viernes, 25 de diciembre de 2009

Dinamarca ya no es lo que era

Mucho hemos admirado a esos países que bajo el nombre de Escandinavia eran prodigio de los progresos más silenciosos de la humanidad; y tanto los envidiábamos no sólo por la perfección de su democracia o por el alcance de sus derechos sociales, sino hasta por la estatura de sus varones y por la belleza de sus mujeres, robustos animales de mirada lasciva...
Cierto que pocas veces se ha reparado en la población, en la turba o muchedumbre que en su forma más refinada recibe el nombre de "ciudadanía". Algunos datos a considerar: Suecia, 10 millones de habitantes; Noruega, 5 millones, igual que Dinamarca. ¡Ay! No parece lo más complicado para los países de Occidente con tan poca población ser la avanzadilla de la civilización...
En comparación con la contención de Escandinavia, más difícil resulta vertebrar y poner en movimiento a los gigantescos monstruos europeos -Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia-. También España ha desarrollado su vicio hacia la monstruosidad, y cerca estoy de caer en la tentación de su defensa...
Pero, ay, Dinamarca... Dinamarca me ha despertado del placer que es la admiración y ahora la miro con el recelo que merece su torpeza. Al sentirse el centro del mundo por unos días, privilegio rotatorio y alternativo en este mundo de charanga, Dinamarca ha preferido ridiculizarse a aceptar la ineficacia de la gestión que tenía entre manos, y ha resultado el disparate de encarcelar al Director de Campañas de Greenpeace España por su valor al defender lo que la política ha dejado de lado.
Algo así siempre sucede cuando el centro del mundo es identificado y mucho se espera de él.
Un modesto "centro del mundo" se aproxima a esta España enamoradiza de su buen hacer...
¡Echémonos a temblar!


Yvs Jacob