar que los sindicatos existen, aunque no sabemos muy bien si algo conseguirán.
Por lo pronto, yo animo a los trabajadores a que se sindiquen, a que no se rindan a la mala conciencia, a que toquen los cojones de quien sea necesario. El sindicalista no es sólo un individuo en chuvasquero que come bocadillos de tortilla; no es tampoco un desgraciado que suspira por el Atlético de Madrid. Un sindicalista es alguien que se atreve a poner límites al persistente intento de que le tomen el pelo.
¡Ah, España!


Yvs Jacob

jueves, 10 de diciembre de 2009

Seamos sinceros: Barack Obama no merece el premio

No hay que esforzarse tanto para negarlo. Barack Obama, de quien no cabe la menor duda de que es un buen americano y puede que hasta una buena persona, no merece un premio tan delicado como el Nobel de la Paz. Las imágenes del largo aplauso recibido ante las autoridades suecas me han producido alguna tristeza por el patetismo de la farsa; todos allí sabían que nada era verdad, aunque estuvieran viviendo en la realidad. Me ha entristecido también que Obama hablase como quien sabe que no merece el premio ahora pero no niega que lo merecerá después, tal vez porque hará todo lo posible para merecerlo, lo cual queda, por definición, fuera de los méritos para que a uno le concedan un premio. Qué divertida es la lógica...
Acepto la dificultad de su discurso en una situación tan singular, pero tal vez hubiera sido más cabal evitar la situación para no tener que forzar el discurso.
El mundo que muchos esperan que Obama les entregará en el futuro será la expresión de su merecimiento. Sospecho que el mundo será, dentro de siete años, igual a como es ahora. Si se ha querido premiar a la sociedad norteamericana por compartir el dominio del mundo con un negro, es seguro que existen otras muestras más aptas. (Por parte de Europa, la sola elección de Barack Obama es un premio ejemplar). Pero la ceremonia, y su aplauso, significaba precisamente eso: no lo que Obama hará, sino lo que ya ha sido hecho.
Me ofrezco para recibir premios condicionados a que no son mis méritos actuales los que lo merecen, sino mis esfuerzos desde el momento en que se me concedan para terminar mereciéndolos. Abstenerse benefactores con ofrendas simbólicas...


Yvs Jacob

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El Papa se ajusta el horario

El Santo Padre ya tiene una edad en la que hasta los hombres menos píos se olvidan de las perversiones. Los que nos miramos en el más santo varón para comparación y posteriores reconocimiento y humillación en nuestra miseria ahíta de pecadillos hemos descubierto que no es nuestro modelo tan excepcional, lo que significa que, en el fondo, no somos tan malas personas como creíamos al haber cedido a la pereza y a la más fuerte de las pasiones, el cuidado extremo de uno mismo, y al haber descuidado alguna que otra sana tradición. Compruébese si no.
El Papa, nuestro muy apreciado Benedicto, ha adelantado la hora de la Misa del Gallo por evidentes inconveniencias para su salud. Es comprensible y aplaudimos la decisión, pues si el Papa lo ha decidido sólo será por la gracia de Dios, comunicada en el pertinente código biológico cuyo síntoma es un agotamiento de fácil interpretación hermenéutica. Hay, sin embargo, algo que discutir: ¿es más importante la costumbre que la salud del Santo Padre? La Iglesia ha demostrado a lo largo de la historia que la costumbre está por encima de todo, la costumbre es la norma -no en vano lo que dicta la Iglesia ha sido, pues, durante siglos, lo normal, y es normal el que hace (las) cosas normales-. Luego lo que dice la Iglesia va a misa, y se ha aceptado desde tiempos muy lejanos que sólo la Iglesia puede reinterpretar lo que la Iglesia dice. Pues vaya...
Las viejecitas, porque siempre hay que pensar en las viejecitas -así lo hace el Partido Popular-, se han llevado, como dicen ellas, un "disgustillo". No se puede, entiéndase bien, no se puede jugar con las viejecitas, al menos no con las normales, las que siempre han sido piadosas y han aguardado cada año el clímax de la Nochebuena, cuando se oficia la milagrosísima transustanciación de lo vulgar en lo divino.
Algunos piensan que la cosa -el cambio- está mal, y otros, que no hay para tanto. Yo he visto en la televisión a un religioso que defendía al Papa -y por tanto al mismo Dios- alegando que se trataba de algo "accidental". Entonces no he podido reprimir una risilla un tanto bribona, la verdad, porque no imaginaba que dentro de la Iglesia se admitiera el uso de ese término, ella que sobrevive por necesidad.
Pero lo que de verdad me anima a confiar en el Santo Padre ha sido la resistencia que su actitud ha mostrado ante la proximidad del final en este valle de lágrimas donde el cristiano no hace sino sufrir antes de ver a su Dios. Porque si es de buen cristiano aceptar que Dios lo llama a uno a su lado cuando le place, ¿de qué será ponerle dificultades a Dios?
Ay, ay, ay... Este bueno de Benedicto, ¿pues no parece que tema más al diablo?


Yvs Jacob

El pacifismo no gana batallas. Marruecos humilla a España

De nuevo, a muchos españoles benditos habrá sorprendido que Marruecos, un país cuya actividad más relevante es el suministro a Occidente de aceites y polvos para la desintegración del alma, ponga su sandalia en el cuello de nuestra querida Hispania, y que ésta no pueda articular movimiento alguno para zafarse de la pestilente captora. A muchos españoles sorprende que no haya opciones para devolver a Marruecos la bofetada y salir además victorioso el Estado español. Llama poderosamente la atención, al menos a quienes vivimos en ciudades populosamente rebosantes de inmigrantes, que la rica (?) España, tierra de acogida de tantos pobres que huyen de la miseria, sea compensada en su esfuerzo humanitario (?) por el desprecio marroquí. Pero lo cierto es que Occidente se ha convertido para los inmigrantes y para sus descendientes en el espacio de la libertad, pero sólo en el espacio donde deambular con ella, en un mundo en el cual no parecen tener sitio. A los países de origen no parece importarles mucho, si bien reciben parte del dinero que circula por Europa -esa desgracia de Occidente no la contemplan como su problema-. La desfalleciente masturbación a propósito de la inmigración debería reflexionar en cuanto a las mentiras que se están contando a la ciudadanía con relación al gozoso "multiculturalismo", y el "No" a los minaretes en Suiza debería aceptarse en su significación precisa: "nos equivocamos al creer que el colonialismo podía camuflarse bajo la sábana de la culturización y ahora estamos poniendo remedio a nuestros errores".
Mi respeto por el presidente Rodríguez Zapatero se debe especialmente a su actitud de no agresión, algo raro en Occidente. Ahora bien, las actitudes no enérgicas suelen ser abusadas; nadie respeta a quien sólo pretende vivir en paz, y sólo si la punta de la espada asoma primero, la justicia llega después.
Imagino que el pensamiento conservador español, el arrogante y violento pensamiento conservador español, conoce los mejores modos de resolver el conflicto abierto tras el aterrizaje de Aminetu Haidar; y si los métodos son violentos, ¿quién no los conoce? Sin embargo, la historia ha demostrado que hay batallas que no se ganan con la diplomacia ni con los ejércitos, y si España está mostrando que es en realidad una nación mucho más débil de lo que sus ciudadanos son capaces de aceptar, conviene no hacer llamadas a la neurosis colectiva y persistir en la línea de las buenas intenciones para evitar consecuencias peores.
Los benditos españoles que habían hinchado el pecho con el Partido Popular y su espíritu aguerrido comprenderán ahora que España no es ninguna de las potencias amigas con las que había formado pandilla; no obstante, que Marruecos sea su medida no deja de invitar a la tristeza.


Yvs Jacob

martes, 8 de diciembre de 2009

El federalismo español es sólo un sueño de los vampiros

Quienes exigen que se aborden las pertinentes reformas en la Constitución española que permitan a las Comunidades Autónomas tanto poder como los humillados nacionalistas defienden que es de su competencia por derecho histórico abusan, y hasta el hartazgo, de un argumento que ofende a quienes por preferir la paz a la guerra consentimos que los enemigos de todo lo humano nos tomen el pelo una y otra vez. Se dice que las Comunidades Autónomas, cuando alcancen el grado de evolución que satisfaga a los resistentes ideodos nacionalistas, aunque sin salir del Estado español, se habrán convertido en entidades plurales dentro de un marco también plural, entidades dentro de las cuales los ciudadanos podrán disfrutar de tantas nacionalidades como sea de su antojo, y siempre formando parte de la supranación española, "nación de naciones", modelo de paz. Muy agudos opinadores de la izquierda catalana apuestan abiertamente por España como "nación de naciones" y se quedan tan contentos.
Desde el punto de vista lógico-conceptual, la expresión es una barbaridad, pero puede comprenderse la bondad de su intención. Sin embargo, lo bárbaro de la misma se revela irremediable cuando se compara la España en que piensan algunos con otras federaciones sólidas. EEUU, Suiza o Alemania cuentan con unidades administrativas cuya evolución no discute el principio que, en el caso de España, impide precisamente avanzar hacia la figura federativa: la nacionalidad -americanos, suizos y alemanes sin discusión, y puede que sólo molestos en cuanto a su pureza-. Es, por lo tanto, una tomadura de pelo que algunos propagandistas continúen llamándonos "gilipollas". El federalismo no se persigue en beneficio de quienes se sienten a la vez catalanes y españoles o españoles y vascos. El absurdo lógico que promueven los nacionalistas les permitiría reconocerse "catalanes", sólo "catalanes", por ejemplo, dentro de un Estado catalán que forma parte de una federación de Estados, España, pero de cuya nación, ¿España?, no forman parte; o unos sí y otros no, todo dependiendo de las preferencias o de la clarividencia de la familia nuclear, ese eslabón de la vida y de la cultura.
Es incomprensible, no lo puede aceptar la razón, que los catalanes ultranacionalistas se conformasen con la forma de un Estado catalán realizada pero armonizada con otras en la vertebración, antes nación, llamada España, y que unos individuos sean españoles y otros, por ejemplo, sólo, y digo "sólo", catalanes, gallegos, canarios o vascos. Es incomprensible que haya una nación cuya nacionalidad sea opcional para quienes forman parte obligada de ella, pues en ella -territorio- han nacido.
Dígase, por lo tanto, que el federalismo en que anda empeñado el socialismo catalán es sólo una fase transitoria hacia la independencia absoluta. Considerando que la maravillosa democracia funciona con mayorías, todo es cuestión de votar; no importa que haya oponentes, sino que quienes ya marchan en la buena dirección sean muchos. Fase transitoria, por lo tanto, que cuenta con la capacidad de ir sumando continuamente conciencias que despierten al: "todos somos catalanes"; quienes no se dan cuenta de ello, ya lo comprenderán.
El triste final de Yugoslavia recuerda mucho a lo que los inspirados nacionalistas catalanes quieren regalarnos a los españoles. No me refiero a que terminaremos matando y muriendo algunos millones, sino al concepto supranacional yugoslavo. Yugoslavia no era propiamente una nación -no lo era de hecho-, sino una denominación "formalizada": "los eslavos del sur". Así, los croatas podían no ser más que croatas dentro de un Estado, Yugoslavia, dentro de una pura formalidad accidental y transitoria; y los serbios, cuya nación es, de cierto, muy antigua, sólo serbios, y también, unos y otros, yugoslavos del sur, una referencia geográfica sin vínculo nacional. No puedo perder el tiempo explicando por qué "Spain is different".
Tal es mi pobreza espiritual que no creo en el mundo "guay" de "esa izquierda" tan gallarda.


Yvs Jacob

sábado, 5 de diciembre de 2009

¡Dios salve a Fernando Berlín!

Gloria bendita del periodismo español, Fernando Berlín ha tenido a bien aclararnos a los ciudadanos que opinamos en Internet lo alejados que estábamos de la verdad quienes hemos sostenido, entre otras cosas, que el anteproyecto del anteproyecto de ley sobre la piratería en la Red no refería tanto a la vulneración de los derechos como al cese de las descargas ilegales. Ha empleado para ello unos deliciosos deícticos; yo estuve allí, yo me marche de allí, y sabe el Dios de Martínez Camino que me siento aliviado por la protección que un periodista tan esmerado nos brinda en este mundo virtual, no como simples internautas, sino como ciudadanos.
Sé que muchos os preguntáis por qué fue Fernando Berlín allí -a la ya célebre reunión "con Moncloa"-; es más, que os preguntáis quién coño es Fernando Berlín, y yo, amigos míos, no dejo de hacerme esa pregunta, porque lo veo y lo escucho, pero no sé quién es, ni qué méritos lo han conducido al panteón de la opinión, a ese trono que tantos envidiamos, pues, nada más plantar allí el trasero, parece, uno conoce lo que es y distingue, como el mismo Dios, el bien del mal.
Pero sólo os puedo decir que es un triunfador, que también los hay en la izquierda, una tierna florecilla del "buen rollo"; en una palabra, un hombre, esto es, un héroe de esa prensa de izquierdas que es tan de izquierdas y que no tiene otro objetivo que hacer del mundo un lugar más bonito.
Aristóteles, que sabía de todo un poco, y de todo, también, un poco más que lo demás -¡maldita sea!, ¡empiezo a hablar como Fernando Savater!-, decía en la Ética Nicomáquea que los jóvenes no deberían participar en política, porque la política es una ciencia que requiere de la experiencia que se adquiere con la existencia. Pero España es tierra curiosa, y precoz en tantas destrezas, que no sólo Soraya Sáenz de Santamaría o Leire Pajín representan lo más distinguido de una generación bullente. Se suma a las musas que no derivan el verbo en ningún rapsoda Fernando Berlín, el científico de la política. Tomo la definición de ciencia de Thomas Hobbes -la previsión de las consecuencias-, y ¡qué inmensa alegría me produce la observación elevadísima del joven periodista, ya maestro! Decía así: "yo sé que este Gobierno no va a vulnerar nuestros derechos con esa ley; pero quién sabe si el siguiente Gobierno lo hará". Ciencia, sí, señor, eso no puede ser más que ciencia.
Aprovechando la depuración de crucifijos que aún resta por abordar en las aulas de la enseñanza pública española, yo propongo, pues el hombre no puede vivir sin símbolos -Martínez Camino dixit-, que se sustituya al demacrado suicida por el también satisfecho Berlín -crucifixión opcional-. Humanidad y ciencia a la vez, ¿no es algo maravilloso?


Yvs Jacob

viernes, 4 de diciembre de 2009

Pues yo apoyo a González-Sinde. (¿Pero quién coño son "los internautas"?)

Le voy a "echar más cojones" que Hermann Tertsch, ese altavoz, que no cerebro, de la arrogante violencia conservadora, y me voy a poner del lado de la ministra González-Sinde, hasta donde la razón me lo permita.
Para empezar, ¡hay que ver lo que ha tocado las pelotas a "los internautas" la amenaza de que pronto habrá que pagar por "lo que se toma" de manera gratuita! ¿Qué tiene que ver el saqueo en Internet con la libertad de expresión? ¿Quién ha difundido esa nueva infamia contra la lógica? ¿A quién se debe tan impecable inferencia?
Yo defino Internet como "el fallo del sistema", algo que ha escapado por el momento a la asfixia del poder, aunque, de alguna manera, es un fallo instrumentalizado, y quizá lo que algunos piensan que es libertad no es sino otra forma de dominio tan eficaz como relajada en su apariencia. En cualquier caso, es cierto que el fallo del sistema está impidiendo que los productores de herramientas informáticas, de ocio y de cultura ingresen los beneficios económicos para los cuales es concebida la actividad en la que invierten tiempo y dinero. Ahora bien, "los internautas" no sólo abusan, también invierten: todo tipo de dispositivos informáticos son renovados a gran velocidad en el presente y en relación directa con las posibilidades siempre crecientes de aquello que los creadores informáticos ponen al servicio de la más eficaz propaganda -publicidad, estupidez y consumo-. Tal vez habría que reorientar el dinero para seguir robando...
Pero lo más importante de la queja extendida en la Red refiere a lo que algunos han llamado "vulneración de derechos", ¿pero es de verdad un derecho tomar lo que no es de uno?
Creo que todo el mundo estaría de acuerdo en que si además de tomar lo que no es de uno, sin pagar por ello, se comercia en beneficio propio, entonces ni se ejerce ningún derecho ni es un disparate buscar medios legales -¡legales!- para detener una práctica delictiva.
En cuanto a los internautas, ¿quiénes son? ¿Qué nueva figura representativa es la que se han arrogado algunos espadachines no electos por la aventurera democracia española?
¡Aaah, mundo maravilloso...!


Yvs Jacob

miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿Puede el Rey de España recoger un premio de FAES?

Dígase claramente: no.
España nunca dejará de divertirnos. Lo que FAES representa, sin remedio, no puede premiar la libertad, ni mucho menos al Jefe del Estado. Una institución cuyo objeto no es más que sembrar discordia mediante un discurso fanático -que se sirve del pensamiento liberal para sancionar odio y prejuicio- no premia sino a quienes continúan su espíritu de atropello de todo lo que la libertad supone en un mundo apestosamente injusto. Pero lo más divertido del premio en cuestión no está en quien lo otorga, que también tiene su gracia, sino en quien lo recibe; diríase que hay algo carnavalesco en ello, pues lo entrega un déspota y lo recoge quien se supone garante de los derechos de los españoles en tanto que es símbolo de su unidad. Hubo un tiempo, aunque tampoco debería llamarse a la nostalgia de lo no vivido, paranoia nacionalista, entre otras, en que eran los soberanos quienes premiaban los gestos de sus ciudadanos, de sus gobernantes, sus atributos al servicio de la muchedumbre organizada, en lenguaje espinosiano. Pero ¡qué cambio ha operado ese hombre fuera de lo común, Ansar conocido, que tiene la osadía de burlarse de Su Majestad al concederle un premio que, en realidad, sólo un rey podría entregar. ¡Mundo maravilloso! España, país para descojonarse.
He escuchado en la radio que se trata de una pantomima con apetitos diferentes al reconocimiento del voluntarioso Rey de los españoles. Se trata, según han dicho, de una nueva indisposición del sistema neurológico de Ansar, de la cual siempre resulta una percepción equivocada de uno mismo y de la realidad. ¡Pues no parece que ahora el pequeñito también quiere hacerse noble!
Yo le recomiendo que lea a Aristóteles y a Rousseau; he ahí las fuentes de la nobleza.


Yvs Jacob

martes, 1 de diciembre de 2009

Leire Pajín ya tiene balancín

Que la Cámara Alta es una sinecura inútil, improductiva, queda claro cuando se aprecia la prisa que tienen algunos para ganarse una de sus cómodas poltronas. Por mucho que lo nieguen los políticos que allí se rascan la pelotada, el Senado NO VALE PARA NADA, salvo para justificar los salarios de quienes han hecho de su vida un itinerario al servicio de lo público (?), y para quienes ha reservado el Estado constitucional un reconocimiento final a su generosidad, ejemplar altruismo.
La suerte de los políticos españoles, aunque diversa, puede dividirse en dos signos: en la derecha, la empresa privada -se trata de los biempagaos-, y en la izquierda, principalmente, el Senado. Lo cierto es, sin embargo, que la derecha ocupa más poltronas que la izquierda, siempre por esa versatilidad acomodaticia que tienen sus adeptos. No es exactamente un cementerio de elefantes el Senado, aunque más de un cadáver en avanzada descomposición recibe un anticipo de jubilación con su acta, que no con su presencia, y menos aún, servicio.
La realidad es que ni la Cámara Alta ni la Cámara Baja sirven para mucho. Una reforma de ambas es urgente desde tiempo atrás; movilidad, actividad, espontaneidad, inmediatez... Todo se echa en falta en ellas.
En cuanto a Leire Pajín, es evidente que el PSOE sólo ha buscado garantizar su salario, algo que nos entristece a quienes "pensamos en socialista". Resulta poco alentador para la ciudadanía que, cualquiera que sea el signo de los políticos, sea compartida la depravación impúdica propia de esa estrategia que opera en la mente de quienes prestan, según lo entienden, un servicio para el pueblo: para lo que hacen, lo que cobran no es suficiente.
¡Qué asco!


Yvs Jacob

La música es empleo, que no cultura

La protesta contra la piratería en la música se ha socializado, y si antes se movilizaban (?) los artistas (?) en contra de quienes se beneficiaban de su talento (?), ahora lo hacen los simples trabajadores para defender, sin más, su empleo. El hecho exige de mí alguna profundidad.
No he visto, por el momento, al ejército de licenciados en letras de este país manifestarse en defensa de sus empleos de risa -correctores, traductores, editores...-, ni he visto a los vendedores de instrumentos musicales, muchos de ellos arruinados, protestar ante la Casa de la Villa; como tampoco a los comerciantes de materiales artísticos, mercado muy presente antes en Madrid, por cierto, y ahora en vías de extinción...
La cultura, y los empleos a ella asociados, no sólo sufren los caprichos de la situación económica, pues además es afectada por las continuas transformaciones que caracterizan en todo momento al presente -la tecnología principalmente-.
La música, como cualquier actividad productiva, no ha escapado a lo que Karl Marx llamaba crisis de sobreproducción: mejores y más medios, más música y peor. En un idioma que se pueda entender, sobreproducción en el arte (?) significa que ya hay demasiada mierda como para que el mercado la asuma, la encauce en la distribución que conduce a su venta y a su consumo ultra-rápido, de lo cual resultará el nuevo apetito que reclamará otro nuevo vaciado del alma.
Internet está funcionando como un poderoso desatascador de mierda. Asumido que el 90% de la producción musical es mierda, innegablemente mierda, porque sería imposible que en un mundo de mediocridad se concentrase el talento en un solo ámbito, Internet no hace sino garantizar la distribución hacia un número siempre creciente de consumidores, algo sólo soñado por la mierda de antes, en la era del monopolio. Quizá no les falte razón a quienes defienden su mierda, pero tampoco estaría mal que el Estado nos protegiera de ella -¿podría volver la censura? No es necesario: se domina mejor con la propaganda; y ¡qué es el entretenimiento sino contención!-.
Socializar la queja contra la piratería, buscar el reconocimiento en la masa de que lo importante no es el arte, no la cultura, sino el empleo de los trabajadores parece una manera muy audaz de proteger un negocio con el que algunos se han hecho infinitamente ricos. Sin embargo, apelaciones a la solidaridad en el siglo XXI, el siglo cuya corrupción sólo será superada por la del siguiente, y en adelante, no tienen mucho sentido. Queda, pues, reírse otra vez de papa-Estado, solicitar de él, por lo tanto, que ejerza esa solidaridad con leyes que protejan las actividades que enriquecen mucho a unos pocos y son el pan de otros. Pero si el Estado hace cumplir la ley antisaqueo en Internet, entonces morirá esa tímida felicidad que tantos pobres han disfrutado con el agujero del sistema, y es legítimo dudar de que a un Gobierno le resulte conveniente derribar las barreras de contención -aun cuando ilegales- del vulgo, esclavo-ciudadano de quienes insaciablemente quieren más.
¡Ay, Internet! Yo te amo por encima de todas las cosas... (O de casi todas).


Yvs Jacobs

lunes, 30 de noviembre de 2009

Ya no hay sitio en el PSOE para el PSC

Es un hecho consumado que a la tumba de la política -la oposición- no llegará el Gobierno de Rodríguez Zapatero por la crisis económica, sino por el capricho de la ficción: el Estatut de Catalunya. Sobre el Estatut hay que decir que nadie, dentro o fuera de Catalunya, sabe qué significa ni conoce su necesidad. Fuera de Catalunya nadie comprende la viabilidad de otorgar más poder a una Comunidad Autónoma que cuenta con todas las competencias que posibilitan el equilibrio dentro del Estado democrático; léase entre sus habitantes, de verdad lo más importante. Dentro de Catalunya, la ciudadanía está siendo tan brutalmente manipulada que hasta algunos periodistas catalanes cuyos defectos eran soportables -el caso de Àngels Barceló- han caído en la trampa de los catalanistas, y donde antes podía apreciarse una exageración propia del nacionalismo, ahora sólo ven el reestablecimiento de la justicia, como si lo justo fuera algo que nada más unos pocos pueden decidir, como si en realidad se tratase de suspender la identidad nacional catalana por un momento para que la verdad inmaculada apareciese, una verdad que, según dicen los defensores de esta justicia, estaría del lado de los sabios de Catalunya.
Por otra parte, el PSC ha torpedeado por completo al PSOE, partido que dirige un pobre ingenuo, y el resultado será la victoria en las próximas elecciones autonómicas catalanas de CiU, y en las generales, del Partido Popular. Entonces todo volverá a su cauce: en Catalunya, al recio nacionalismo soterrado, al cual el Partido Popular no se opondrá con agallas siempre y cuando la economía funcione bien, y en toda España triunfará el odio en su versión 3.0.
El PSC ha cometido el error de imitar a sus adversarios e ir más lejos, el error de pensar como su oposición: tras décadas de Gobierno nacionalista, la única opción era comer más butifarras que nadie para ganar las elecciones. Semejante actitud, que ha perdido la perspectiva más amplia, la del Gobierno de la nación, ha socavado la base que sostenía al nuevo PSOE, y ambos partidos quedarán apartados tras la extenuación que sufre el conjunto de la ciudadanía, a la que nunca se debe agotar con problemas excesivamente técnicos.
Queda el episodio de las amenazas del PSC. A la bondadosa generación que llevó a cabo la transición democrática, que no dudó en optar por una ley electoral que diera voz, a veces demasiada, a los partidos nacionalistas -minoritarios por razones obvias-, sucedió el ingenuo Rodríguez Zapatero; pero la generación que ya está en marcha no puede continuar siendo el cebo de mierda de quienes abusan de la paciencia de las buenas personas. La solución pasa por mostrarle la salida al PSC. Deliciosa paradoja: solos podemos más.


Yvs Jacob

domingo, 29 de noviembre de 2009

El "problema vasco" no tiene solución

La semana pasada dijo José Antonio Alonso -portavoz del PSOE en el Congreso- que la propuesta de Batasuna de retomar el diálogo era una patochada. Algo parecido dijo el machote Basagoiti -expedicionario del Partido Popular en tierras de extrañas hazañas deportivas-, aunque empleó otros términos, por una vez, menos agresivos: mentira, engaño, trampa... Una escuela para políticos es urgente ya en el panorama de la tristeza española, y una de sus asignaturas tendría que llamarse: Habla y responsabilidad.
A diferencia de la satisfacción creciente en el ministro Pérez Rubalcaba, yo desconfío de cualquier solución que pase por meter a cerca de 200.000 personas en la cárcel, por muy lejana y enferma que me parezca su ideología, o mejor, los métodos de su defensa. La Ley de Partidos abrió la posibilidad de un cambio en el Gobierno del País Vasco, es innegable, pero difícilmente se acepta que un Estado se declare democrático cuando una parte del electorado -¡población!- se autoexcluye o queda fuera de los requisitos. De alguna manera, parte del pueblo vasco ha decidido quedarse fuera del sistema democrático, y la Ley de Partidos no fue más que el reconocimiento legal de lo que algunos ya hacían de manera ilegal e ilegítima. Sin embargo, ni los métodos violentos ni los vanidosos fortalecimientos democráticos conseguirán resolver la situación. Hay que admitir que, una generación tras otra, los que se alzan como defensores del auténtico pueblo vasco, los vascos de verdad, seguirán viviendo a su manera, y ésa no es más que la de oponerse a España. Luego el problema nunca será resuelto, y España, el Estado español, no tiene la menor idea de cómo podría avanzarse hacia una solución, pero sí puede decirse que, por el momento, se ha equivocado.
Es inútil buscar paralelismos o similitudes que aproximen el problema vasco -¿o problema español?- a otras situaciones de conflicto vivo entre pueblos. Me parto el culo al escuchar esa observación a la Administración Obama -"Euzkadi no es el Ulster-, y como en España somos unos grandes papanatas agilipollados, que el Gran Patrón reconozca la singularidad del enfrentamiento local español es suficiente para que nuestros dirigentes se reconforten en la dirección tomada por sus decisiones. Pero la cosa tiene mala pinta...
(Otro día hablaré sobre el caso de la activista saharaui Aminetu Haidar y la gestión de su protesta por parte de la Fundación Robert Kennedy. Tendrá que ser cuando consiga limpiarme los ojos de tanta lágrima vertida en mis ataques de risa -son tantas cosas las que nos pueden enseñar los americanos...).


Yvs Jacob

viernes, 27 de noviembre de 2009

El nuevo "Estatut" saca lo más bonito del periodismo

Debo de ser el único gilipollas que no ve ninguna conexión necesaria entre el hecho de que doce diarios catalanes hayan publicado el mismo editorial y eso que llaman los sociólogos "el sentir general de la ciudadanía". Debo de serlo también cuando no encuentro correcta la inferencia periodística que va desde la libre voluntad expresada democráticamente en el referéndum que aprobó el Estatut en Catalunya con escasísima participación hasta la legitimidad moral de lo que una sola parte decide acerca del modo como será el todo en el futuro, mientras que al resto de las partes les bastó con alienarse en sus representantes políticos. Todo esto tiene mucha gracia; hay leyes que, o te parten el alma, o te parten el culo...
Como la segunda relación sólo puede corregirse mediante una intervención técnica en la Constitución, quiero valorar mejor la primera. Si, por ejemplo, el editorial conjunto del domingo próximo hablara de -qué puede ser...- la dignidad de Catalunya como selección nacional de fútbol, entonces habría quien defendiera que, ya no los partidos, sino los diarios, nada menos que los diarios, son portavoces legítimos de la opinión mayoritaria, del sentir del pueblo catalán... También podrían escribir estos diarios en contra de las fiestas taurinas, espectáculos patéticamente españoles, dignos sólo de España, que no de Catalunya, soberbia tierra del buen juicio...
Ya antes de Marshall McLuhan sabía Occidente que "el medio es el mensaje", como sucede con todas las lecciones que aguardan a su prístino sistematizador; también sabe Occidente desde hace mucho tiempo que los medios de comunicación son habilísimos fabricantes de sueños, formadores de la opinión... No se había visto antes, sin embargo, la presente convergencia entre mayorías -de medios y de ciudadanos-, o lo que es igual, no se había visto que un conjunto de medios actuara como "quinta cámara", como "non plus ultra tribunal", allí donde la razón se plante y la verdad no vaya a más. No, desde luego que nunca se había visto que los medios de comunicación se auparan directamente en representantes no electos de la ciudadanía de cuya reunión fuera lógico derivar que, como ellos piensan, piensa todo el mundo.
En El final de la utopía cuenta Herbert Marcuse que los diarios americanos, durante la guerra de Vietnam, ofrecían a sus lectores, no los datos de las muertes de los soldados del Uncle Sam, sino la killing-rate a ellos debida, esto es, el número y la intensidad de la destrucción del ejército americano sobre su enemigo. No, amigos lectores de diarios, no caigáis de nuevo: dejemos que los editores y directores se chupen las pollas, pero no cedamos a esa pereza de que otros piensen por nosotros, ni mucho menos a la violencia de que, porque sólo tienen dinero para defender y sacar adelante una empresa de opinión e información, suplanten nuestro derecho a disentir de la monstruosidad de sus ambiciones.


Yvs Jacob

jueves, 26 de noviembre de 2009

El "Estatut" de Catalunya en la era de los medios de comunicación

El ideologizado editorial conjunto que la prensa catalana ha suministrado a los lectores de diarios de allí es una muestra más de que, para algunos, los que se reconocen a sí mismos como autoridades, ilustrados, sabios o, dígase, listos, los demás nunca somos lo bastante gilipollas, sino siempre un recipiente sin fondo para toda la mierda imaginable, quizá porque eso informe, los demás, no cuenta con medios para su autodefensa y necesita del auxilio de otro poder que lo utilice como paquete de contención, cuando no lo hace como su propio recipiente -en esta ocasión, el Partido Popular y el Tribunal Constitucional a su servicio-.
Se nos quiere convencer de muchas cosas respecto de la relación de Catalunya con España, como si tal relación existiese, y se nos quiere decir a los demás que estamos siendo muy malos con los de allá arriba al no respetar su voluntad democráticamente expresada en las urnas.
La defensa comercial enloquecida del nuevo Estatut se está convirtiendo en otro ejercicio de brutal manipulación de masas, y llama mi atención que los catalanistas ya no se satisfacen con las mentiras que se cuentan entre ellos, víctimas de algo que los españoles no nacionalistas, ¡hasta nosotros!, somos incapaces de comprender; sino que intentan abordar a los demás, apelarnos para que les provoquemos, tal vez para que el resto de España comience a recelar tanto de la necesidad de una Catalunya integrada en el todo que sea preferible dejarla escapar. Así se interpretan las palabras de Jordi Pujol, que habló ayer de fricciones entre Catalunya y otras regiones de España, cuando su deseo no era describir una situación, sino provocarla.
Hay que ir todavía más lejos en la gran mentira del Estatut. El nuevo Estatut, tristemente, no corresponde aprobarlo al Parlamento ni tampoco a la pertinente Cámara autonómica. Se ha hecho, cierto, pero como violación del pensamiento democrático, auténticamente democrático, no contemplado ni en la Constitución; es legal, sí, pero no legítimo desde la moral.
El estado actual de la política vive su particular mito de la representatividad: los representantes de los ciudadanos toman las decisiones por éstos. ¡Y todas! ¡Menuda mierda!
No importa que la Generalitat haya enviado el preciado texto a los ciudadanos catalanes y que cualquiera lo pueda descargar para conocerlo también en castellano. Cuando una región, cualquiera que sea, pretende cambios de tal importancia que, si no se aceptan, suponen el inicio de una reacción que perjudica al todo que es el Estado, entonces los representantes de todas las regiones, así como los de ámbito nacional, se pueden ir a tomar por el culo. La irresponsabilidad y el peligro no representan más que a quien toma decisiones equivocadas bajo el paraguas de una supuesta justificación política, pero no hay ciudadanía detrás de ellas, sino oscuridad.
Las grandes decisiones, tales como guerras o modificaciones en la Constitución, o como amenazas a la Constitución misma, no corresponden a la representatividad, sino a la ciudadanía, y mientras ésta sea analfabeta y menor de edad, no podrán serle presentadas, como tampoco podrá ser alienado nunca su derecho a decidir sobre lo que de verdad importa: la paz social. No es posible delegar esa capacidad de elección en representantes en un mundo de vampiros e incompetentes. Los partidos no son representantes en todos los aspectos; sus militantes lo saben perfectamente, y quienes se excusan en la defectuosa organización constitucional de la democracia española para llevar adelante el disparate de ambiciones particularísimas sólo precipitan el desastre.
Los medios de comunicación, por otra parte, están funcionando como maquinaria de precisión al servicio del desastre. Han sido ellos los que han traído la mayor confusión sobre lo que podrá suceder al convertirse en portavoces directos de los partidos políticos.
Adviértase lo siguiente: la escasa participación en cualesquiera elecciones da buena cuenta de la ignorancia de la población española o catalana -no, no hay votos de castigo ni pollas; un votante que comprende lo que de verdad sucede en política no castiga con su voto-; la gente acude a votar y no sabe en gran medida a qué vota -quien se atreva a negar esto sólo puede ser un periodista con sobredosis de buen rollo-; una minoría, pues, por mucho que sea suficiente para la formación de un Gobierno autonómico, no puede tomar decisiones que conciernen a la mayoría auténtica: el conjunto de la ciudadanía -hay un fallo en el sistema-. Es cierto que Catalunya aprobó su Estatut, pero son apenas unos miles -¿cientos?- los que saben qué es eso, qué propone y qué cambia respecto del pasado.
¡Joder! ¡Hasta cuándo vamos a seguir siendo subnormales! ¡Hasta cuándo vamos a seguir tolerando que la seducción de las formas nos evite atender a los contenidos!
¡Ay, España...!


Yvs Jacob

miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Qué le pasa a Esteban González Pons?

La maniobra de distracción desplegada por el Partido Popular va camino de convertirse en el mejor ejemplo de antipolítica o política enferma al estilo conservador español. Deben de estar aterrados sus dirigentes al descubrir que la masa boba podría reaccionar contra su nido de sinvergüenzas, y le han encomendado a Esteban González Pons la inmolación de defender, una vez más, lo indefendible, y que emplee para ello, de nuevo, una vez más de tantas, todos los medios a su alcance para la destrucción de lo único que les queda a los españoles, el Estado, siempre que de esa barbarie resulte culpable el PSOE y quede exonerado el Partido Popular.
Pero ¿quién es González Pons?
Se trata de un actor secundario de los que abundan en el Partido Popular. Su sonrisa es a la vez siniestra y melancólica; de un lado, parece que anuncia champán, y de otro, revela algo así como el idealismo de los viejos tiempos, cuando los hijos fortachones de la derecha disfrutaban de aquellos privilegios que sus padres habían sabido ganar con el material bélico importado de Alemania e Italia. ¡Tiempos gloriosos los del franquismo, cuando no había pobres a medias que pudieran reclamar una vida decente! ¡Cuánto se ha perdido con la democracia! ¡Ahora son los rojos quienes manejan los juguetes de dominio de los ricos! ¡Dónde vamos a parar!
A González Pons no se le conocen méritos excesivos, salvo la capacidad, asumida en toda la derecha, de no vestir igual en verano que en invierno. Lo más reciente de su expresión como persona pública son una serie de conciertos que ha dado en cuanto aparecen las cámaras de los reporteros gráficos. Entonces comienza a hablar raro, muy raro, y dice cosas más extrañas de las que un lector de Carlos Castañeda puede encontrar en su serie pseudocientífica de introducción al peyote, medicina para volar.
Una vez más creo que el desmadre de la razón en España necesita un calmante. La cosa se fue primero de las cabezas y ya no hay quien la tome en sus manos. Vamos por el mal camino, y eso no beneficiará a nadie...
Anda y que te parta un rayo, González Pons.


Yvs Jacob

lunes, 23 de noviembre de 2009

Catalunya no es una nación (pero tampoco pasa nada)

El problema del nuevo Estatut de Catalunya, y hasta los jueces lo han apreciado así, quizá porque no habrá supuesto mucho esfuerzo para memorizarlo durante su formación, tiene carácter lógico y se encuentra en su concepción como nación: ninguna definición de nación es posible con una nación dentro de otra. Esto significa que, si España es una nación, Catalunya no puede serlo, y si Catalunya es una nación, entonces no lo es dentro de España.
De todas las definiciones de nación que conozco, he quedado más convencido por la que emplean Julian Huxley y A. C. Haddon en We Europeans, la más cabal, a mi juicio, por deberse a dos naturalistas con auténticas pretensiones de hacer ciencia, y no a otros especialistas cuyos intereses impiden comprender la realidad -se debe además a dos ingleses inusualmente humildes, lo cual me excita sobremanera para confiar en ellos-.
Ese concepto -el de nación- reúne a una población en un territorio determinado, organizada dentro de un Estado, compartiendo un conjunto de tradiciones y hablando una lengua común, aspecto que más fuerte cohesiona a los individuos y alimenta su sentimiento de unión. Es obvio que a partir de esos criterios no puede Catalunya contemplarse como una nación, puesto que debería realizarse en ella el Estado, pero también lo es que, observando el resto de las características mencionadas en la definición, hay en Catalunya una expresión de singularidad, y de una singularidad antigua, aunque más aún lo es la vasca.
El uso de términos como sociedad, pueblo, nación, cultura... sirve tanto para favorecer el independentismo nacionalista como para contrarrestarlo. Podría decirse que Catalunya es un pueblo con una cultura singular, y que lo es dentro de una nación, que es la española, donde existen otros pueblos no menos singulares. En mi opinión, lo importante no es reconocerse como nación, porque el sentimiento de grupo, de comunidad antigua y peculiar ya lo incluyen las nociones de pueblo y cultura, y como tales, Catalunya merece todos los cuidados de España: se trataría de una cultura singular que hay que proteger y no aniquilar con la persuasión de otra ficción de contrarresto.
Para nacionalistas e independentistas, Catalunya es una nación cuyas estructuras administrativas independientes e históricas han sido sustituidas por otras que la subordinan a un Estado ajeno, pero al que forzosamente pertenece su nación, hasta que la política, y no la violencia, solucione esa situación anómala, la de ser una nación que carece de su propio Estado. Para ellos, además, Catalunya se protege mejor sola que dentro de España.
Pero un Estado no es algo que se ponga y se quite una nación dependiendo del momento histórico. Es cierto que Catalunya contó con estructuras de gobierno propias en el pasado, pero nunca fue un Estado como tal, porque un Estado es un complejísimo aparato burocrático-administrativo muy superior a la simple denominación de reino o condado históricos, y el surgimiento de la nación-Estado ha sido perfectamente datado en la historia sin que Catalunya pueda reclamar ese reconocimiento.
Para el Estado español, no obstante la buena voluntad de Rodríguez Zapatero al animar a Catalunya a ser todo lo que quiera ser, pero dentro de España, el problema amenaza con abrir una caja de truenos que podría llevar a todos, nacionalistas catalanes y nacionalistas españoles, y antinacionalistas de todo orden, a un enfrentamiento innecesario, dada la crueldad con que los hombres afirman los derechos que tienen y los que inventan.
El Tribunal Constitucional ha debido de pensar que es mejor sacrificar una parte que destruir el todo, una sabia lección que no necesita de ningún prejuicio, ni siquiera de un prejuicio anticatalanista, para aceptarse. (Divierte pensar en la separación de poderes cuando corresponde a los jueces asumir la responsabilidad de Estado que los políticos olvidan en ocasiones, o cuando los jueces, con su actitud partidista y su incompetencia, siembran dudas en los ciudadanos acerca del ejercicio de la democracia en una sociedad libre).
Hay algo sensato en no admitir que España se llene de naciones, lo contrario sería un suicidio colectivo cuya irresponsabilidad no puede tolerarse a jueces, políticos o simples ciudadanos. Podrá haber catalanes que no se sientan parte de la nación española, pero también hay españoles que no lo sienten con el mismo entusiasmo con que los catalanes sienten lo que son. Los hombres nacen donde nacen, es así de sencillo. Los hombres hablan una lengua, o dos, o tres..., todas las que permanezcan vivas en su lugar de nacimiento al menos, continúan tradiciones y se rigen por normas que podrían ser diferentes. Uno puede sentir mucho apego a eso, todo lo cual se llama realidad, o aceptarlo como conjunto de rasgos definitorios en el ejercicio siempre relativo de la identidad -uno, sea lo que sea, es frente a lo(s) demás-.
Yo no maldigo mi suerte, no me lamento por haber nacido español, pero tampoco deliro por la nación española; asumo lo que soy y no encuentro en ello ningún motivo para la tortura o para el enaltecimiento. Cierto sentimiento nacional es comprensible: me puedo apenar más por la suerte de alguien de Lugo que por alguien de Toulouse, aunque esta observación resulta patética con sólo analizarla. Para Catalunya, y a su pesar, España está más presente y dentro de lo que sus nacionalistas admiten, no pueden desprenderse de eso extraño que es España -nación y Estado-, incluso cuando se sienten fuera de ella. La pervivencia de Catalunya en la historia no se puede negar, pero la historia reciente, la de los últimos siglos, favorece más a una España reunida que a la independencia catalana.
¡Ay, seres humanos formidables, siempre pensando en el modo de vivir más provechoso y apasionado...!


Yvs Jacob

viernes, 20 de noviembre de 2009

¿Qué coño es realmente una trilogía? (¿Es de verdad la lectura una actividad intelectual?)

Hace unos días escuché una conversación que me dejó de piedra en una librería. El librero animaba a una clienta a que consumiera rápidamente la primera trilogía de Robertson Davies para introducirse sin mucho tardar en la segunda. Hubo un tiempo en que me dediqué con fervor al estudio de la literatura, pero lo abandoné para concentrarme en el de la zoología humana, menos técnico si se quiere, aunque más divertido que las espesas lecciones del sistema histórico-enciclopédico español. Sé que la tentación de interpretar lo que he llamado 'zoología humana' como 'psicología' es aguda, pero lo que yo entiendo por 'psicología' necesariamente implica la presencia de inteligencia, cualquiera que sea su estado de desarrollo, luego, no, la psicología difiere bastante de aquello con lo que me conforto.
No he leído muchas trilogías, creo que 'la primera' de Henry Miller y, si pudiera aceptarse, la que conformarían 'las tres Críticas' de Immanuel Kant. En el primer caso, el que importa, no valoré que las obras se reunieran en una trilogía; para mí eran sólo 'las novelas de Miller', y nada relacionado con una categoría metacrítica le añadía valor extraordinario a mi lectura. Hoy sucede precisamente lo contrario: hay que identificar si la obra es o será parte de una trilogía, y una vez constatado el hecho, incluir la pertienente secuencia en la secuencia más amplia que recoge a todas las trilogías posibles como 'obras leídas por fulanito'. Así, esta presencia de la trilogía entre nosotros permite expresar singulares especializaciones como la siguiente:
-A mí me gusta el teatro.
-Yo soy un gran lector de poesía.
-Pues yo prefiero las trilogías.
El mercado editorial, y las mesas y estantes de la librerías, se han llenado de trilogías, y las expectativas de los lectores, también, porque se presenta ante ellos la figura en sí misma como anticipo de lo que tendrán que asumir, pero sospecho que esa figura o forma está suponiendo para muchos la saturación de contenido que les impide, ay, leer.
¡Aaah, mundo invadido de sabios y seres sensibles...!


Yvs Jacob

jueves, 19 de noviembre de 2009

Periodista y periolisto

España, que como país me da cada día más asco, se está revelando, ya no como que una potencia de burros, sino de listos -¿nos habrá alcanzado por fin la evolución?-, algo que ha hecho progresar a esa ciencia extraña, el periodismo, con una especialidad nacional: el periolisto. Cualquiera que sintonice una radio o ponga en marcha su aparato de televisión lo tiene muy difícil para librarse del acoso del periolisto, informador aventajado, crítico implacable, forjador de pensamiento, enciclopédico recipiente de singularidades y precisiones y hasta corresponsal del futuro gracias a su perspicaz anticipación visionaria.
El periolisto es un intelectual soberbio, infalible, todo lo puede, todo lo soluciona, percibe la realidad con la claridad de una mente divina, por lo que siempre tiene razón -es un dios, aunque con pelos en las axilas-.
Con tanta abundancia de opinadores, con tanta sabiduría irradiada en la ondas y presente en los escenarios televisivos con alma de cuarto de baño kitsch, España debería sentirse satisfecha por la fortaleza de su 'pensamiento técnico'. El periolisto sabe cómo resolver un secuestro, cómo gobernar y estar en la oposición, cómo dirigir la economía e incluso la historia, y no sólo de su país, sino del orbe entero -un dios con dos cojones-.
El periolisto no carece de juicio moral ni estético, y conoce el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto con tanta intimidad que podría pensarse que ha grabado las Tablas de la Ley de la Verdad Absoluta con unos pedos madrugadores.
Dicho de una vez, el periolisto ya no opina, porque opinar es lo que hace la gente; el periolisto rezuma conocimiento, saber, ilumina aquello a lo que se aproxima; donde él está, no caben las tinieblas, donde haya un problema, encontrará la solución; donde un pañuelo oculte la mierda, la sola actividad neuronal del periolisto hará que la flor del logos asome, todo ello sin inmutarse siquiera.
Por último, sería equivocado asociar al periolisto con la derecha o con la izquierda, porque toda crítica verdadera vive en la transversalidad, atravesando cualesquiera limitaciones pragmáticas o didácticas.
¡Qué magnífico país sería España si pudiera sacar provecho de los nuevos héroes, los de la palabra! ¡Divino licor el que destilan esos cerebros que se alimentan de las audiencias!


Yvs Jacob

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El secuestro del buque Alakrana, o Cuando la ficción distorsiona la realidad

Una vez finalizado el secuestro, el Partido Popular, posados todos sus buitres sobre los alambres, tiene la desvergüenza de reclamar su actitud como ejemplar en el apoyo mostrado al Gobierno. ¡Cuánta miseria! Si el Alakrana fue apresado por sesenta piratas, muchos más, quizá miles, quedaron aquí, en los despachos y restaurantes rascándose las pelotas a la espera de que la desgracia fuera todavía a peor.
Alberto Núnez Feijoo, que se había apartado de la barbarie por motivos inciertos, quién sabe si para ocultar algo de lo que el ciudadano se enterará más tarde, ya irremediable, demostró anoche, hablando para una emisora, que no es más que otra espita para la extracción de veneno. Habló Núñez Feijoo de la vergüenza que el Gobierno había hecho pasar a una nación como España de cara al exterior. Hay que ser pazguato para referir un sentimiento como la vergüenza de manera particular cuando es la vida de otras personas, y la de sus familias, la que enfrenta una situación tan crítica. ¡Qué asco! ¡Qué protagonismo más estúpido y nauseabundo!
Pero me interesó mucho eso que tantos han dicho: 'una nación como España'. Sostengo que la ficción que muchos se han construido de España no sólo les impide ver lo que es España realmente, sino que ni siquiera les permite sospechar ya que España pueda no ser eso que ellos dicen.
Ha sorprendido a todo el mundo que no contase la nación española con un equipo altísimamente preparado para el asalto y liberación de los rehenes, un equipo con la cara pintada de negro y cuchillos en los dientes que penetrara en el buque durante la noche, sin ser percibido, y que, uno a uno, rebanara los cuellos de los piratas, una panda de negros sin derecho a la vida. Todo eso ha sorprendido mucho a quienes están muy satisfechos con 'una nación como España'. A otros, sin embargo, no nos ha sorprendido en absoluto; a otros, a quienes la historia de España ofrece motivos suficientes para situar a la nación en el lugar que le corresponde, el espejismo no se nos ha aparecido, y reímos con un llanto desconsolado cuando el patetismo político pretende hacer creer a la ciudadanía que España está a la altura de Francia y del Reino Unido, como si el descubrimiento de América, hace quinientos años, tuviera una rentabilidad tan alta. Pero, no, no la tiene, y cuando el mundo actual se configuró en los tres últimos siglos, España se encontraba ya a la altura de muy pocas ambiciones.
No hace falta ir tan lejos para comprender por qué es España un país mediano: revísese la historia del siglo pasado; es más que suficiente.
De este opio, la ficción, hay que culpar tanto a la derecha como a la izquierda, pues ambas han practicado idéntico engaño, y si el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha cometido algún error, el más grave ha sido sin duda el entusiasmo en la buena marcha de los asuntos. Hay una máxima en política que no se debe descuidar: aunque no lo parezca, las cosas siempre van mal.
¡Ay, España, qué lástima me das!


Yvs Jacob