lunes, 4 de marzo de 2013

Jorge Fernández Díaz, "el Antropologías"

Por razones obvias, siempre que oigo el nombre de Jorge Fernández Díaz viene inmediatamente a mi memoria el de José Díaz Fernández, autor de una novela imprescindible en la historia de Madrid -de la huraña provincia al satisfecho Tercer Mundo-, La venus mecánica, de muy recomendable lectura, no obstante sus muchos defectos, quizá todos los habituales del modo de narrar en castellano -o hispánico. Es un caso de muy mala suerta, la verdad, como me sucede esos días en que no apago la radio a tiempo y escucho el comienzo de la sintonía del programa de Carlos de Matesanz en Radio Clásica, siendo para mí Jean Sibelius un gigante que por mucho que se echase toda Finlandia a sus espaldas, o algo así decía el idiota de Adorno, enteros me cabrían en el pecho -qué rabia da cuando a uno le contaminan hasta la ilusión...
Un repaso a la pandilla del niño de Santa Pola: Montoro "el Risitas", Ana Mato "la Mudita", Ruiz-Gallardón "el Filosofías" y ahora también Díaz Fernández "el Antropologías". Llamo en primer lugar la atención sobre los líos en que se meten quienes no comprenden el cometido que la sociedad, a través de su principal delegado, el primer ministro del Gobierno, les propone a los que aceptan una cartera ministerial. Gobernar es gestionar, y gestionar no es ni siquiera legislar, ni siquiera opinar, ni mucho menos sentenciar, ni sobre la ciencia ni sobre el bien y el mal: gestionar, por desgracia, no es más que disponer, contemplar las acciones en un determinado ámbito (¿público?) desde la perspectiva de la economía, es decir, hacer esto o lo otro cuesta tanto, luego se puede o no se puede hacer, lo haremos o no lo haremos o ya veremos. Punto. El ministro del Interior tiene las calles llenas de delincuentes, hay locales en todas las ciudades que necesitan mucho más que una inspección de salud e higiene, se dispara el número de atracos y de asaltos con violencia a los domicilios particulares de los ciudadanos, pero lejos de solucionar de manera eficaz estos problemas que de verdad preocupan y tanta alarma crean, lejos de aplicarse a atajar estos desórdenes que ponen de manifiesto el fracaso de una sociedad que se decía avanzada, el ministro busca su pequeña gloria en la solución de cuestiones para las que nadie lo ha convocado. ¿Qué tendrá que ver a estas alturas la supervivencia de la especie con el matrimonio entre personas del mismo sexo? De hecho, ¿qué tendrá que ver el matrimonio en general con el cometido por el cual el ministro del Interior es ministro? ¿Y qué interés puede tener lo que opine o deje de opinar el ministro acerca de estos asuntos? ¿Por qué no se guardará sus opiniones al respecto para las reuniones con canapés y vino tinto, si este asunto en particular está ya más que superado por la inmensa mayoría de la sociedad y habría de haber pasado a esa deliciosa indiferencia donde ya fueron abandonados el divorcio y el fortalecimiento del sentimiento nacional mediante el servicio militar obligatorio? Yo no reclamo para este asunto una visión militante y progresista, es que no consigo apreciar el menor interés del mismo, no consigo comprender a quién le puede interesar que dos personas sean homosexuales, que estén casadas o no, y mucho menos consigo comprender qué tendrá que ver todo lo anterior con el éxito en la supervivencia de la especie. No lo comprendo. Ya antes Ruiz-Gallardón había creído encontrar la esencia, tantas veces buscada, del ser humano -él había encontrado en particular la de la mujer, algo es algo, y no está mal recordar que tras el descubrimiento de América hubo que aclarar si los indígenas tenían o no alma, y que en el proceso de la investigación fue habitual que muchos terminasen ardiendo... Esperemos que no haya que llegar otra vez tan lejos.
Dar un paseo por Madrid, que es la ciudad que mejor conozco, se ha convertido en una experiencia sobrecogedora: mendigos por todas partes cada vez más agresivos, gente con muy mal aspecto deambulando y de la que cuesta creer que lo que busca es trabajo, una casa de apuestas en cada esquina con individuos de lo más sospechoso aguardando a sus puertas... no es precisamente del matrimonio homosexual de lo que tiene que hablarnos el ministro del Interior. Que haga de verdad el trabajo que la sociedad le ha encomendado. Me había caído bien en principio, al menos tuvo el valor de hablar de una "cara siniestra de la globalización", pero no parece que nuestro mundo haya mejorado en nada desde que llegó al Gobierno, ni parece que puedan anunciarse progresos mientras se encuentre tan entretenido con la antropología...
Por cierto, ya hay más de 5 millones de desempleados oficialmente registrados en España, a ver si nos concentramos en lo que de verdad importa, que nos estamos yendo por las alcantarillas. Estamos efectivamente en peligro por darnos por el culo unos a otros, de eso puede estar seguro el ministro, ¡pero qué tendrá que ver todo esto con el matrimonio y con la especie!


Yvs Jacob