miércoles, 21 de octubre de 2009

Cuando la realidad habla. Mariano Rajoy, un machote intempestivo

El estado permanente de la política en España se llama 'tristeza'. Después de escuchar las quejas de la ministra de Economía Elena Salgado, he abandonado mis sesudas lecturas germanas para enredarme en la harto mezquina mentalidad española. Siempre que soy tentado por la creencia en la honorabilidad de Mariano Rajoy, me despierta la confesión abierta de su perrillo faldero, Sorayita por todos conocida, porque el perrillo, el pobre, sólo dice la verdad, aunque emplee para ello la torticera estrategia de la negación. La dialéctica de la negación es preferida por los votantes y simpatizantes de la derecha, pues se ajusta estupendamente a la hipocresía. Dos ejemplos: la derecha no es contraria al aborto, lo cual supondría alcanzar una altura moral improbable para tantos seres humanos reunidos, sino al aborto descarado; también se manifestó en contra de la regularización de inmigrantes, pero no quedaba nada claro qué hacer con varios millones de personas a las cuales se podía contratar de modo miserable, comprar y vender en silencio. Así es la derecha: no, pero sí; sí, pero no.
La ministra experimentó que el vapuleo recibido se había confundido con el ensañamiento debido a su condición de mujer. Pero Mariano Rajoy, el defensor de 'los chuches', el defensor de los niños, ¿podría ser de verdad tan cruel con la ministra en la Cámara? La Cámara es el espacio de la fanfarronada, de eso no cabe ya la menor duda: el nuevo analfabetismo ha penetrado también allí, y sus oradores han abandonado la casposidad tardobarroca por una ignorancia maestra. En la Cámara, puesto que las sesiones son seguidas por televisión, el machote se 'enmachota' y hasta el enano parece menos ridículo. Pero no nos engañemos.
Mariano Rajoy acudió a la Cámara con la intención de demostrar a quienes no tiene que demostrar nada -los representantes de los demás partidos- que 'es el hombre', que la fuerza lo acompaña, y que no sucede nada en su redil sin que él sancione el bien y el mal. Sin embargo, quienes nada tenían que ver con los problemas de don Mariano advirtieron inmediatamente que su fuerza, tanto tiempo contenida por la correa, se proyectaba sobre un objeto equivocado, una actitud muy humana, por cierto, cuando el hombre se frustra y no soporta la humillación de ser patán.
Este episodio, esta regresión cultural, que según la ministra se detuvo en la España de principios del siglo XX, ha sido confirmada por Sorayita mediante una hábil negación que muy cerca ha estado de hacernos caer en la mentira: el fracaso no puede esconderse en la condición de mujer, el fracaso es fracaso. Tal despiadada insolidaridad me hace comprender mejor por qué se necesita desconfiar de cualquier enseñanza moral que se camufle bajo la 'transversalidad', porque para el Partido Popular cualquier ser humano es susceptible de perecer atravesado por una lanza.
Lo mismo me sucede a mí. ¡Ahí va ésa!


Yvs Jacob