lunes, 7 de mayo de 2012

Y la guerra global dio paso a las distintas guerras civiles

On war. En 1914, los alemanes celebraron que de nuevo estaban en guerra con Francia, y tal era su entusiasmo que necesitaron una segunda derrota, en 1945, para desconfiar de las aventuras bélicas como estrategia en la defensa de la verdad mitológica. En 1939, a punto de consumirse la última guerra de España, se ansiaba que la conflagración global estallase de una vez, que la guerra contra el fascismo se extendiese, que el bando victorioso fuese el mismo en todos los pueblos de la tierra. La presente guerra, que algunos llaman sin más crisis, es una guerra económica y legal, es una guerra global, pero no es todavía la guerra total. La propaganda nazi había llamado guerra total a aquella que se abre a todos los frentes y en la que se emplean todos los medios imaginables. La guerra no es un estado permanente, y esta guerra de nuestros días, que algunos llaman sin más crisis, apenas ha comenzado. A punto están de abrirse todos los frentes, y la guerra económica entre los Estados, la guerra de la deuda, dará paso a las distintas guerras civiles en cada uno de ellos, y todo por la estupidez de muchos gobernantes, gobernantes que mandan y gobernantes que se dejan mandar y son mandados, y todo por la soberbia estúpida de algunos pueblos, a quienes se ha convencido de que son mejores que los demás, cuando no viven sino el mismo engaño que el resto, por mucho que disfruten de la otra cara de la (única) moneda. Piénsese de nuevo en Alemania: necesita de un gran endeudamiento, incluso cuando su PIB es el mayor de la UE, para mantener su Estado de bienestar. Pero al mismo tiempo, Alemania mantiene su condición de potencia industrial y domina las exportaciones. En esta situación de frágil equilibrio, los políticos alemanes han convencido a su pueblo de que los demás países de la UE, los simpáticos PIGS, malviven en su endeudamiento, no se aplican lo suficiente en la disciplina del trabajo, y sólo aguardan subsidios para mantenerse... mantenerse gracias al trabajo, al esfuerzo del pobre alemán. Nada se dice de que estos PIGS hayan liquidado buena parte de su industria del pasado, por recomendación de los no PIGS, nada se dice de que hayan arrancado también sus olivos para no hacerse la competencia unos a otros -misma recomendación-, nada se dice sobre el hecho de que el interés que deben pagar por su endeudamiento sea cinco veces mayor del que paga Alemania, ¡oh, pobre Alemania...! Por si esto no fuese demasiado, los gobernantes españoles, cuyas cobardía y estupidez superan lo imaginable, se dejan convencer, no les basta con la rodilla que les oprime el cuello, que buscan desesperadamente la fractura, cuando la tráquea hace crack. Aparece entonces la urgencia de las reformas, porque, se supone, es cuestión de cambiar la legislación para que el empleo se fortalezca, para recuperar el crecimiento, para poner el país a la altura de sus ideales, sólo que aquí abajo, los PIGS no tienen nada con lo que salir hacia adelante, entre otras cosas porque se ha vendido todo el trabajo a la gran fábrica china, y los PIGS ya no fabrican ni los palillos para hurgarse entre los dientes. Decía Émile Durkheim en su curso sobre el socialismo que por supuesto que la derecha también busca establecer un orden en la sociedad, que sus intenciones no son malas, pero que su error se debe a confiar sólo en el libre mercado como método, sin ninguna regulación. Dulce ingenuidad... ¡Esto es una guerra!, y la bondad no sirve en tiempos de guerra. Llámese libre mercado o sacralización de la individualidad o mitología, no importa, en todos los casos debe entenderse que se hace referencia a la estupidez, a la derecha más estúpida. Como decía Montesquieu, el objetivo de la guerra es el exterminio del enemigo. Grecia ya ha sido arrojada a la fiera, polemos, la guerra, y pronto se verá el renacer de la tragedia -es posible que las televisiones de pago de todo el mundo salven su particular crisis con la retransmisión de un reality muy real... ay, ¡lástima que no le interese a nadie!
Muy a pesar de la victoria de François Hollande, no parece que en el Gobierno alemán, a cuyo frente se encuentra Angela Merkel con sus chaquetillas wagnerianas, se contemple el regreso a la cordura como instrumento de contención de la estupidez. Por el momento, yo ya me he comprado una máscara antigás, y estoy convenciendo a mis vecinos para convertir los trasteros en un refugio, sólo para propietarios -"lo de instalar una batería antiaérea, ya se verá..." (doña Manolita, 3º izq., dixit...).
¡Si hasta Donuts se ha dado cuenta de que estaba haciendo las rosquillas mal!


Yvs Jacob