sábado, 2 de junio de 2012

Rodrigo (de) Rato tiene razón: la culpa es siempre de los demás (¿La carta o la cara?)

Hay que distinguir en el Bankiazo y otros casos similares lo siguiente: el consejo de dirección con su presidente al frente y el cuarto oscuro de los técnicos -los de las páginas porno y la calculadora. El consejo se reúne de cuando en cuando y sólo trata de qué manera los representantes de todas las instituciones allí royendo pueden obtener los mayores beneficios de la gran corporación para el grupo que los ha alzado sobre poltronas de cuero. Son los técnicos del cuarto oscuro quienes informan al consejo de las condiciones del mordisco, si caben premolares y hasta molares, si de la talla del león o más bien la del hipopótamo. Por lo demás, el consejo no tiene ni la menor idea de las operaciones que realizan los técnicos del cuarto oscuro, que son quienes gobiernan en realidad la entidad -algo de lo que no se puede dudar tras observar el despiste de todo el consejo de Bankia, que jamás había sospechado que la abuela fuma-, y ni siquiera el presidente conoce la situación, porque el intento exigiría de él abandonar la impostura -hacer como que preside- para sufrir el esfuerzo siempre arduo del conocimiento -¡pero qué cojones estamos haciendo!-, y no es para eso que a uno lo nombran presidente de nada, se deja perilla y lo llevan de sarao en sarao en el cochecito. Al presidente de Bankia le corresponde un asiento en cada desayuno económico que se celebra en el país, y ya se dirá o no si un desayuno con banqueros y otros impostores cabe juzgarlo así, económico. El presidente de Bankia ha acudido a todos los foros de hombres sabios del país que con mucho pesar nos decían a los millones de muertos de hambre eso de "la cosa está muy mal", ¡uy, cómo está la cosa...!, eso de que "vienen malos tiempos", "la situación es muy comprometida", "todos debemos arrimar el hombro", "hay que actuar con responsabilidad" y ¡tralalá! -todo esto se nos decía por boca de las grandes inteligencias cuyo mantenimiento no baja de 1000 € la hora, que como alguien me cuenta, hay putas que por ese precio van mucho más limpias. Y se empezaba por aquí, llamando a la colaboración, y se pasaba después a la adoración de lo que se conoce como reformas estructurales en España, aparato político-legal que tiene como objetivo esquilmar a los más pobres a golpes de espuela de los más ricos, de manera que los primeros aprendan a vivir dentro de sus no-posibilidades -¡qué es eso de lo público, lo público...! ¡Lo público se va a acabar, que el dinerito está para gastarlo! Hace unos días decía José Antonio Martín Pallín algo extraordinariamente claro en Hora 25, y subrayo extraordinariamente para enfatizar su significado preciso, fuera de lo común: lo llaman reformas estructurales pero no son otra cosa que despidos y bajadas de salarios. Y así es, que aquí de estructural no hay nada, lo que prevalece es lo que desde siempre ha imperado: lo que aquí se aprecia es la confirmación de ese adagio, cuanto más pobres, más tontos. Es la española una raza de taberneros con ínfulas de aristócratas, la presa perfecta para el lobo hambriento que se presenta como protector de las ovejas, advertido de que otros también querrían comérselas. Yo me he preguntado en muchas ocasiones si puede existir alguna figura financiera más ruin que el mantenimiento de una cuenta, una figura usurera y miserable, tanto más cuanto que afecta a quienes menos tienen -en el caso de Bankia, 2 € al mes para aquellos usuarios cuyos ahorros no superan los 2000 €, abuelitas y abuelitos incluidos. Este mundo es el que de repente nos parece tan terrible, un mundo donde quienes presiden las entidades bancarias dan la carta, cuando se marchan, para informar de que no tienen nada que ver con lo mal que ha salido todo, que la culpa no es suya, que uno pasaba por allí cuando, de repente, el andamio se ha venido abajo. Y casi podría convencernos Rodrigo (de) Rato al decir que no tiene nada que ver ni tenía idea de lo mal que estaba la entidad; ¿no dijo el gran artífice del milagro económico español que no había burbuja inmobiliaria?



Yvs Jacob


P. S.: Y me acuerdo ahora también de algo que decía Francisco Álvarez-Cascos, que se encuentra en su etapa política de descubrimiento de los mineros, que tarde o temprano a todos les llega, algo que decía más o menos así, que en España no se había descontrolado el precio de la vivienda y no era, por tanto, elevado, sino que se ajustaba según la ley eterna del mercado, a saber, la oferta y la demanda, que para él expresaba la evidencia de que "el precio de la vivienda es aquel por el que la gente la compra". Claro, ¡tócate los cojones!, y si se pide más, pues se paga más; pero el Estado no existe para entrometerse en estas cuestiones privadas.
Cuanto más tontos, más pobres los españoles -y al contrario también funciona.