domingo, 10 de julio de 2011

¿Carlos de Matesanz en Radio Clásica?

¿Música clásica sin opinión destructiva e intolerante?
Tenía yo un profesor que se expresaba en términos semejantes: "¿Música militar? O es música o es militar, pero no puede ser ambas a la vez". ¡Qué sabiduría!
No hay otro criterio para medir la cultura de un pueblo que el número de emisoras de música clásica que puede contarse en el espectro de su miseria audiovisual. Contemos: en España hay exactamente... una, ¡una!, ¡UNA emisora de música clásica!, y, ¡vaya por Dios!, ¡la mantiene papá Estado! Qué interesante... Un país que cuenta con un museo de Picasso por cada cien habitantes, un país que concede unos premios millonarios a la cultura y a la ciencia, como si fuésemos los españoles jueces de lo extraordinario por naturaleza, un país que cuenta con tantísimos centros, tantísimas fundaciones para todas las cosas, incluidas la investigación y la interpretación de todo cuanto dentro del arte pueda ser acogido, sea obra del más desconocidísimo y genial habitante de Lepe, un imprescindible nunca bien valorado pintor, compositor, lo que fuese, o se trate de un soberbio catalán que hubiera convertido en sensibilidad una aptitud hasta no hace demasiado apenas atendida. Además, un país tan entregado a la autosatisfacción provinciana como es España, convencido de ser admirado por el resto del mundo cuando no lo es más que por el ruido que hacen sus habitantes hasta altas horas de la madrugada; un país que protege y mima a sus delincuentes políticos, un país que se daña, se roba a sí mismo, un país que ha interpretado la economía como un sálvese quien pueda, un país así, donde la cultura sólo es valorada si consigue separar a asturianos de manchegos, un país tal necesita de un Estado central que no ceda sus obligatorias competencias educativas y cumpla con la auténtica función de instrucción espiritual, que nada tiene que ver con abrir un nuevo museo allí donde vaya uno a saber qué artistilla se tirase un pedo.
Todavía es más divertido lo mucho que hace el capital privado por la cultura en España. Es decir, nada de nada, en tanto que la cultura, si gratuita, es una ruina. Éste es nuestro país.
Hace años viajaba yo en un autobús de la EMT. Qué desgracia padecía el conductor no puedo saberlo, pero nos castigaba con algún medio de la ultraderecha antidemócrata, no sé si la Cope, Libertad Digital o Intereconomía, cualquiera de estos medios que contratan mercenarios con la intención de sembrar el odio mientras se desarrollan las legislaturas sin gobierno del Partido Popular. No me cabe la menor duda de que era el desquiciado Jiménez Losantos quien conducía el programa. Una de sus secciones requirió la participación de Carlos de Matesanz, a propósito de algún evento pseudocultural, propio de la patética vida española. Yo había escuchado antes la voz enlatada y casi mecánica, computerizada de De Matesanz en Intereconomía clásica, pero jamás hubiese imaginado que un locutor de música clásica tuviese que ofrecer sus opiniones acerca de nada, no sobre política o cultura -yo pido a estos locutores que informen sobre acontecimientos, anécdotas, aspectos históricos y si esta o la otra obra pertenecen al catálogo de Beethoven o Mozart, pero no tolero que construyan opiniones. No obstante, Jiménez Losantos, adiestrador de mercenarios, conseguía hacerle hablar, y allí estaba Carlos de Matesanz, despotricando, convertido, si acaso no lo ha sido siempre, en hooligan de ultraderecha, diciendo barbaridades en la línea habitual de las anteriores emisoras, sólo por exigencias corporativas.
Ayer sintonicé Radio Clásica al mediodía. De repente, como en las malas novelas, de repente oí la voz de Carlos de Matesanz. ¡Hostia puta! ¿Me habré equivocado? Pues no. Era en efecto Carlos de Matesanz al frente de un programita de verano en la radio pública. He manifestado en alguna ocasión mi apoyo a RTVE por su compromiso actual con la información, su responsabilidad en cuanto a que con el dinero de todos no se puede manipular a favor de las opiniones de unos imbéciles -tal es el caso de Telemadrid-, si bien no nos han contado sus periodistas detalles de la dimisión de Alberto Oliart -sobre el caso de nepotismo que al parecer ha terminado con el presidente de la corporación no se nos ha dicho nada. Me duele sin embargo el desembarco de un ultra en el medio público nacional, sobre todo si aspira a ser algo más que un pinchadiscos con una ventana abierta de la Wikipedia. No creo que exista ninguna posibilidad de reinserción cuando se ha colaborado estrechamente con los Jiménez Losantos, César Vidal... Es como en la delincuencia: no hay reinserción posible tras la victoria del mal sobre la conciencia, y soy partidario de las mayores penas.
Gran tristeza me produce el terrible descubrimiento que hice ayer, y hasta he comprobado que es el segundo año que De Matesanz lleva el programa. Espero que no sea un antecedente de alto riesgo, porque hay quienes celebran con demasiada anticipación que Mariano Rajoy va a ser el próximo presidente del Gobierno. ¡No lo quieran los españoles!


Yvs Jacob


P. D.: Y para seguir leyendo, ¡Oh, no! ¡Carlos de Matesanz continúa en Radio Clásica!