viernes, 13 de enero de 2012

A Hilary Hahn, que no es como los demás

Ayer sucedió algo extraordinario en Madrid. Mientras el mundo de la mediocridad contempla con asombro y complacencia cómo se fabrica el dinero, se lo hace crecer, engordar, y todo dentro de la más tranquilizadora legalidad, Hilary Hahn, que ha venido del otro mundo, uno que apenas es geográfico, se dejaba caer por esta horrible ciudad, en uno de sus más tristes teatros, e interpretaba el Concierto para violín y orquesta núm. 1 de Sergei Prokofiev.
Yo me cubrí la cara la mayor parte del tiempo para no verlo, tan terrible suceso, tal vez por eso que se dice en las mitologías, que un vulgar humano sería fulminado por el resplandor que emiten los dioses, y Hilary Hahn me abrasó el alma. Tampoco pude levantarme de la butaca como los demás, y todo lo demás, después de ver y escuchar a Hilary Hahn, se me presentaba como la auténtica mierda que es.
Hilary Hahn es una cosita pequeñita a la que le ha brotado en el hombro un violín; son inseparables hasta la indiferencia. Yo no sé qué es lo que hace él con ella, pero lo que hace ella con él, eso no lo puede hacer un ser humano, no al menos uno de esos a los que se puede decir de verdad -esa miseria con cabeza, brazos y piernas que somos la gran mayoría de los hombres, y que tanto nos confortamos en la más absoluta medianía, la que busca con preferencia la bajeza y la zafiedad.
Yo me cubría también de dolor, de la terrible experiencia del tiempo a la fuga, que consume en nada un concierto de apenas veinte minutos. Es tan injusto... La terrible realidad dura y dura, pero el tiempo que cuenta es fugaz, y la brevedad de un placer tan intenso destruye más que alimenta; es cuando uno debe elegir entre morir o matar.
Yo estuve allí, es algo que puedo decir como si se tratase de un acontecimiento histórico, y lo fue. Tendría razón Walter Benjamin cuando sugería que el mesías -la redención- puede asomar por cualquier resquicio, en cualquier momento, pero no la redención grandilocuente que apesta a doctrina supersticiosa: el resto de la humanidad permanecía ignorante sobre esta emisaria, y yo estuve allí cuando descendió a la suciedad madrileña y llamó la atención acerca del desvío intolerable de nuestra raza. Desde luego, no tenemos perdón.
De la muerte tras la tauromaquia que es toda lucha contra las bestias nos resucito la propia Hilary Hahn con el "Presto" de la Sonata para violín núm. 1 de J. S. Bach, el último golpe de arco al aire, muy torero, muy de faena. Para quienes hayan experimentado alguna vez la náusea, lo insoportable de ser un día tras otro uno y siempre el mismo, recomiendo vivamente que no desaprovechen la ocasión de recibir un empujón hacia el precipicio. Esta noche Hilary Hahn repite en el Teatro Momumental de Madrid a las 20h con la estupenda orquesta de RTVE.


Yvs Jacob