viernes, 28 de diciembre de 2012

España necesita que la rescaten... del Tercer Mundo

Esta mañana intentaba cruzar la Plaza Mayor cuando he recibido el impacto de un cuerpo blando y pequeño, al que han seguido una descarga de pompas de jabón y un momento de perplejidad. Al girarme para identificar al autor de tal osadía, he descubierto a una china lo bastante mayor como para decir de ella que era una anciana, y ha sido en ese momento cuando me he dado cuenta de lo que está sucediendo, ha sido quizá la primera vez en mucho tiempo que ha aflorado ante mis ojos la realidad, la auténtica realidad. Lo que está sucediendo no es que los españoles hayan elegido a un primer ministro incompetente que ha formado un equipo de iguales para acometer la destrucción del Estado de bienestar; y tampoco lo es que en Madrid gobierna otro incompetente con ínfulas de rey de la selva que se esfuerza por cumplir el recetario del autoritarismo que ha heredado de una diva provinciana; ni está sucediendo lo que algunos se empeñan en llamar crisis económica o recesión, en lugar de guerra abierta o estafa; ni está sucediendo que miles de personas pierden su empleo a diario o son expulsadas de una vivienda que ya no pueden pagar, ni sucede el triunfo de la pobreza y de la desigualdad. Lo que de verdad está sucediendo en España es que ha regresado a su lugar en el Tercer Mundo, y cuando aparecen en la información noticias referidas a la privatización de los servicios públicos y a las modificaciones legales que allanan el terreno donde se levantará un complejo para la delincuencia, no se trata en absoluto de amenazas cuyas consecuencias conoceremos en un futuro no muy lejano, sino de consumaciones y consecuencias de la gran fatalidad, habernos expulsado nosotros mismos del mundo avanzado y moderno para regresar a otro del cual se creyó en el pasado que no podríamos salir. Yo ya no me hago determinadas preguntas como una persona que se considera de izquierdas, me olvido en muchas ocasiones del espectro ideológico-político para alzarme sobre él y ver qué se oculta bajo tantas divisiones, los habituales frentes improductivos de la política española en los asuntos polémicos y en las supersticiones. Me pregunto, por ejemplo, qué sucede cuando puedo encontrarme a una anciana china que vende pistolas de pompas de jabón en la Plaza Mayor de Madrid de manera ilegal y con la más absoluta impunidad, y huyo intencionadamente de cualquier respuesta ideológica, de izquierdas o de derechas, huyo tanto del buen rollo como de la más enconada xenofobia. Yo me pregunto por la dignidad del Estado, por la eficacia de sus instituciones al servicio de la dignidad de los ciudadanos, por la existencia o no de valores en el pueblo español, me pregunto por el tipo de pueblo que los españoles han elegido ser y son, por el mundo que encontrarán las siguientes generaciones, me pregunto por las condiciones de posibilidad para la satisfacción de una vida digna en ese mundo, me pregunto, sin pensar en ningún momento en la posición que adoptaría una persona de derechas o de izquierdas, si soy el único a quien le parece que todo se está desmoronando, que las calles rebosan de vendedores ambulantes, gente viciosa y ociosa y pedigüeños, que la integración de la inmigración ha fracasado de manera rotunda, como no podía ser de otro modo cuando los pobres buscan acogida en un pueblo sin cultura, me pregunto, sin querer situarme a la derecha ni a la izquierda, si es digno encontrar a tanta gente tirada en cualquier parte por muchos que fuesen sus pecados, si es digno vivir unos y otros entre tanta suciedad, si es digno que los ancianos hurguen en las basuras, si lo es negarle a nuestros ojos la más mínima dosis de belleza. La regresión o involución al Tercer Mundo es una obra colectiva de la sociedad española que no me atrevo a adjudicar en su autoría a ningún gestor, si bien han sido los gestores de la cosa pública en España quienes han dirigido el desastre. Nada de lo que está sucediendo en esta involución social, desde la institución legal de la desigualdad hasta el desprecio de los derechos sociales, puede justificarse con la situación económica, la prima de riesgo, los objetivos del déficit o el sibilino discurso alemán sobre la austeridad -yo nunca lo he creído y pienso que hay que ser bastante tonto para creer que es de esa manera. Lo que está sucediendo ahora hubiese sucedido igual sin ninguna de las justificaciones anteriores, era una bomba de relojería cuyo tiempo lo marcaban los acontecimientos, y estallaría cuando tuviese que estallar. A esa hora precisa, el reloj marcaba: la jovialidad política del nuevo PSOE -todo vale si es útil y la intención es buena- y la miseria quintaesencial y endémica de la derecha española de siempre -la ruina como estrategia de oposición y el enfrentamiento y la provocación como forma de gobierno.
Poco después del encuentro con la anciana que se gana la vida en nuestro Tercer Mundo, me he topado con unos trabajadores de Telemadrid que recogían firmas para defender su puesto de trabajo, por mucho que en sus chalecos estuviese escrito que "Telemadrid es tuya". No, amigos de Telemadrid, esa televisión no es mía, es parte del aparato de propaganda y lavado de cerebro del PP, y mucho me alegraré si perdéis vuestro trabajo, porque han sido muchos los días en que Tertsch, Samboal, Sánchez-Dragó y otros mercenarios y desplazados de la palabra se asomaban a ella para dividir a los españoles, para insultarlos, para engañarlos, y nunca os fuisteis "a negro", y quién sabe si hasta votasteis a quienes os quitan ahora el empleo por temor precisamente a que algo así pudiese suceder. Justo será que os vayáis ahora a la mierda, como nos sucede a todos los demás.
He tomado una decisión inamovible: sólo votaré en las próximas elecciones a un partido cuya primera línea de su programa diga que tiene como único objetivo rescatar a España del Tercer Mundo, y lo quiero con todas las letras, esto es, Nuestro único objetivo es rescatar a España del Tercer Mundo... -abstenerse aventureros, estoy hasta los cojones de los aventureros.


Yvs Jacob

lunes, 24 de diciembre de 2012

En Madrid no podemos continuar con Ignacio González

En Madrid hemos pasado de la boba simplona -o del gobierno de la descacharrante ocurrencia- al simplón por convencimiento -el dogma de la beligerancia-, que es todavía más peligroso, y ya no sabemos por cuánto tiempo podremos soportar la gestión de individuos tan singulares. Esperanza Aguirre, quizá la más egregia representante del analfabetismo político español, se marchó y nos dejó entre su florida obra de destrucción al aventurero González, que como todos los delirantes dirigentes del PP cree en la doctrina de la predestinación, en la doctrina de la sanción divina mediante el proceso de la elección democrática y en la doctrina del gobierno único de los hombres necesarios, entre los que él se cuenta, claro, lo que a menudo se conoce como infalibilidad de la intuición, la superstición según la cual basta que alguien de derechas crea tener razón para que, en efecto, la tenga. A menudo he manifestado mi insatisfacción por la gran debilidad de la izquierda en España, su concepto jovial de la política, esto es, todo vale si la intención es buena, pero hay que ver la derecha española lo bruta y lo burra que es, lo ingenua e infantil que es, lo ridícula y patética que es. Puesto que España es un país sin ninguna tradición democrática -se dice de España que fue la primera en llegar a América, pero la última a todo lo demás-, no extraña en absoluto que en el PP se tenga de la democracia una idea pueril e indocumentada, democracia como el modo de gobernar según el cual una parte somete a las demás con el respeto de la legalidad o con la ley improvisada. Algo así no se halla en ninguna fuente de la teoría política, y ni se llama política ni confiere legitimidad para gobernar. España es también el país donde los analfabetos de toda suerte y condición, ya se dediquen al juego de la gestión pública o simplemente se regocijen en su cultura de taberneros, encuentran mayor placer en el emponzoñamiento -sólo hay que pasear por nuestras calles hediondas e infectas para advertir que se confunde con un problema económico lo que no es sino costumbre o vicio en la historia. Yo he perdido toda la fe que alguna vez tuviera en el pueblo de España y soy un testigo pasivo de su consunción, en la que, por otra parte, aprecio una tímida felicidad, algo muy parecido a la exterioridad y al reconocimiento. No consigo comprender por qué el PP es una opción política mayoritaria en España, pero es obvio que si los miserables continúan votando a quienes tienen más que ellos y gobiernan en su contra por su bien, a esta Edad Media no le seguirá ningún Renacimiento.
Cuando alguien llega por accidente a uno de los más altos puestos de la gestión pública, nadie entre quienes sufren esa gestión puede salir ileso -éste sí que es un principio auténtico de la infalibilidad en política. Hay otro principio en política que afirma que tanto más a la derecha debe situarse a un político cuanto mayor es su ambición por un cargo, que complementa a este otro: tanto más se ambiciona un cargo cuanta mayor incompetencia se muestra en su ejercicio. Tales principios se resumen en el concepto exhibicionista de la ostensibilidad del cargo: ¡es la hostia que a uno lo llamen alcalde -o alcaldesa-, ministro, presidente...! Según la doctrina de la predestinación política, igual que Don Pelayo puso las bases para expulsar al moro, Josemari fue aupado por el hado al gobierno de los españoles para expulsar al sevillano, y ninguno entre los mejores puede quedarse sin un cargo, y es así que han entrado en escena los Ruiz-Gallardón, las Esperanza, los Mariano, las Botella, las Fátima confiadas a un milagro de la virgen y un sinfín de maniacos menores, la honra de cuyo ego sólo produce lástima a los espectadores -demasiado brillo para tan poca realidad termina por deslumbrar a cualquiera. En Madrid es ahora el turno en este juego para Ignacio González, a quien han solicitado unos folcloristas del periodismo que actúe como si fuese muy de derechas, que es así como se expresa la acción del gobierno, y eso es lo malo cuando opera una simplificación tan feroz a la medida de los simples, que por todas partes creen ver sindicalistas y antisistema; en todos los descontentos, vagos y maleantes. Ignacio González, presidente por defecto y por accidente, y antidemócrata destacado, entiende que gobernar es una acción del elegido -o designado, como en su caso- por encima de cualquier voluntad, y entiende también que toda resistencia es un desacato a la autoridad, pues no en vano gobiernan los clarividentes, porque los demás viven en el error y se resisten al progreso. Esto sí que tiene gracia, que quienes más resistencia ofrecen al concepto orgánico de la sociedad sean sin embargo los más espabilados en un progreso económico en verdad ruinoso. Como tantos otros aventureros de la derecha española, Ignacio González está convencido de que la protesta es un vicio que se castiga con la indiferencia, luego tras el verdulerismo grotesco de la diva provinciana de la Comunidad de Madrid hemos pasado a soportar la manera chulesca del nuevo presidente, y ya no imagino qué podría suceder peor -el solo tono de su voz invita a introducir alguna enmienda en la Constitución, los españoles tenemos que empezar a ser un poco más precavidos. Ha sido un gravísimo error entregar el gobierno de la nación al PP en una situación como la actual. La crisis ha puesto de manifiesto una vez más la mediocridad de los españoles, y en todos los órdenes de esta sociedad se agudiza el envilecimiento. La incapacidad de nuestros gobernantes para pensar en términos de Estado, de pueblo y de nación, en términos de futuro viable nos ha convertido en la presa más fácil y predilecta de unos lobos siempre hambrientos. Gobernantes así sobran -tanto o más daño hace un enemigo interno como otro del exterior, creo que hasta se dice en los estatutos de la FAES. Que a uno lo elijan delegado de curso en 1.º de Derecho y gestionar los asuntos públicos no tienen nada que ver, lo primero es un simulacro, lo segundo obliga a considerar la realidad. Es imprescindible una reflexión severa acerca de la democracia en España, pero sobre todo es urgente no prorrogar el mandato del accidentado González ni el del su líder y espejo de desastres.


Yvs Jacob

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Las salas comerciales en España dan asco

Después de muchos meses, vuelvo a una sala de cine comercial en Madrid. Pago 9 € por la entrada, que no es demasiado si se atiende al gran número de beneficios que obtengo a cambio -se supone que he comprado un servicio. Las entradas de cine en España son como el recibo de la luz, que por alguna extraña razón tiene que subir al menos tres veces en un año sin que este encarecimiento se deba a ninguna mejoría en la calidad del servicio. Algunos de los beneficios que puedo disfrutar por 9 € en lo que se conoce como ir al cine. Por ejemplo, me pierdo el comienzo de la película porque, una vez se apagan las luces y se proyectan las obligadas promociones, todavía hay quien quiere ocupar su asiento en la fila donde se encuentra el mío -esto sucede dos veces-, y aunque hago toda suerte de movimientos y ruidos para mostrar mi malestar, parece que tampoco puedo negar a los demás el disfrute de sus propios beneficios. Por ejemplo, transcurren cinco minutos, diez minutos, quince minutos... y todavía sigue entrando gente en la sala. Por ejemplo, puedo escuchar perfectamente la música y hasta los diálogos de cuando en cuando de la sala de al lado. Por ejemplo, las dos personas que se sientan delante de mí son lo bastante altas como para garantizarme una pelea inagotable por la visión de la pantalla completa en todo momento. Por ejemplo, hay recipientes para las palomitas que ni dos horas y media de metraje pueden vaciar. Por ejemplo, la salida para ir al baño de cualquier espectador en una fila delantera o del medio se proyecta a modo de sombra sobre la pantalla y mientras avanza por el pasillo. Por ejemplo, suena un teléfono móvil. Por ejemplo, y sin tener la menor idea de ello, parece que hemos contratado un servicio de traducción simultánea de las imágenes a las palabras, porque existen narradores espontáneos dispersos y el susurro es continuo. Por ejemplo, como la sala es estrecha y alargada, la pantalla parece algo que está allí al fondo, ni siquiera una parte imprescindible para satisfacer el servicio por el que he pagado. Así que apenas empezó la película ya me acordé de los motivos de mi abandono de una diversión que en otro tiempo encontraba tan placentera, y que en la actualidad me provoca tanta ansiedad; no consigo relajarme en la butaca, me palpita el corazón con una intensidad tal entre las inagotables formas como se expresa la agresión que llego a la conclusión de que es de todo punto absurdo pagar por un malestar semejante. No debo de ser el único, yo me reconozco un espectador claudicado. Quiero decir todavía algo: en la fila de atrás se sientan con puntualidad cuatro centroeuropeos -alemanes-, y es tan alto el que corresponde a mi butaca que todos sus movimientos exigen de un roce o un golpe con el respaldo, y por si fuera poco, dos de ellos no paran de hablar durante toda la sesión. Tiene gracia, nosotros queremos ser como ellos y ellos se parecen tanto a nosotros...


Yvs Jacob

sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuidado con el eje ciclista Alcalá-Mayor, ¡supervisa el Ayuntamiento de Madrid!


Madrid, la capital del Tercer Mundo, quiere incorporar la bicicleta como medio de transporte, todo un desafío para las autoridades locales y otros fotografiables. Un día de primavera, tres o cuatro años atrás, subía yo la cuesta de Moyano hacia El Retiro, y sin prestar mucha atención a los puestos de libros ni a las casetas, a cuyos curiosos, por cierto, acosan ahora los más variopintos pedigüeños que patrullan por la zona de Atocha, gané rápidamente la estatua de Pío Baroja, al lado de la cual había un camión aparcado, y frente al muro de las oficinas del Jardín Botánico, una estructura de las que se emplean en otras ciudades más avanzadas para aparcar bicicletas en una hilera. Esta hilera estaba tan bien dispuesta que parecía permanente, y recuerdo haber sentido una tímida emoción caminando por el parque, un vago optimismo, ¿sería posible un progreso tal en Madrid? Ya de regreso, quizá una hora más tarde, las bicicletas reposaban en la estructura antes desnuda y mi optimismo recibió lo que podría llamarse una religiosa confirmación: el tráfico sobre dos ruedas sin motor había llegado para quedarse. Ya no recuerdo si aquel mismo día o uno después vi por televisión unas imágenes del por entonces alcalde, y hoy filósofo costumbrista, Alberto Ruiz-Gallardón, que había acudido también a la cuesta de Moyano para hacerse unas fotografías sobre una bicicleta que acompañasen a lo que iba a ser un plan de movilidad que contaba entre sus ambiciones un carril ciclista desde la plaza de Cibeles hasta la Ciudad Universitaria. Ya se sabe que en política hay quienes se dedican a la solución de los problemas de los ciudadanos, los que se dedican a la creación e intensificación de problemas que nadie tiene ni necesita y quienes se dedican a la fotografía, y tras ver esas imágenes del alcalde, regresé yo a la cuesta de Moyano un día después, pero de la hilera con bicicletas ya no quedaba nada -¡ojo con los rumanos, que si hay bicicleta hay chatarra!, pero no habían sido ellos... El Ayuntamiento ya se encontraba en la ruina, las grandes obras del filósofo Ruiz-Gallardón lo habían dejado herido de muerte, y un carril ciclista exige una inversión mínima si no se quieren hacer las cosas a la española. Un carril bici a la española es aquel que resulta de pintar directamente sobre la calzada el espacio reservado para las bicicletas, es un carril bici con dos cojones -ejemplo de gestión a la española de espacios públicos destinados al ocio ha sido la sala Madrid Arena, donde la explicación al fallecimiento de cinco personas debe buscarse en la fatalidad, y en ningún caso en los gestores municipales, que son como deben ser y están donde deben estar, en Madrid y en Lisboa. Pero ha sido una sorpresa para los madrileños que el eje ciclista Alcalá-Mayor no se haya hecho mal, sino que se ha raspado el alquitrán y se ha preparado la superficie para evitar la muerte instantánea de quienes circulen en bicicleta en el mismo flujo que coches, autobuses y taxistas. El eje lo ha acometido el Ayuntamiento bajo la dirección de Ana Botella, célebre por ser la esposa de Josemari, renovador de las Españas, y en política, en particular, por necesitar tres vehículos oficiales para ir a la peluquería. Las obras comenzaron antes de que se produjese la tragedia de la sala Madrid Arena, por ello resulta más paradójico el mensaje informativo que puede leerse todavía hoy en las señales que advierten a los conductores de la existencia de trabajos en la calzada: Obra supervisada por el Ayuntamiento de Madrid -será que hay otras obras que, en efecto, nadie ni nada supervisan. Yo me pregunto si a la española es también caminar por el carril bici, como sucede en el de O'Donnell, aparcar el coche y la moto, como sucede en el de Serrano, y abandonar excrementos, animales y humanos, como sucede en general en cualquier calle de Madrid. De lo que no tengo la menor duda es de que la alcaldesa por defecto que ahora tenemos en la ciudad comparecerá ante los medios con el chaleco que tanto ha dejado ver en estas semanas para cargar contra los ciudadanos en los casos de accidente que se producirán a partir de enero. Aceptar la presencia de las bicicletas en la ciudad no será posible sin la corrección de los impulsos de instituciones y personas -en la Administración, apetito de sobrerreglamentación (ellos los liberales...); en los conductores, el agresivo poder cobarde del habitáculo, y entre los ciclistas la interpretación de la bicicleta como un vehículo irreductible a un espacio de circulación único. No obstante, el experimento será positivo a muy largo plazo (veinte o treinta años quizá), y los madrileños comprenderemos que en los países donde la bicicleta se usa con regularidad desde hace un siglo el gran éxito de la cultura ha consistido en alejar a los seres humanos de la vileza y de la ruindad, comprenderemos que el nuestro es un pueblo mediocre y miserable porque sólo ha puesto su atención en formas grotescas de la riqueza, y, sobre todo, por la fascinación que produce al pobre el desprecio de todo lo elevado -creo que esto tiene algo que ver con la educación...


Yvs Jacob

martes, 11 de diciembre de 2012

Vecinos de Madrid abandonan monedas de 1 y 2 euros en distintos monumentos de la ciudad para entretener a los cargos del PP (Secuelas del "caso Cervera")

La iniciativa ciudadana va dirigida a los altos cargos del PP y se inspira en el "caso Cervera". En efecto, el extraño caso de un miembro de la Mesa del Congreso que recibe un correo anónimo con indicaciones precisas para localizar un sobre con dinero en la muralla de Pamplona ha llamado la atención de un grupo de vecinos desempleados y pensionistas de Madrid. Siempre se ha tenido una idea de la política en España como actividad insípida y gris, y del político como ese tecnócrata frío, desapasionado, incapaz de confundir, ni siquiera imaginar que es posible la diversión, y la diversión en el trabajo. Pero ha llegado Santiago Cervera, número 6 en la lista del PP por Madrid, y ha revolucionado tales conceptos: por supuesto que también el diputado puede divertirse, ¡y cuánta diversión puede encontrar en formas tradicionales de recreo! El juego es harto conocido: ve a la muralla y coge el sobre. Estas son las reglas: elegir una víctima o dos -Cervera y el presidente de Caja Navarra reclaman este papel con exclusividad-; buscar un recurso en Internet para el envío de correos electrónicos desde el anonimato; redactar al menos dos correos, uno donde se expresan las instrucciones y una respuesta, ambos con un estilo formal similar, un estilo distante, educado, aunque deban atribuirse a redactores independientes; como el juego busca desafiar al ingenio, si es extorsión, que no lo parezca, se trata de conseguir un dinerito fácil -liquidez- para afrontar los compromisos navideños, no de buscarse problemas (hay que saber divertirse de manera sana); y una vez todo lo anterior, observar las instrucciones -propias o de terceros-, proveerse de guantes, gorro y chaqueta con amplias solapas y ¡ya está!, ¡a la muralla por el sobre! Como en Madrid quedan apenas unos restos de muralla -se ocultan a la vista de los madrileños-, los vecinos han situado sobre el plano otros monumentos menores, principalmente estatuas, valorando sobre todo relieves y oquedades donde pudiese camuflarse un sobre pequeño, pues aunque mucho les gustaría reunir 25.000 euros para entretener a un diputado y alto cargo del PP, el presupuesto con que cuentan es reducido -pero no se olvide que el juego es un fin en sí mismo, como eso que decía Immanuel Kant sobre el arte, su interés es desinteresado, y con apenas unos euros se pasa tan bien que parecen miles, millones. Los sobrecitos ya han sido distribuidos -los hay con un euro y los hay con dos-, y siempre se acompaña el premio testimonial con una nota en dos idiomas: Amigo turista o ciudadano: si acaso la fortuna pusiese en tus manos esta moneda, ten la bondad de ocultarla de nuevo, junto con el sobre, en el monumento donde la encontraste, es parte de un juego planteado por los vecinos de Madrid a sus gestores ("es posible que la versión en inglés contenga algunos errores", ha dicho uno de los ideólogos).
También se les ha ocurrido a estos vecinos llevar una propuesta popular al Parlamento con idéntico motivo, relajar la seriedad sublime de la Cámara, rescatar al diputado de la obsesión por el trabajo. Su presidente abriría las sesiones con esta introducción: Hay un diputado que quiere hacer una preguntita..., y todos los asistentes irían formulando distintas cuestiones hasta identificar al vocal, el cómplice -cuestiones válidas como ¿Es alto?, ¿lleva gafas?, ¿cobra un suplemento por desplazamiento aunque haya fijado su residencia en Madrid?, y no se admiten otras del tipo ¿Es del PSOE?, para que el juego tenga un cierto recorrido y no se agote en la obviedad. Ojalá sea del gusto de sus señorías y progrese esta propuesta -el canal de televisión del Congreso podría alcanzar un registro soberbio en los próximos estudios de medios de entretenimiento, información y comunicación, ¡menudo show!


Informa María Malamenti

lunes, 10 de diciembre de 2012

El placer de la insolidaridad

Hoy es imposible dar un paseo por Madrid sin que se reclame del menos precavido una firma a favor cada tres pasos. Es tal la cantidad de apoyos, simpatías o adhesiones que le solicitan a uno que me he animado a echar cuentas, puesto que tanta gente descontenta no parece tener ningún sentido bajo el gobierno de un partido que no sólo ha obtenido una mayoría absolutísima en las urnas, sino más votos de los que nunca antes había logrado, y son datos que al cruzarse arrojan una contradicción a punto de convertirse en enigma, un problema sin solución. Si los pensionistas no votaron al PP, si tampoco lo hicieron los funcionarios; si ni los jóvenes estudiantes universitarios ni los profesionales docentes votaron al partido ahora en el gobierno, si tampoco lo hicieron los trabajadores de la sanidad, ni los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, ni los bomberos, ni los trabajadores de las empresas públicas de transportes, ni los familiares de ningún ciudadano que necesite un servicio social de dependencia; si tampoco votaron al PP quienes viven la demora de un desahucio, si no fue la opción resuelta por quienes limpian las calles, ni la de quienes conducen un taxi, ni la de quienes se ganan la vida con su pequeño negocio; si no existe, en definitiva, ni siquiera uno entre los que se conoce como colectivos, cualquier conjunto de individuos que se signifique por una cualidad compartida y esencial en sus reclamaciones, si ni uno ni ninguno de los colectivos sociales que acechan por las calles a la busca de la solidaridad -ya sea porque peligra su puesto de trabajo o por la amenaza que pueda derivarse para toda la sociedad que la labor que realizan se vea afectada por lo que desde los orígenes del capitalismo se llama racionalismo económico-, si nadie, pues, comparte las decisiones que los representantes legítimos del pueblo soberano -y a los que se ha encargado la gestión de los asuntos públicos- adoptan, ¿cómo coño ha llegado Mariano Rajoy a primer ministro? ¿Y por qué es tanta la sorpresa al descubrir que un partido de la derecha española -comprensión deficiente de la democracia, clasismo social y político, interpretación de la legitimidad desde la intolerancia, desprecio y exclusión de los humildes...- gobierna con un programa radical de derechas? ¿Acaso alguien esperaba de verdad que fuese de otra manera? ¿Acaso basta una campaña electoral para demostrar que los españoles son un pueblo menor de edad?
Yo quiero hacer otra colecta, pero a favor de la insolidaridad: quiero que cada cual sufra en sus propias carnes este racionalismo económico que nos ha puesto en guardia sobre los excesos de la gestión pública, quiero que quienes votaron al PP y ahora arman tanto revuelo conozcan todas las consecuencias, sin ahorrar ninguna, de su elección, y no me pienso sumar a nada, ya se privatice un hospital público en un barrio burgués o se convierta un parque de bomberos en un hotel de lujo. Es más, me gustaría decirlo con todas las palabras: que les den por el culo, que os den por el culo, ahora toca pechar, como reza el lema de los orteguianos, ahora no cabe confiar en que la algarabía enderezará las cosas, ahora no cabe la fraternidad social, no cabe la ingenuidad, admitir que al pobre votante lo engañaron con malas artes, ahora sólo cabe soportar el desastre, y me temo que lo peor no ha pasado todavía ni terminará en el año 2014, lo peor aguarda el momento oportuno, ya no hay manera de evitar el estallido social, no es nunca en vano que se pierden las generaciones. De algo me han convencido los neoliberales: ¡que viva la insolidaridad!


Yvs Jacob

miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Habrá habido alguna vez una fotografía más miserable?

Mariano Rajoy es ya el campeón del mundo en desempleo, y por mucho que su Gobierno se esfuerce en preparar la todavía lejana campaña electoral con el anuncio de una recuperación milagrosa de la economía en 2014, algo que puede saberse ya hoy, en 2012, es que él no saldrá reelegido, y que su paso por la política en España se recordará en los libros de historia con dos datos: que no se enteraba de nada mientras fue ministro de Josemari y que como primer ministro el desempleo batió todos los registros. Se dirá que el problema del desempleo es estructural en España, con lo que estoy de acuerdo, primero porque el catolicismo es un ingrediente imprescindible para la inmoralidad como modelo de gestión, segundo porque la industrialización fue muy breve, y tercero porque el ingreso en el club de la UE convenció a los españoles de que el sector con más futuro para ellos era el turismo, que se ha probado el más envilecedor de todos, junto con la construcción, orgía del analfabetismo, y se llega a la conclusión de que la pobreza -y no la riqueza- resulta de la obsesión por el dinero. Se dirá que la España de los años ochenta vivió otro momento de desempleo feroz, pero tiene más delito el dato en el presente, tanto porque el número de parados es mayor como por el hecho de producirse en una sociedad avanzada y moderna, con mejores condiciones para combatirlo, lo que no puede afirmarse de ningún periodo anterior. En enero de 2010 el diario El Mundo publicó esta infame fotografía del ahora inefable primer ministro del Gobierno del Reino de España, una fotografía que no podrá pasar desapercibida en cualquier historia universal de la infamia en imágenes que se pretenda, sin duda, una de las fotografías más ruines que se hayan publicado jamás, y cada mes, cuando el dato del desempleo se actualiza, no deja sino de agudizarse su vileza. La fotografía se acompañaba de uno de esos titulares delirantes tan del gusto de la derecha española, un titular ridículo y determinante: "Cuando gobierne bajará el paro", y conviene tenerlo presente porque hoy, un año después del advenimiento de nuestro señor Mariano, el paro no sólo no baja, sino que aumenta desconsoladamente.

Todo en esta fotografía es puro disparate y mezquindad -el personaje que se retrata, el medio que la publica, la intención que los ha reunido y la escena seleccionada; el patetismo y el desacierto ahondan en el ridículo, y si no existe la divinidad, algo que yo tantas veces dudo, al menos existe la justicia poética, que quizá es el medio, junto con la casualidad, por donde asoman los dioses, o por donde a los dioses se les escapa el mundo. La imagen quiere mostrar la enfermedad, en efecto, su único acierto; la enfermedad del mal gobierno, la que padece una sociedad mal gobernada, pero fracasa. Como diría Aristóteles, es preferible lo falso verosímil a lo real inverosímil, y la pose del por entonces líder del mayor partido en la oposición es tan increíble que no hay manera de explicar cómo este individuo ha podido engañar a tantos millones de ciudadanos. Lo real inverosímil llama entonces la atención sobre otra enfermedad, la pura obscenidad: yo no dejo de preguntarme cómo pudo alguien llegar a imaginar esta fotografía y cómo pudo una persona decente prestarse a su realización. Para mi sorpresa, no se trata de una fotografía aislada -en la edición digital de El Mundo del día 9 de enero de 2010 puede verse el making-of del disparate, se ve al retratado llegar al lugar, situarse de manera que se aprecie el cartel de la oficina de desempleo y a quienes aguardan su apertura, los mismos que se encuentran a las puertas de un comedor social. El making-of convence al lector de que la imagen definitiva es real -Mariano Rajoy no es una figura de recortable, aunque lo parece, no es tampoco un truco de la tecnología digital, no es un montaje de los que La Razón encarga al nieto de alguno de sus articulistas nonagenarios; no, la fotografía es real.
Para dar una explicación a todo lo que está sucediendo en España, desde la persecución y caza de los líderes sindicales, uno de los cuales, al parecer, tenía un reloj muy valioso que no lo era tanto, hasta la detención del expresidente de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán, una vez extinta la amnistía fiscal, va a ser necesaria mucha templanza, porque la verdad es que dan ganas de desatar un apocalipsis de mil demonios. Haber entregado una mayoría absoluta al PP en una situación de crisis económica, política y social como la presente debe contarse como uno de los errores más significativos del pueblo español en toda su historia, el error es de una magnitud tal que las consecuencias que vayan a derivarse de este periodo son del todo imprevisibles, y una sociedad que no pueda contenerse a sí misma con la previsión está condenada a precipitarse por el abismo.


Yvs Jacob

domingo, 2 de diciembre de 2012

Soy un idiota, soy votante del PP

Si le va bien a la banca, me irá bien a mí también; si le va bien a los empresarios, encontraré trabajo. Todo lo que gestiona el Estado fracasa; lo que se gestiona en el ámbito privado funciona mejor y obtiene beneficios. Los sindicatos son el freno mortal del desarrollo económico; los funcionarios son el sumidero de los fondos del Estado. Los pensionistas sólo quieren el dinero de quienes trabajan. Un desempleado es un sinvergüenza incapaz de devolver al Estado todo lo que éste le da. La mejor educación es necesariamente clasista; allí donde muchos acuden al reparto de cualquier cosa se toca siempre a menos -si mayor el número de docentes, más empleo público y peor calidad de la educación. La mejor educación es la de antes. La seguridad social es propia de la ideología liberticida, invade una competencia exclusiva del individuo y le obliga a participar en algo que debería ser opcional. Cualquier enfermedad de otra persona no es asunto mío. Quien quiera algo -un capricho, una necesidad, un servicio...-, que trabaje y se lo pague. Los ancianos deberían ser atendidos por sus familiares, el Estado no puede ni debe hacerse cargo de ellos -la discapacidad de una persona puede ser una desgracia o una bendición, pero nunca una responsabilidad de los contribuyentes. La familia es anterior al Estado en todos los aspectos; ninguna ley puede imponerse a la voluntad de la familia. La voluntad de la familia se expresa en la tradición. La familia es el único agente educador. El Estado no debe gestionar pensiones de ningún tipo; una pensión es un dinero que se regala y se pierde. Cualquier competencia del Estado que se encargue de realizar la solidaridad forzada entre los ciudadanos conduce a una pérdida y debe ser eliminada. El gobierno de la nación es tarea de los mejores. Los mejores son aquellos que más cerca han estado y están del dinero; sabe más de economía quien mejor ha sabido enriquecerse. El gobierno debe mirar siempre a la economía. Los pobres no saben gobernar. O hay despilfarro o hay ahorro; el gobierno de los pobres es despilfarrador. El gobierno de los pobres es improductivo, su único producto es la dependencia de los ciudadanos; los pobres no son sino inútiles. Dependiente es todo aquel incapaz de emanciparse del Estado; dependiente es quien vive bajo el paraguas del Estado para todo. Lo contrario al dependiente es el emprendedor. El gobierno de los pobres es una condena para el emprendedor. Emprendedor es quien de la nada hace mucho y vive de su esfuerzo. Los trabajadores ya no existen; obrero es un anacronismo. El Estado sólo existe para cumplir dos funciones: la defensa del territorio y la defensa del emprendedor. El Estado debe legislar para que el emprendedor sea libre. El emprendedor no puede soportar con su actividad ninguna responsabilidad que quiera derivarse de ella; un esfuerzo que quede sin recompensa sólo cabe concebirlo en un mundo gobernado por los pobres, el mundo de los dependientes, el mundo de los inútiles. El emprendedor es el único libre entre los hombres, los demás no conocen la libertad. La subida continua de los salarios acomoda a los empleados por cuenta ajena. La subida de los salarios debe desvincularse del precio de la vida; no se puede legislar contra la libre empresa y las fluctuaciones del mercado, no se puede obligar al empresario a realizar lo que no disponga el libre mercado -la mano invisible no es una metáfora. Un empleado por cuenta ajena es tanto más competitivo cuanto más consciente de que peligra su puesto de trabajo. Legislar para obligar a un empresario a mantener a un empleado por cuenta ajena es perjudicial para la libre empresa. Son los mejores quienes conducen la dirección de la realidad; manifestarse contra la realidad es absurdo. Quienes disienten del liderazgo de los mejores son los mediocres. El pobre que no acepta su condición es un mediocre; el gobierno del buenismo es el gobierno de los mediocres; la justicia social es la utopía de la mediocridad. El libre mercado no es una utopía; el premio de los mejores no puede ser expulsado de la realidad, es la realidad misma. Querer lo que no corresponde es una ilusión vana: un mediocre nunca podrá contarse entre los mejores. No existe ningún interés común a toda la sociedad, cuando algo semejante se pretende, los mediocres se alzan sobre los mejores, lo que no es sino un disparate.


[Extraído de la Guía del miserable. Una propuesta para la involución de las sociedades].