miércoles, 13 de febrero de 2013

El sueño mediocre de Sheldon Adelson

Hace unos días pudimos ver a Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, hacer el ridículo en Alcorcón. Se emitió por televisión el paseo fingido que el presidente por accidente daba junto al primer edil de ese municipio sobre los terrenos donde se quiere instalar el megaputiclub-casino con que Sheldon Adelson había soñado. Eran unas imágenes realmente patéticas. Ignacio González parecía un nuevo rico hortera una mañana de domingo en el campo castellano, vestía una chaqueta inspirada en las prendas que usan quienes salen por el monte y van de caza, pero una inspiración urbana, casual, circunstancial, como el propio presidente, y examinaba lo que parecía el plano, el proyecto que hará realidad el sueño mediocre del viejo Sheldon. Con qué inquietud, qué minuciosidad la de Ignacio González en la interpretación del proyecto... ¡y qué maestría al enrollarlo, ni que se hubiese pasado media vida haciendo fotocopias! Al ver al presidente por accidente de la Comunidad de Madrid vestido de montaraz dominguero sin pedigrí me acordé de algo leído en un blog de El País sobre los advenedizos dentro del PP y su lucha por la apariencia: anchos de hombros y largos de mangas, y no se sabe qué es peor, si soportar a los ricos de siempre o a quienes quieren ser como ellos. Pero eran de verdad unas imágenes patéticas, La escopeta nacional episodio XV o XVI, "los políticos toman el cortijo", ya no se coleccionan pelos del chocho y apenas aparece uno de los personajes nos ponemos todos a llorar.
Antes o después, no lo recuerdo, Ignacio González se había entrevistado con un enviado del magnate de los casinos que reveló al mundo el contenido del sueño de su jefe: un megaputiclub-casino aquí, en Madrid. ¿Y no tendrá Bill Gates una de estas pesadillas?
La verdad es que el sueño de Adelson, con toda la fortuna que tiene, es un sueño de persona mediocre -hay taxistas que saben soñar muchísimo mejor. A mí no me importa que un americano sueñe con realizar sus sueños mediocres en su país, no en vano tienen muchos jardín y garaje; me gustaría, eso sí, que quienes tienen grandes sueños para el resto de la humanidad, allí y en cualquier parte del mundo, los exporten, porque el progreso auténtico es siempre bienvenido, no incomoda a nadie ni hay nada que temer de él. Pero los malos sueños es mejor que cada cual los sufra en su cuarto y no dé mucha guerra con ellos -hay remedios para estas cosas, Sheldon; la próxima vez, prueba a hacerte una pajilla.
Igual que para ver algunos patios de antiguos palacios renacentistas españoles hay que viajar a los museos estadounidenses -¡hasta en Texas!-, donde han terminado tras ser vendidos a saldo por muy inteligentes aristócratas de la tierra, parece que de un lado y de otro, EEUU y España, la relación se mantiene, como ya fue, igual de viciosa: ellos haciendo negocio, y nosotros, el ridículo. Anda que no hay cosas con las que soñar, Sheldon, sin tener que darle por el culo a otro, y sobre todo cuando se es tan rico como lo eres tú. ¿De verdad me vas a decir que no se te ha ocurrido otra cosa? ¡Qué se le habrá perdido a tu sueño en Alcorcón, si hasta el nombre del municipio es feo! Yo, Sheldon, sueño con un violín alemán de fina factura artesana, quizá porque no tengo dinero y mis sueños manifiestan la coherencia de una educación personal esforzada, soy así de vulgar. No se me pasa por la cabeza, Sheldon, ir a Uganda para decirle a sus gentes que he tenido un sueño, e inmediatamente firmar unos papeles y poner las excavadoras a trabajar. Yo no soy así, Sheldon, y créeme, yo también sé soñar. Y te digo todavía más, Sheldon: estoy seguro de que si le fueses con el rollo este del sueño al presidente de Uganda no habrías conseguido de él tantas facilidades como de nuestros jefezuelos de la demos. Te hablo de Uganda pero podría poner cualquier otro país como ejemplo. La gracia de Uganda, que a lo mejor se te escapa, viene de una anécdota muy reciente protagonizada por nuestro primer ministro y el titular de la cartera de Economía -te cuento sólo una pero podríamos estar aquí hasta que llegases al piso 23. Al parecer, una vez que el primero envió al segundo a pedir dinero a los europeos, para insuflarle ánimos le dijo que nosotros, España, no somos Uganda; y es verdad, Sheldon, que no somos tan altos. Por otra parte, dentro del espectáculo que estamos dando todos al mundo con lo del megaputiclub-casino de tu sueñecito, es de lo más triste que en una guerra contra lo público como la que tiene lugar en España se despida a docentes y profesionales de la sanidad y terminen por convocarse unas oposiciones para puta. Y ya verás, ya verás las que se ganan la plaza...
Yo, Sheldon, Sheldon Adelson, estoy muy triste. Me cuentan, y quizá consiga animarme, que quieres que todo esté funcionando para el día en que cumplas 100 años. Es un buen maquillaje para un sueño mediocre, Sheldon Adelson, casi nos la cuelas, nos tocas los sentimientos y a punto estamos de abrirte la verja, pero te voy a decir una cosa, y sé que no te va a gustar: no vas a llegar a los 100 años, Sheldon, no vas a durar tanto; yo tampoco, lo sé, pero he leído a Aristóteles y estas cosas ya no me preocupan. Nunca verás tu megaputiclub-casino en funcionamiento, te lo digo en serio; yo he vivido mucho tiempo entre los españoles y sé cómo marchan estas cosas: olvídate de cualquier presupuesto inicial y del tiempo estimado para la realización del proyecto, ni siquiera en el caso favorable de que te den trabajadores al precio de esclavos -por cierto, Adam Smith decía que estos últimos salen más caros. Antes de despedirme, Sheldon, quería aprovechar tu influencia con las autoridades nacionales, regionales y locales. Ya que parece que puedes cambiar nuestras leyes según tu necesidad, ¿no podrías hacer que se cumplan otras que en absoluto te afectan? A ver si sueñas con algo y me quitan las mierdas de perro que hay cada día en mi acera.
Un saludo, Sheldon, y mucha salud, que te va a hacer falta -bueno, y no hard feelings!


Tocomocho para Basuragurú