domingo, 3 de enero de 2010

TVE "sin publi"

Aunque sólo sea por la belleza de su practicidad, no me opongo al principio básico: si algo funciona, y funciona bien, ¿para qué tocarlo? No comprendo en absoluto la necesidad de suprimir de la televisión pública la publicidad mediante la cual se financiaba en gran parte, una medida ineficaz de todo punto cuando sólo afecta a una fuente particular entre todas las posibles que pujan por arrimar al borreguillo a su estanque. Es más, en busca de una "televisión de calidad", como dicen los expertos (?), lo más insultante para la dignidad del espectador, cuando se trata de un ser humano, no se corresponde con las promociones comerciales, tan espantosas como son en su mayoría, sino con el espectáculo en que los propios seres humanos se han convertido unos para otros, y eso no parece que haya sido eliminado.
En muchas ocasiones he declarado mi publifobia por su contribución al imparable proceso de afeamiento del mundo urbano. Tanto la publicidad repartida en mano como la que llena mi buzón cada día fustigan con furia mi espíritu, y no de otra manera reacciona mi sensibilidad aristocrática ante los despliegues técnicos que sitúan a los comerciantes en el universo... Sin duda, en el universo de los horteras. La publicidad ha rebajado la belleza del mundo a la altura de las almas de los depravados, algo que siempre sucede cuando una actividad se convierte en el modo de vida de alguien, y por cuyo beneficio tenemos que pagar irremediablemente todos los demás. Se aprecia, por lo tanto, que el capitalismo no pasa por alto ningún aspecto ni ámbito de la vida, que su crueldad carece de límites, y todo ello con el consentimiento de la propia humanidad, que sólo lamenta no contar con medios para detenerlo, igual que si lo hubieran enviado desde Marte o Júpiter, y la tecnología, en su estado actual, se mostrará insuficiente para contrarrestar sus efectos nocivísimos... ¡Formidable papanatismo!
Quienes nos hemos preguntado qué coño va a emitir la televisión pública estatal en lugar de la enciclopedia dosificada para ser un campeón en el lanzamiento de cerebro hemos constatado el alargamiento de algunos programas, y en particular, del delicioso espacio dedicado a la información meteorológica. "Ver el tiempo" se ha convertido en un auténtico desafío: es imposible prestar atención a alguien que vomita como un opositor ante un tribunal de ineptos.
La población incapaz de superar esa prueba de madurez puede vagar paciente por La 2 y Teledeporte mientras comienzan su película o serie favorita sin cortes publicitarios. Es posible que se reencuentre con un partido de fútbol jugado en el mes de noviembre o con una etapa del Tour de France... Cosas de la educación bienintencionada: no es lo mismo volver a alguien gilipollas que dejarlo como está. Y así es.


Yvs Jacob