domingo, 6 de noviembre de 2011

Millones de ignorantes y espíritus consumidos por el odio entre los votantes del PP

Llama la atención que en una época que ha desgastado las líneas que separaban a las antiguas ideologías políticas pueda encontrarse tanto resentimiento hacia el PSOE entre los votantes españoles. Qué se puede decir de los ignorantes, que son la auténtica pesadilla nacional, incluso cuando pretenden hacerse pasar por personas bien informadas y críticas, pero que si han de ser observadas desde la perspectiva de la acción, esto es, el supuesto "voto de castigo" y la abstención exquisitamente incorformista, sólo se refuerza su ignorancia, su incapacidad para vivir en una sociedad -habría de redundar en lo de "humana"- en la que la acción y la omisión tienen consecuencias sobre uno mismo y los demás, lo más preocupante.
No hay ninguna sociedad perfecta. Cada sociedad tiene los políticos que se merece, por otra parte. El político es un individuo salido de la gente, y no importa si ha ganado una oposición "a notarías" o es capaz de hacer pompas con el ano en una palangana llena de agua: el político es gente entre la gente. La gente elige gente, y la gentuza elige gentuza, y éste es el drama de la sociedad democrática, que se presenta gentuza para ser elegida por gentuza, y hay gentuza que cuando gobierna ni siquiera comprende que ha sido elegida por la gente. Cuando un pueblo se compone mayoritariamente de analfabetos, o mejor, una sociedad democrática analfabeta, irresponsable, como la española, está condenada a padecer todos los males imaginables relacionados con su gobierno y con su organización, a ser una víctima de su propio analfabetismo, y más posibilidades hay en ella de que triunfe por la libertad un déspota, igual que sin libertad triunfaba el despotismo por la fuerza. En Madrid, por ejemplo, gobierna el PP con despotismo, gracias a que la mayoría de los madrileños decidió que nada mejor para la Comunidad Autónoma que un gobierno de ignorantes y analfabetos.
De nuevo se encuentra la sociedad española inmersa en un proceso electoral, pero lejos de extraer una lección de su historia, parece que gritase de nuevo aquello de "¡vivan las caenas!", o lo que es igual, el que hace más trampas se lleva el premio y le aplaudimos. Tal es el caso de Mariano Rajoy y el PP. Después de siete años perjudicando a los españoles con todos los medios a su alcance, jugando vilmente con sus esperanzas y resolviendo su nefasto destino, se atreve el candidato de un mundo rancio a hablar ahora de unidad. Hace falta ser un gran cretino para creer en la política del canallismo; todavía hay que serlo más para extender la alfombra roja a quienes se han burlado de la miseria de todo un pueblo. Ya hay que ser tonto para confiar en estos demócratas: ni saben gobernar con buen juicio ni consienten que gobiernen los demás.


Yvs Jacob