lunes, 18 de marzo de 2013

"No" a la candidatura olímpica Madrid 2020

Los españoles nunca dejan pasar una oportunidad cuando de hacer el ridículo y de ponerse en evidencia se trata. La visita del IOC (o COI) para evaluar la candidatura de la ciudad de Madrid como posible sede olímpica de los juegos de 2020 es una ocasión perfecta para mostrar el pueblo patético que somos y sobre todo el grado que han alcanzado nuestra vileza y nuestra desesperación, no en vano hemos llegado a convencernos de que mucho mejor que el Estado social es la católica beneficencia y la no menos ideológica mendicidad, que se nos ha venido encima por liberales neófitos, y no precisamente por piadosos. No sé si alguna vez fue de otra manera, pero formar parte del pueblo español que yo he conocido y conozco da bastante vergüenza: la ministra de empleo le pide a la Virgen que le eche un capote para combatir la cifra escalofriante de parados, el presidente de la Comunidad de Madrid confía en que un megaputiclub-casino dará de comer a 20.000 personas sin trabajo -y atentos al nuevo cuento chino que le han contado al gestor por accidente que sufrimos en la región, que, según parece, los orientales no han terminado aún de darle bocados a la poca honra que le queda al pueblo antaño rico en folclores-, y el Gobierno central, que tanto necesita de autobombo en su épica de descalabros, a falta de otras obras públicas y alguna noticia que no sea la victoriosa comparación con la malograda Chipre, se arroja a los brazos de esos pijos de mierda que manejan en el IOC con la esperanza de que el espejismo de la salida de la crisis se precipite cuanto antes, de manera que se engañe a la ciudadanía tanto como el mismo Gobierno se ha engañado. Yo pido a nuestros compatriotas que no escuchen a todos esos periodistillas deportivos que tanto desean que Madrid sea la sede en 2020: unos juegos olímpicos significan camareros y ladrillo, nada más, o lo que es igual, un montón de mano de obra sin la menor cualificación venida de todas partes del mundo y de la que ya tenemos demasiada, el viejo modelo de la servidumbre meridional al cual debemos lo que somos, una nación de orgullosos analfabetos, y todo mientras nuestros dirigentes contemplan no con menor satisfacción su hazaña esplendorosa. Que nadie se engañe, la ciudad no verá aumentado su prestigio, la suerte de los españoles no interesa fuera de España mucho más que en España la de los somalíes, y, por otra parte, quizá algo mucho más serio es considerar el riesgo para la salud de los deportistas -en Madrid nos morimos por la contaminación, ¡las mediciones de la calidad del aire se hacen en la frondosidad de los grandes parques!-, el calor seco de agosto sólo garantizará un registro olímpico de fallecimientos y envenenamientos por gases invernadero. Y algo que se puede decir ya, abierto el largo proceso de evaluación y deliberación, incluso siete años antes de una posible celebración, es que apenas terminada la orgía olímpica la situación socioeconómica en España seguiría siendo desastrosa -nuestros timadores profesionales hablan como si para el año 2020 pudiera el país haber salido de la crisis, pero se ve que ni intuyeron lo que se venía encima ni tienen la menor idea de qué es eso que continúa aplastándonos.
Temo, no obstante, que la elección de Madrid sea posible si se observa que la ciudad es una muestra de lo mucho que se necesita el dinero en el Tercer Mundo. Por si acaso entre las bandejas de vino y de canapés y otros agasajos no consiguieran los miembros del IOC ver ese mundo que somos y en el que estamos, no duden su monaguesca nobleza y su cohorte de estafadores en ponerse en contacto con esta redacción, que nosotros sabremos, apenas con un paseo a pie y sin ir muy lejos, participarles de la miseria que iguala las posibilidades de la ciudad a las que pudiera tener Kampala, muy legítima aspirante la capital de Uganda.
Los señores del IOC deben saber que la gran mayoría de los españoles no desean ningunos juegos olímpicos en ninguna de sus ciudades, los españoles estamos más que hartos de las fortunas pasajeras como ambición de toda suerte de presupuestos, estamos hartos de que se nos tome el pelo y pedimos a nuestros gobernantes un poco de dignidad, cojones. Los madrileños en particular, en cuya región crece la destrucción de empleo a un ritmo galopante hasta situarse sólo detrás de Andalucía, que tiene 2 millones más de población pero muchísimos menos medios de producción, estamos demasiado preocupados por el modo de librarnos de dos gestores provisionales, en el Ayuntamiento de la capital y en la presidencia de la Comunidad Autónoma, dos individuos a quienes nadie ha elegido y cuyo perjuicio para nuestras vidas parece ya irreparable. Por cierto, la alcaldesa por sorpresa de Madrid manifestó no hace demasiado a Jaime Lissavetzky a gritos y en el foro de una institución democrática lo pasmada que la dejaban las acusaciones del PSOE de inactividad al Ayuntamiento frente al desempleo. Yo es algo que me he preguntado muchas veces, si Ruiz-Gallardón, tanto tiempo dedicado a las obras públicas y a la filosofía, no había encontrado un momento, un momentito nada más y algún dinero sobrante para reflexionar acerca del desempleo, de la destrucción de las oportunidades de trabajo en el municipio con mayor población de los que hay en España -¡ah, pero qué tiempos aquellos cuando los parados los creaba Rodríguez Zapatero, el bondadoso ingenuo!, un ratito por la mañana y otro poquito por la tarde, y venga desempleados, miles y miles de desempleados... Y nadie más tenía la culpa. Yo les pido a los miembros del IOC que se están poniendo finos a nuestra costa estos días en Madrid que den por liquidada nuestra candidatura cuanto antes, la elección de la sede madrileña vendría a ser una justificación -¡y hasta una exoneracion!- a muchos años de despropósitos y a las desatadas egomanías de unos gobernantes nefastos a los cuales no hemos dado todavía un escarmiento. Me niego a que nos quiten también eso.
¡No a la candidatura olímpica Madrid 2020!


Yvs Jacob