sábado, 19 de diciembre de 2009

Fernando Sánchez Dragó, el último genio del pensamiento español

Qué simpático el artículo de este inconmensurable comunicador titulado "Gorrones sin fronteras". Quienes practican la opinión difundida, porque a cualquier cosa se le llama hoy "periodismo", vierten generosamente en sus escritos gotas del elixir del sí-mismo, de uno mismo, la atalaya desde la que todo se percibe sin la amenaza de la polución: la opinión difundida es también una opinión no contaminada. Tiene España un exceso de clarividencia; usando la expresión tan popularizada por el versátil pensamiento conservador español, tiene España un "capital humano" tan poderoso que si alguien supiera aprovecharlo como es debido, la piel de toro patatera dominaría el mundo.
Farol de poetas y otras mentes prodigiosas es Sánchez Dragó, y una actitud muy española la que lo posee en su artículo. Consiste aquélla en echarle un cubo de mierda a quien ya está bien hundido en el fango. Debe de ser la proximidad a dos centrales de alta toxicidad -El Mundo y Telemadrid- lo que le ha convencido de la idoneidad de castigar a los cooperantes secuestrados; debe de ser la contorsión perversa de la realidad que bien dominan los superhéroes del Partido Popular lo que ha producido en su mente la justificación de una desgracia a partir de lo que los cooperantes son: unos pijos catalanes. La inferencia imposible es sin duda el instrumento más eficaz al que recurre el Partido Popular en su descabellado intento de atrofiar al votante antes de desangrarlo. Esta figura del anti-razonamiento tiene mucho efecto entre el analfabetismo español; es seductora, como sucede a casi todas las formas que adopta la violencia, y seduce por su dogmatismo, puesto que el dogmatismo es la extensión máxima que alcanzan los espíritus abotargados.
La opinión difundida, por mucho que se quiera crítica, no es más que mierda sobre la mierda, y fracasa en su objetivo de espabilar a los tontainas por ser ella misma la insistencia en el atontamiento.
No creo que Sánchez Dragó -ni su entorno (¿Dragolandia?)- merezca la confianza que se ha arrogado para aleccionar a los ciudadanos que él quiere estimular acerca de la dignidad. De hecho, la ciudadanía y todo lo que tiene que ver con el Partido Popular actúan como fuerzas contrarias: un ciudadano, uno de verdad y no un pollino, sale corriendo en cuanto asoma el Partido Popular; y lo mismo sucede al contrario.
¡Qué cosas tiene el whisky! (Hay quien piensa que sólo ataca al hígado...).


Yvs Jacob