martes, 17 de diciembre de 2013

Sobre rumanos y búlgaros ('Basuragurú', a favor de una revisión del "espacio Schengen")

Hola de nuevo, amigos. Quisiera en primer lugar disculparme con aquellos que generosamente caíais por aquí en busca de vaya uno a saber qué, no ha sido fácil publicar mierda nueva desde hace un par de meses, he sufrido una sequía severísima -delicioso superlativo-, en parte creo que producida por la lectura de la trilogía USA de John Dos Passos, hasta el punto de concluir que tras Slaughterhouse 5 -novela superlativa donde las haya y la más divertida de todas- no existen para mí obras superiores a las dos primeras de ese recorrido por la historia de EEUU, The 42nd Parallel y 1919 -un lector atento descubre en ellas que la historia es en efecto circular, que todo lo que ha sucedido vuelve a suceder otra vez y que vivimos una repetición de lo ya acontecido, quizá, como sospechaba Nietzsche, porque seguimos sin hacer caso a la advertencia moral de modificar nuestro recorrido (él lo llamó "eterno retorno"). Mis disculpas y muchas gracias.
Creo que en muchas ocasiones ha asomado en esta hoja de imposturas la fascinación que en mi infancia y en buena parte de mi juventud conocí por la ciudad de Madrid, una ciudad que tras ser mi confortable hogar y lugar de tantas peripecias ha tornado en pesadilla, insoportable y repugnante escenario de una decadencia yo diría que irreversible. Yo amaba aquella ciudad modesta, sobria y gris, la ciudad estoica sin pretensiones, yo la amaba de verdad, con la emoción que parece reservada entre una persona y otra -eran desde luego otros tiempos, eran otras sus formas de violencia, que también existía, pero Madrid me parecía cuando niño una ciudad contenible y contenida para un pueblo parco en sus ambiciones (hasta la llegada de Faraón, el "niño de la excavadora", al liberalizador y privatizador amantísimo de su esposa Álvarez del Manzano sólo le molestaba que le pisaran las flores del Paseo de Recoletos; apenas nos preocupaban otras cosas...). Más de tres décadas después, y lanzada por la pendiente en los tres últimos lustros, cuando se han emprendido sobre ella tantas y tan feroces transformaciones, siento que me he quedado sin mundo, que camino sobre un vacío y a tientas, y a cada paso que doy mayor es el dolor y mayor el asco. Si por fortuna hubiese nacido en Francia, hoy confieso que votaría al Front National francés con todas las contradicciones que ello suponga para un progresista sincero -¿y qué es hoy el progreso? Ya no podemos siquiera saberlo... (Qué no es progreso, eso desde luego yo no lo dudo en lo más mínimo). Si yo hubiese imaginado alguna vez que las calles de Madrid se llenarían de pedigüeños y mendigos rumanos y búlgaros, si alguna vez hubiese cruzado por mi mente que niños y adolescentes rumanos y búlgaros superarían los ritos de paso que conducen a la delincuencia con total impunidad delante de nuestras narices, si hubiese creído posible que un ejército de chatarreros, carteristas, "gorrillas", saqueadores de contenedores, prostitutas y rebuscadores entre la basura rumanos y búlgaros se ufanaría de haber encontrado en la legislación española y en el desprecio español a la norma el cobijo para imponernos su forma de vida, una forma de vida violenta y asocial, una vida intolerable, en lugar de ser nosotros quienes haríamos frente a los enemigos de la construcción de una sociedad decente y observante, si todo esto me hubiese sido revelado clara y distintamente antes, entonces habría entregado mi voto al partido que mejor representase la expresión del concepto de resistencia de un pueblo -eso es el Frente Nacional francés, el espíritu de la resistencia en Francia, decir "no" cuando hay que decir "no" a quien hay que decir "no" y a lo que hay que decir "no". Los daneses y los finlandeses nos lo han enseñado también con sus reservas al movimiento libre de ciudadanos de la UE: es importante que haya daneses en Dinamarca, es importante que haya finlandeses en Finlandia, es importante que los daneses de Dinamarca y los finlandeses de Finlandia cuiden de los daneses de Dinamarca y de los finlandeses de Finlandia, decir "no" es presentar las condiciones a las cuales los extraños habrán de atenerse -de hecho, por el bien de la humanidad es deseable que resistan los daneses en Dinamarca y los finlandeses en Finlandia, sin tales referentes los pueblos más estúpidos sucumbiríamos en la desorientación... (España es el país más desorientado que yo conozco). Ahora son Reino Unido y Holanda los Estados que nos recuerdan cómo se hacen las cosas, cómo se dice "no", cómo se afirman las condiciones y modos de vida de la sociedad vigilante, y no son precisamente dos lugares donde la población se haya mantenido inalterada, muy al contrario: allí donde hay tradiciones -la moral dentro y fuera del individuo- una sociedad avanza, allí donde hay tradiciones -modos de vida auténticos-, un pueblo pervive en el relevo de las generaciones.
Pero ¿qué es el "espacio Schengen"? Que un francés pueda entrar y salir de España es algo bastante natural, cualquier impedimento administrativo o metafísico sería un disparate; no obstante la frontera física de los Pirineos, la historia de Francia no se entiende sin España; la historia de España es otra cara de la historia de Francia. Y España y Portugal, Inglaterra y Francia, Francia e Italia, Francia y Alemania, Italia y Austria... pero ¿Rumanía y España? ¿Bulgaria y España? ¡Que me aspen si lo entiendo! ¡No existe la menor relación histórica hasta casi el siglo XXI? ¿A qué viene todo esto? ¿Por qué no hay chatarreros rumanos ni búlgaros en Berlín, por qué no se refugia una industria del crimen en el suburbano berlinés? ¿Por qué sufre Madrid el asedio de este ejército de pobres cuyas hazañas nos retratan y humillan a diario? Hay pueblos que no están preparados para soportar la presión demográfica extranjera -qué eufemismo "comunitaria"...-, hay pueblos cuya carencia moral es tan grande que jamás podrán integrar al extranjero, igual que hay pueblos más avanzados cuyas sociedades presionan de tal manera sobre quien pretende asentarse en ellas que sólo cabe elegir entre la asimilación forzosa -¡educación social!- o la expulsión, pero no se contempla la indiferencia, la españolísima indiferencia -quien llega tiene que asumir, ésa es la condición, quien llega no puede restar. Un pueblo avanzado lo es, lo ha sido y lo ha llegado a ser por decir "no" cuando hay que decirlo. Algo que jamás comprenderé de España y por lo cual reniego de mi propio pueblo es su estupidez cultural expresada en una moral que perpetúa el envilecimiento, la sociedad española carece de prioridades, el español es un pueblo de lerdos, los pueblos más avanzados -británicos, holandeses, alemanes...- no ven en nosotros nada distinto a lo que puedan ver en un griego, un rumano o en un búlgaro, a pesar de nuestras ínfulas por haber ganado unos partidos fútbol, somos un pueblo hortera y ridículo, viajamos en el mismo vagón de la basura, pueblos atormentados por el apetito de dinero ajeno e incapaces de contemplarse a sí mismos como tarea, algo que hacer con nosotros con vistas a elevarnos sobre la mediocridad ancestral. El "espacio Schengen" no puede sancionar bondadosamente la libre circulación de ladrones, chatarreros y mendigos, eso es una perversión del espíritu europeo; del mismo modo, un solo país de la UE no puede echarse sobre sus espaldas la "crème de la crème" de lo indeseable, es injusto que aquellos "comunitarios" que nadie quiere en ninguna parte terminen todos en nuestras calles, debe imponerse un cupo de reparto, de otra manera todo lo que Schengen supone se viene abajo. España no puede sacar ella sola de la miseria a toda la Europa del Este ni a las repúblicas bálticas, es un propósito que convierte en ridículo a lo sublime, supera por completo la capacidad de las pensiones que nuestros padres y abuelos se ganaron con su miseria trabajando desde niños. No es la redistribución de la limosna lo que se buscaba con Schengen ni mucho menos el regreso al pasado en los pueblos más miserables en vías de regeneración -dígase España. Hay que revisar Schengen, cierto, hay que dejar de lamentarse por lo malos que son los "mercados", hay que mostrar a los Estados más negligentes de la UE que el camino para solucionar sus problemas comienza allí mismo, en ellos y no fuera; hay que proteger Schengen si de verdad se quiere proteger Europa. Se impone una reflexión profunda acerca del reparto europeo en todos los aspectos -quién produce y qué se produce, quién se mueve y por qué, cuáles son sus objetivos y sus logros... Europa es un constructo grotesco, una mistificación que hoy perjudica a España; creer que desde Noruega a Turquía y desde Portugal a Estonia la historia aboca a todos los pueblos al mismo final es una fantasía aterradora, en Europa no hay una o dos velocidades, hay casi tantas como Estados. España debe imitar a los mejores, seguir siempre su aristotélico ejemplo, adoptar las posiciones de quienes tienen las mayores reservas hacia todo -Reino Unido, Alemania, Holanda...-, España debe abandonar su condición de "tonta de Europa", the party is over, my friends!, este juego ya no nos conviene.


Yvs Jacob


[Arranca la campaña "En las elecciones al Parlamento europeo ¡que vote su puta madre!, ¡viva la abstención!", estamos hartos de tanto mercadeo. Yo me voy a quedar en casa, ¿y tú?].

martes, 15 de octubre de 2013

Yvs Jacob se reconcilia con Javier Marías

Comenzaré admitiendo que jamás he leído una obra de Javier Marías, si bien debo contar cuatro o cinco en los estantes de mi biblioteca de fanfarrón, aunque hace mucho que no suben chicas a casa. Javier (Marías) no lo sabe, pero es con seguridad la celebridad nacional que más veces he visto en mi vida, ¡una celebridad con opciones al premio Nobel! Nada de esto es relevante en absoluto, quiero decir que mi vida es igual los días que no me cruzo con Javier por la calle -ni más rica cuando lo veo, la verdad. Javier tiene un andar gracioso -con gracia-, camina como subido sobre sí mismo, como si le sobrara el caminar, produce la impresión de quien ocupa un carril, porque camina con una cierta decisión, un caminar entusiasmado, casi diría que Javier podría pasar por encima de quien ocupase su vía, pero sin maldad; es que él iba por ahí... No se trata para nada de un andar meditabundo sino, insisto, gracioso, un andar de la plenitud: cuando ese hombre camina, el caminar se realiza. No viene al caso pero me dejaré recordar uno de los acontecimientos que con más pesar me traje de Heidelberg. En el paso de peatones que abre el acceso al conocido como Philosophenweg aguardaba un caballero, éste sí bien metido en sus pensamientos, al punto que a mí casi me arrastraban desde el otro lado para cruzar. Si a un intelectual alemán de una cierta edad se le pone en los cojones que él cruza por la derecha, entonces cruza por la derecha -y hace bien, joder. Un español con prisa cruza mal y pone en peligro la estabilidad emocional de todo cuanto encuentre en su camino. Y así nos aproximábamos el uno hacia el otro, quien caminaba por su carril y quien simplemente quería pasar al otro lado, y como yo no me apartaba, el caballerete desató una tormenta de aspavientos muy airado que me ha hecho sentir fatal durante años -los españoles siempre hemos sido un pueblo sin filosofía... Perdona, Javier, que ya sigo con lo tuyo.
El pasado domingo me llevé una muy grata sorpresa al descubrir en la edición digital de El País unas opiniones de Javier Marías que me recordaron mucho a mí, incluso hubo quien así me lo advirtió, que había tomado a Javier Marías por el mismísimo Yvs Jacob, a lo cual yo respondí que hasta donde conozco solamente somos vecinos. Pues bien, ahora que se ha perdido en Madrid todo pudor a lo políticamente incorrecto, que es lo que desde Basuragurú vengo yo practicando desde hace un lustro -¡cielos, empiezo a parecerme demasiado a Walter Benjamin, tanto yo, tanto yo...!-, ahora que el mito de la gran ciudad moderna se nos ha roto y hemos descubierto que con malos gestores no hemos hecho más que acumular todo tipo de mierda, estas opiniones de Javier bajo el título Y luego van y lo cuentan -por cierto, Javier, título feo, feísimo...- removieron en mí un no sé qué de tan gozoso como fue leer que "Madrid es la ciudad más guarra que he visto", o que la Plaza Mayor "hace años que está decorada por pobres indigentes", y es que hemos sido muchos los madrileños para quienes el ridículo de la alcaldesa por sorpresa no tenía el menor interés, porque lo extraño hubiera sido que no se comportase como una panchita enseñando el cortijo, lo que de verdad causó extrañamiento entre nosotros fue una conclusión: ¿pero qué coño de ciudad tiene en su cabeza esta mujer? Efectivamente, hay en Madrid muchísimas cosas, pero no existe en ella ninguna relaxing, y si hubiese que buscar un lugar donde en Madrid pudieran dejarle a uno en paz, desde luego que ése no sería la Plaza Mayor. La Plaza Mayor se ha convertido es eso, en un escaparate magnífico de todo lo siniestro, a decir de la alcaldesa por sorpresa, el modo como en España se celebra la vida, que es un siniestro morir. Para empezar, el lugar ha sido tomado por los pakistaníes y no hay un instante de tranquilidad con tantos reclamos para imbéciles como portan consigo estos amigos que han venido a incrustar su Tercer Mundo en el nuestro. Sólo una vez he visto a uno de los caricaturistas que todavía resisten mandar a tomar por el culo a un pobre diablo de esos que arman tanto escándalo con la guarrería que se ponen en la lengua. También se practica la mendicidad encubierta en todas las formas imaginables, entre ellas, las así llamadas "estatuas vivientes" -¿artistas callejeros?-, un espectáculo grotesco de la degradación humana cuando quiere sacar provecho de la cosificación; y no falta la delincuencia que se expresa como perversidad: deliciosos niños rumano/búlgaros a quienes ya es imposible recuperar del lado salvaje de la vida -tiernos delincuentes hoy que algún día serán peligrosos y dispuestos a todo gracias a nuestra buena voluntad acogedora. Son vanos los renovados esfuerzos por resucitar al dictador, ya hemos regresado a los años 50. Madrid es una puta ruina en todos los sentidos, y mucho me temo que no por culpa de aquel ingenuo Rodríguez Zapatero.
En las opiniones de Javier Marías percibo el mismo desamparo que yo he experimentado desde que en Madrid sufrimos la condena de los Gallardones, las Esperanzas, los González y las Botellas, una tropa de cuidado que no ha tenido ni tiene ni puta idea de lo que es una ciudad ni del papel de las instituciones en la gestión de los asuntos que preocupan a los ciudadanos. La ciudad que tiene en la cabeza Ana Botella, suponiendo que tenga algo, no existe, y me temo que el lugar que anhela Javier es otro imposible. Los Gallardones y las Botellas no son sin embargo más culpables que los ciudadanos que han aplaudido su estupidez, los Gallardones y las Botellas son una consecuencia de la claudicación ciudadana: allí donde los ciudadanos se apartan, los gestores mediocres ocupan el espacio y se expanden hasta llenarlo por completo -véase la obra del mismo Alberto, el "niño de la tuneladora".
Amigo Javier: si nada he leído antes de cuanto has producido con la máquina de escribir ha sido porque no se me ha presentado la ocasión -una ocasión se presenta cuando un número más o menos importante de lectores con gran competencia te anima a abordar una obra-; también lamento mucho haber escrito en algún paper académico que tu padre era un falsificador de la historia de la filosofía, de verdad que lo siento -no te oculto para cerrar -¿Benjamin, eres tú?- un leve rencor motivado por otras opiniones tuyas contra el uso de la bicicleta en las proximidades de tu domicilio: ¡hombre, que tú ya tienes un carril! Yo que te creía más europeo...


Yvs Jacob

martes, 8 de octubre de 2013

¡Pánico en el eje motorista Alcalá-Mayor!

Me cuenta un amigo que desde que monta a diario en bicicleta y hace una media de diez kilómetros para evitar grietas, baches, socavones, abismos y otras heridas en el asfalto de Madrid se le están poniendo preciosas las uñas de los pies -al parecer, la presión de la parte blanda de los dedos sobre la uña en el pedaleo regular produce un efecto corrector de la deformidad causada por la tiranía del mercado en el uso intolerante de calzado inadecuado. Es éste un berenjenal acojonante en el que no me puedo meter con apenas un barniz aristotélico, pero si como sostenía Edward Bellamy en Looking Backward -Bellamy, peligroso rojo obsesionado con la racionalización del trabajo para realizar el progreso- el principio fundamental de la sociedad es "la civilización de nuestros vecinos", y cito bien, "¡la civilización de nuestros vecinos!", y si, como yo creo, pocos agentes más eficaces que el ciclista kantiano existen para lograr ese fin, bienvenida sea una vez más la contribución de la siempre espuria estética. Me he entretenido en el examen quizá superficial de mis propios pies sin observar nada extraordinario -ni parecen propios de ser mortal ni su punto débil se revela en un examen ocular... Por otra parte, nunca he tenido una gran consideración a los pies humanos, creo que las divinidades se cebaron al hacer al hombre con los huevos colgando y en sus pies -y fue una suerte que se plantaran ahí, que el resto de la fealdad la emplearan en Cristóbal Montoro, ese ministro que pide a gritos una hostia, (¡ay mare, quién se la pudiera dar!). Yo que ya me había apartado de la política y perdido cualquier interés por la suerte del pueblo español, del que reniego y del cual he sido expulsado por su recelo hacia el civilizador -el educador que diría Nietzsche...-, me animaría a participar en una formación cuyo único punto programático fuese darle una hostia a Cristóbal Montoro, un PQDHM -Partido de los que Quieren Darle una Hostia a Montoro- con el propósito de entrar en el Parlamento y darle una muy, pero que muy buena hostia, pero una hostia democrática, pues según acepción democrática hoy en día imperiosamente vigente -visión catalanizante de la democracia como "aquello que hace o desea mucha gente" (?) (a veces somos así de sencillos)-, esa hostia se la queremos dar o todos o casi todos o muchos muchísimos más. Otro día trataré esta terna conceptual que anda muy revuelta: ¡o es democracia o es fascismo o es religión, señores!, pero hoy quería hablar de un asunto más local, sin vuelos, el miedo que conoce el ciclista kantiano cuando invade el carril motorista del eje Alcalá-Mayor de Madrid en cualquiera de sus tramos, bien la calle de Alcalá (¿homicidio o suicidio?) o la calle Mayor (no apto para personas con problemas cardiacos). Ciclistas, peatones, conductores y taxistas coinciden por una vez en algo: el eje ha sido escasamente señalizado e invita a la confusión, pues los semáforos muestran una bicicleta como señal, lo que podría ser interpretado por muchos ciclistas como un aviso de vía restringida para su uso; no obstante, el ciclista ingenuo que pretende usar dicho carril se ve no sólo superado sino impedido en la circulación por motocicletas de diversa cilindrada en cualquiera de los sentidos en que interprete su tránsito, ya el correcto, contrario al de la circulación de vehículos a motor, ya el incorrecto, habitual de muchos ciclistas (no kantianos) para quienes la imagen pintada en la calzada es tan indiferente como para los motoristas la bicicleta que circula hacia ellos. Una vez más, en la "marca España" no se manifiesta sino nuestro ADN analfabeto. En Brujas las bicicletas pueden circular en ambos sentidos en casi todas las calles de la ciudad -es obvio que 40 millones de españoles jamás podrían alcanzar el concepto de orden natural para 100.000 ciudadanos europeos, y es triste que jamás 100.000 españoles pudieran construir un mundo tan civilizado como el que disfrutan 80 millones de aquellos. Atiéndase a semejante logro del civismo, que cualquier conductor o peatón tenga presente que en ambos sentidos de una calle ¡podría aparecer una bicicleta! Algo así sería imposible, metafísicamente imposible en España, por lo que una vez más debemos recurrir a la sobreseñalización, a la sobreprohibición y a la sobrelegislación -aquella queja de Spencer, "too much law-making!", es tanto más inadecuada para España cuanto más liberal su gobierno, esto es, cuanto más bruto un pueblo mayor necesidad de muchas y férreas leyes, hasta que la pura formalidad sea sustituida por la pura moralidad. Un pueblo tradicionalmente tan bruto y mal educado como el español, cuyo mayor vicio conocido es la acumulación de la pobreza, un pueblo que por si no tuviese ya poco con su necedad ha recogido a la flor y nata de cuantas culturas dispersó con alivio el azar en tiempos pasados, un pueblo tal en jornada continua de puertas abiertas al avasallamiento de los derechos del ciudadano que estima la dignidad no puede permitirse la menor concesión a la espontaneidad; todo lo contrario, miles y miles entre nosotros no habrían de salir a la calle sino con una correa al cuello ni permanecer en sus casas sin cadenas ni bozal. La alcaldesa por sorpresa del Ayuntamiento de Madrid entrará en la pequeña historia local como una incompetente por méritos propios -todo lo demás nos ha sido impuesto-, igual que su antecesor, el hoy ministro ultra Ruiz-Gallardón, no será recordado sino por haber gestionado el municipio con mayor número de habitantes del Estado mientras contemplaba indolente que miles y miles y miles de ellos perdiesen sus negocios y sus empleos, Ruiz-Gallardón, el profeta de los juegos olímpicos de la redención, Alberto "el de la tuneladora". Ana Botella es un personaje tan ridículo en su concepto que nada podrá salvar, el "Botellazo" fue un ejemplo destacado de la intromisión en asuntos serios del arribista aventurero, una apología del analfabetismo que condena al pueblo que la padece a la melancolía y a la miseria. En Basuragurú pondremos en marcha con motivo de las próximas elecciones europeas la campaña Que vote su puta madre, tenemos la intención de restituir y revitalizar así instituciones de gestión hoy extintas, como la comunidad de vecinos, la calle y el barrio, pero no como lugares de expansión del grafitero, sino como núcleos de decisión y de acción del ciudadano-vecino capaz de tomar la iniciativa en la resolución de problemas creados por la anarquía que fomenta tanto liberalismo de los cojones. Estas instituciones alguna vez intermedias para la gestión son hoy incompatibles con las Botellas, los Gallardones, las Sorayitas y otros salvadores de las Españas, de ahí que vote su puta madre, porque a lo que se dedica esta pandilla no tiene nada que ver con lo que nos preocupa a nosotros. Mientras tanto, quizá algunas multas no vengan mal, joder, ya es bastante triste relegar la circulación en la saludable bicicleta a un bordillo, con la cantidad de calles que conforman una ciudad, como para temer por la propia vida en ese rincón de mierda.


Yvs Jacob


[Y muy pronto en Basuragurú: "¿Cuántos chatarreros rumano/búlgaros necesita la ciudad de Madrid? ¿Salen esas plazas a concurso? ¿Y cuántos 'gorrillas' hemos 'integrado' ya?"].

jueves, 5 de septiembre de 2013

¡No a la candidatura olímpica de Madrid 2020! Paremos esta puta locura (Mensaje desesperado de un madrileño al International Olympic Committee)

En apenas unos días se hará público que Tokyo acogerá los juegos olímpicos en 2020 -muchos madrileños nos alegraremos por ello, respiraremos con alivio y no ocultaremos la satisfacción de ver frustradas las perversas maniobras de políticos muy mediocres impedidos por su naturaleza estúpida para aportar mejora o progreso alguno a las comunidades humanas que sufren las consecuencias de su pésima gestión.
Me cuenta un amigo periodista desplazado a Buenos Aires para cubrir el evento de la elección de Tokyo como sede olímpica que si dominas algunos idiomas y sabes moverte en los ambientes adecuados no se habla de otra cosa que del porrazo mayúsculo que se va a dar la candidatura de Madrid 2020, un porrazo sin precedentes, como tampoco tiene precedentes la vergonzosa mendicidad que han practicado durante lustros precisamente esos mediocres gestores en todas las instancias de la administración madrileña, que han ofrecido una imagen tan vil, triste y patética que solo cabe decir "española". El apetito insano de dinero ajeno para ocultar la propia miseria, el viejo truco de invitar a comer si es otro quien paga bien puede engañar a esos españoles bobos a quienes los medios de comunicación toman el pelo con las magníficas bondades de acoger el evento -¡que me aspen si entiendo alguna de ellas!-, pero lo cierto es que el timo de aprovechar los juegos olímpicos para rescatar un Ayuntamiento negligente y arruinado por los delirios de unos arribistas no ha escapado a la atención de los observadores extranjeros, Madrid 2020 no despierta ninguna simpatía porque nunca antes el deporte había sido considerado en un segundo y tan alejado plano, la única imagen que la pretenciosa "marca" España ha cultivado gracias a esta desesperada candidatura es la falta de escrúpulos y la cara dura de un pueblo mantenido que desconoce las mieles protestantes del esfuerzo -como dice mi amigo: "tío, nos han pillado".
Yo conocí por la ciudad de Madrid en mi infancia una pasión que hoy sólo puedo concentrar en un sillín Brooks -made in England, por cierto-, esta pasión se extinguió hace más de una década por falta de riego, o serían tal vez unas aguas contaminadas, unos aires fétidos, y hoy mi única ambición como ciudadano es fusionarme con el mobiliario urbano en las calles de Copenhague... ¡qué maravillosa experiencia debe de ser la miseria extrema en el primer mundo! De la miseria en el Tercer Mundo sabemos mucho más en Madrid. Desde que el capitalismo más analfabeto y agresivo impuso a los españoles el desprecio del hombre por el hombre -hay quien se refiere a este fenómeno como "mayoría absoluta del PP" o incluso "mayorías absolutas del PP encadenadas"-, regiones con una fuerte concentración de horteras -véase Madrid, véase el divino Reino Corrupto de Valencia- han explotado ese principio tan práctico de la vida en común, de la cual ya no queda nada. Yo recorro a diario estas calles sucias, infestadas de pobres y delincuentes locales y venidos de todas partes del mundo y creo que más que dinero hace falta un diluvio que se trague la ciudad entera, una ciudad fea como el mismísimo demonio, con más basura por metro cuadrado que un zaquizamí pakistaní, abandonada por todos, habitantes y administradores, a un deterioro que ya nada podrá recuperar. La vulgaridad ha alcanzado aquí expresiones y formas grotescas y monstruosas, cualquier dinero, sobre todo si es ajeno, será invertido en levantar monumentos a lo inútil y enfermo, obsesión irrefrenable de la españoleidad. Como ciudadano particular de este vertedero tengo la obligación de solicitar piedad a los miembros del IOC, siempre he creído que los engaños de la mente necesitan la medicina de la realidad, que Madrid acoja unos juegos olímpicos causará más perjuicios que beneficios a corto y a largo plazo; mejor, fortalecerá las raíces de la podredumbre española al tiempo que exonerará a los culpables de la estupidización de un pueblo de su alucinada arrogancia -no les perdonaremos jamás, se merecen todo lo peor.
Piedad, piedad y piedad, a estos príncipes electores les pido piedad -los juegos olímpicos 2020, a la ciudad de Tokyo.


Yvs Jacob


[Y muy pronto en Basuragurú: "¡El PP humilla a los españoles desde la televisión pública con un programa infantil sobre la emprendeduría!"].


¡Todos con Tokyo 2020!

domingo, 4 de agosto de 2013

El extraño caso de Guy Debord y Lucía Etxebarria

Estaba leyendo las últimas páginas de From Hell y no sé muy bien por qué se me ha hecho presencia repentina Lucía Etxebarria en el templo de mi salón, más acostumbrado como estoy a que de cuando en cuando se pasee alguna hormiga por el parqué y a las pelusas en las patas de todo lo que se sostiene. Que se te haga presencia la Luchi requiere un cierto espacio, así que mucho cuidado quienes aparcáis vuestra bicicleta en el interior. Lucía Etxebarria, o Luchi, nuestra vecina escritora del barrio, como la conocemos en el pasaje del terror que transcurre desde Antón Martín hasta Lavapiés, está de actualidad. La última vez que la Luchi del barrio estuvo de actualidad fue cuando anunció que abandonaba la literatura, creo que el año pasado o el anterior. Antes, la literatura ya había abandonado a Luchi, aunque esto no apareció en ningún medio de comunicación, quizá porque la señora Literatura es mucho más discreta que la Luchi, aunque si veis a la escritora arrastrar a un pobre pelanillas por una correa en la calle de Atocha os daréis cuenta de que es una persona bastante normalita cuando se recoge el pelo. He escuchado en la radio (para José María Izquierdo: en este caso, la fuente no es relevante, luego podría incluso decir que "me he enterado por la radio", pues lo importante es el hecho de la comunicación, no tanto los agentes ni mucho menos las instituciones que representan) que la Luchi, en su despedida de un reality show televisivo, se ha arriesgado con una cita de Nietzsche -yo siempre me pongo a la defensiva cuando en la radio se dice que alguien ha dicho no sé qué que había dicho Nietzsche. Dos cosas te quiero decir yo, Luchi, y después callaré, quién sabe si para siempre. En primer lugar, Luchi, bonita, andas un poquito out of time, estás peor que un Rolling Stone, chata: a Nietzsche se lo interioriza y se esfuerza uno -o la una- porque las cosas le vayan bien -ya sabes que en Nietzsche esto no significa lo mismo que para el resto de los hombres-, pero exhibir a Nietzsche es propio de adolescentes en el Bachillerato -y mira que estuviste acertada con la única reflexión brillante que te alumbraron los dioses un día, cuando dijiste aquello tan sensato de que no tiene autor ni obra preferidos quien de verdad se considere lector de la literatura... A propósito de semejante juicio, que comparto absolutamente, te diré que para mí son lectores quienes tienen los libros sobre la mesilla de noche, porque quienes vamos con ellos al retrete no somos, con propiedad, lectores, sino seres humanos que se enfrentan continuamente a los límites de una razón insuficiente, como otros seres hay que sólo se enfrentan con los límites de las patatas. En segundo lugar, Luchi, bonita, debo decirte que hoy en día se cita mucho más a Walter Benjamin, que está además tan traducido que es posible decir tanto cuanto dijo como no dijo el pobre Walter, siempre dependiendo de la editorial y de sus secuaces argentinos. Benjamin, al contrario que Nietzsche, era un mal escritor de aforismos, no obstante, pensaba de manera bastante económica, y como en otros casos, no queda claro si era un genio o un impostor. Tampoco creo que tú vayas a resolver esta cuita, perdóname, que hay razones insuficientes unas más que otras, pero echa mano de él que es muy rico en carbohidratos y se cocina la mar de bien.
Pero se preguntarán todavía nuestros lectores -tuyos y míos, Luchi- qué pinta aquí Guy Debord, célebre suicida, igual que Benjamin -Walter no se pronuncia 'gualter'-, si lo que todo el mundo quiere saber es qué hacía una intelectual crítica como tú en el pantagruélico agujero negro de la televisión. Pues bien, Guy Debord es autor de dos grandes obras, La societé du spectacle y su suicidio. Hablemos de la menor: llama la atención que alguien que haya leído a  Guy Debord se lance a hacer precisamente aquello que el crítico de la cultura se esforzaba por censurar, a saber, un espectáculo dirigido a seres sin alma ni vida cuyo único deseo es que nadie les recuerde que tienen obligaciones para con ellos mismos en un mundo, por lo demás, feroz. La cuestión no es sólo que cualquier cosa pueda ser espectáculo y que cualquier espectáculo es una mercancía -desde lo sacro hasta la obscenidad, donde la diferencia exista-, sino el entre-tenimiento como una actitud acrítica y por tanto quietista, inmovilista ante la vida que se lleva a cabo junto a los demás -de todo esto sabemos mucho aquí, que al día siguiente de producirse un lamentable accidente cubierto con la mayor repugnancia por los medios de comunicación, el Gobierno deja salir así como sin queriendo que no se recuperará nada del dinero prestado "por todos" al sector financiero para su saneamiento... Pero ¿cómo puede ser que la Luchi del barrio, con esa mochila de buenas lecturas -desde Nietzsche hasta Debord- se vaya a la tele y monte un lío de tres pares de cojones porque le han pateado la puerta? A mí me sucede lo que a ti, Luchi, que creo que la filosofía está condenada a no ser nunca muy bien entendida, algo que encuentro tanto en las filosofías del éxito -liberalismo en general, liberalismo analfabeto, liberalismo a la española...- como en las del fracaso -liberalismo en general, liberalismo analfabeto, liberalismo a la española... Ahora bien, una cosa es no entender muy bien a este o al otro filósofo, una interpretación del mundo o unos conceptos y otra bien distinta la mendicidad avanzada, porque cuando los epígonos van a la televisión, Luchi, amiga mía, sólo cabe sacar una conclusión: ¡ese pelazo tiene que costarte lo tuyo!
Supongo que a la semana más trágica de tu vida, aquella en que descubriste algo que habías negado en tu obra, a saber, que no eres en absoluto especial, le seguirán algunos ingresos en tu cuenta corriente, pero me dicen que tienes algunas deudas con Hacienda, que es como soltarse un pedo o como tener un hijo tonto, que te sigue a todas partes, ¡muchísimo peor que la conciencia! Hay que admitir que espectáculo sí has dado durante unos días, y estoy seguro de que si Terelu Campos fue portada de Interviú será que todavía no hemos visto lo peor. Te animo a que aproveches todo este caudal de nuevas experiencias para una nueva obra, una obra de verdad, una obra maestra -encantado te prestaría temas y motivos, pero Rosa Montero me se los lleva todos... Trabaja bien en esa obra y no temas a los críticos, que seguro les va a gustar -te apunto apenas dos o tres elementos a discreción: arrojarse desde un puente, el cóctel barbitúrico, la ruleta rusa con el cargador completo...


Yvs Jacob


[Y muy pronto en Basuragurú: "¿Podría llegar a ser España un país democrático?"].


¡Todos con Tokyo 2020!

domingo, 21 de julio de 2013

¿Por qué es tan mediocre la derecha española? La educación clasista en España nunca produjo genios (Edward Bellamy ya lo sabía)

En Looking Backward Edward Bellamy ofreció una comparación entre el paraíso terrenal que supuestamente habría de ser la sociedad en el siglo XX y el imperio de la injusticia levantado por el hombre durante milenios y que alcanzó en el siglo anterior, el XIX, la cima de su ambición. Llama inmediatamente la atención de un lector jovial lo mucho que se parece la sociedad española actual a la de Boston, donde se sitúa la acción de esta novela romántica, en el segundo cuarto del siglo XIX. Ya imagino que muchos pensaréis que incluso así una sociedad norteamericana, cualquiera que sea el momento tomado como punto de comparación, siempre será superior al Tercer Mundo que tiene agarrado a España por las entrañas desde su nacimiento como nación. Y es cierto que tal principio involucionista se cumple, a saber, que los Estados Unidos de América no sólo continuaron, sino que condujeron la historia de la humanidad, la empujaron hacia adelante, del siglo XIX al XX y al XXI, mientras que España, por alguna razón insondable y cósmica, se esfuerza por regresar a un momento ya superado -tendría razón Melville al decir de España que era una ballena varada en la orilla de Europa... Póngase cuidado en este diálogo que mantienen acerca de la educación Mr West, un bostoniano del siglo XIX que despierta de repente un siglo después, con el Doctor Leete, su anfitrión en el futuro (la obra fue escrita ¡en 1888!).
"You will see... many very important differences between our methods of education and yours, but the main difference is that nowadays all persons equally have those opportunities of higher education which in your day only an infinitesimal portion of the population enjoyed. We should think we had gained nothing worth speaking of, in equalizing the physical comfort of men, without this educational equality".
"The cost must be very great," I said.
"If it took half the revenue of the nation, nobody would grudge it," replied Doctor Leete, "not even if it took it all save a bare pittance. But in truth the expense of educating ten thousand youths is not ten nor five times that of educating one thousand. The principle which makes all operations on a large scale proportionally cheaper than on a small scale holds as to education also."
"College education was terribly expensive in my day," said I.
Yo no sé si en toda la historia de la literatura se ha escrito un fragmento que pueda superar al aquí citado a propósito de la dirección que habrían de tomar los pueblos sobre la tierra. Me gustaría que se reparase en una de las afirmaciones cuyo lenguaje no es en absoluto diferente al empleado por la opinión pública hoy: "si tomase la mitad del presupuesto, nadie se resistiría". ¡Y qué decir de las experiencias universitarias de casi todos los licenciados españoles! ¡Cuántas modificaciones de planes de estudios no habremos conocido! Con motivo de un cambio en el plan de estudios, las asignaturas aparecían y desaparecían, su nombre era sustituido por otro, su valor en el cómputo de una carrera universitaria subía y bajaba como la bolsa, pero era siempre la misma mierda; el mismo profesor, los mismos papeles amarillos... Asignatura, curso, seminario, doctorado, máster... la misma calidad, sólo han variado los precios, ¡y todavía nos dicen que los estudios universitarios están subvencionados en un 80%! Es un puro disparate. Por otra parte, un país de hidalgos y taberneros no ha construido un futuro donde puedan renovarse los miembros de una sociedad de manera digna, generaciones mejor formadas que las de sus padres o abuelos, sino todo lo contrario, y si gobierna además un partido de analfabetos con ínfulas de caballo percherón con trenzas, entonces la cosa no puede ir sino a peor, que es como siempre le ha ido a España, a peor, porque es donde los analfabetos se han sentido siempre más cómodos -fuera de la mediocridad, el mundo es un insoportable laberinto...
Días oscuros vendrán como creímos que no volverían, el país ha sido vendido en una subasta y nuestros estúpidos gobernantes confían en que los usureros se lo entregarán cuando satisfagan el último de los pagarés. Malditos idiotas...
España es ingobernable, tan infantil su izquierda como iletrada y bruta su derecha; y luego esos nacionalistas mitomaniacos que juegan a ser demócratas... No tenemos solución, somos un pueblo atrasado y retrasado. Bien lo saben ahí fuera quienes nos hacen la guerra en todos los sentidos -guerra económica, guerra demográfica...-, España es su quinta columna.


Yvs Jacob


[Y muy pronto en Basuragurú: "José Antonio Álvarez Gundín devalúa la tertulia de 'Hora 25'" (Para Àngels Barceló: "Yvs Jacob rompe con el programa tras más de dos décadas como fiel oyente" -"No me interesa el rollo engañabobos 'a lo Intereconomía'")].


¡Todos con Tokyo 2020!

martes, 9 de julio de 2013

Privatización de la sanidad pública en Madrid (Robertson Davies ya lo sabía)

Powel was in one of those hospital rooms which are described as "semi-private"; this meant that he lay in the part of the room nearest the door, and on the other side of the white curtain that split the room down the middle lay somebody who had hired one of the hospital television sets.

Robertson Davies, "The Lyre of Orpheus"

La privatización de cualquier servicio es un asunto mucho más complejo cuando se contempla fuera de la espuria legitimidad democrática, el "hemos ganado nosotros, y punto" del PP, la obsesión por la mitad más uno que en un pueblo políticamente nulo como el español desplaza cualquier concepción de la sociedad que contemple la variedad o pluralidad de intereses como un hecho radical -en la raíz-, no obstante las advertencias de algunos intelectuales -Hannah Arendt es un buen ejemplo- sobre el cuidado que hay que poner cuando se proclama la existencia de un interés común a toda una sociedad, temor referido a la posibilidad de abrazar un sistema comunistoide. Pero lo cierto es que con los campeones del neoliberalismo español tal interés -o intereses- existe, y para su realización se exige la aniquilación del sector público, si es que no se confunden aquí fin y medio, y la subasta al mejor impostor de lo público no es ya el objetivo buscado. El partido de aquellos que podrían conseguir mucho más dinero fuera de la política, en la actividad privada, que en el pública -¡jájajajaja!-, el partido de los excelentes por esfuerzo, por mérito y por naturaleza -¡jájajajaja!-, el partido contra las mamandurrias -¡jájajajaja!-, con la irresponsabilidad quintaesencial que lo caracteriza desde su fundación, hiere de muerte a la educación y a la sanidad públicas en Madrid en un ejercicio de barbarie histórica, porque precisamente de eso se trata, del triunfo de la ignorancia sobre el orden de la razón, al despreciar la importancia definitiva de la historia, donde hay que buscar la explicación de por qué en España han triunfado unas instituciones o modos de gestión y otros no, y aquí tiene mucho que ver la cobardía de los padres, los abuelos, los bisabuelos y anterior ascendencia patriótica patatera de muchos de nuestros actuales gestores, que siempre entendieron que el mejor negocio se hace cuando el riesgo lo asumen otros, y que excelente es quien más provecho obtiene del esfuerzo ajeno con la mayor reserva del propio. Esto lo trata Manuel Herce en una obra humillante que bajaría los humos a esos analfabetos de la derecha española si sospechasen la realidad que dio lugar a la España actual, unos analfabetos alucinados y horteras a quienes habría que pasear por las calles de la ciudad como a los perros, con una correa y restregándoles el morro sobre las meadas y las mierdas. La obra en cuestión, El negocio del territorio -publicada por Alianza Editorial en este mismo año-, reparte a diestro y siniestro y deja al lector honesto una lanza clavada en el secarral de la nación. No es sólo que la aportación española al progreso científico, tecnológico y material de la humanidad informe de su condición histórica de pueblo primitivo y subdesarrollado, sino que la soberbia de los taberneros ha hecho creer a nuestros gestores de la cosa pública que por tener unos jamones en la bodega estamos a la altura o incluso por delante de los pueblos que han alumbrado la pasteurización o la penicilina, y mientras siga vigente este delirio colectivo, todas las acciones de la sociedad española no irán sino en la dirección contraria, a saber, la de siempre, la senda segura de la mediocridad. El capital en España no ha sido tímido, según se decía del capital en general en el siglo XIX, el capital en España sólo ha intervenido cuando ha estado seguro de que contaba con el aval que garantizase su concurso, ¿no resulta contradictorio este paternalismo del Estado con el bravo emprendedor? ¿No es aquí el emprendedor un farsante de tomo y lomo? Del análisis que hace Manuel Herce de la estrategia liberal en España se obtiene el siguiente esquema: que inventen otros, que lo pongan en marcha otros -el Estado-, que nos lo entreguen maduro y a punto para los beneficios. ¿Pero no es esto demasiado poco liberal? ¿No se trata de una tomadura de pelo mayúscula? (No se pierda de vista lo que dice el profesor Herce sobre los peajes en Catalunya y las ruinosas circunvalaciones madrileñas, el timo es el mejor negocio).
Y todavía en Madrid continuamos, no chocando con la misma piedra, sino comiéndonos las piedras a bocados, y todo por las sucesivas mayorías absolutas que unos burros dan a otros. Yo me imagino que en España, una vez entregados todos los hospitales y centros de salud a los amiguitos del alma, una vez nos hayamos asegurado de que el hijo del zapatero sólo puede ser chatarrero y de que al niño rico no le falte el trabajo como doctor, veremos episodios que afloran cuando un pueblo como el español festeja con satisfacción el orgullo de reconocer su propia naturaleza, y será lo de menos que a un lado de la cortina y no a otro se vea y se escuche el televisor, porque los españoles, que tan antigua e íntima relación han tenido siempre con la humillación, no dejarán pasar la ocasión de darla y de recibirla. Por debajo de la cortina, el paciente rico lanzaba al pobre lo que eran sin ninguna duda los restos de su comida... Las sábanas sucias del paciente rico eran dispuestas inmediatamente en la cama del pobre, que podía entonces sentir que entraba en un lecho de más altura, era su compañero de habitación un igual... Quitaron al paciente pobre el riñón que tanto necesitaba el rico; la dirección del hospital registró que aún no se había cubierto ni un tercio de la estancia...


Yvs Jacob


¡Todos con Tokyo 2020!

domingo, 30 de junio de 2013

"Basuragurú" manifiesta su apoyo a la candidatura olímpica de Tokyo 2020

En Basuragurú creemos que los juegos olímpicos habrían de celebrarse siempre en el Primer Mundo, precisamente por tratarse de un acontecimiento donde el deporte es algo secundario o subsidiario, no obstante la denominación que recibe este evento, cuya dependencia de la economía es absoluta. Los juegos olímpicos son un adorno que sólo puede permitirse un país evolucionado, una sociedad avanzada que hubiese resuelto todas sus carencias más elementales. Por tanto, sólo en el Primer Mundo cabe encontrar a esos países que pueden permitirse mostrar a los demás su excelencia cultural. Para el Tercer Mundo, al que pertenece España, optar a la organización de un acontecimiento tal se asemeja al golpe de fortuna ansiado con una participación de lotería. Se aprecia inmediatamente la mediocridad del pueblo mediocre en su deseo de fortuna -mientras el Primer Mundo es obra de los grandes hombres, el Tercer Mundo lo es de dioses menores. Si en el Primer Mundo es la satisfacción por el trabajo la que impulsa y da energía a las gentes para alcanzar la obra realizada, el pueblo mediocre sólo sueña con cantidades enormes de dinero ajeno que le permitan realizar el sueño grotesco de la impostura, de manera que se sienta elevado y perteneciente a un mundo superior al que en realidad no merece entrada. Esto es así porque el progreso, concepto empleado para significar la evolución material de las sociedades humanas en su origen, expresa también una dimensión humanista de dicha evolución en la que coinciden marxistas y liberales documentados, que también los hay, o lo que es igual, una sociedad progresa no sólo en la medida en que sabe establecer las mejores condiciones de vida de sus miembros, sino sobre todo cuando sabe hacer de ellos seres humanos mucho mejores, y en el Tercer Mundo ni lo saben ni lo sospechan, luego sólo les cabe rogar a los dioses Fortuna y Dinero como si nada pudieran hacer los hombres sin el concurso de los cielos. El Tercer Mundo, donde cabe situar a España, insisto, es uno de delirios de grandeza, y contrasentido es vestir de seda a los chatarreros como regar a los cerdos con miel. Celebrar un acontecimiento como los juegos olímpicos supone abrir todavía más las puertas a los ciudadanos del resto del mundo, ¿pero qué tiene España que ofrecer más que calles sucias y pinchos enmohecidos y rancios? A mí se me encoge el corazón cada día cuando veo a los turistas del Primer Mundo recorrer Madrid. No es sólo que al menor descuido vayan a perder todas sus pertenencias más valiosas, no es sólo que la ciudad carezca de un conjunto monumental significativo que justifique un viaje de carácter más o menos cultural a las cloacas de Occidente, sino que el espectáculo humano que ofrecen sus habitantes es de un patetismo tal que la imagen de pueblo pobre y mendicante que se construye ante los extranjeros sirve para disuadir de cualquier inversión, en la materia y en el espíritu. El triunfo del liberalismo de los analfabetos trajo consigo la proliferación de estatuas humanas que reclaman su condición de instrumentos del arte (!), ejércitos de chatarreros venidos de las regiones más audaces de la UE, subsaharianos decorativos y toda suerte de buscafortunas al país de los taberneros -léase "emprendedores"-, el país del "sálvese quien pueda", del "pase y sírvase" y de la irresoluble anomia. Por todas partes hay gente mendigando, cabe preguntarse además si quedarán rumanos y búlgaros en Rumanía y en Bulgaria, igual que en algún momento Ecuador estuvo a punto de echar el cierre por falta de personal, porque había en España muchas viviendas sin vender ni alquilar. Por todas partes hay gente rebuscando en cubos y contenedores de basura uno ya no sabe el qué, porque cubos y contenedores son examinados cinco, seis, siete veces o más antes de que los camiones de recogida se cobren el resto absolutamente residual del botín de nuestra basura. Por todas partes se exhibe el carácter tercermundista de un pueblo pobre y delirante que vive con satisfacción el signo de su pobreza: España es sucia y hortera. Yo he recorrido esta ciudad -Madrid- por años sin fin hasta creer que vivo en ella desde hace una eternidad y nada de lo que veo hoy se parece a nada de lo que haya visto hace dos décadas. A mí me gustaría que quienes dirigen el COI viajasen a Madrid para ver la ciudad que realmente es, y no la que políticos alucinados e interinos quieren hacerles creer que es o será cuando tenga el dinero que permita realizar proyectos caducos. Descubrirían entonces lo que muchos hemos sabido desde hace demasiado tiempo: no es un problema económico, es un problema cultural también. Para abrirse al mundo hay que ofrecer algo deseable, algo que los demás perciban que les falta, algo que les oriente en una dirección humana, y eso España no se lo puede ofrecer a ningún país del Primer Mundo.
Desde Basuragurú solicitamos su apoyo a los miembros del COI para que sea Tokyo la ciudad que acoja los juegos olímpicos en 2020, una adhesión hecha con la conciencia de ciudadanos honestos y coherentes. Nosotros no creemos en otros milagros que los divinos, exclusión explícita de la superstición "leyes del mercado", no tenemos la menor confianza en los políticos que decoran sus despachos con obras de arte ni apoyaremos jamás a una delegación a cuyo frente se sitúa a una analfabeta política sin otro mérito que la compañía en el católico tálamo. La búsqueda de la fortuna por medios ajenos nos avergüenza, la orgía lobista de despilfarro nos aterra, y la mendicidad, ya privada, ya institucional, nos da ganas de vomitar. Basuragurú quiere decir al COI lo que nadie en España quiere oír: los juegos olímpicos no van a contribuir de ninguna manera a solucionar ningún problema de los que afectan al país, la principal transformación de que disfrutaríamos los habitantes de la ciudad de Madrid sería sólo de los precios de toda suerte de productos, artículos y servicios, y conocida es de todos la estúpida insaciabilidad de los españoles cuando se trata de sacar provecho de los demás. Nos gusta Japón, admiramos una cultura que presiona sobre sus miembros como si una grúa estuviese a punto de aplastarlos a la menor falta; nos produce la más irritante de las envidias que la violencia haya sido allí alejada del escaparate de la vida pública y que las colillas de cigarro se guarden en una bolsita dentro de la chaqueta. Pedimos pues el voto para la candidatura de Tokyo 2020.


Basuragurú


¡Todos con Tokyo 2020!

martes, 18 de junio de 2013

Truco para preparar 6 yogures tipo "griego" de Danone

Hola, amigos.
Cuántas veces no habremos tenido invitados sorpresa para una comida o una cena y no hemos sabido qué preparar -un plato principal, un segundo...-, ni mucho menos qué ofrecerles después, un postre económico y delicioso que nos haga quedar a la altura de un anfitrión ejemplar. Pues aquí os dejo esta idea, que no me atrevo a atribuirme en tanto que creadora porque la he copiado de Danone, ya sabéis, la mayor productora de lácteos elaborados para España, pero a la cual no interesan los trabajadores españoles, esos formidables consumidores de todas las cosas. Pues allá vamos, aquí tenéis un postre para rechupetearse los pezones.
En estos tiempos, cuando tan mal vista está la solidaridad, quién no tiene 4 yogures tipo "griego" de Danone en una bandeja de su frigorífico... El problema se plantea para 6 comensales. Supóngase que 4 amigos se presentan a traición a la puerta de casa. Sería una descortesía librarse de ellos con una excusa miserable, y como se dice en todas las crisis, "donde comen dos comen seis", o como se dice en las reuniones de la CEOE, "¡estos hijos de puta quieren que se les pague incluso porque se les muere la abuela!", luego, ¿cómo repartir 4 unidades entre 6? La solución nos la ofrece Danone con su paquete de yogures tipo "griego" en formato ahorro. Voy a ver si soy capaz de explicarlo. Para repartir 4 de estos yogures entre 6 comensales podéis hacer como Danone, a saber, o bien adquirís las 6 unidades del formato ahorro, o bien compráis sólo 4 yogures en un pack normal, que podéis servir en pequeños vasos al modo trendy, para lo cual bastará con repartir de manera equilibrada el contenido de los 4 envases en 6 nuevos recipientes. Danone lo hace exactamente así con su formato ahorro, el de 6 unidades, más caro, por supuesto, que el paquete de 4, si bien entre uno y otro, el de 4 y el de 6, no hay más diferencia que el precio y el número de envases. Pues nada, a disfrutarlo y a quedar como Dios manda.


Informa María Malamenti

martes, 11 de junio de 2013

¡Que le den por el culo al FROB!

Cómo nos toma el pelo el Gobierno de España...
Dejo aquí testimonio de un caso real libre de derechos para uso de comunicadores, creadores de opinión y otros demagogos.
Dos jóvenes de treinta y tantos años montan una empresa, se convierten en capital activo dueño de sí mismo, en autónomos, ¿o habría que decir "emprendedores"?, lo que con satisfacción de tabernero antes decíamos "empresarios". Capital dueño de sí mismo... o no tanto. Cuando se trabaja por cuenta propia (¡autónomo!) todo es más difícil: no existen el salario ni el horario, que son sustituidos por la fatiga y las deudas, un trabajador por cuenta propia no alcanza beneficios hasta años, digo años, después de haber puesto en marcha su actividad y siempre existen las dudas acerca del grado de profesionalidad en la ejecución de los trabajos. Por supuesto, es una opción de alto riesgo y hay que tomar decisiones definitivas: si no se aceptan todos los encargos que van saliendo al paso, la actividad mengua y la empresa desaparece (ya lo decía Marx...), si se aceptan, hay que contar con más trabajadores, pero ¿cómo repartir algo, que es poco, entre muchos necesarios? El problema en realidad consiste en lo siguiente: dos no pueden asumir todo el trabajo que les permitiría cubrir el capital arriesgado, pero si hay que repartir entre cinco, entonces todos no pueden cobrar. Y, efectivamente, los jóvenes emprendedores sacrifican su parte para cubrir los salarios reducidos de sus trabajadores. Y alguien se preguntará cómo puede suceder algo así. Pues bien, los jóvenes acuden a varias oficinas bancarias en busca de apoyo -¿financiación?-, su caso no es el más desfavorable, porque no es que no tengan trabajo, sino que cobran con mucha demora por los trabajos realizados, luego las entidades no habrían de asumir un gran riesgo. No obstante, ni siquiera así consiguen un préstamo. Menos mal que existe el Gobierno de España y su bendito FROB, o como dice el anuncio miserable con que nos toman el pelo, menos mal que entre todos hemos saneado el sector financiero. Pero ni por ahí consiguen nada nuestros amigos: por extraño que parezca, no cumplen los requisitos para beneficiarse de los apoyos en la financiación de su empresa. Agotadas las vías oficiales, sólo resta pedir dinero a sus familiares, de donde resulta que el padre de uno de ellos, pensionista, firma un préstamo para que su hijo pueda pagar a sus empleados, préstamo que se reeditará indefinidamente. Hablamos de 9.000 € de mierda, algo que ni siquiera en el PP se dignarían a meter en un sobre. ¿Es de verdad tan difícil que dos trabajadores por cuenta propia, que dedican su vida de 8 de la mañana a 10 de la noche, sin descanso de fin de semana, a no morirse hambre, que tienen la capacidad de repartir sus miserables no-beneficios con otros, puedan obtener un pequeño apoyo financiero para que no cese su actividad? ¡Pero qué cojones estamos haciendo en este país de mierda!
Preguntados los jóvenes emprendedores por la situación política del país, una respuesta común: que les den por el culo a todos, a la UE, al Gobierno de España y a la madre que los parió. Tras conocer esta y otras historias reales, me declaro rendido ante la siguiente conclusión: lo que no pudo la riqueza -aniquilar el Estado-, lo ha conseguido la pobreza mediante el envilecimiento de los ciudadanos. Yo siempre he hecho una pequeña campaña entre familiares y allegados en defensa del procedimiento democrático, convencerles de la necesidad, de la responsabilidad de acudir a la urnas, pero he sido derrotado, lo confieso, me he convertido en un soñador de cadalsos, y ya sólo creo en la justicia que se realiza con violencia, y no precisamente por cuenta ajena -tanto leer a Kant para caer en la cuenta de que la cosa era la mar de simplona...
No lo llamemos abstención, el Estado en todas sus formas se ha convertido en una realidad paralela sin el menor interés para los ciudadanos.
¡Premio para el liberal del bigote! ¡Oootro perriiito piloooto!


Yvs Jacob

martes, 4 de junio de 2013

La analfabeta derecha española arruina a Yvs Jacob un concierto de Hilary Hahn

Pero la gran noticia de la música clásica en España no es que Hilary Hahn interpretase por primera vez a Henri Vieuxtemps con la OCNE, sino que las entradas para la temporada 2013-2014 de dicha formación ya cuestan 36 €, y como la cosa siga así bastará con un solo asistente en calidad de público para cerrar todo el presupuesto, incluidos profesores, director y toda suerte de artistas invitados. Ya decía Josemari que somos una gran nación, y desde luego que no les faltan ínfulas a nuestros precios -hay que ver lo exquisitos que nos ponemos con el arte en el país de los camareros...
Un pobre de mierda tiene que hacer muchos sacrificios para reservar 29 € si quiere acudir al Auditorio Nacional a ver, escuchar y sentir a Hilary Hahn en un concierto de violín junto con la Orquesta Nacional de España. Cuando el solista es tan absolutamente destacado, un prodigio de la educación y el esfuerzo bien dirigidos, me resulta inadmisible buscar una butaca fuera del patio, ni siquiera en las alturas, por mucho que gane la perspectiva de apreciar al conjunto al completo sobre la escena -algo obligado al menos una vez en la vida-, y un capricho semejante supone comer arroz durante algunas semanas, mucho arroz, nada que ver con el desprecio que muestran quienes sacrifican para su placer el placer de los demás, un tipo de público que nunca he comprendido en la música culta, el que componen los hijos de puta que no paran de molestar ni un momento, que continuamente buscan en bolsos y bolsillos vaya uno a saber qué cojones, que no encuentran ninguna posición lo bastante cómoda como para morirse sentados ni caen en la cuenta de que el programa de mano, la recetilla apenas informativa que ofrece la gerencia (?) del Auditorio Nacional con notas de Jorge de Persia para que no se aplauda cuando no toca, no está hecho de seda, sino de recio papel cuyo contacto produce un sonido -cosas de la física que se enseñaba en los colegios públicos... Con mucho arroz dentro y no menos entusiasmo, tomo mi asiento en el patio de butacas -a un lado, María Malamenti, al otro, el vacío; debe de ser la felicidad... Pero ya va a empezar el concierto, con una obrita bastante tonta e intrascedente de Voříšek, respiro y me hincho de satisfacción, cuando de las cuatro butacas libres que tanto necesito para mi sereno recogimiento, tres las ocupan de inmediato unos ejemplares que no cabe juzgar sino de la infeliz derecha española, la cultura del impostor -a mí nunca me ha engañado el oropel: estos cabrones me van a fastidiar el concierto. Cuando hace frío, quizá convenga abrigarse, pero no son necesarias dos personas para auxiliar a un tercer adulto, a menos que se trate de un inútil tan incapaz y tan tonto que no pueda ni cortarse las uñas, y quienes lo acompañan no conciban nada más interesante que hacer que perturbar la placidez de un melómano por puro entretenimiento. A veces hay gente tan tonta que si pasa frío uno ya lo tienen los demás, y el grupo entero se abriga. Y venga a hacer ruido con chaquetas y bolsos y resúmenes de programas de mano -y me pongo las gafas, y ya no las quiero, y me las quito, y las guardo, y me las pongo otra vez, y abro el bolso... ¡Pero qué cojones es todo esto, señoras y señores! ¡Pero cómo son tan estúpidamente gregarios estos liberales bobos! ¡Tanto individuo, tanto individuo y están más vacíos que solos! Pero la música es así de poderosa, uno se construye la expectativa de un gran placer y descubre que podría liarse a hostias -es insondable, poderosa, misteriosa es la música...
¿Pero a qué viene toda esta gentuza, coño, que ya no estamos en el siglo XIX con tanta joya y tanta polla? Ya no hay que cumplir con ningún uso social, a un concierto de música culta se acude a escuchar la música, y a nadie le importa si uno va o no va, pero el que va, tiene que estarse quieto, joder, si una hora, una, y si dos, pues dos, y el que no se crea capaz de superar esta prueba bien puede quedarse en casa jugando con la porcelana. Yo he pagado mi entrada con arroz, comiendo arroz y dejando de comer, he preparado este concierto desde hace meses, a mí no me sobran 29 €, nadie puede disponer de mis 29 € miserables para su vacua gratificación, yo ocupo mi butaca y ni se me oye un suspiro ni se me oye la respiración; yo me quedo quieto en mi butaca sin distraer a nadie, ¡cómo puede ser esto tan difícil para los estúpidos con dinero si puede hacerlo un pobre de mierda como yo! A punto estuve de cometer un asesinato, aunque habría de buscar otro nombre para referir un acto de justicia. Yo siento por un solista el respeto que sólo inspiran las ruinas y los templos -y también por toda la orquesta, por supuesto-, y si alguien se atreve a profanarlo, entonces siento hervir la sangre dentro de mí, es una osadía para la que sólo cabe el castigo severo, instante en que yo me reconozco apenas un instrumento, como esos racionalistas hegelianos que quieren salvar la patria, y podría trenzar lianas con los intestinos como no las ha visto ningún museo Guggenheim. Me contuve, no obstante, porque había en la grada anterior a la escena una cara que me recordaba demasiado a José Luis Pérez de Arteaga -visto apenas un par de veces cuando pasea al perro por la baja Malasaña-, y mucho me extrañaba, la verdad, que una autoridad como él, que un eficaz creador del paladar musical ocupase un lugar tan contradictorio, apreciada la música por la espalda, una modalidad económica de mal gusto y peor acústica -¿es que RNE no puede asignar otro asiento al último intelectual en sus filas? (¡Qué error cometí aquella cuarta de Mahler en el lateral de los pobres, cuando me perdí por completo a la otra mitad de la orquesta y a la música con ella!). Más tarde pude comprobar que no se trataba del conductor de programas radiofónicos; una lástima, la verdad, porque momentos hubo en que me temblaron las piernas y las manos y desaproveché una buena ocasión para un scherzo molto vivace con finale impetuoso.
Ya he marcado en el calendario cuatro fechas para la temporada que viene -triste es admitirlo, sólo cuatro conciertos...-, y todo gracias a la maravillosa dieta del arroz, que todavía recomiendo (sus beneficios superan con mucho la confianza depositada en las plegarias a la virgen) -pero ¿por qué será tan caro sentarse en el patio de butacas en estos conciertos si casi en dos tercios se queda siempre vacío? Sin duda es una manifestación de la gran nación que somos, es de tan mal gusto un aforo completo... ¡eso es de una nación pobre!
Creo desde hace tiempo que con la obsesión económica está aflorando la naturaleza vil de los españoles, que se expresa de manera rica en usos y comportamientos. Pero el liberalismo de los analfabetos, esos predicadores de la excelencia, no puede engañarnos: las clases adineradas en España han sido siempre las más mediocres de Europa, no sólo por su cobardía emprendedora, sino también por lo mal educados que han salido sus miembros de esos colegios tan selectos, donde quizá han aprendido mucho acerca de la superstición, pero nada en absoluto acerca de la desgracia que es para todos convivir los unos con los otros. Aparte de la pertinente locución que advierte de la desconexión de dispositivos móviles en la sala durante el concierto, mal no estaría acompañarla de alguna orden marcial y autoritaria que pueda ser comprendida por estos imbéciles, un "¡Se estén quietos, coño!", quien sabe si con la benemérita dentro de la sala...
¡Janine Jansen y Sol Gabetta! Se me va a quedar un tipito...


Yvs Jacob

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Pero no se había ido Esperanza Aguirre a tomar por culo?

En Basuragurú no cupimos de gozo al conocer que Esperanza Aguirre había decidido irse a tomar por culo, una decisión que en su momento juzgamos enigmática, tan parecida a aquella otra de Josemari, cuando llegó a la conclusión de que el gobierno de España se quedaba pequeño para la magnitud que había alcanzado su megalomanía -si Fausto sentía dos almas en su pecho, a Josemari ya no le cabía el pecho en el cuerpo, ni siquiera cuando intentasen retenerlo sus tardíos músculos abdominales. El caso de Esperanza Aguirre obedece no obstante a una megalomanía más vulgar y modesta, que pasa del iluminado o instrumento de la Historia a la analfabeta que es devorada por una ideología de horteras; es obvio que ambos comparten la misma enfermedad, a saber, tenerse por las personas que no son, con un intelecto y una obra en absoluto merecedores de ninguna loa, pero lo malo de la mediocridad es que la jalean unos palmeros del ridículo, y tanto a la Espe como al Josemari les han dicho miles de veces los mediocres que son el colmo de su mediocridad, de donde ha resultado que la mediocridad se ha elevado a la excelencia y pretende convertirse en modelo o norma. Póngase atención: Ignacio González, mediocre meritorio y presidente de la Comunidad de Madrid al que es fácil imaginar como botones, peón de obra o taxista, se dirige a la portavoz del PSM en la Asamblea regional con palabras del más repugnante casticismo castellano, le dice que "le va a meter una querella", amenaza matonil con matiz jurídico que busca excelencia o distinción, y que al ser proferida con la violencia habitual con que González escupe los huesos de las aceitunas de un rincón a otro de su recién heredado cortijo conduce a los ciudadanos a la reflexión acerca de la necesidad de representantes legítimos en cualesquiera instituciones de gobierno. (Como la derecha española concibe la política una más de las actividades propias de chiringuitos de playa y de bares, extraña que Ignacio González no amenazase a nadie con meterle una hostia, que es en realidad lo que aquí entendimos por su "querella" -incluso le faltó añadir aquello que todos habremos escuchado alguna vez cuando íbamos al instituto, "a la salida te espero"). Este es el nivel de la política hoy en día...
En Basuragurú hemos llegado a la conclusión de que, en efecto, tales representantes no son necesarios, y hemos anunciado ya que renunciamos a nuestro derecho a elegirlos y a nuestra obligación a respetarlos, en tanto que pura formalidad que sólo busca legitimar el saqueo, la tomadura de pelo, la ruina y el desastre como opciones democráticamente elegidas y preferidas por los ciudadanos con el fin de realizar su propio bien -para esto ya hemos dicho que no se cuente con nosotros.
Pero ¿cuál es el legado de Esperanza Aguirre, musa de la mediocridad? Esperanza Aguirre dejó una obra terrorífica: enfrentamiento entre las diferentes partes de la sociedad, ya de por sí atomizadas, desconfianza de la sociedad hacia quienes prestan un servicio dentro de ella -sindicatos, profesionales de la sanidad, de la educación, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado...-, precariedad del empleo en la región, con la destrucción del mismo creciente, ruina de los pequeños comercios, carreteras sin vehículos y el florecimiento de los campos de golf. Hay que tener la cara mucho más que dura para continuar ofreciéndose a la ciudadanía como salvapatrias cuando se carga con tanto dolor y tanto daño a la espalda que no cabe justificar más que por la ignorancia a la que todavía hay quien se empeña en llamar ideología.
Cuando todavía era Islandia el sueño de los revitalizadores de la democracia en España, sueño del cual debieron despertar la semana pasada, al recuperar el gobierno de aquel país los partidos políticos que gobernaban cuando su sector bancario se había jugado la patria en una partida de poker con su consentimiento, Esperanza Aguirre, quizá porque lo había escuchado en algún medio de comunicación, dijo que "había que dejar caer a los bancos", como si ella no hubiese tenido nada que ver, o mejor, su ignorancia, con la defenestración del Estado español gracias a su concepto de oposición leal ni le hubiese estallado en la narices el escándalo de Bankia, cueva de los tesoros en la que el PP había metido hasta a la hija de la portera. En Basuragurú creemos que no sólo a los bancos, sino también a los políticos estúpidos, hipócritas y mediocres había que dejar caer, como se hacía antes de entrar en Europa con perros, gatos, cabras y ovejas, desde los campanarios de las iglesias, que se iban a acabar de verdad las mamandurrias, las subvenciones a las empresas del cónyuge y la colocación de vástagos en subsecretarías y otras sinecuras -ya se ve que hay fiestas de interés general en las que uno lo pasa mucho mejor que en "los toros", que no es lo mismo que muera uno y nadie se ría a que se rían todos.
En Basuragurú siempre hemos tenido envidia del Primer Mundo. Recientemente nos han crecido los caninos hasta ponerse como puñales al ver que los británicos celebraban que Margaret Thatcher "la enroscase", como dicen esos pobres manchegos que temen las ocurrencias liberalistoides de María Dolores de Cospedal. En Basuragurú salimos a la calle a celebrar que Esperanza Aguirre se fuese a tomar por culo en su día, estuvimos en la Puerta del Sol cantando y saltando y brindamos por el buen humor de los dioses del universo, pero reservamos otra botella de champagne para mejor ocasión, que seguro la habrá.
Vivimos años de escepticismo, España se descompone y Europa se tambalea, la política como había sido entendida hasta las últimas elecciones de 2011 ha perdido el poco sentido que pudiese tener, el futuro ya sólo podrá ofrecer oscuridad, pero si todavía les fuese dado a los españoles un tímido rayo de luz que guiase su entendimiento, ojalá consigan apartar lejos de ellos momias y reliquias que se resisten a abandonar los tiempos de la opulencia grotesca.


Basuragurú

miércoles, 1 de mayo de 2013

Ezra Pound reflexiona sobre los españoles

When I carefully consider the curious habits of dogs
I am compelled to conclude
That man is the superior animal.

When I consider the curious habits of man
I confess, my friend, I am puzzled.

Ezra Pound, "Meditatio", Lustra.

[Cuando considero atentamente las extrañas costumbres de los perros
me siento obligado a concluir
que el hombre es el animal superior.

Cuando considero las extrañas costumbres de los españoles
confieso, amigo mío, que me quedo perplejo].
(Traducción excesivamente pegada al texto de Tocomocho).

Yo a Fátima Báñez le daba movilidad exterior -y con el interior, también le daba...
Miro una imagen de la ministra en el periódico y toda mi fantasía se llena de su cabeza, tanta tosquedad de la forma y la robustez de su peinado me trasladan a aquellas películas de ciencia ficción cuando por falta de otros medios los extraterrestres se esforzaban en no parecer humanos. ¿Podría ser acaso que hubiésemos encontrado los españoles algo que los científicos de los países desarrollados llevan décadas buscando, vida fuera del planeta tierra? Entonces, algo hay que decir sobre estas criaturas extraterrestres: inteligentes no son.
Se propone la prueba del charco para determinar si Fátima Bánez es o no un ser vivo terrestre o se trata por el contrario de un ser venido del espacio exterior: según obra reciente de Jesús Mosterín, El reino de los animales, "siempre que se aplasta un ser vivo se produce un charco" -pues va a ser cosa de aplicar el método científico.


Tocomocho, un joven altamente desempleado, para Basuragurú

lunes, 15 de abril de 2013

¡Llega a Madrid el "latero" pakistaní menor de edad!

De los creadores de Cariño, hay un rumano/búlgaro en mi cartera, Ponga un subsahariano a la puerta de su comercio, Emprendedor camarero autónomo busca, Se subarrienda puesto de "gorrilla" en La Latina, Aquellos maravillosos chinos sobreexplotados, Regreso a la involución y Los dioses del Tercer Mundo deben de estar locos, llega por fin a nuestras calles El latero pakistaní menor de edad -¡porno, porno, porno y del duro!-, la última figura de la depravación de un pueblo sin igual, el español, insaciable en su voluntad de deshumanización, un pueblo sin espíritu, ese pueblo que se creía hasta antes de ayer uno muy rico, cuando se encontraba en realidad en un estado tal de putrefacción que de tanta vileza ni con todos los tesoros bajo la tierra hubiese dejado de ser pobre.
Salgo de mi casa y lo primero que veo es una familia de rumanos/búlgaros sentada en el escalón de una casa de apuestas. Hace meses, sólo había una rumana, que pedía a la puerta de una panadería, mejor dicho, de un local donde se descongela el pan, pero la pobreza es expansiva, hay en ella algo viral, y donde pide uno piden dos, y cuando hay dos, ¡qué más tres! Pues ahí está toda la familia al completo, que por ser estrecho el acceso al local donde se descongela el pan, la familia ha ocupado también el acceso al local contiguo, la casa de apuestas, padre, madre y prole, que dicen los católicos, todos a pedir, una estampa siniestra, ¿o será tal vez una nueva filosofía triunfalista, la tercermundización, que me empeño en ver con ojos enfermos? Por cierto, la rumana/búlgara, en sus ratos libres, habla por un teléfono móvil -quizá me esté preocupando en exceso por su suerte... (La hipertrofia del mercado: pan congelado y casas de apuestas, ¿y para esto queremos representantes legítimos del pueblo? Yo me bajo).
Pero apenas camino dos pasos, otro rumano/búlgaro deja asomar sus pies fuera de un contenedor de los que en la calle recogen papel y cartón. Y dos pasos más allá, otro rumano/búlgaro tira de un carro de supermercado cargado de chatarra. Y si llueve, un chino y un pakistaní me ofrecen paraguas, pero de una manera bastante agresiva, tóxica, cuasi financiera, y no una vez, pues me persiguen, pero es que yo no quiero un maldito paraguas que no necesito, y se me impide la libertad que como ciudadano debería tener a que la humanidad me deje en paz cuando salgo a dar un paseo. Y por las noches, como en la canción de Los Ronaldos, "haremos lo de siempre, porque nos gusta y porque nos divierte", y como esto es España, haremos lo que nos sale de los cojones. Yo me maravillo del desparpajo con que cualquier extranjero, comunitario o no, se pasa por el forro de los cojones nuestras zafias leyes españolas, pero, no quiero ser injusto, si eso es posible, sólo cabe explicarlo por la misma pasividad que los españoles muestran ante ellas, esto es, la más absoluta. Se ha formado en Europa y en buena parte del mundo la idea bastante certera de que en España se puede hacer todo lo que a uno le venga en gana, que en eso consiste el modo de ser español -frente al republicanismo francés, el civismo nórdico o la pulcritud de la conciencia centroeuropea-, y nuestras calles se han llenado de liberticidas, un mal contra el que no cabe remedio, igual que las leyes del mercado, pura necesidad. Primero fueron los chinos quienes nos enseñaron que los procesos históricos que nos habían conducido a la sostenibilidad de la economía familiar en pequeños comercios sujetos a horarios son despreciables, incompatibles con la explotación de una nueva fase del capitalismo que ya no se basa en la violencia física y que ama la acumulación y la baratija por encima de todas las cosas. Después, una vez alguien decidió que Europa es ese monstruo que abarca desde Noruega hasta Turquía y desde Portugal hasta Estonia, todos los miserables del Este emprendieron la marcha hacia España -por supuesto, cualquier ciudadano de un país sudamericano era y es susceptible de trabajar como camarero en el nuestro-, pero lo hicieron con la mejor voluntad de integración, por supuesto, vive l'anarchie!, ¡cómo no iban a hacer lo que quisieran en el país de la alegría! Luego no les preocupaba lo más mínimo que nosotros tuviésemos nuestras normas, ¡ellos ya venían con las suyas!, y no opusimos mucha resistencia porque había demasiadas viviendas sin alquilar y al español le gusta ser rentista -¡como a los ingleses hace tres siglos! Pero lo más actual hoy es el pakistaní que recorre las calles con la mochila atiborrada de latas de cerveza, y hay tantos que yo me pregunto si el mercado no estará cometiendo otro error de los suyos, al menos uno propio de la manera como se interpreta en España -a mayor competencia, menor calidad, etc...-, porque por mucho que pusiésemos a un montón de hijos de puta a beber latas y latas de cerveza, resulta imposible acabar con el arsenal que semejante regimiento de "lateros" dispensa por toda la ciudad. Lo malo ya no es que haya tantos hijos de puta que compran latas a estos pobres desgraciados, sino que muchos de estos "lateros" son menores de edad, y de nuevo es la española pasividad ante la moral la que nos hace cómplices de las más repugnantes perversiones. Y todavía hay quien piensa que el nuestro es un problema de dinero...
El triste camino hacia casa aún puso ante mis ojos un bocadillo a la venta sobre cajas de cartón en un improvisado comercio chino en la Gran Vía. ¿Pero es de verdad tan difícil que haya leyes buenas y que se cumplan?
¡Llévame a tu lado en el Primer Mundo, oh Angela, que entre los españoles nunca podré ser un hombre bueno!
Yo os maldigo, españoles, sois una raza vil y repugnante, ¡yo os desprecio hasta lo más hondo!


Yvs Jacob

martes, 9 de abril de 2013

El estado de la nación según Alberto Ruiz-Gallardón

Escucho al ministro de Justicia en la Cadena Ser y me quedo como la alcaldesa por sorpresa de Madrid, pasmado, por la representación de la realidad que sus palabras van componiendo. Según el ministro, el PP es una formación donde sólo podrá encontrarse a gente estupenda con vocación política. Dice el ministro que Luis Bárcenas era un técnico -¡un técnico!-, ni siquiera un político, y dice también que tiene mayor credibilidad María Dolores de Cospedal, el florero suicida, que el extesorero, a quien se refiere el ministro con un cierto temor, entiéndase, respeto sospechoso. Si acaso tales declaraciones no fuesen ya lo bastante jocosas, tómese en consideración la defensa que hace el ministro de la posición adoptada por su partido ante la justicia y la sociedad: hay gente muy mala que se aprovecha de nosotros, gente que nos quiere hacer mal, pero nosotros ni hemos hecho mal ni somos malos. Como es bien sabido, el ministro Ruiz-Gallardón era alcalde de Madrid ya en los primeros años de la crisis económica en España, cuando todavía se creía que la fortaleza del país en todos sus aspectos soportaría una tormenta pasajera en el sector bancario, pero se trataba de algo peor: por la actitud de una oposición leal y responsable, la crisis económica abrió el camino a una crisis política, que trajo consigo una crisis social, que manifestaba la profunda crisis moral de los españoles, para abocarse por fin hacia una crisis institucional, que amenaza con hacer saltar el sistema por los aires. Desde el principio, el ahora ministro de Justicia contempló con la mayor pasividad el avance en la destrucción de empleo en su ciudad, la más poblada de España, el fracaso de los jóvenes madrileños en un mundo que se revelaba parco en oportunidades, tampoco se inmutó ante el abandono que sufren los mayores, que jamás imaginaron que la riqueza traería consigo tanta precariedad, pero es que nada podía hacer el ahora ministro -era uno de esos casos extrañísimos donde la responsabilidad de una mala gestión -¡ausencia absoluta de gestión!- local recae en una instancia superior, el Gobierno de la nación, precisamente la misma en la que participa el entonces alcalde, un soñador con vocación política. Ahora bien, Madrid puede rodearse en coche con bastante comodidad. (Ruiz-Gallardón parece confiado en su futuro como máximo gestor, el pobre. Parece que en el PP continúan en las nubes, se subieron a la azotea de la calle Génova, donde el gran líder dijo una chorrada histórica, y ya no se han vuelto a bajar).
Ahora voy a contar yo lo que va a suceder en unos años, diez, quince años tal vez, una perspectiva distinta, obviamente, propia de quienes estamos aquí abajo, bien metiditos en la mierda. En las próximas elecciones al Parlamento europeo no va a votar ni Cristo, porque no tienen sentido, porque sería igual que votar a favor o en contra de que los ángeles vistiesen una rebequita. En las próximas elecciones regionales sólo irán a votar los ciudadanos disciplinados en la destrucción moral del PP y los nacionalistas, porque los demás no acudiremos ya a las urnas, en tanto que los partidos mayoritarios en el ámbito nacional, PP y PSOE, se nos presentan como putrefacciones à l'ancien régime, pero tampoco apoyaremos a IU, que sería como salir de la izquiera guay para caer en Disneyguay, ni votaremos a UPyD, el partido que surgió del miedo y que produce terror; la gran mayoría de los españoles no va a votar a nada ni a nadie porque ya no creemos que nada ni nadie pueda salvarnos: lo que va a suceder está en marcha y no podremos pararlo. Gobernará entonces el PP, pero no le será reconocida ninguna autoridad ni menos aún legitimidad, porque para que el sistema sea legitimo necesita de la aceptación de todos aquellos a quienes pretende abrazar, pero como la mitad habremos caído ya fuera del sistema, podremos por fin liarnos a palos, del escrache al escabeche, y todo porque no hemos sabido construir una cultura democrática, que se expresa como una actitud ciudadana observante y exigente, y en cambio sí nos hemos mostrado hábiles creadores de monstruos: quien ganaba una mayoría absoluta no podía sino decir "qué bonito soy, madre, el más listo, el más guapo y el más grande". Y todo esto será así porque en el PP seguirán vigentes las ideas que nos han traído hasta aquí: lo importante es quién gana el gobierno, el que gobierna tiene el poder, el que tiene el poder impone sus leyes, cualquier disconformidad es un acto de violencia, las leyes de cualquier mayoría son por su naturaleza justas y las más adecuadas, la mala suerte de los desfavorecidos es una opción personal, el Estado existe para subvencionar a sus timadores, los ciudadanos deben subvencionar al Estado, el Estado no puede ser solidario con los ciudadanos...
Desde luego, qué mala es Angela Merkel...


Yvs Jacob

viernes, 5 de abril de 2013

Mariano Rajoy, culto, intelectual y bien formado para el gobierno

Pues otra chorrada histórica que nos ha dejado el presidente del Gobierno del Reino de España esta semana cuando ha cargado contra los ciudadanos que protestan porque han perdido su trabajo y su vivienda. Si la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero puso en evidencia que cuando la izquierda huye hacia la periferia -esto es, cuando cede la economía a la utopía del libre mercado para refugiar su ideología exclusivamente en la extensión y reconocimiento de algunos derechos sociales-, se anulan, pues, todos los medios de supervisión y contención de la depredación y las crisis se vuelven más voraces y longevas, apenas un año en el gobierno de la nación, ya puede reafirmarse que el PP es un partido de fortísimas convicciones antidemocráticas. Insisto una vez más en que treinta y pocos años de régimen democrático no construyen una tradición democrática, una mentalidad, una cultura, menos aún entre la derecha española analfabeta, a la que todo cuesta siempre un horror, no en vano se dice que la derecha es conservadora, y lo que hay que conservar está bastante claro. A Mariano Rajoy le hubiese gustado gobernar como se hacía antes, en la predemocracia, es decir, gobernar mandando, disponiendo esto y lo otro sin que nada ni nadie le molestase, más o menos como en la China popular en el proceso de preparación de los juegos olímpicos: "me quiten esto de aquí -personas, cementerios, aldeas...- y no se hable más", o según la imagen socorrida del padre autoritario, cuyo principio de autoridad es suficiente para anular otras voluntades. Si es que la democracia es insoportable, ¡no le dejan a uno disfrutar del despotismo que implica siempre el ejercicio de todo poder! (En España, un gran poder conlleva siempre una gran irresponsabilidad y una generosa dosis de sadismo). Dice nuestro presidente que una minoría no puede someter a una mayoría, ¡dónde se habrá visto algo semejante! Podría pensarse que se refería Mariano Rajoy a la minoría que posee empresas de construcción que han derrochado el territorio, empresas que se han aprovechado de la escasa capacidad intelectual de los gestores locales aquí y allí para enriquecerse con la transformación monstruosa del espacio -el horror vacui de Aristóteles se interpreta en la política española como terror ante los espacios todavía sin urbanizar-, o también podría haber sido la intención de nuestro presidente llamar la atención sobre el modo como otras empresas, gestoras de determinados servicios, se hacen -con la iniciativa de una minoría política, la de los gobernantes de turno- con los contratos que tienen al Estado como cliente, a la vez que como financiador, en uno de esos procesos de privatización tan incongruentes que se llevan a cabo en España -modelo concesionario en la explotación de la red de autovías y carreteras, desmantelamiento de la sanidad pública... En resumen, una persona de bien podría creer que el presidente del Gobierno se alarma porque una minoría de buitres, una élite económica, se enriquece saqueando, siempre de manera legítima, claro, a un Estado que se deja saquear. Pero lo cierto es que Mariano Rajoy pensaba en otra cosa: y es que nada más contrario a la democracia que identificar a los representantes del pueblo soberano que toman decisiones políticas o las legitiman con su voto y aprobación parlamentaria y que perjudican a quienes los han elegido o aceptan, en caso contrario, que sean instrumentos de los intereses de otros ciudadanos. Pero lo cierto es que al presidente le sienta mal que insulten a los representantes del pueblo -cuyo único delito es haber sido elegidos por una mayoría- quienes no saben vivir dignamente en un contexto de crisis socioeconómica -la idea es la siguiente: no se puede culpar a quien gobierna de que a unas personas les vaya mejor o peor que a otras, es más, parece que le va mal sólo a una minoría muy peleona. Mucho me temo que no es así. Karl Popper, que también era conservador, pero en una época y un país -Reino Unido, aunque de adopción- donde el honor y la inteligencia se han mostrado a menudo unidos, escribió The open Society and its Enemies para advertir, entre otras muchas cosas, que sólo la democracia garantiza los derechos de la minorías, es más, que una democracia que no acogiese ninguna discrepancia, por muy pequeña sea, y que no le reconociese idénticos medios para la realización de sus intereses sería una sociedad cerrada, es decir, en absoluto democrática. Por otra parte, para la derecha española nunca es demasiado grave la situación de quienes no tienen trabajo ni vivienda, esto es algo que tantas mayorías absolutas han provocado, el desprecio hacia los gobernados, como si gobernar tuviese que ver con esas reclamaciones "de la gente" -en el PP consideran la democracia una burda ovatio, una vez lo eligen a uno, sólo cabe recordarle lo bonito que es, y cualquier otra actitud se juzga violenta y antidemocrática. Pero ¡a quién le puede interesar lo que hayan dicho algunos intelectuales cursis en un país de brutos como España! No tiene sentido.
El siniestro ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que libra entre muchas batallas una contra los funcionarios, ha dicho en varias ocasiones que la aprobación de unas oposiciones y la consecuente plaza ganada no pueden garantizar un empleo de por vida. Montoro habla siempre directamente para los instintos, por eso no despierta más que violencia. También Mariano Rajoy aprobó una vez unas oposiciones, y entonces decidió entrar "en políticas", como se dice en provincias. Es curioso, porque aquello que desprecia nuestro ministro risitas, el engreimiento de la oposición victoriosa, es un factor determinante para entrar hoy en el Gobierno de España o participar de su pedrea, pero, claro, oposiciones a la abogacía del Estado. Para el conjunto de la sociedad española, escuchar a Maria Dolores de Cospedal, presidenta de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, abogada del Estado y con tendencias suicidas, no ayuda a valorar esas oposiciones por encima de las que llevaron a Remigio al puesto no menos triunfal de jefe de bedeles, que opina y se expresa a menudo con muchísima más claridad -dijo Miguel Ángel Aguilar que el numerito de la Dolores para explicar qué es una indemnización prorrateada que se pacta como una indemnización en diferido en forma simulación no se le hubiera ocurrido jamás ni al más ácido de los humoristas, y empiezo a creer que esa creatividad técnica es lo único en que Remigio no puede competir con un abogado del Estado al servicio de los españoles.
España no es un país normal. En un país normal, una fotografía junto a un contrabandista es más que suficiente para truncar la carrera de cualquier político a cualquier edad -Núñez Feijóo, vete ya a Movistar, hombre-, en un país normal, las declaraciones de Ignacio González a propósito de la libertad de prensa no se le hubiesen ocurrido a nadie; en un país normal, no sería tan difícil probar la financiación ilegal del PP ni el pago de sobresueldos en dinero negro a sus dirigentes, en un país normal no se contemplaría con impasividad el saqueo al Estado que sólo favorece a la minoría de siempre, que legitima su depredación con el voto de una mayoría de bobos. Ayúdanos a construir un país normal.


Yvs Jacob

jueves, 28 de marzo de 2013

¿Interpretará Mariana Todorova a Samuel Barber en un teatro semivacío? Una orquesta no es un negocio

España no es, ni lo será jamás, un país normal. Cuando Aristóteles dijo aquello tan bonito de que todo tiende al bien, lo que no significa sino "a un fin", y que tal bien es la perfección en su realización, llegar a ser, realizar u objetivar su ser -lo que cada cosa es-, es posible que en los libros del pseudohistoriador o historicida César Vidal se afirme que por entonces también existían los españoles -y, por ende, si existían éstos será también necesario afirmar la existencia de los catalanes-, pero si Aristóteles pudo sostener tal principio metafísico, lo que no existía por el momento era el PP. Porque con el PP tal principio de la metafísica aristotélica se convierte en una ley de Murphy; a saber, lo que va mal terminará mucho peor. Y en ello estamos. Tras subir Mariano al balcón y decir aquella chorrada histórica -"yo mañana me voy a poner a trabajar"-, muchos españoles de los de ahora sentimos que el espíritu se nos contraía, porque ni entendimos entonces ni lo entendemos aún que dentro de la división natural en toda sociedad -por su naturaleza injusta-, una división entre quienes tienen mucho y saben servirse de todo cuanto existe para que el viento sople siempre a su favor y el resto, la amplia mayoría de torpes votantes nunca demasiado satisfechos de su infantilismo, corresponde a los primeros el privilegio en absoluto político de someter a su capricho a esa inmensa mayoría segundona, en lugar de gobernarse ésta de tal manera que buscase para todos aquellos que la componen el mayor beneficio en todos sus aspectos. Como en Madrid padecemos todos los desórdenes que el gobierno del PP ha introducido en la Comunidad desde 1995, tan pronto se confirmó que los "populares" ganaban también el gobierno de la nación yo empecé a temer por la integridad de las cosas que tenían para mí un gran valor social, y me pregunté en particular, y odio sentirme profeta, cuánto tiempo les llevaría a los nuevos gestores de la cosa pública resolver su aniquilación, y me pregunté cuánto tiempo de vida le restaba a la orquesta y al coro de RTVE, una pregunta, y deben creerme, que me asaltó de manera espontánea. Aparte de los solistas que entran y salen del "circuito", en la música culta no hay más de tres o cuatro formaciones que puedan ser entendidas como un negocio, un negocio muy rentable -la Koninklijk Concertgebouworkest (Real Orquesta del Concertgebouw) de Amsterdam, las inevitables Wiener und -jájaja- Berliner Philharmoniker y quizá la Chicago Symphony Orchestra... (no se busque en cada caso únicamente una razón discográfica, que sería parcial, se trata de instituciones culturales indiscutibles producto de una tradición musical extensa y respetada). El resto de las formaciones existentes en todas y cada unas de las capitales mundiales, capitales de provincias o de regiones y vinculadas de alguna manera a entes públicos -emisoras de radio regionales o estatales sobre todo-, no obstante sus abonados particulares, no son ni pueden ser un negocio, no se gestionan como tal, y su razón de ser es otra bien distinta. Esto lo saben en cualquier parte del mundo, tales orquestas existen como existen los puentes sobre los ríos y como existen las bibliotecas, no son un negocio, ni siquiera uno mal gestionado, son, sin más, una función, el principio que las inspira no es la recaudación, el lucro, la rentabilidad, sino que cumplen la misión de proporcionar cultura, de mantenerla viva, porque la cultura no es única y exclusivamente la reclamación permanente de la pseudointelectualidad de actores y dramaturgos de izquierdas, la cultura es -y así tiene que ser en un pueblo desarrollado- algo mucho más ambicioso. Todo esto lo saben en cualquier parte del mundo menos en esa tierra llena de brutos que es España. Y apenas un año después de aquella chorrada histórica de Mariano Rajoy, parece que ya comienzan a ser desmanteladas las formaciones de RTVE, la orquesta y el coro, pues los gestores de todas las cosas, obsesionados con la idea de que muchos gastos pequeños hacen un gasto muy grande, cuando en realidad no hay mayor gasto que el rescate al sector financiero usurero y tramposo, han llegado a la conclusión de que a la sociedad le sobran mimos, a la conclusión de que todo funciona mucho mejor cuando se paga por ello al menos dos veces -la primera, siempre con los impuestos. Hasta hace unos meses, era fácil conseguir una invitación para asistir al concierto del programa de abono de la orquesta los jueves, pero alguna cabeza prodigiosa ha alumbrado la idea de que 50 personas que no pasan por caja suponen un beneficio negativo -una pérdida- de 50 localidades sin vender, y ahora sólo pueden asistir 20 -como se habrá intuido rápidamente, esto es España, y una España pobre, y la pobreza no es sólo un concepto económico; si a 30 personas que asisten a un concierto de la orquesta de RTVE se les restan 30 oportunidades de continuar haciéndolo gratis, resultan 30 localidades sin vender, igual que antes, sólo que ahora son 30 localidades vacías en el teatro. La corrupción de la función cultural que realiza la orquesta ha dado lugar a situaciones escalofriantes, no cabe otro calificativo para juzgar que la Johannes-Passion de J. S. Bach o la Cello Symphony de Benjamin Britten, que contaba para la ocasión con Alban Gerhardt, un solista exquisito y soberbio, se abordasen con medio patio de butacas vacío, lo que habrá sido reconocido como un logro neoliberal, por supuesto, neoliberal a la manera española, "el que quiera algo que se lo pague", y el ideólogo de esta estrategia de mercado no cabrá de gozo dentro de sí mismo, porque ¡qué es eso de asistir a un concierto de música clásica en España sin pagar! ¡Ufff, qué gran victoria de una ideología, antes expulsar a los pobres de la sala y tenerla vacía que llena de aplausos gratuitos! No sé si alguna vez he contado una experiencia que tuve en Luxemburgo. Una mañana quise sintonizar una emisora de música clásica, empecé a mover el dial y no había manera de seleccionar una... pero, claro, porque era tal la cantidad... -varias emisoras alemanas, belgas, holandesas, alguna francesa... Nada que ver con el país de la tortilla de patata y el artista torero, donde existe sólo una emisora que tarde o temprano tendrá que ser liquidada -demasiado gasto para no más de 300 oyentes diarios.
El Teatro Monumental raras veces ha tenido una entrada que pueda decirse muy amplia o completa -por otra parte, por encima del primer anfiteatro no tiene mucho sentido presenciar la ejecución de una obra, la música clásica, mucho más que la popular, exige una contemplación compleja, mirar, escuchar y sentir a la vez, quizá por eso es tan importante que quienes asisten no hagan un solo movimiento o ruido que implique la distracción para otro espectador, esto lo trata Elias Canetti en su acertadísima disertación acerca de la "masa de concierto" -en España, una vez más, la "masa de concierto" deja mucho que desear. Queda claro, pues, que lo que va mal irá peor hasta que ya no tenga remedio; somos españoles, nos gusta ver morir a las cosas...
Los miembros de la orquesta y coro de RTVE buscan estos días llamar la atención, preocupados como todo el mundo por su puesto de trabajo. He mostrado en otras ocasiones mi insolidaridad con los trabajadores de Telemadrid, que debían haberse ganado la simpatía de la sociedad interrumpiendo y denunciando enérgicamente la politización del ente público, que se convirtió hace varios lustros en altavoz de la propaganda del PP, y ahora es demasiado tarde para reblandecer nuestros corazones. Una orquesta politizada, sin embargo, sólo es posible en un régimen totalitario, y quizá todavía podamos salvarnos todos. Al Estado le sobra Telemadrid y hay que dejarla morir, pero a la sociedad española no le sobra una orquesta, menos una como la de RTVE. Convertir la figura laboral de los miembros de las formaciones de RTVE en trabajadores con carácter fijo discontinuo, siendo remunerados sólo durante los meses que dura la temporada de abono, supondrá el final de sus instituciones musicales. Una buena orquesta no se compone de buenos músicos o profesores -eso proporciona en todo caso una orquesta sin más-, una buena orquesta resulta de buenas direcciones y de la tradición; los directores cobran por su trabajo, y la segunda no es fija discontinua. Tradición es permanencia y persistencia en el tiempo. La Orquesta Sinfónica de RTVE se fundó en 1965 y es probablemente la mejor orquesta de cuantas existen hoy en España -hay en estas sentencias algo odioso, lo sé-, una orquesta de extraordinaria versatilidad e indiscutible profesionalidad. Medio siglo de vida no puede construir una tradición, pero es desde luego un error caer en la frivolidad de despreciar una función social o el servicio que en el camino de convertirse en tal, en tradición, presta una institución como esta, por muy joven que sea. No reconocer a sus miembros los derechos que contemplaba su puesto de trabajo cuando accedieron a él tendrá consecuencias negativas; degradar la función que realizan afectará a la calidad de sus ejecuciones, perderá incluso el favor de los intérpretes más reconocidos internacionalmente, que podrían declinar la invitación a colaborar con una formación pésima, y España será otra vez a ojos del mundo civilizado y desarrollado ese patético país de los aeropuertos sin aviones, un país de analfabetos y de horteras atrofiados por el servilismo al turismo. No voy a preguntar si entre los miembros de la orquesta fue mayoritario o no el voto al PP en las pasadas elecciones a Cortes Generales de 2011, es de mal gusto, pero puede servir la reflexión para que en el futuro no se considere el voto de la manera tan graciosa y liviana como se ha hecho hasta ahora. Hay que exigir al conjunto de la sociedad una reconciliación con la responsabilidad y con la atención a las consecuencias de las acciones y posicionamientos políticos -los políticos que gestionan nuestros asuntos públicos no han venido de Marte ni los ha impuesto Angela Merkel, son tan estúpidos y tan listos como nuestro charcutero o nuestro vecino, son de los nuestros, hacen bien y mal todo lo que los demás, los ciudadanos particulares, harían bien y mal, luego empecemos a utilizar la democracia de una manera racional, y que nos sirva para apartar del camino del progreso a todos los imbéciles que se empeñan en liderarlo y no traen más que desastre con ellos.
Los días 4 y 5 de abril la concertino de la Orquesta Sinfónica de RTVE interpreta junto con la formación el Concierto para violín y orquesta de Samuel Barber; Mariana Todorova es una violinista descomunal, como diría Leopold Stokowski, su instrumento no tiene ya secretos para ella, lo domina de un modo absoluto, su ejecución es más que impecable, jamás se permite mostrar una debilidad técnica, todas y cada una de las notas que brotan de aquél suenan a algo acabado y definitivo, y si bien no parece posible que mantenga la posición más rigurosa en el puesto de honor de los violines -Mariana es un resorte en movimiento tan pronto ataca las cuerdas-, jamás se le habrá observado un gesto de hastío o cualquiera que denote falta de entrega -en todo caso, alguno de desconcierto, como cuando Miguel Borrego estrenó aquel despropósito de Jesús Torres (el concertino nos debe desde entonces un concierto)-, Mariana Todorova es consciente en todo momento de la imagen que debe ofrecer la orquesta y su actitud merece todos los elogios. Un concierto de música clásica no tiene nada que ver con un partido de fútbol, no se trata tampoco de un espectáculo que deba blindarse con unos precios selectivos; una sala medio llena es motivo para la tristeza y produce vergüenza, no puede considerarse como un logro que tanta gente quede marginada del disfrute de la mayor belleza cuando su lugar entre las butacas lo ocupa la absoluta nada. Voy a pedir apoyos para que la orquesta y el coro puedan seguir contribuyendo al bienestar espiritual de la sociedad española a unos precios razonables, incluso si el Estado tiene que pagar su salario los doce meses del año -¡guau, menuda ruina para todos, menudo despilfarro!-, pero debo pedir también una reflexión respecto del teatro con media entrada donde la orquesta tiene su sede, es un sinsentido lo que está sucediendo, las puertas deberían estar abiertas para quien no puede pagarse una localidad -la OCNE, orquesta y coro nacionales de España, también ofrece sus conciertos para un tercio del patio de butacas los sábados por la tarde, otro logro del concepto económico de la cultura en España, que se formen como seres humanos complejos y completos sólo aquellos que puedan pagarlo, para los demás ya existe el teléfono móvil inteligente (?). Quiero insistir en que una orquesta no es un negocio ni un gasto, términos siempre perversos, una orquesta es una solución para una necesidad vital -Lévi-Strauss habló de la melodía como el verdadero misterio humano-; España es un país cultural, musical y espiritualmente pobre, gestionado por individuos mediocres que llevan con ellos el vacío allí donde creen sentar las bases para la excelencia. Espero que para el próximo concierto haya vuelto todo a la normalidad, espero que la generosidad de la orquesta haya sido restablecida, la música clásica es un producto de la cultura que aspira más que ningún otro a la permanencia, atravesarla con criterios burdamente económicos es un delito moral que sólo puede permitirse un pueblo de ignorantes; la música clásica no es de izquierdas ni de derechas -las clases pudientes en España, por lo demás, siempre se han contado entre las peor cultivadas de Europa-, una muy buena orquesta pública no puede convertirse de repente en un "banco", como diría el profesor Manuel Herce, no es suelo urbanizable, no es plusvalía, una muy buena orquesta debería ser motivo de orgullo en un pueblo tan deficiente como el nuestro, pero para ello es imprescindible que se pueda disfrutar de su talento.


Yvs Jacob