miércoles, 4 de abril de 2012

La amnistía fiscal, lo último en delincuencia de Estado

¡Oye, que llegaron los liberales! ¡Sí, pero parece que estos usan desodorante!
Y ésa es la percepción que tiene la ciudadanía tras ir conociendo una a una las ocurrencias de este Gobierno, que ya logró todos los méritos para el título de la pandilla suicida.
Hay que decir antes de nada que el PP, tanto en el gobierno de la nación como en la oposición, siempre ha hecho alarde de moralidad, de distinción; que ellos, sus dirigentes, no son como los demás, nos habían vendido; y habrá que darles la razón, porque allí donde habíamos situado los ciudadanos el límite de la deshonestidad y de la estupidez, todavía llegan los populares a superarlo; allí donde unos se detienen, el PP siempre va a más.
Pero es que estos liberalillos teatreros han perdido toda la esencia, y como era de esperar, la sumisión a tal ideología, cuando se hace a la española, cuando se hace a la manera popular, acaba con todo lo sano que pudiese haber en ella. Primero se trató la quita a los autónomos, como si pudiese conmutarse una deuda por el tiempo que se tardará en satisfacerla; y ahora nos vienen estos amigos con la amnistía fiscal y con los megaputiclubs-casino. ¡Pero qué broma es esta!
Si se toma la ideología liberal y se le extrae cualquier indicio de moralidad, se llega a la más vil delincuencia. Porque en el liberalismo auténtico, si bien su apuesta por la lucha descarnada entre los individuos es sincera, una cosa es minimizar al Estado como la gran institución, y otra que no haya ninguna institución. Ahora bien, instituciones son, para el liberalismo, el compromiso, la responsabilidad, la lealtad a la nación, y estas nuevas figuras liberales que vamos conociendo -la quita, la amnistía fiscal, el desprecio a lo público, pero la feroz asunción de familiares y amigos a las sinecuras inútiles y costosas cuando son otros quienes las disfrutan...-, todo eso se conoce por el nombre, no de inmoralidad, sino de delincuencia. Y muchos estamos ya, no hasta los cojones de esta pandilla, sino a punto de afiliarnos a la CNT y de liarnos a hostias, y esta vez no quedará del alcázar de Toledo ni el sitio.
Un pueblo estúpido sólo puede tener gobernantes estúpidos.
Hace poco preguntaban a Fernando Savater su opinión acerca de la situación actual, acerca de la crisis. Desde que se lo disputan la derecha y la izquierda, yo pongo mucha atención cuando habla Fernando. La verdad es que para estar tan disputado tampoco dijo nada del otro mundo: "saldrán antes de las crisis los países con mejor educación y mejor formación profesional". Claro, esto ya lo sabíamos algunos: un país de taberneros saldrá mucho después y peor. Pero me gustaría completar su afirmación -es todo a lo que puedo aspirar con Fernando. No se vaya a pensar que basta con mejorar la educación si después se confía el tejido industrial a China; no se vaya a pensar que la educación es sólo el conjunto de conocimientos técnicos, compatible con la industria del turismo, que permite a un titulado superior echar mejor las cañas. Aquí se mezclan siempre causa y consecuencia. Lo que hace falta desde hace mucho tiempo es una visión nacional, incluso, aunque malsonante, nacionalista, capaz de implicar a todos los ciudadanos en el compromiso de la preservación de lo común propio. Tanto admiramos a los países nórdicos sin caer nunca en la cuenta de que todo su éxito lo deben a su condición de comunidades cerradas donde imperan los valores cívicos y ciudadanos. Y nosotros todavía pensando que tenemos un problema de dinero...
¡La madre que os parió a todos!


Yvs Jacob