domingo, 4 de agosto de 2013

El extraño caso de Guy Debord y Lucía Etxebarria

Estaba leyendo las últimas páginas de From Hell y no sé muy bien por qué se me ha hecho presencia repentina Lucía Etxebarria en el templo de mi salón, más acostumbrado como estoy a que de cuando en cuando se pasee alguna hormiga por el parqué y a las pelusas en las patas de todo lo que se sostiene. Que se te haga presencia la Luchi requiere un cierto espacio, así que mucho cuidado quienes aparcáis vuestra bicicleta en el interior. Lucía Etxebarria, o Luchi, nuestra vecina escritora del barrio, como la conocemos en el pasaje del terror que transcurre desde Antón Martín hasta Lavapiés, está de actualidad. La última vez que la Luchi del barrio estuvo de actualidad fue cuando anunció que abandonaba la literatura, creo que el año pasado o el anterior. Antes, la literatura ya había abandonado a Luchi, aunque esto no apareció en ningún medio de comunicación, quizá porque la señora Literatura es mucho más discreta que la Luchi, aunque si veis a la escritora arrastrar a un pobre pelanillas por una correa en la calle de Atocha os daréis cuenta de que es una persona bastante normalita cuando se recoge el pelo. He escuchado en la radio (para José María Izquierdo: en este caso, la fuente no es relevante, luego podría incluso decir que "me he enterado por la radio", pues lo importante es el hecho de la comunicación, no tanto los agentes ni mucho menos las instituciones que representan) que la Luchi, en su despedida de un reality show televisivo, se ha arriesgado con una cita de Nietzsche -yo siempre me pongo a la defensiva cuando en la radio se dice que alguien ha dicho no sé qué que había dicho Nietzsche. Dos cosas te quiero decir yo, Luchi, y después callaré, quién sabe si para siempre. En primer lugar, Luchi, bonita, andas un poquito out of time, estás peor que un Rolling Stone, chata: a Nietzsche se lo interioriza y se esfuerza uno -o la una- porque las cosas le vayan bien -ya sabes que en Nietzsche esto no significa lo mismo que para el resto de los hombres-, pero exhibir a Nietzsche es propio de adolescentes en el Bachillerato -y mira que estuviste acertada con la única reflexión brillante que te alumbraron los dioses un día, cuando dijiste aquello tan sensato de que no tiene autor ni obra preferidos quien de verdad se considere lector de la literatura... A propósito de semejante juicio, que comparto absolutamente, te diré que para mí son lectores quienes tienen los libros sobre la mesilla de noche, porque quienes vamos con ellos al retrete no somos, con propiedad, lectores, sino seres humanos que se enfrentan continuamente a los límites de una razón insuficiente, como otros seres hay que sólo se enfrentan con los límites de las patatas. En segundo lugar, Luchi, bonita, debo decirte que hoy en día se cita mucho más a Walter Benjamin, que está además tan traducido que es posible decir tanto cuanto dijo como no dijo el pobre Walter, siempre dependiendo de la editorial y de sus secuaces argentinos. Benjamin, al contrario que Nietzsche, era un mal escritor de aforismos, no obstante, pensaba de manera bastante económica, y como en otros casos, no queda claro si era un genio o un impostor. Tampoco creo que tú vayas a resolver esta cuita, perdóname, que hay razones insuficientes unas más que otras, pero echa mano de él que es muy rico en carbohidratos y se cocina la mar de bien.
Pero se preguntarán todavía nuestros lectores -tuyos y míos, Luchi- qué pinta aquí Guy Debord, célebre suicida, igual que Benjamin -Walter no se pronuncia 'gualter'-, si lo que todo el mundo quiere saber es qué hacía una intelectual crítica como tú en el pantagruélico agujero negro de la televisión. Pues bien, Guy Debord es autor de dos grandes obras, La societé du spectacle y su suicidio. Hablemos de la menor: llama la atención que alguien que haya leído a  Guy Debord se lance a hacer precisamente aquello que el crítico de la cultura se esforzaba por censurar, a saber, un espectáculo dirigido a seres sin alma ni vida cuyo único deseo es que nadie les recuerde que tienen obligaciones para con ellos mismos en un mundo, por lo demás, feroz. La cuestión no es sólo que cualquier cosa pueda ser espectáculo y que cualquier espectáculo es una mercancía -desde lo sacro hasta la obscenidad, donde la diferencia exista-, sino el entre-tenimiento como una actitud acrítica y por tanto quietista, inmovilista ante la vida que se lleva a cabo junto a los demás -de todo esto sabemos mucho aquí, que al día siguiente de producirse un lamentable accidente cubierto con la mayor repugnancia por los medios de comunicación, el Gobierno deja salir así como sin queriendo que no se recuperará nada del dinero prestado "por todos" al sector financiero para su saneamiento... Pero ¿cómo puede ser que la Luchi del barrio, con esa mochila de buenas lecturas -desde Nietzsche hasta Debord- se vaya a la tele y monte un lío de tres pares de cojones porque le han pateado la puerta? A mí me sucede lo que a ti, Luchi, que creo que la filosofía está condenada a no ser nunca muy bien entendida, algo que encuentro tanto en las filosofías del éxito -liberalismo en general, liberalismo analfabeto, liberalismo a la española...- como en las del fracaso -liberalismo en general, liberalismo analfabeto, liberalismo a la española... Ahora bien, una cosa es no entender muy bien a este o al otro filósofo, una interpretación del mundo o unos conceptos y otra bien distinta la mendicidad avanzada, porque cuando los epígonos van a la televisión, Luchi, amiga mía, sólo cabe sacar una conclusión: ¡ese pelazo tiene que costarte lo tuyo!
Supongo que a la semana más trágica de tu vida, aquella en que descubriste algo que habías negado en tu obra, a saber, que no eres en absoluto especial, le seguirán algunos ingresos en tu cuenta corriente, pero me dicen que tienes algunas deudas con Hacienda, que es como soltarse un pedo o como tener un hijo tonto, que te sigue a todas partes, ¡muchísimo peor que la conciencia! Hay que admitir que espectáculo sí has dado durante unos días, y estoy seguro de que si Terelu Campos fue portada de Interviú será que todavía no hemos visto lo peor. Te animo a que aproveches todo este caudal de nuevas experiencias para una nueva obra, una obra de verdad, una obra maestra -encantado te prestaría temas y motivos, pero Rosa Montero me se los lleva todos... Trabaja bien en esa obra y no temas a los críticos, que seguro les va a gustar -te apunto apenas dos o tres elementos a discreción: arrojarse desde un puente, el cóctel barbitúrico, la ruleta rusa con el cargador completo...


Yvs Jacob


[Y muy pronto en Basuragurú: "¿Podría llegar a ser España un país democrático?"].


¡Todos con Tokyo 2020!