lunes, 30 de abril de 2012

Mariano Rajoy, a Londres 2012

Por mucho y muy bueno que pueda hacer en adelante el Gobierno que preside Mariano Rajoy -Mariano el Breve, Mariano el Digodiego, Mariano el Cuatro Casas, Mariano el Notarías...-, por mucho que pudiera hacer... cuando llegue el final de la crisis, cuando llegue el final de la legislatura y el viento sople favorable como por milagro, por mucho que eso suceda, en los libros de historia no se le perdonará el registro con propiedad, el registro olímpico alcanzado en escasos cuatro meses de gestión: 5.639.500 españoles desempleados... ¡y subiendo...!, o bajando, según se mire, si es que en una crisis subir y bajar no significan lo mismo.
Muchos hemos pensado que semejante portento de la naturaleza no debería quedar desaprovechado, no al menos en el empeño de superarse con lo peor y rentabilizarlo, y creemos que habría de presentarse el primer ministro del Gobierno de España a competir en pruebas donde pudiera ser interpretado su talento, pruebas olímpicas a la altura de su egolatría, pues se recordará que Mariano el Digodiego consiguió engañar a un importante número de españoles, ¡millones!, esos imbéciles vacíos, que cuando viene el lobo, en lugar de buscar refugio, ya van poniendo al fuego una enorme perola y hasta se mutilan. Como se creía Mariano Rajoy que porque el lobo atemoriza a las ovejas españolas no hay lobo en el mundo que lo acobarde, vamos de muy mal en muy en peor, y para la lucha en la casquería por los despojos no parece que quede mucho, ¡esa hora llegará! -¡cuánto les cuesta a estos de la vil derecha española enterarse de qué va la historia!
Número de parados por minuto; puestos de trabajo destruidos por día; lanzamiento de sindicalista; patinazo ideológico-artístico; salto de periodista; carrera en marcha atrás y con los ojos cerrados hacia el mundo de las cavernas; al escondite inglés; duelo a muerte por causas absurdas y perdidas que nada afectan al honor de la nación; carrera suicida por la analfabetización de la sociedad; amontonamiento de pacientes en pasillo de hospital; consejos de dirección con presencia de Rodrigo (de) Rato... En todo esto, ¡vamos con Mariano por la medalla! E incluso podría ser el gran Mariano abanderado para la ocasión, y no le doblegará el peso de la bandera, habida cuenta de que la patria en España es ese lema que tanto repite la clase afortunada: que cada uno se conforme con lo que Dios le ha dado... (y no seáis maricones, ¡guarros!).
Y si haber elegido al registrador de la propiedad en Santa Pola como primer ministro ha sido el disparate nacional más notable en los últimos tiempos -insuperable será siempre aquel espectáculo que ofreció Josemari cuando habló amexicanizando para toditos ustedes-, qué decir de esa circunscripción rociera donde la estupidez campa desbocada, Madrid, ¿cómo puede elegir el populacho a una condesa consorte que de tan ignorante sólo puede ser ultra(liberal)...? Yo no sé qué habrá ganado la nobleza con ella, pero los analfabetos ya tienen su reina.
Qué pueblo, los españoles... Jamás se vio que tanto tonto se vendiese por la más absoluta nada. Lo llaman crisis pero es una guerra de los ricos contra los pobres, una guerra ilegítima pero legal, y tanto que se sanciona con una modificación de la Constitución, maravillosa capitulación -esta guerra la están perdiendo los tontos.
¿Y cómo fue aquello que nos dijo el periodismo de derechas cuando el PSOE ganó las elecciones en 2004? ¿No se nos dijo que había sido inmoral? 5.639.500 parados...


Yvs Jacob

viernes, 27 de abril de 2012

Un ICO para estudiantes universitarios. Wert, ¡tú si que vales!

¡Ay, el ministro Wert...! ¡Está a punto de hacerme olvidar que Esperanza Aguirre es mi cochinillo favorito!
No sé si lo he dicho ya alguna vez, pero empiezo a sentir unas ganas enormes de abofetear a los votantes del PP, ganas de ir por la calle y arrearle dos buenos soplamocos al primero que me reconociese haber votado a ese partido de enanos y mediocres -y al segundo, y al tercero...-, ese partido cuyos dirigentes, que muestran cada día que no tienen la menor idea de cómo es el país que ahora gobiernan, se empeñan en convertir la realidad en cualquier otra, entre las de los países que funcionan bien, y sólo ven en España un país donde los pobres nunca lo son en la medida suficiente, pues serán ricos mientras les quede algo por dar, y donde los ricos se atreven a decirles que la vida, en efecto, es muy dura.
Tenía yo un profesor en el instituto que a diario nos decía lo siguiente: "no hay nada más sagrado que el hecho de que el hijo de un trabajador vaya a la universidad". A ver si lo aclaro. No decía, por ejemplo, que nada hay más sagrado que la Virgen María ni que la Constitución, que el Real Madrid o el Barça, sino algo para lo cual va a ser de nuevo necesario recurrir también a los milagros: que el hijo de un trabajador pueda ir a la universidad. Pero debo decir que eran otros tiempos, porque existían todavía trabajadores, y no sólo porque entonces no estaban todos desempleados, sino porque tal categoría aún conocía la dignidad; todo el mundo quería ser más que un trabajador, pero ser trabajador se tomaba como algo nefasto por la pobreza -mucho esfuerzo y corta remuneración-, y no como algo indigno desde la moral. ¡Ah, qué tiempos...! Hoy ya no hay trabajadores, al menos en España. Hoy se dice que uno está empleado por cuenta ajena, como si el trabajador de antes se empleara por su propia cuenta en la fábrica, o como si el que se emplea por su cuenta, el divino autónomo, ese fetiche erótico, el emprendedor, no fuese todavía un trabajador, habida cuenta de que le dedica tantas horas y tanta vida a la actividad que determina su modo de existencia. Pero ni el empleado por cuenta ajena ni el autónomo se consideran trabajadores, que eso es ser una mierda. Como rechazan esa categoría, niegan también el vínculo con las centrales sindicales -¡menudo disparate, pagar una cuota para que otros se toquen los cojones! Y así, como los trabajadores no se consideran en absoluto lo que son, llegan los liberales, que les han convencido de que lo honrado en la vida es que un pobre pague por todo aquello de lo que disfruta del mismo modo como lo haría el rico si se le obligase, así, pues, llegan los liberales y suben las tasas universitarias, ponen trabas para el acceso al servicio público de salud, y los que no son, pero son, trabajadores, tan contentos por haber votado a la derecha, porque, decían algunos, "se relaciona mejor con quienes tienen el dinero". Ya lo estamos viendo... el dinero de los demás.
Ya en la universidad tuve otro profesor que nos decía: "son ustedes carne de hipoteca", con el inequívoco significado de que no teníamos ni puta idea de nada. Yo antes prefiero el cinturón repleto de explosivos que firmar una hipoteca, y he defendido en muchas ocasiones que los movimientos contra los desahucios son un divertimento para hippies, porque el movimiento que habría que poner en marcha es el que frene las hipotecas, ¡tanto yayoflauta y tanta polla...! Pero me acordaba más de aquellos años del instituto, porque mi barrio era tan pobre que algunos de mis compañeros de clase se ataban un trozo de cuerda de esparto a la cintura para que no se les cayese el pantalón del chándal. Sé que esto no es fácil de creer hoy en día, fuera de los rumanos, y, por supuesto, los hijos de los liberales y de los empleados por cuenta ajena creerán que hablo de la posguerra en un ejercicio de neorrealismo trasnochado, pero eran los años ochenta -una época en que mucha gente se ataba cosas, la verdad. Nunca imaginé que podría citar a Tierno Galván, pero parece que puedo hacerlo: "Ser pobre refiere el verbo a algo profundo que atañe a la condición global de la persona... Cuando se es pobre nada de uno mismo queda exento de la condición de la pobreza" (¿Qué es ser agnóstico?). A ver si nos enteramos todos de una puta vez, y se entera esa pandilla alucinada que se dice Gobierno, de lo que está pasando. Insisten los políticos y los medios de comunicación en que debido a la crisis sufre la sociedad española un problema de dinero, PERO ES QUE LA POBREZA NO ES SÓLO, O NO ES EN ABSOLUTO, NO TENER DINERO, ¡COÑO! Y si ya se ha visto lo malo que es para la política un primer ministro registrador de la propiedad, ay, amigos, cuando le asiste un intelectual... cuando un intelectual se mete a políticas, ¡ríete de Mein Kampf! Cuando se mete el intelectual, ¡no deja ni uno! Es entonces cuando el ministro Wert informa a los ciudadanos de lo buenos que son los créditos, que los usan mucho en EEUU... EEUU, claro, pero nada nos dice el ministro sobre que EEUU haya puesto el pie en la Luna y nosotros, los españoles, hayamos pisado una mierda.
A todos, ¡los voy a abofetear a todos!


Yvs Jacob

miércoles, 25 de abril de 2012

La juez Alaya ordena prisión para el exconsejero Antonio Fernández por mal delincuente

He escuchado la exposición de esta noticia en la Cadena Ser, en el tramo final de Hora 25, y no he llegado a otra conclusión que la propuesta en el titular, esto es, no que Antonio Fernández, exconsejero de Empleo de la Junta de Andalucía, haya cometido un delito, sino que lo ha cometido, como se dice en catalán, muy malamente. Quizá los profesionales de la información no han sabido comunicar bien el contenido, pero me ha parecido entender que era una lectura de un escrito de la juez, y no el de un periodista, lo que se entregaba a las ondas. Quizá me equivoque, pero se acusa al exconsejero de haber favorecido a unos andaluces, y no a otros o a todos, pero, claro, es que lo hacía de manera ilícita, delictiva, se supone, luego no se entiende por qué repara la juez Mercedes Alaya, quien, por cierto, tiene un grupo de seguidores en Facebook, que lo acabo de ver, pues no se entiende, digo, por qué repara en ese aspecto, el hecho de haber enriquecido a los andaluces de una zona, y castigado a los de otra, cuando cometía un delito -y si es un caso a lo Robin Hood, ¡cóño, que no lo juzguen! Pero ¿acaso es un agravante -o atenuante- que quienes practican el robo con alunizaje en la milla de oro de Madrid no estrellen también los coches en los comercios de Lavapiés? Yo confieso que la vida en España ha alcanzado un punto tal de extravagancia y disparate en que ya no me encuentro nada cómodo... ni siquiera yo -se liquida el sistema público de salud, pero se pone todo el empeño en salvar el honor de una petrolera multinacional; se exige a un rey que se comporte como si fuese la mejor persona del mundo, lo que equivaldría a que renunciase a su condición de soberano; se pretende que mejore el nivel educativo de los adolescentes y jóvenes mediante estímulos tales que el encarecimiento de los estudios, el desempleo y la masificación de las aulas; se combate el déficit presupuestario con el desempleo; los mercados tradicionales se convierten en bares de copas para gente guapa y los puestos de frutas se entregan a los chinos y a los pakistaníes... Yo creo que la sociedad española vive la efervescencia de una histeria colectiva que da buena cuenta de la calidad de estas gentes, creo que los españoles contemplan la destrucción como si se tratase de la más extraordinaria obra de arte -sin duda, una sensibilidad exacerbada para un pueblo más bien brutote-, observación que ya hiciera Walter Benjamin a propósito del fascismo de su tiempo. Pero en el presente se ha visto a Eduard Punset en un anuncio de pan de molde, y se ha actuado como si no estuviese pasando nada.
Dejo aquí este asunto, el de los crímenes que no se cometen lo bastante bien en España, para añadir algo a propósito de Cristóbal Montoro, que tuvo ayer su día grande. Si el mundo en que vivimos, que se dice obra de Dios, ya es repugnante, ¿de dónde coño ha salido Cristóbal Montoro?


Yvs Jacob, a punto de desfallecer

sábado, 21 de abril de 2012

Actualidad de Montesquieu

En una edad de mala literatura como es la actual, una edad en que todo arte ha sido cancelado por los decisionarios que conducen los distintos premios al mérito inexistente, una edad donde el libro ha alcanzado un valor, desde su proceso de producción hasta su consideracion cultural, en nada diferente al de una lata, no ya Campbell, sino de mejillones, cuando el lector sufre el agotamiento de no hallar ninguna singularidad en la miseria de un escritor checo, lituano o libanés, conviene, para entender mejor el propio mundo, regresar a esos otros, a los que se llama clásicos, en busca de la sabiduría humana, que una vez existió, aunque hace ya tanto tiempo...
Cualquier obra actual ahora mismo sobre la mesa que no sea un ensayo, arrójese por la ventana; seguramente, será así mucho más entretenida.
Sin reconocer su autoría, el barón de Montesquieu publicó las Lettres persanes en Amsterdam, tierra de libertad, al haberse descubierto en Holanda el vínculo entre la ambición y el esfuerzo del individuo, o lo que es igual, que hay supersticiones que conducen al inmovilismo, al sancionar que todo está mal o es malo, y otras que saben sacar provecho del mal para convertirlo en lo único bueno: hacer dinero y vivir para hacer mucho más. La obra es inmortal y se lee todavía hoy con una sonrisa, y aunque publicada en 1721, no podría tener más actualidad. Tres pasos de genialidad.
Conversación de dos ancianas (Lettre LIX): "Il faut avouer, disait une d'entre elles, que les hommes d'aujourd'hui sont bien différents de ceux que nous voyions dans notre jeunesse", y si los hombres de 1714 ya no eran como los de antes, bien se explican muchas cosas que han sucedido y todavía suceden... después.
Aparece aquí una definición perfecta de lo que significa traicionar a la patria, al modo como se entiende, por ejemplo, que hacía Josemari cada vez que le ponían junto al bigote una alcachofa (Lettre CXXVII), cuando gobernaba una cierta izquierda: "Il était accusé d'un grand crime: c'était d'avoir calomnié la Nation... forfait qui, selon moi, mérite mille morts", y tampoco estaría mal la cadena perpetua revisable.
Pero si tuviese que aprovechar esta obra para arrojar alguna luz sobre el tiempo presente, sin duda es la Lettre XCVIII la más preciada de todas. Dice Montesquieu: "On ne trouve pas tous les jours des ministres disposés à faire rire le Peuple". Bien, quizá en Francia no, ni en el siglo XVIII, pero en España lo pasamos en grande con los nuestros, un día sí, y el otro, también. Esta samana, sin proponer a la memoria el menor desafío, hemos disfrutado de dos zarzuelillas la mar de frescas. Apenas conocida la decisión de la reina de la laca argentina de nacionalizar YPF se abre el telón en España y aparecen dos ministros y un figurante calvo al que la graciosa política ha resuelto el problema de los garbanzos con un carguito. Uno de los ministros ofrece la posición del Gobierno de la nación, y el segundo ministro repite, palabra por palabra, lo dicho por el anterior. El figurante calvo al que la graciosa política ha resuelto el problema de los garbanzos con un carguito se queda como está. Se cierra el telón. En sus casas, los españoles se tiran al suelo de tanto reír; se revuelcan, se arrastran... ¡viva el Gobierno de la nación! Tres días después, se abre de nuevo el talón y aparece una ministra recién salida de un salón de bronceado; intenta compartir con los ciudadanos yo no sé qué cosa, pero sin conseguir que nadie, ni ella misma, se entere de nada, y cuando se refiere a aquellos parados que no perciben ninguna prestación por desempleo, a la ministra le entra la risa, le entra la risa, claro, porque seguro que hay muchos de esos pobres desgraciados que han votado a su partido. A quienes ven a la ministra hacer el ridículo también les entra la risa, y entre unos y otros, ¡hay que ver lo bien que lo pasamos! El país a punto de caer en un rollito de primavera chino, ¡y hay que ver lo bien que lo pasamos! ¡Qué risa nos dan los miserables, ya sean pobres de verdad o ministros!
En algún otro paso, Montesquieu se pone un poquito insolente: ¡pues no dice de los españoles ya en 1715 que son los "invincibles ennemis du travail" (Lettre LXXVIII)!
¡Es que son ganas de hacer daño!
Nadie nos comprende... Pero ya han llegado los liberales y nos van a poner a todos a trabajar. Por el momento, nos llevan a todos al paro, pero después... ya se verá, ya se verá que habrá servido para algo, que van a trabajar hasta los niños, como se hacía antes. No preocuparse que llegaron los liberales.


Yvs Jacob

martes, 17 de abril de 2012

Y el ministro Wert trajo la eficiencia a la educación

Préstese atención al siguiente mantra del neoliberalismo español (?): la gestión pública no es eficiente. Ahora pregúntese por la eficiencia en la educación: ¿qué es una educación eficiente? Digamos que aquella que obtiene los mejores rendimientos con los mejores medios bajo la observancia de los recursos óptimos. Ahora bien, existe alguna diferencia entre una planta de montaje industrial, por ejemplo, una de automóviles, y el trabajo en la educación. Parece obvio que la razón no repugna esa diferencia; pero hay unos que dicen que sí, por razón, y otros, por cojones, que no. ¿Podría aplicarse a ambas actividades el mismo concepto de eficiencia, la industria y la educación? ¿Se hace igual un coche que una persona? En una planta de montaje, el trabajo calculado para cien trabajadores no saldrá adelante ni antes ni mejor ni en mayor abundancia si se incorpora uno más; puede decirse que es un éxito de la racionalización del trabajo, aunque en este caso, un éxito de la razón sea, de alguna manera, un fracaso para el hombre. En un colegio, sin embargo, un profesional docente más, si se racionaliza el trabajo educativo, hace a la actividad mucho más eficiente; en un colegio, treinta alumnos separados en dos aulas aprenden mucho más y mejor que un solo grupo. Pero dice el ministro liberal Wert que esa proporción resulta en una mala gestión de los recursos. Y es que estos de la derecha en España no son más burros porque no pueden. ¿Pues no sugiere el ministro que lo principal aquí es el gasto, y no el beneficio o fin de la actividad, la educación, que se identifican, se confunden?
El ahora ministro de Educación ha sido, al parecer, profesor universitario, pero ya se ve que no tiene ni puta idea de las penurias que sufre un docente en la secundaria española. Porque el problema de la educación en España no es el perfil bajo de sus universidades, respecto de las que dominan el mercado de patentes, sino el desinterés institucional por la educación secundaria, olvidada siempre a su suerte, a pesar de las continuas reformas, y a la que se quiere aplicar un concepto equivocado de racionalización, que sólo busca su abaratamiento, y nunca su eficiencia. O lo que es igual: formar a los ciudadanos no interesa a nadie.
Tras conocer el modelo de eficiencia que el ministro quiere aplicar a la educación pública en España, yo he pensado inmediatamente en los pobres profesionales que se rompen la cabeza contra la pared en cualquier municipio de la periferia madrileña, donde la población inmigrante ha iniciado el proceso de integración tan progresista que se ha dado en llamar ghetto; he pensado inmediatamente en esos profesores que cuentan en las aulas con una materia cuasi-bárbara, satisfecha de su ignorancia, el poligonero, lo choni, y me he echado a llorar por solidaridad. A estos profesores, que ejercen antes de karatecas que de docentes, a estos hombres y mujeres bienintencionados un día se les anuncia que el grupo eficiente en la educación es siempre el grupo mayor, como se hacía antes, sólo que antes refería a un mundo donde la violencia y la superstición eran instrumentos del orden, y hoy vivimos una era de desmoralización en un mundo vulgar, homogéneo, huérfano de valores. A estos profesores se les anuncia que pueden lograr con casi cuarenta alumnos aquello que no consiguen con poco más de la mitad, y si esto es eficiencia, ¿de verdad necesitaba España un ministro catedrático?
A aquellos que votasteis al PP: ¡Olé, olé y olé!


Yvs Jacob


P. S.: No comenté en su momento la gracia del lema de la huelga general del 29-M, que intuyo fue obra de una persona llana, pero es que no se podía decir mejor, "Quieren acabar con todo". Y a eso van.

jueves, 12 de abril de 2012

¿Por qué hay tanta policía quitándoles los porros a los chiquillos?

Quiero reconocer que tras la victoria del PP en las elecciones generales no todo lo que tiene que ver con el Cuerpo de Policía es negativo. Tal vez, mientras gobernaba la izquierda, no se advertía con claridad lo que expresó el ahora ministro del Interior en, quizá, las únicas palabras sensatas que haya pronunciado desde que fuese designado para el cargo, a saber, "la cara siniestra de la globalización". Tras estas palabras, Jorge Fernández Díaz ya pasó a ejercer de ultra, papel en el que parece haber encontrado mucha comodidad. Pero no se le puede quitar razón en su acierto: una vez más, España se había convertido en presa fácil, esto es, pobres y tontos, y muchos no comprendíamos cómo el Gobierno de Rodríguez Zapatero mostraba, al menos en apariencia, tanta debilidad, hasta el punto de interpretarse que el crimen en España era una actividad económica más, con su correspondiente suscripción en la Seguridad Social y protegida por el sistema público de pensiones y prestaciones. Yo lo he llamado en ocasiones "la izquierda guay", y se trata de la voluntad de educar a la sociedad con el espíritu de que la discreción hará triunfar las buenas maneras y costumbres. Pero, igual que se llama superstición al juego libre de la economía, no lo es menos ésta: que la sociedad sin presión, sin que se le recuerden constantemente la ley y su cumplimiento, es capaz de regirse y progresar a un grado mayor de la libertad. Es un error de la izquierda y debe quedar claro.
España es un país horrible donde uno no puede aparcar sin más su bicicleta, si no la blinda con mil candados, un país horrible donde un comerciante no puede cerrar su negocio con una sencilla puerta de cristal, como es obligado en Berlín, por ejemplo, un país horrible donde un taxista analfabeto hace sonar su claxon para increpar al peatón que plácidamente cruza un paso de cebra. Dan ganas de decir que somos un país de bárbaros y de hijos de puta, pero lo dejaré en un país de miserables obsesionados con la idea de que afrontan un problema de dinero. Un error de la derecha y de la izquierda.
Pero tras la victoria del PP ha ganado la Policía Nacional mucha presencia en Madrid, y no sólo para proteger lo que Esperanza Aguirre considera el salón de su casa, la Puerta del Sol, sino en general, se ve a la policía hacer su trabajo, tanto en la disuasión del crimen como en la inspección ante los indicios de criminalidad. No creo que esta actitud merezca ninguna crítica; si la ley existe, que se cumpla, y el Cuerpo de Policía, por fortuna, ni redacta ni sanciona la ley. Es verdad que la nueva visibilidad policial que tanto gusta al PP, y que podría interpretarse como garantía de que se respetan las libertades de los ciudadanos, está a punto de precipitar la visibilidad que garantiza el autoritarismo. Obviamente, el PP no puede renunciar a la tosquedad, que es su signo, y si alguna vez descubriese los matices, quién sabe si no terminaría refundado en un partido político de izquierdas. Se insiste en el PP en convertir todo en un delito, cuando donde hay que trabajar más y mejor es en la educación y en la política. Aunque todo el mundo sabe que en Occidente habrá antes una tercera guerra mundial que una revolución social, el PP quedó muy herido ante el triunfo de aquel espejismo, el 15-M, experimento contracultural de los pobres, a diferencia de la originaria contracultura nortenamericana, que Marvin Harris describía con humor, la revolución festiva de los hijos de los ejecutivos. Y existe además ese medio cuyos usuarios son potencial o efectivamente criminales, Internet, una extraña corriente de libertad, si acaso el entre-tenimiento no es otra cosa que enajenación. No obstante, si cualquier contacto a través de la Red puede convertirse en una asociación de malhechores está todavía por ver -ojalá que el poder judicial no tenga flojera al enfrentarse a este asunto.
Pero yo quería hablar sobre todo de la gran cantidad de agentes de policía, nacional y local, que andan los fines de semana quitándoles los porros a los adolescentes en Madrid. ¡Qué poca ambición, joder! Será que en Madrid policías y prostitutas hacen la ronda en las mismas calles, que se tiene una idea tan mediocre del delito. ¡Ya está bien de asustar a los niños, coño, que una cosa es la eficacia policial y otra bien diferente el paternalismo!
Paseaba yo hace unos días por el barrio de Malasaña sin decidirme a entrar en ninguna de esas tiendas de magdalenas pintadas a la japonesa, cuyo aspecto es, por otra parte, chicle-afrancesado, y me encontré de repente con dos motoristas de la policía local atareados en la inspección de las mochilas de unos adolescentes. Yo, claro, me puse curioso; y daban ganas de intervenir, porque tenían unas caras esos cuasi-lactantes atribulados que antes era más delito que se hubiesen saltado una clase en el insti, o a lo mejor no, que el hecho de que estuviesen fumando porros. ¡Qué transgresores, guau! Vamos a ver si nos ponemos serios y no asustamos a los chavales con tanta tontería... ¡Será por falta de auténticos delincuentes!


Yvs Jacob

miércoles, 11 de abril de 2012

Mariano Rajoy le explica a Esperanza Aguirre que existe la Constitución

Anda la presidenta de la Comunidad de Madrid tan absorbida por el proyecto que persigue para la región el megaputiclub-casino más vergonzoso a este lado del Atlántico que se le han olvidado las dos o tres cosillas con que venía equipada su cabecita, que opera en lo que se conoce como "modo liberal", el modo básico, el "modo Sostres", para que se entienda. Iba la presidenta a la reunión con el presidente Rajoy, que vaya pareja presente, y parece que acudió con zapatitos nuevos, así como con el portafolio donde se encontraba la solución final: si algo funciona mal, acabemos con todo. No había imaginado yo que tendría la oportunidad de mirar a Mariano Rajoy con ojos más tiernos, pero lo ha conseguido: ha tenido que explicarle a la presidenta, como decía en la semana de la huelga general un líder sindical de Madrid a propósito de la Delegada del Gobierno, ha sido necesario tener que explicarle a la presidenta que el Estado autonómico nace en la misma Constitución española, aunque ella, la presidenta, lleve tantos años dedicándose a la política (?), disfrutando del placer de complicar la vida a los demás desde el ejercicio de una irresponsabilidad institucional, y no se haya enterado de nada. He dicho muchísimas veces que a los líderes del PP en Madrid las ínfulas de una parte importante de la población les han ahorrado la inteligencia de la política. Desde que ser trabajador se convirtió en un estigma, el PP en Madrid ha ganado una mayoría absoluta tras otra sin que a sus candidatos se les haya quitado ni siquiera el precinto -me gusta recordar aquella fechoría de Álvarez del Manzano cuando optó por no desplegar la parafernalia electoral, tan seguro como estaba de su victoria en la alcaldía, para no ensuciar la ciudad (es una manera muy poco poética de abordar el hecho de que fuese su cara la que habría de mostrarse en los carteles). Pero es así que Esperanza Aguirre campa por el cortijo madrileño sin que se atisbe un soplo de paz. Y no se trata de la primera vez que la presidenta se olvida de lo que recoge la Constitución española. En anteriores ocasiones, quizá un olvido más grave, pasó por alto esta formadísima y ejemplar gestora de lo público la libertad de los ciudadanos, si se recuerda el disgusto que tanto le afectó cuando la juventud española acampó en la Puerta del Sol, que la presidenta consideraba una extensión natural de su domicilio. También se olvida la presidenta del capítulo constitucional que recoge el derecho a un trabajo digno cuando son los docentes quienes se manifiestan, y a los que combate con la mayor agresividad como si una sociedad pudiese prescindir de sus educadores del mismo modo que parece prescinde de los políticos. Pero llama sobre todo la atención que la gestora de la cosa pública en Madrid no vea otra solución para el gasto público que la disolución de las instituciones como la que ella, para desgracia de todos, preside. Las palabras de la presidenta, que no hacen sino el eco de las trasnochadas berreadas del "Carajillo Party", serían las de un taxista que se quejase de lo mal que conduce. Esto, amigos, está pasando. Y aquí en Madrid vamos de perplejidad en perplejidad, desde el exalcalde metido a filosofías hasta la presidenta liberalísima que se empeña en el megaputiclub-casino... para que tengamos un poquito de trabajo. Y qué decir de estas palabras de la donna al enfrentar el supuesto de un regreso al Estado sin Comunidades Autónomas artificiales: "los políticos nos quedaríamos sin trabajo, pero ya saldríamos adelante". Es la monda, tíos, ¡la Espe es la puta monda!


Yvs Jacob

lunes, 9 de abril de 2012

Basuragurú declara a Günter Grass persona "bien grata", "gratísima"

A mí me sucede que mirando un mapa del mundo hay lugares que los veo vacíos, que tengo la misma indiferencia respecto de Colombia que de Sudán, de Somalia que de... Israel. Son tantos para mí los lugares no gratos, aquellos a los que nunca he tenido la intención de ir, carentes de cualquier interés, lugares sin encanto, lugares desangelados. Me sucede también el desconcierto ante las ínfulas de algunos países que parecen, por su escasa población, de juguete -alguno de los nórdicos, o más abajo, como Luxemburgo, 500.000 personas que deciden sobre millones. Llego a la conclusión de que el mundo todo es un disparate, y no deja de producir extrañamiento lo bien que tanto disparate hace sentir a sus habitantes, que contemplan con satisfacción el éxito de su despropósito.
Voy a ahorrar críticas y alabanzas al pueblo judío porque quiero mostrarme de verdad justo con Günter Grass, que es el héroe -además, un crítico aquí siempre juega en desventaja. Un ejemplo reciente: el anterior embajador de Israel en España, Raphael Schutz, se marchó con el lamento de que era todavía fuerte el antisemitismo de los españoles. Ya digo que es imposible luchar contra una hipersensibilidad como la que afecta al pueblo judío. Por otra parte, la de antisemitismo parece una acusación demasiado fuerte para lo que puede juzgarse sin más indiferencia, aunque se trate en otras ocasiones de razonable oposición, dicho con la más absoluta honestidad.
Les cueste creerlo o no a los israelíes, hay en el mundo otras 200 naciones, haya sido su pueblo el preferido, el pueblo elegido o no por algún dios, y les cueste creerlo o no, los habitantes de esos países viven muy alejados de la obsesión sobre qué pie le pica al pueblo judío, en lo bueno y en lo malo -los judíos serán sin duda lo más importante para ellos mismos como pueblo, pero ojalá nos permita alguna vez tanta presunción ocuparnos a los demás de nuestros propios asuntos (como diría Billy Pilgrim, "es algo que aprendí en Trafalmador"). Si el crítico aquí siempre juega con desventaja, la hiperestesia israelí se ha convertido en una protección más formidable que el inconsciente cuando se estudia al hombre. En las páginas finales de Razón y revolución escribió Herbert Marcuse lo siguiente: "La derrota del fascismo y del nacionalsocialismo no ha detenido la tendencia hacia el totalitarismo. La libertad está en retirada, tanto en el dominio del pensamiento como en el de la sociedad". La obra es de 1955, y todo el mundo sabe que Marcuse fue un intelectual judío que abandonó Alemania tras el ascenso de los nazis a la subasta de los bienes ajenos. La cita es tan versátil que puede emplearse hoy tanto para combatir la ideología neoliberal como el victimismo fascistoide de muchos nacionalismos, y, por supuesto, es ideal para criticar la actitud melindrosa del Estado de Israel, victimismo fascistoide por excelencia. No debe ocultarse que la triste evolución histórica de Oriente Próximo ha conducido a Israel a un extraño modo de vida, la supervivencia, un estado permanente de defensa. Sin embargo, Occidente siempre había creído que Israel no podía ser un país o nación como el resto de las que se encuentran en esa zona, quizá porque su población la componían originalmente occidentales escarmentados -se ha confirmado, con pesar, que los auténticos intelectuales judíos nunca llegaron al nuevo Estado de Israel (ya decía Isaiah Berlin que allí sólo había polvo).
Igual que Friedrich Nietzsche, yo admiro de los judíos la maravillosamente humana creación de un dios vengador -vengativo también-, magnífica arma contra el mal -el mundo sería un lugar insuperable si algún dios se ocupase de nuestros asuntos, si lo hiciese con dolor y con humor, como el Dios del Antiguo Testamento, la Biblia judía. No creo sin embargo que entre los instrumentos de ningún dios se encuentre el arsenal nuclear disperso, amenaza indiscriminada, y tengo que manifestar mi solidaridad con Günter Grass, que no le ha negado la voz a la clarividencia. Pero el victimismo fascistoide ha puesto en marcha su maquinaria para arremeter contra un hombre que hace uso de su libertad de pensamiento, hasta el punto de que el mismo Gobierno alemán lamenta sus palabras. No puede ser más divertido: Israel participa en las competiciones deportivas europeas porque es un Estado casi hermano, un Estado esencialmente occidental, pero si se le recuerda al hermano occidental que la libertad es la esencia de Occidente, entonces se pone farruco y te saca tarjeta roja... ¡y ya veremos si no parte alguna tibia!
Se decía en la época de los misiles que una guerra nuclear sólo tendría perdedores, esto es, no se confunda al misil con la granada de mano, que las nubes radiactivas no viajan con pasaporte y cruzan las fronteras con tanta alegría como una flatulencia recorre el circuito intestinal hasta la meta, superado el ano, esté quien esté en la habitación. Y si ya es alarmante el chalaneo que se traen las autoridades de Irán con el enriquecimiento de uranio -que sí, que no, que un poco...-, más lo es el frenesí con que Israel quiere poner en práctica aquello que recuperó George W. Bush, la guerra preventiva, salvo que si no se hace con lanzas, podría acabar con todos (en el duelo es capital el capítulo de la elección de las armas).
Bravo, pues, por Günter Grass -y no se desprecie que ha demostrado que un premio como el Nobel de Literatura sirve en ocasiones para algo, que si a unos los hace engreídos y marqueses, a otros, valientes.


Yvs Jacob, persona non grata... en general.

miércoles, 4 de abril de 2012

La amnistía fiscal, lo último en delincuencia de Estado

¡Oye, que llegaron los liberales! ¡Sí, pero parece que estos usan desodorante!
Y ésa es la percepción que tiene la ciudadanía tras ir conociendo una a una las ocurrencias de este Gobierno, que ya logró todos los méritos para el título de la pandilla suicida.
Hay que decir antes de nada que el PP, tanto en el gobierno de la nación como en la oposición, siempre ha hecho alarde de moralidad, de distinción; que ellos, sus dirigentes, no son como los demás, nos habían vendido; y habrá que darles la razón, porque allí donde habíamos situado los ciudadanos el límite de la deshonestidad y de la estupidez, todavía llegan los populares a superarlo; allí donde unos se detienen, el PP siempre va a más.
Pero es que estos liberalillos teatreros han perdido toda la esencia, y como era de esperar, la sumisión a tal ideología, cuando se hace a la española, cuando se hace a la manera popular, acaba con todo lo sano que pudiese haber en ella. Primero se trató la quita a los autónomos, como si pudiese conmutarse una deuda por el tiempo que se tardará en satisfacerla; y ahora nos vienen estos amigos con la amnistía fiscal y con los megaputiclubs-casino. ¡Pero qué broma es esta!
Si se toma la ideología liberal y se le extrae cualquier indicio de moralidad, se llega a la más vil delincuencia. Porque en el liberalismo auténtico, si bien su apuesta por la lucha descarnada entre los individuos es sincera, una cosa es minimizar al Estado como la gran institución, y otra que no haya ninguna institución. Ahora bien, instituciones son, para el liberalismo, el compromiso, la responsabilidad, la lealtad a la nación, y estas nuevas figuras liberales que vamos conociendo -la quita, la amnistía fiscal, el desprecio a lo público, pero la feroz asunción de familiares y amigos a las sinecuras inútiles y costosas cuando son otros quienes las disfrutan...-, todo eso se conoce por el nombre, no de inmoralidad, sino de delincuencia. Y muchos estamos ya, no hasta los cojones de esta pandilla, sino a punto de afiliarnos a la CNT y de liarnos a hostias, y esta vez no quedará del alcázar de Toledo ni el sitio.
Un pueblo estúpido sólo puede tener gobernantes estúpidos.
Hace poco preguntaban a Fernando Savater su opinión acerca de la situación actual, acerca de la crisis. Desde que se lo disputan la derecha y la izquierda, yo pongo mucha atención cuando habla Fernando. La verdad es que para estar tan disputado tampoco dijo nada del otro mundo: "saldrán antes de las crisis los países con mejor educación y mejor formación profesional". Claro, esto ya lo sabíamos algunos: un país de taberneros saldrá mucho después y peor. Pero me gustaría completar su afirmación -es todo a lo que puedo aspirar con Fernando. No se vaya a pensar que basta con mejorar la educación si después se confía el tejido industrial a China; no se vaya a pensar que la educación es sólo el conjunto de conocimientos técnicos, compatible con la industria del turismo, que permite a un titulado superior echar mejor las cañas. Aquí se mezclan siempre causa y consecuencia. Lo que hace falta desde hace mucho tiempo es una visión nacional, incluso, aunque malsonante, nacionalista, capaz de implicar a todos los ciudadanos en el compromiso de la preservación de lo común propio. Tanto admiramos a los países nórdicos sin caer nunca en la cuenta de que todo su éxito lo deben a su condición de comunidades cerradas donde imperan los valores cívicos y ciudadanos. Y nosotros todavía pensando que tenemos un problema de dinero...
¡La madre que os parió a todos!


Yvs Jacob