lunes, 31 de agosto de 2009

Joan Laporta, no castigues a Cataluña

De izquierdas, pero un liberal avanzado, avanzadísimo, soy. Amo a las gentes que saben vivir en paz y a quienes viven su propia guerra sin participarla a los demás. Es de hombres sanos tener problemas, y de hombres cuerdos, solucionarlos en silencio. Y de hombres enfermos es inventarlos. A éstos no los ama sino otro enfermo, y es su amor sólo la guerra, enfermedad incurable de la humanidad, o de una buena parte de ella. Si algo detesto, pues, es a un hombre que vive incitando la cólera ajena. A un hombre así lo atravesaría, lo atravesaría con una lanza de verdad, porque como liberal tengo un fino olfato para la amenaza contra mis derechos, y uno de ellos es el de no sufrir agresión alguna en mi inteligencia que provenga de la mala fe de las malas personas.
Los enemigos del mundo son siempre individuos que portan perspectivas apasionadas, instrumentos de la palabra cuando ésta deviene realidad objetiva, independiente, con la que no se sabe tratar. Los enemigos del mundo conviven entonces con sus fantasmas, seres reales y peligrosos, en tanto que unos los ven y otros no. Una clase particular de enemigos del mundo la forman los nacionalistas, cualquiera que sea su nación. En el singular caso de la condescendida nación catalana, más que a la propia nación, lo único que se aprecia es el esfuerzo de quienes pretenden construirla en la insistencia de que ellos no pueden compartir una reunión de pueblos que se llame España, porque España y Cataluña se pretenden entidades de la misma clase, lo que significa que ambas podrían contenerse dentro del mismo conjunto, pero nunca una dentro de la otra. Yo ahora no voy a recordar toda la historia de la Península Ibérica, y tampoco voy a detenerme a dar capotazos con episodios tan probables como los movimientos obligados de población en tiempos de Felipe II o las diferentes migraciones internas que llenaron las capitales catalanas y sus periferias de Sánchez, López, Rodríguez y demás. A mí no me duele que haya quien no quiera pertenecer a España. Yo mismo, por ejemplo, tampoco la soporto. Encuentro sin embargo demasiado infantil el pataleo contra algo que escapa por completo al dominio de los individuos, como es decidir sobre su propia historia pasada, y encuentro estúpido fingir el mundo más allá de lo que el propio mundo permite. Detesto a los catalanes que hablan de España como si fuera un mal que unos españoles eternos y siempre presentes han impuesto sobre ellos. Este victimismo insoportable es gestionado hábilmente en la política española, pero no es honesto. Me divierte, por otra parte, que nadie fuera de Cataluña sepa definir España. Hace poco estuve viendo "Das Boot", película alemana sobre las peripecias de un U-Boot durante la Segunda Guerra Mundial -merece la pena entretenerse con ella. Sin embargo, resulta poco soportable que una embarcación alemana que arriba al puerto de Vigo reciba como la brisa el rasgueado de una guitarra flamenca. De hecho, es algo nauseabundo para alguien que conoce la cultura española. Pero esta imagen resulta útil si se quiere referir el patetismo catalán. Cataluña, su población más infeliz y beligerante al menos, acorrala a España en una perspectiva única inadmisible: España como todo lo demás, lo que no es propio, lo extraño y externo.
Joan Laporta merece con seguridad el éxito que su equipo de fútbol obtiene estos días. Una empresa bien gobernada es ya un primer e importante éxito en sí misma. Un equipo de fútbol se asemeja además a la plantilla de una empresa: hay gente de muchas partes. Pero tal vez Joan Laporta vincula a su equipo con Cataluña para expresar la manera como su nación hace las cosas, como si el éxito del equipo corroborara una distinción: a saber, el modo catalán, a diferencia del español, cuyo egregio representante, un equipo de la capital de España, no ha ganado una mierda. Pero no siempre la historia ha sido así.
No puedo aprobar el apetito de enfrentamiento cuando hay tanta confusión en los bandos que se oponen; no acepto la visión de España que apadrina la apisonadora cultural inculta del Partido Popular, pero si Cataluña no fuera algo más que lo equivocado en la cabeza de Joan Laporta, entonces no merecería la pena disputar por ella.
A España le falta desear la paz, ha abusado demasiado de todos sus frentes abiertos, de los que se conocen de más antiguo y de los nuevos abiertos una vez se intentó cerrar, sin lograrlo, los primeros. La clase de mendrugos que aquí se dedican a la política, en todas y en cada una de las simpáticas naciones o singularidades, no ha hecho sino heridas profundas, ya malolientes, a la gente de paz en nombre de nimiedades pueriles. Hoy, ningún individuo sensato se atrevería a dudar de la diferencia específica de cada versión de la cultura occidental que pervive en esa extensión espacial llamada 'España', y tampoco se atrevería a dudar de que esa especificidad debe continuar existiendo. Sólo los partidos políticos buscan la manera de atraer a los ciudadanos hacia sus fantasías de destrucción. La destrucción, que siempre termina sufriendo el pueblo engañado, es el argumento empleado por los temerosos de la identidad, hoy desplazados, 'injustificados'. Probablemente, nunca en la historia de España ha habido tanto respeto y tanta aceptación por lo ajeno como en el presente. Pero no es suficiente para los instrumentos del rencor de antaño. Algunos quieren sacudir con los hombres del presente los males que sufrieron otros hombres del pasado. Esas cuentas no son limpias. Sería conveniente reinterpretar el papel de los partidos políticos en España, purgar la propia política, si fuera necesario, de aquellos cuyo deseo más enconado es que todos terminemos otra vez a hostias.
Por último, no creo que una práctica tan hipnotizadora de borregos como el espectáculo futbolístico deba sufrir la implementación (¡Dios, cómo odio esa palabra!) de otro nivel simbólico, así la ideología política. Está mal, Joan Laporta, está muy mal: el mundo es un asunto muy serio.


Yvs Jacob

viernes, 28 de agosto de 2009

¿Qué divierte tanto a Cristóbal Montoro?

Parece Cristóbal Montoro persona feliz y quizá sea ello algo de lo que alegrarse en privado. Pero más que feliz, es Montoro una risa con sonrisa que pide a gritos una bofetada. Representa Montoro a los que interpretan la 'lista' de otra manera, a los listos, que se tienen ellos mismos por benditos y santos pastores de hombres.
Montoro puede comentar la situación de los desempleados en España, su miseria y su número con una sonrisa propia de quien le ha visto las braguitas a una colegiala. Trata Montoro un asunto tan serio como el endeudamiento de las familias igual que si compartiera un chascarrillo sobre los cuernos de un amiguete en el bar, 'descojonándose', pero congelándome el alma con esa voz de palco futbolero, con sus trajecillos de rico militante y el repugnante cabello donde podrían aparearse las moscas. ¿De qué se ríe Montoro?
Ni siquiera es irónico Montoro, porque la derecha nunca ha sido aleccionada en sutileza; ni siquiera sus gafas, elegidas para la escena, consiguen exhibir la inteligencia que en el ambiente académico se le acepta a este pequeñín tan graciosete; y ni siquiera él confía mucho en sí mismo, como demuestra cualquier comparecencia ante los medios, pues cuando se quiere vivir del humor, o se es muy bueno, de verdad bueno, o en seguida se siente uno patético, y Montoro, apenas hila dos payasadas de 'boquilla', se pierde en el cielo inmenso de lo posible. Es entonces cuando carga contra el Gobierno, desesperado, una vez agotada la poca gracia que tiene. Pero ya se sabe que de un Gobierno se puede decir cualquier cosa, especialmente todo lo malo.
No, no ha nacido Montoro para 'animar la fiesta', por mucho que él piense lo contrario; no es apto, moralmente apto, para recuperar la dirección de la economía nacional ni para criticar a quienes buscan el milagro de la dignidad humana.
¡Ay, quién pudiera devolver a todas las florecillas al invernadero!


Yvs Jacob

jueves, 27 de agosto de 2009

Esperanza, regresa a la porcelana

Siempre he pensado que Esperanza Aguirre debería quedarse en casa viendo a la mucama enjabonar la porcelana. La doña de Madrid ha continuado con sus actuaciones también en verano y ha dedicado sus últimos boñigos de cinismo al modo como en las Islas Baleares se ha conducido a 'la familia popular' ante los jueces. Ha alarmado a la doña que la policía judicial llevara esposados a hombres honradísimos, ejemplares gestores públicos y estadistas antológicos, cuasi divinos, igual que vulgares delincuentes, los cuales, bien es sabido, sólo militan en el socialismo español. Hace falta tener la cara de momia para sufrir el pasmo que ha padecido la doña ante el televisor.
En ese mundo tan deseado por 'la familia popular', USA, a uno lo esposan por el simple hecho de llevarlo desde su casa a una comisaría. La herramienta democrática que han regalado los dioses del universo a los pobres, Internet, ofrece imágenes de políticos, artistas, deportistas, tontos y listos esposados, y cabe la posibilidad de que hayan cometido algún mal. Si son exactamente delincuentes o no, quizá necesite una exploración más allá del gesto de conducirlos ante la ley, protocolos aparte.
Pero la doña habla con odio. La asimilación entre 'militante del Partido Popular' y 'sinvergüenza' no se trabaja sólo desde las filas del socialismo de alta costura. Debe de haber otros 'operarios'. Llama mi atención que no cuadren las cuentas de un municipio -el de Palma de Mallorca- y que los acusados se sientan perseguidos, maltratados y humillados en su honor. Llama la atención que ante el delito mayor haya quien busque el modo de volver el asunto contra quienes nada tienen que ver, mientras se arropa a los artífices descubiertos con la 'sábana santa' del honor y de la dignidad del partido. La política ha llegado a ser tan política que apenas queda en ella algo de política ya.
Es imposible que un atraco a las 'arcas del pueblo' pueda continuar considerado como falta leve en la conducta de los políticos, con independencia de su partido. Cualquiera que sea el beneficio obtenido por un individuo en un cargo más allá de lo dispuesto legalmente lo desea también el ciudadano que sólo vota en las elecciones. La política es el modo de que el reparto de bienes no termine en reparto de hostias, pero el Partido Popular lo pone siempre todo muy difícil.
Y difícil es fechar el momento en que la doña jubiló el órgano que rige a un individuo para evitar que su estupidez perjudique al resto de la humanidad, pero las funciones que desempeña como Presidenta hace tiempo que se convirtieron en broma macabra de la historia y deben cesar en las próximas elecciones autonómicas.


Yvs Jacob

martes, 25 de agosto de 2009

Política sin honor. A don Mariano Rajoy

Hay quien piensa que por dedicarse durante mucho tiempo a algo lo hace bien, pero hay quien mastica toda su vida con la boca abierta y lo único que hace bien es matar de asco a los demás. La herida de muerte de la política en general no es obra de la miseria española, sino una condición de la política misma, porque la política es "cosa de hombres", y los hombres son capaces de lo más elevado, que nada tiene que ver con la religión, y sí mucho con la idea cabal de uno mismo, y de lo más ruin, la idea equivocada. Es culpa, sin embargo, de la miseria española que la política perpetúe la desesperación.
Días atrás, el Vicepresidente de la Comunitat Valenciana manifestaba la satisfacción de Mariano Rajoy tras el desenlace parcial de la incómoda situación del presidente Camps. Había sido una ingenuidad por parte de muchos creer en la justicia. Hay que atacar de una vez el absurdo concepto de la excepcionalidad de los jueces, tanto en su moral como en su inteligencia. Si los jueces fueran lo que se ha querido que la sociedad crea, si de verdad fueran individuos de visión clara y distinta, y no sólo 'técnicos de la ley', entonces contaríamos con filósofos, auténticos filósofos entre los hombres; filósofos, además, en masa, o en número suficiente como para que la ciudadanía estimara su propia humanidad, donde humanidad significa dignidad en íntima relación con la realidad. Desde la dignidad, la realidad se aprecia como un todo complejo, como una mierda integral, y el compromiso que un corazón noble alcanza con ella le exige no dañarla aún más, y esforzarse en su salvación, si es posible. También se puede pasar desapercibido, un logro de exquisito cristianismo apenas visible hoy.
La política, se supone, es la manera de salvar al todo. No lo entiende así el Partido Popular, como tampoco lo entiende el juez sobre el cual ha recaído la parte de la trama conocida como 'Gürtel', en Valencia. Si el juez hubiera sido juez, si de verdad hubiera pensado en la justicia, entonces habría asumido que nada puede ser más útil para una sociedad que la verdad, cualesquiera consecuencias se deriven de la estupidez y de la ambición de los hombres. Pero el juez ha preferido aplicar su sentido de la corrección política y 'echar una mano'; ha decidido instrumentalizarse él mismo, perder su independencia a favor de la bofetada que no pueden dar otros, y el daño lo ha recibido la ciudadanía en la forma de burla a la única institución imprescindible para la convivencia: el poder judicial.
Mariano Rajoy, el político más audaz, está contento. Su satisfacción se expresa así: era absurdo acusar al presidente Camps por un detalle irrelevante y la justicia se ha situado en el lado de la razón. Mariano Rajoy, sin embargo, no puede amar a su patria si piensa que todo es posible cuando de salvar una dificultad se trata. Hay en la política situaciones que se presentan de manera inevitable y otras que los políticos provocan con su ineptitud. La justicia es uno de los medios para derrocar al gobernante inepto; otro medio, la democracia, ya agoniza víctima de la ingenuidad de gran parte de la sociedad, víctima de su infantilismo, su necedad y su embrutecimiento. Una justicia que rehuye afrontar la verdad no es más que miseria para su sociedad. Es imposible que hoy quede alguna confianza en la acción judicial, sobre todo cuando la realidad se presenta más politizada que nunca.
El Partido Popular sigue adelante con su estrategia de destrucción de todo cuanto no le beneficia. Debo advertir que van sintiéndose con comodidad las condiciones que propician la presencia de la violencia. El Partido Popular no puede pretender que es el único agente capaz de manejar la realidad a su antojo, no puede creer en serio que 'controla lo que está haciendo'. Su aventura es cada vez más angustiosa; retuerce todo lo que toca, lo entristece, lo malogra, y sitúa a la moral de la sociedad en un precipicio, muy cerca de un salto peligroso.
El pensamiento liberal-conservador que inspira a la derecha puede encontrar medios para triunfar sin necesidad de aplastar el juego de la política. Es fácil engañar a la masa; los votantes se rigen en su mayoría por supersticiones derivadas del individualismo que les impiden acceder a la totalidad del sistema. En On Liberty, John S. Mill, uno de los pocos liberales honrados, observa que, en realidad, el conocimiento de cada hombre acerca de su medio social y político es tan reducido, que incluso cuando no tuviera problemas para percibir su mundo, si intentara explicar su funcionamiento a partir de esa percepción tan reducida, podría concluirse que lo que sabe de él es, lógicamente, falso. Luego sólo se necesita ofrecer una visión del mundo a los votantes, algo en lo que el Partido Popular se muestra siempre muy eficaz.
Queda, pues, la cuestión del honor, de la responsabilidad, del amor a la patria. La patria no es un ente abstracto que pide sangre, no una bandera, un himno... La patria es el conjunto de condiciones que hacen reconocible a un pueblo, y que lo hacen singular ante los demás. Singularidad no es excepcionalidad, sólo particularidad, originalidad, lo propio frente a lo diferente, lo ajeno. Si lo propio merece la pena es algo que convendría meditar. Un político que aspira a gobernar la patria debe alimentar el amor de los ciudadanos por ella. Contrariamente, el Partido Popular sólo predica el desprecio con su ejemplo; hoy la patria es una basura, como sus instituciones, como su pueblo.
No debe extrañar a nadie si la participación electoral vuelve a disminuir; no debe extrañar si los extremos ideológicos se ultrarradicalizan, si cualquier fundamentalismo posible -desde el étnico hasta el religioso- reclama expresarse con los medios más violentos que encuentre: ¿cómo podría ser de otra manera?


Yvs Jacob

viernes, 21 de agosto de 2009

¿Lo ha adelantado "la SER"?

Buena nota de la excepcionalidad española es el hecho de que el mayor grupo de comunicación nacional se dedique a combatir la sucia hipocresía del pensamiento liberal-conservador en lugar de alinearse con él para el saqueo del alma de los españoles. Sin embargo, la izquierda periodística no queda libre del error: demasiado "buen rollo" siempre apesta, agota y desanima, más aun cuando el grupo en cuestión se muestra todopoderoso desde el núcleo irradiador de las ondas, aunque nada eficaz en los resultados, si de encauzar a la borreguería se trata.
La hegemonía se mantiene, en tiempos de no-violencia, con estrategias retóricas para la construcción de la realidad. Especialmente singular es la entradilla que emplea la Cadena SER con la intención de reclamar para ella el punto 0 cronológico de la divulgación de la noticia.
"Lo ha adelantado la SER", "lo ha avanzado la SER"... se han convertido en sintonía previa a la gran novedad del día. A los periodistas les sucede lo mismo que a los políticos: la satisfacción de una necesidad inventada, como es comparecer cada diez minutos, les ha empujado a proferir gilipolleces a discreción, también innecesarias.
No niego que me resulta apetecible la manera de ver el mundo que tiene la Cadena SER; son los buenos chicos malos, o los menos malos entre los malos, o los que sólo hacen el mal para procurar un bien, mayor o alguno sin más: la moral también se expresa como una economía. Hay una diferencia, por lo tanto, con otros medios cuyo objetivo y procedimiento se confunden con el odio. Es imposible que una noticia asome entre el odio, quizá por ello los medios de comunicación de la derecha española han renunciado a la información, y han optado, en su lugar, por enchufar a la ciudadanía a su corriente de bilis. No tengo, pues, ninguna objeción contra los medios de tontos para tontos -son los más eficaces.
Me preocupa más que un medio que sí continúa dentro del periodismo se empeñe en construir las noticias como si fueran artefactos. Es triste para mí escuchar lo que adelanta "la SER", porque las cosas no se adelantan ni se atrasan, sólo suceden, y cuando sucede algo, pues sucede. Tampoco es aceptable la ilusión egocentrista de la primicia. La competición entre los medios por presentar la noticia ante la ciudadanía es otro ejemplo de patetismo publicitario.
Este equipo fantástico de "la SER" tiene todavía mucho que aprender de su propia moral, y tiene que liberarse además de los trucos de cineasta con que atormenta a algunas formas de la inteligencia viva.
¿Es que tengo que ocuparme de todo...?


Yvs Jacob

miércoles, 19 de agosto de 2009

La guerra del "fumbo"

Anda "la marianada" muy preocupada por la retransmisión de partidos de "fumbo", y ha llegado a decir su líder que el Gobierno ha robado a los españoles para favorecer a un grupo económico "amigo". "La marianada" tiene por enemigos a las buenas personas y a las inteligentes, y no sólo desea para los españoles la destrucción espiritual, que lleva bastante avanzada, sino, por supuesto, la neuronal imprescindible para dominar en el redil de los mansos.
Me declaro agotado por la atención que en España se concede al universo del deporte en los medios de comunicación. Es culpa de los medios que el "fumbo" se haya convertido en un circo para tontos. El apetito sádico de los medios, su vicio pajillero por el recuento ha elevado algo anecdótico, como debería ser el "fumbo", a la categoría de nervio principal, y convertido al oyente, al curioso, al inocente del entretenimiento en un pobre gilipollas. "La marianada", sensible factoría de gilipollas, no renuncia a practicar ella misma la "hipnosis del chiringuito", y busca el modo de arrebatar el público a otros hechiceros de la ideología temporal. Mejor haría alguno de sus electroduendes en aparecer en los medios maldiciendo al "fumbo", mandándolo a tomar por el culo, lo cual resultaría de verdad muy español y sería estimado por las cabezas de pepino de la piel de toro patatera. Pero "la marianada" no quiere ayudar a los españoles a salir de su zafiedad; antes bien, profundizar en ella, todo a pesar de que niegan cualquier vínculo con el franquismo, donde el embrutecimiento mediante espectáculos retransmitidos era impuesto por el consejo de elegantes poetas que instruía al dictador, gallego excepcional y complejo.
"La marianada" quiere más "fumbo", más, mucho más.
¡Y que vivan las cabezas de maraca!


Yvs Jacob

lunes, 17 de agosto de 2009

Basuragurú, el regreso

Siempre he disfrutado de agosto en Madrid, el índice de superpoblación disminuye y uno puede contemplar la ciudad muy cerca del ideal burgués de la economía humana selectiva, si bien todavía lejos de la auténtica aristocracia. Cristiano como soy, culturalmente hablando, yo mismo he puesto en práctica la eliminación de todo lo superfluo con mi propio "borrado del mapa", ejercicio que me ha llevado a Italia durante unas semanas con mi morena y una mochila de ropa inmaculada. Así, no sólo he permitido a otros cristianos el placer de mi caridad, sino que he recibido buena ilustración de eso antes conocido como Europa. Y he regresado.
Nuestros auténticos hermanos de allá, que no son sudamericanos, por cierto, no me han dejado indiferente, una vez más. No soy un viajero que desprecie el suelo que pisa allí donde llega y encuentro demasiado cínico juzgar una tierra que apenas es mía unos días de estío. He afilado la lanza, no obstante, y es posible que en entradas sucesivas atraviese algún que otro cochinillo, pues esta especie no conoce fronteras políticas y ningún espacio -o tiempo- queda fuera de su nefasta proliferación.
Yo mismo he cometido errores; todavía no entiendo cómo me atreví a llevar conmigo Viaje en autobús, de Josep Pla, con lo desagradable que es de por sí volar en avión, encogidos ambos, alma y estómago. No me lo explico.
Pero todo lo puede el Trastevere, y nada hay en el mundo que supere la belleza gris de la plaza del Panteón de Agripa, urbanismo incomprensible para la raza que ama lo absurdamente feo, la raza española, y lo que acoge dentro del no menos estúpido concepto de diseño. Así nos va.
Tan pronto como Basuragurú recupere el aliento, y las plantas de los pies, regará las calles de Madrid con su sonrisa de Cheshire. Por el momento, sólo necesito soñar con los angelitos.


Grazie mille!


Yvs Jacob

domingo, 2 de agosto de 2009

Joven responsable se ofrece para escribir los discursos y chascarrillos de Don Juan Carlos

Creo que el verano está haciendo perder el sentío a más de uno en la piel de toro patatera y en sus islas imperiales.
Hace unos días concedí el premio Más Chulo que Yo, Ninguno a Antonio Basagoiti, que no se presentó a recogerlo, aunque me envió un par de cachorros pepeteros con folletos de FAES que ocultaban, a modo de funda, unas porras que ya quisiera más de uno bien metiditas en el buñuelo. Conseguí zafarme, como diría Pérez-Reverte con un verbo que habrá empujado al océano de sus lectores hacia el diccionario, y tras la persecución, entré en un café de esos que en Madrid casi te exigen consumir cigarros de marihuana. Lo que más necesitaba en ese momento, sin duda, una sustancia ideal para comprender la realidad disparatada que viven los españoles.
El jefe de los mismos ha hablado y se vislumbra más muerte en el horizonte. Concedo, pues, a Su Majestad, el premio Caponato de Oro.
No tiene mucho sentido que se insista en la lucha legal contra ETA al tiempo que se hacen comentarios que puedan estimular el olfato asesino de los terroristas. Una cosa es estar jodido y otra, bien diferente, joder. Hay que lamentar que sea asesinado cualquiera que no lo merezca, pero hay que saber lamentarlo. Yo prefiero la letanía de las obviedades improductivas: declaraciones diplomáticas de condena, concentraciones silenciosas... No soy partidario de la machada verbal, sobre todo cuando la vierte alguien a quien le deben de medir hasta la temperatura del retrete.
Regresemos, pues, a la ciudadanía famélica y no lancemos piedras contra nuestro propio tejado.
Ha hablado, por cierto, el otro gran español, Mariano Rajoy conocido, y ha alabado la fortaleza de su monarca. Me pregunto si alguna vez se nos pasará esa tontería que crece aquí como en una huerta selvática.


Republicanos españoles, ¡mostraos!


Yvs Jacob

sábado, 1 de agosto de 2009

Antonio Muñoz Molina da guerra con el exilio

Bien es sabido que el periodismo en general está siendo asesinado en la piel de toro patatera, pero su manera cultural ha caído en manos de la simpleza, también cultural, y tanto elementarismo no puede rescatar a la raza española del suburbio espiritual que puebla aquí abajo, donde apenas llega Europa. Somos asín.
¡Qué sorpresa tan desagradable me ha encajado El País recién sacaba los pies de la cama!
Algún periodista incorregible anunciaba la nueva vomitona con cagalera de Antonio Muñoz Molina. Me han temblado incluso partes blandas ocultas que desconocía aptas para la movilidad.
Hace años estudié algunos rudimentos de una disciplina imposible que por expresar del modo menos dubitativo llamaré crítica literaria. Como era una disciplina imposible, se decía en sus clases todo tipo de gilipolleces, e incluso afirmo que habré oído todas las que se pueden decir, que son muchas. El alumnado era variopinto y generoso. El vicio metafísico rápidamente adquirido por su corriente más aplicada impedía hacer evaluaciones sobre el objeto físico, el libro, el cual, en realidad, apenas era respetado. Nosotros juzgábamos la obra, y la obra no tiene páginas.
Pero el periodismo no respeta nada. Muñoz Molina habla del exilio en mil páginas y algunos nos preguntamos qué cojones significa todo eso. No sé qué pensar. Quizá el periodista quería advertir al público de que eran muchas páginas; de que eran muchas páginas para hablar del exilio; de que Muñoz Molina había escrito tantas páginas o de que en ellas ya se decía todo lo que sobre el exilio se puede decir. Creo que el periodismo nunca había animado tanto a pensar a la sociedad como desde que lo practican malos escritores.
Por lo demás, mil páginas son, sin duda, una gran amenaza para la literatura en castellano. Es difícil, es imposible que en tantas páginas un autor mantenga la exigencia que mima el lenguaje. Cierto, por lo tanto, que toman protagonismo, pues, el testimonio, la ambientación, el drama..., siempre que el lenguaje sale perdiendo. Pero el lenguaje siempre sale perdiendo.
Supongo que alguno de esos directores de cine tan malos que cultiva la piel de toro patatera ya está pensando en sacarle los colores a Muñoz Molina con el destrozo que es todo guión adaptado.
¡Enhorabuena a los premiados!


Yvs Jacob