sábado, 11 de julio de 2009

La noche de las vejigas en Chueca

Hace unos días viajé a la Meca del orgullo homosexual. Quizá me equivoque, pero la celebración era variada. Probablemente, los gays y las lesbianas celebraban algo que merece tomarse en consideración, pero otras celebraciones paralelas reclamaban de mi atención un trabajo excesivo. El Ayuntamiento había aportado cierta organización: los agentes del cuerpo municipal de policía delimitaban con vallas metálicas el espacio de la diversión, al cual no se podía acceder con botellas de vidrio. Pero hay que ver cómo estaba el más allá de los festejos... La calle del Barquillo daba miedo con sólo mirarla en la distancia; esa zona contaba con su propio emisor controlado de decibelios, si bien era posible realizar cualquier tipo de transacción fuera de todo control. Es divertido lo mucho que separa una valla contra el vidrio, un material de fina subjetividad.
Yo temí por mi vida; primero, porque la gripe porcina podría desatar allí un holocausto que no distinguiera 'hetero' de 'queer'; segundo, porque la orina abandonada a su suerte, con las altas temperaturas del 'techno', podría evolucionar hacia complejas formas de vida de las que habría de informarse a la NASA. Sentí mucho asco, la verdad. No creo que pudiera dar ni un solo paso libre de pisar el zumo de unos huevos bien exprimidos.
Pero no había sólo meones; también me encontré con algunas meonas. Las mujeres recurren siempre a la chocita simulada para encubrir a la meona actual. La práctica es una guarrada, joder. Yo me alegro de que los hombres no tengamos que arrimarnos unos a otros para que uno mee en la calle. ¡Qué poco sentido de la evolución!
Hay que conceder a los orientales unos minutos de reflexión. Yo creo que esta raza ha superado el colmo de lo admisible para la sensibilidad de Occidente, no obstante su hipocresía. Por una parte, trabajan en sus locales de la mañana a la noche moviendo bártulos de un almacén a otro, y cuando la noche es más de noche aún, salen a las calles con bocadillos de salchichón. A esas horas de la nocturnidad, Ruiz-Gallardón ha cesado en sus intentos por tener un quinto, sexto o séptimo hijo, y sueña unos deliciosos Juegos Olímpicos en los que gana la medalla de oro en la prueba de Endeudamiento por Cojones. Los orientales burlan su vigilancia ¡tras unas cajas de cartón! ¡Qué imaginación! ¿A qué policía se le ocurriría que los bocadillos de salchichón se encuentran tras una caja? Pero yo me pregunto quién es el hijo de la gran puta que le compra un bocadillo de salchichón a un chino de quince años a las 4 de la madrugada.
Tenemos que empezar a ponernos serios, hostias, hacen lo que les sale de la polla, y lo admitimos con la excusa de que son el mercado más potente para nuestros jamones. Anda y que os den por el culo, jamoneros.
Terminaremos arrepentidos por ser tan cutres.


Yvs Jacob