miércoles, 29 de septiembre de 2010

Hermann Tertsch y Ana Samboal no podrán ir hoy a trabajar

¡Me cago en la puta!
Pues parece que los dos tipos estos con nombre raro no podrán acudir hoy a su cita con los manipuladictos. Es para cagarse en la puta y más.
Que un esquirol atropelle a un miembro de un piquete informativo y lo deje en coma, pase; que los piquetes coactivos rompan aquí y allá cristales, sellen cerraduras con silicona y quemen contenedores, pase también -y que pase además el blindaje que la Delegación del Gobierno en Madrid ha hecho al Corte Inglés de la Calle de Preciados. Pero bajo ningún concepto voy a tolerar que dos profesionales de la comunicación y del periodismo, dos cimas de la razón, dos soberbias mentes privilegiadas -y sin las cuales, ¡ay, amigos!, ¡cuántos desmanes no cometerían esos malditos socialistas!- se queden de brazos cruzados por culpa de unos alborotadores, cuando menos, filocomunistas.
Y, en efecto, si Hermann Tertsch y Ana Samboal no advierten hoy a los madrileños de los peligros de un gobierno socialista, del despilfarro, de la necesidad inventada, gratuita de los sindicatos en un mundo que se regula por el libre juego de la oferta y de la demanda, y por la honradez de los defensores de semejante doctrina, si estas cabezas sabuesas del periodismo nacional no aleccionan acerca de la moral esta noche, ¡ay!, mañana, España será un infierno. Porque algunos manipuladictos podrían haber cambiado de bando; podrían haberse arrojado de nuevo a esa izquierda experta en crisis -sociales, económicas, morales, ¡qué más da!-, una izquierda demoniaca, libertina y fascista. ¡Qué tragedia, si los manipuladictos se marchan a otro corral! ¡Ése era nuestro ganado!


Yvs Jacob