viernes, 22 de abril de 2011

Obama da el visto bueno al asesinato de libios mediante el uso de un "joystick"

En un mundo sin dignidad, donde la vida no vale una mierda, todo es posible. Barack Obama ha aprobado llevar a cabo lo que sin duda constituye el sueño de muchos occidentales, en su mayoría norteamericanos: eliminar enemigos, reales o ficticios, sin ningún riesgo, cómodamente, con un joystick en la mano, y al alcance de una Coca-Cola y unas patatas fritas en el radio recorrido por un brazo fofo. Hay quien piensa que los muertos que aparecen en televisión no son reales, pero la guerra en videojuego supera la cima de la perversión del hombre, el animal enfermo por naturaleza.
El uso de aviones no tripulados con capacidad de combate y disparo en una guerra tercermundista como la que tiene lugar en Libia pretende justificar la ayuda necesaria a los rebeldes sin implicar en ello una fuerza desmesurada occidental, ni mucho menos el protagonismo al modo de otros conflictos recientes y todavía sin solución. ¿Pero a quién se pretende engañar? ¿De verdad quieren hacernos creer los amigos americanos que el auxilio que prestan con sus juguetes letales no les señalará con el dedo en el futuro?
Si la guerra de Iraq fue la de los gilipollas, esta de Libia va camino de convertirse en la de las gilipolleces. Ahí van algunas: 1) se quiere ayudar a los rebeldes pero no acabar con Gadafi; 2) se quiere ayudar, sí, pero no mucho, para estimular así a los libios en la construcción de su futuro; 3) pero los libios no saben qué son en realidad (Libia no es, por supuesto, Grecia); 4) más tarde se piensa que, tal vez, debería liquidarse a Gadafi para dar paso a una democracia, si bien no existe ninguna conciencia democrática previa, tampoco oposición estructurada en el exilio ni partidos, ni siquiera prohibidos o ilegales; y 5) cuando la guerra se alarga, con lo caro que resulta el gasto en armamento en todos los países occidentales, salvo en USA, la fábrica madre, se aprueba acelerar el desastre y que pase lo que tenga que pasar.
En España, periolistos burlones frivolizan con los datos de las encuestas al observar que la actitud de la ciudadanía no es favorable a una lucha con tropas sobre el territorio, pero nada dicen de las imágenes que muestran la batalla entre pobres, mercenarios y rebeldes, ambos bandos mal equipados, y lo incongruente que resulta combatir con un armamento tan básico cuando el resto del mundo los mira desde el televisor.
Pero la gran gilipollez en el conflicto se debe a Francia y al Reino Unido, cuyos gobernantes del momento han querido fardar de humanistas, y parece que el poderosísimo presidente Obama se ha contagiado de su falta de credibilidad para resolver la autorización del asesinato por control remoto -ya sólo falta que el Pentágono privatice la gestión y que un happy meal regale accesos a una carpa donde participar de una tecnología lúdica para el asesinato en tierras lejanas, y hasta es posible que en la admirada expiación conocida como trabajos para la comunidad se termine incluyendo la guerra no presencial.
Era fácil prever que una crisis económica mundial sacaría a la luz lo peor de una humanidad abyecta, pero entristece comprobar la simpleza que acompaña siempre a los acontecimientos más fatales de la historia.


Yvs Jacob