martes, 9 de abril de 2013

El estado de la nación según Alberto Ruiz-Gallardón

Escucho al ministro de Justicia en la Cadena Ser y me quedo como la alcaldesa por sorpresa de Madrid, pasmado, por la representación de la realidad que sus palabras van componiendo. Según el ministro, el PP es una formación donde sólo podrá encontrarse a gente estupenda con vocación política. Dice el ministro que Luis Bárcenas era un técnico -¡un técnico!-, ni siquiera un político, y dice también que tiene mayor credibilidad María Dolores de Cospedal, el florero suicida, que el extesorero, a quien se refiere el ministro con un cierto temor, entiéndase, respeto sospechoso. Si acaso tales declaraciones no fuesen ya lo bastante jocosas, tómese en consideración la defensa que hace el ministro de la posición adoptada por su partido ante la justicia y la sociedad: hay gente muy mala que se aprovecha de nosotros, gente que nos quiere hacer mal, pero nosotros ni hemos hecho mal ni somos malos. Como es bien sabido, el ministro Ruiz-Gallardón era alcalde de Madrid ya en los primeros años de la crisis económica en España, cuando todavía se creía que la fortaleza del país en todos sus aspectos soportaría una tormenta pasajera en el sector bancario, pero se trataba de algo peor: por la actitud de una oposición leal y responsable, la crisis económica abrió el camino a una crisis política, que trajo consigo una crisis social, que manifestaba la profunda crisis moral de los españoles, para abocarse por fin hacia una crisis institucional, que amenaza con hacer saltar el sistema por los aires. Desde el principio, el ahora ministro de Justicia contempló con la mayor pasividad el avance en la destrucción de empleo en su ciudad, la más poblada de España, el fracaso de los jóvenes madrileños en un mundo que se revelaba parco en oportunidades, tampoco se inmutó ante el abandono que sufren los mayores, que jamás imaginaron que la riqueza traería consigo tanta precariedad, pero es que nada podía hacer el ahora ministro -era uno de esos casos extrañísimos donde la responsabilidad de una mala gestión -¡ausencia absoluta de gestión!- local recae en una instancia superior, el Gobierno de la nación, precisamente la misma en la que participa el entonces alcalde, un soñador con vocación política. Ahora bien, Madrid puede rodearse en coche con bastante comodidad. (Ruiz-Gallardón parece confiado en su futuro como máximo gestor, el pobre. Parece que en el PP continúan en las nubes, se subieron a la azotea de la calle Génova, donde el gran líder dijo una chorrada histórica, y ya no se han vuelto a bajar).
Ahora voy a contar yo lo que va a suceder en unos años, diez, quince años tal vez, una perspectiva distinta, obviamente, propia de quienes estamos aquí abajo, bien metiditos en la mierda. En las próximas elecciones al Parlamento europeo no va a votar ni Cristo, porque no tienen sentido, porque sería igual que votar a favor o en contra de que los ángeles vistiesen una rebequita. En las próximas elecciones regionales sólo irán a votar los ciudadanos disciplinados en la destrucción moral del PP y los nacionalistas, porque los demás no acudiremos ya a las urnas, en tanto que los partidos mayoritarios en el ámbito nacional, PP y PSOE, se nos presentan como putrefacciones à l'ancien régime, pero tampoco apoyaremos a IU, que sería como salir de la izquiera guay para caer en Disneyguay, ni votaremos a UPyD, el partido que surgió del miedo y que produce terror; la gran mayoría de los españoles no va a votar a nada ni a nadie porque ya no creemos que nada ni nadie pueda salvarnos: lo que va a suceder está en marcha y no podremos pararlo. Gobernará entonces el PP, pero no le será reconocida ninguna autoridad ni menos aún legitimidad, porque para que el sistema sea legitimo necesita de la aceptación de todos aquellos a quienes pretende abrazar, pero como la mitad habremos caído ya fuera del sistema, podremos por fin liarnos a palos, del escrache al escabeche, y todo porque no hemos sabido construir una cultura democrática, que se expresa como una actitud ciudadana observante y exigente, y en cambio sí nos hemos mostrado hábiles creadores de monstruos: quien ganaba una mayoría absoluta no podía sino decir "qué bonito soy, madre, el más listo, el más guapo y el más grande". Y todo esto será así porque en el PP seguirán vigentes las ideas que nos han traído hasta aquí: lo importante es quién gana el gobierno, el que gobierna tiene el poder, el que tiene el poder impone sus leyes, cualquier disconformidad es un acto de violencia, las leyes de cualquier mayoría son por su naturaleza justas y las más adecuadas, la mala suerte de los desfavorecidos es una opción personal, el Estado existe para subvencionar a sus timadores, los ciudadanos deben subvencionar al Estado, el Estado no puede ser solidario con los ciudadanos...
Desde luego, qué mala es Angela Merkel...


Yvs Jacob