jueves, 18 de marzo de 2010

Pobrecito el niño Güemes

La dimisión de Juan José Güemes me ha descolocado. Con mi agudo sentido de la empatía hacia el universo "popular", de inmediato me he puesto en su lugar, me he imaginado lo que debe de ser, a su edad, y con tanta prole, ponerse a trabajar de verdad, una vez mamá Aguirre le cierra su ala y le muestra los zapatitos de tacón. Pobre Güemes, y lo digo con sentimiento y dolor, porque también yo me he tocado las pelotas durante años, aunque nadie haya venido nunca a ofrecerme la sinecura que oficializara la hazaña de vivir rascándome la bolada.
Así es la vida, dura para todos.
Yo me imagino que el niño Güemes oculta algo bajo la caspa, y seguramente ya le habrán ofrecido un puesto mejor remunerado por hacer lo mismo, esto es, nada, en fin, lo que todos, conservadores y progresistas, buscamos desde la cuna.
No obstante, la dimisión es un gesto que le honra: "si no hago nada aquí, lo mismo puedo hacer en otro lado". Ojalá otros muchos pensaran igual y abandonasen su silla frente al pastel: ¡yo mataría por unos bocados!


Yvs Jacob