lunes, 21 de septiembre de 2009

Dragolandia. ¡Jájaja!

El ego de Fernando Sánchez Dragó estrena formato de exhibición. ¡Qué gracia tiene el jodío y qué ingenio! Ya sólo el nombre que le ha puesto al programa me ha dado una sacudida que ni la lectura de las Metamorfosis de Ovidio en latín. 'Dragolandia' la palabra, que seguro fue parida durante un orgasmo, instante que, según decía el divertido Contra el método de Paul Feyerabend, hay que reivindicar como benefactor de la creación científica y poética. Seguro que fue así. Seguro que Sánchez Dragó ha pensado en Dragolandia como 'mundo Dragó', y me deja 'de boca aperta' este animal de conocimiento, este atlante onanista, insaciable lector, maestro de opinadores, epifanía del fanfarrón.
No me importa que exista un 'mundo Dragó'; es sólo otro de los muchos mundos con los que hay que convivir, pero sí me preocupa que haya una ventana a ese mundo en la televisión pública. Los telepredicadores son bien admitidos -y deseados- en otras frecuencias, precisamente en aquellas que diseñan su programación considerando la dirección de su mensaje. Pero debe de ser que Telemadrid yace profundamente bajo su propio fango y ya ni siquiera hace esfuerzos para salir. Su definición como 'televisión propaganda' requiere dedicación intensiva por parte de sus telepredicadores, y la verdad es que despuntan allí muy bien todos los capullos.
'Mundo Dragó' arrancó -como se dice en los media- con una alabanza al buen telespectador. Mal asunto. Esta suerte de 'prólogo para alemanes' es un engaño de la razón perversa, una astucia. El telepredicador que sepa emplearla, buen telepredicador será. Y así pasa. Pero hay dulces que provocan náuseas. La escenificación de la muerte -por asesinato con herramientas- de la telebasura y el número de circo pobre con las ovejas y el asno debieron parecer seductores en la fantasía del 'mundo Dragó' -orgía de intelectualidad bruta- y todavía permanecer 'realizables' en el guión de su programa. Sin embargo, el telespectador bendito es algo más que una hucha donde depositar la mierda, pero a Telemadrid no le preocupa más que hincharle la panza con lo primero que se le ocurra. Pretendía Sánchez Dragó convencernos esta vez de que no es lo mismo ingerir mierda clase A en un programa de pedorros y pedorras que hacer lo propio -clase B- en Dragolandia, que al igual que sucede con los demás programas de Telemadrid sólo ansía demoler el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Pretendía Sánchez Dragó hacernos creer que no es lo mismo lanzar a la audiencia un pedazo de carne cruda para que la muerda que abrirle la boca con un embudo para introducirle unos bolos ya bien mascaditos.
'Mundo Dragó', ¿no te das cuenta? Si espantas a los borregos, ¿qué van a comer los lobos?
¡Ay, dios de los judíos, mátanos a todos!


Yvs Jacob