jueves, 20 de octubre de 2011

La Espe nos regala otro número de chirigota

En sentido estricto, los españoles no disfrutaremos nunca de una democracia real hasta que no tengamos la oportunidad de ver a los altos cargos, gestores de lo público y representantes políticos haciendo la compra en el mercado. Se aprecia la imposibilidad ontológico-metafísica, en tanto que en España fascina al político todo aquello que he llamado en múltiples ocasiones la representatividad. Consiste ésta en la periferia de la representación, que es la figura política por excelencia del residual parlamentarismo burgués. Al político le gusta que se lo reconozca en los privilegios y excepcionalidades que alcanza cuando le corresponden la representación ciudadana y la gestión de lo público. Luego nunca se dejará ver en el mercado un político español fuera de una campaña electoral, al ser admitido en la sociedad de la ignorancia que carecería de toda dignidad el gestor de lo público que aterrizase en el suelo de la vulgaridad e hiciese aquello de lo que puede quedar perfectamente eximido por sus competencias más elevadas, esto es, si otro puede hacerlo por él, o como yo prefiero llamarlo, por la representatividad. Y es que no hay nada mejor en democracia que lo excepcional.
¡Ay!, pero esta democracia deficiente puede ser todavía más divertida. La Espe, infatigable en su delirio, nos ha brindado un nuevo ejemplo de cómo no debería ser nunca una democracia. No me refiero a la posibilidad de que cualquiera pueda ser víctima de un delito, que también sucede en los regímenes más mezquinos y totalitarios, sino al modo como uno se defiende de los delincuentes. Como alta gestora de lo público, la Espe cuenta con seguridad permanente, con un buen número de guardaespaldas y vehículos de protección y con un dispositivo estático de la Guardia Civil en su domicilio -recuérdese, aquel de los techos tan altos y que se chupaba gran parte del salario de la lideresa. La posibilidad de un robo por medios convencionales es tan reducida como la de que Hermann Tertsch escriba o diga algo que no repugne a la razón. Si quienes "rompieron el bombín" de una puertecita de la casa de la Espe, como se ha podido leer en los medios de comunicación, tenían la intención de cometer un robo, se trata sin duda de un par de inconscientes desgraciados. Pero se ha dicho además que eran seguidores del Real Madrid -y que cada cual saque sus propias conclusiones-, y que iban borrachos. No obstante, la Espe, oportunista del disparate, quiso sacar tajada de la hazaña de unos gamberros e interpretó que pertenecían a ese grupo de extrema izquierda que se ha dado en llamar los indignados, cuyos seguidores obedecen precisamente a estas características: llenan los bares del barrio de Malasaña los días en que hay partidos de fútbol y se emborrachan, sin importar que sea martes o miércoles, ni que el partido termine a las once de la noche. No, los indignados no son activistas de extrema de izquierda, sino hooligans sin escrúpulos y muy violentos.
Parece ser que la Espe acudió a la comisaría de la calle de Leganitos para poner la pertinente denuncia por allanamiento de morada con indignación. Pero, siguiendo las prerrogativas de la representatividad, habría que saber si lo hizo de verdad ella en persona, es decir, si desplazó desde Noviciado hasta detrás de la Gran Vía los cinco coches de rigor, o si hizo acto de presencia la propia donna, ella sola, apresurada, en batín de seda, babuchas y presta para los insultos, o si el encargo fue recibido por un mandao.
Y todavía más. Al parecer, la Espe descolgó el teléfono y mandó ponerse nada menos que al ministro del Interior al aparato. Menudo lío se hizo la presidentísima al despachar este asunto directamente con el ministro. Para colmo, al comentarlo con los medios de comunicación, dijo la Espe que le había sucedido a ella como podía haberle sucedido a cualquiera, que los madrileños estamos indefensos, si bien cualquiera que descuelgue el aparato de teléfono y pregunte donde corresponda por el ministro no escuchará más que los pitidos de la desconexión.
En fin... Qué pena va dando todo esto... Vivimos los españoles una extraña regresión al pasado de los melancólicos y al envilecimiento, y como la gran mayoría dé la razón al PP en las elecciones del 20-N, vamos a terminar a palos por nuestros propios piojos.


Yvs Jacob