miércoles, 6 de junio de 2012

Cada vez son más los españoles que querrían darle dos hostias al presidente de Mercadona

Que llevo el pepino, el tomate y la zanahoria,
 ¡oiga!
(¡Uy la que me estoy ganando...!).
De Mercadona no se conocía hasta hace poco más que era una cadena de supermercados de nombre feíto y machistoide en guerra abierta con Día para resolver cuál de las dos entidades consigue el establecimiento más triste y descorazonador donde un ser que se dice humano podría gastar su dinero. A este respecto, me dice mi amigo Ignacio que la guerra está perdida para las dos cadenas, y no tanto por sus medios para alejarse de cualquier patrón de mínima dignidad estética, sino porque el supermercado más repugnante y asqueroso jamás ideado por una mente implacable y perversa ya lo ha realizado Carrefour en Lavapiés, donde sólo es necesario ver al montón de pedigüeños que se acumula ante la puerta y avanzar hacia la pila de carritos mugrientos para caer en la cuenta de que se es un desharrapado hijo de puta, y al caminar por sus pasillos no deja de preguntarse si todo aquello merece llamarse obra de los hombres -hay otra teoría: allí donde se juntan hombres de tan distintas creencias no queda ni un dios. Pero recientemente ha ganado notoriedad Mercadona al haber desarrollado su presidente la enfermedad conocida como infelicidad de la declaración. Existía hace un par de décadas la expresión pro-chino para referir la condición de militancia en la izquierda sin concesiones, una izquierda anticapitalista y antiimperialista, enemiga de cuanto pudiese oler a explotación, voluntad de dominio sádico del hombre sobre el hombre. Pero cuando los chinos abrazaron el capitalismo salvaje, la expresión pro-chino empezó a interesar a quienes antes la combatían, porque si el pro-chino de antaño era enemigo del sistema, el nuevo pro-chino es el sistema mismo. Así, a Mercadona le ha salido un pro-chino de los de ahora, un nuevo pro-chino muy convencido de lo que eso significa. Si antes el pro-chino gritaba "¡muerte al capital!", el nuevo pro-chino nos dice "¡uy como no cambiemos...!", "!uy como no trabajemos más...!", "¡uy como no reformemos nuestras leyes...!". Es algo curioso que en España la historia sólo se atiende para esclarecer si fue un bando o el otro el que empezó la última guerra civil, pero la historia se pasa por alto cuando la economía entra en acción, la historia pierde todo interés si se intenta extraer de su discurso la lección relativa a lo que somos los españoles, qué se ha entendido por Europa, por qué existe tanta diferencia entre unos países y otros, por qué unos países cuentan con un Estado del bienestar más sólido que otros, por qué los países más pobres, en una situación crítica, fulminan de inmediato su Estado del bienestar... Aquí la historia ya no nos interesa, porque lo interesante es cómo hacer mucho dinero y muy rápido, y la historia sólo nos muestra que somos un país pobre y lleno de tontos. Si el lenguaje oficial del capitalismo había sido inspirado durante un siglo por el más estricto puritanismo, la obligación moral de hacer dinero, se ha pasado en tiempos recientes al pro-chinismo, hacer dinero como si la historia de las luchas sociales nunca hubiese existido, como si no se retrocediese en los derechos ganados por y para los trabajadores, como si cualquier actividad económica no tuviese que llevarse a cabo dentro de un marco legal, que se torna innecesario, al tratarse de un modo de vida. ¡Y cómo nos están convenciendo estos nuevos pro-chinos de que en la esclavitud consentida se encuentra la solución!
He pulsado la opinión de la gente y encuentro bastante unanimidad: cada vez somos más los españoles que querríamos darle dos hostias al presidente de Mercadona. Yo, como todo siga así, no descarto lanzar mi propia oferta: una copia de la edición inglesa de la deliciosa The Story of San Michele, de Axel Munthe, ¡firmada por el autor!, a quien le ponga un tapón a ese a(s)no.
Y decía el doctor Munthe: "We all knew that excessive accumulation of wealth was, as often as not, a cleverly theft from the poor. I had never come across a millionaire in prison". ¡Y ya en 1929! ¡Uy como no cambiemos...!


Yvs Jacob


[Muy pronto en Basuragurú: "¿Por qué en España no dimite ni el tato?" (¡Con una jugosa cita de Max Weber, que no es un piloto de Fómula 1!)].


¡Y por fin el futuro, que ya está aquí! (Mandar a la mierda la historia para llegar a esto...). ¡Uy como no cambiemos...!