viernes, 12 de febrero de 2010

El mal fario de Jaime de Marichalar

Tan divertida es a veces la realidad... Hubo un tiempo en que emparentarse con la nobleza, y más aun con la que gobernaba, podía considerarse dar un buen braguetazo. Pero hoy nada es lo que fue, afortunadamente, y el sufrimiento de la aristocracia, que tantas buenas páginas ha cultivado en la literatura, sólo produce mejores carcajadas entre el pueblo llano -ahí voy yo-. Me ha divertido especialmente que la defenestración de Jaime de Marichalar no ha ahorrado ninguno de los detalles propios de una corrección de la historia de tipo estalinista, ¡quién lo iba a decir!
Bien es sabido que Iósif Stalin, si todavía estuviera manejando entre nosotros el escalpelo de la metafísica, dominaría los programas de diseño gráfico como un auténtico genio. Stalin tenía mucho de creador, pero, al ser comunista, su concepto del arte había descendido a la terrenalidad, si bien, casi como el dios que llegó a ser entre los campesinos, imitaba al de los cristianos: lo suyo era despejar espacios. ¿No comenzó así el mundo de Yahveh, que quitó de aquí y de allí para que penetrase la luz?
Ha sucedido también con De Marichalar, que lo han despejado de los espacios donde una vez estuvo presente, y lo triste no es que uno haya sido y ya no sea más, sino que se intente borrarlo como si nunca hubiera existido. Me duele que lo hayan dado de baja en la flor de los museos españoles, el de las figuras de cera, apostado que lo tenían en una barra taurina. Desde luego, habían pensado en todo... Pariente de la familia real, sin ocupación definida, enseguida le forjaron una estatua clamando "¡olé!", que será lo más parecido a un empleo entre quienes heredan la tierra.
¡Ay, tantas veces pienso que los católicos tienen razón...! Mundo sin valores...


Yvs Jacob