jueves, 9 de junio de 2011

El académico Pérez-Reverte culpa al mundo del cine de la mala calidad de sus propias novelas

¡Joder, joder, joder, cómo está el mundo! Si es que dan ganas de no levantarse, o de hacer algo para que no seamos tantos, coño, que somos ya demasiados, joder, y todos nos creemos la bendita repolla.
El académico es noticia, un día, sí, y otro, también. Tan pronto nos lo presentan firmando ejemplares como cagándose en la puta en la bahía de Cádiz; cargando contra un juez que dicta una sentencia, al parecer, improcedente, o bien en unas estupendas fotografías en las que podría tomárselo por un intelectual europeo, muñozmolinizante, en New York, y todo parece tener el mismo interés: el académico es, sin duda, noticiable. Ha de admitirse que también él pone mucho de su parte, pone una mala hostia que se empeña en tomar por juicio certero. Menos mal que existen la Internet y el desempleo...
Como sucede al académico, también yo soy partidario de culpar a alguien por cuanto se emite por televisión, y hasta de castigar al chivo expiatorio, a ser posible, en vivo, y más por venganza que por un sentido ejemplarizante -a veces aflora en mí el demócrata exclusivo, el de las elecciones.
Tales ajusticiamientos manifiestan el coraje de una sociedad madura, una sociedad que sabe defenderse de sus agresores, que son, en su mayoría, sujetos identificables en el interior de la misma.
No obstante, en el caso de las versiones cinematográficas o televisivas que se hacen de las novelas del académico, existe un cierto tufillo respecto del origen del mal. Podría pensarse que no falla la correa de transmisión, que tantas veces funciona sin alarmar a nadie. Me pregunto si existe alguna adaptación cinematográfica que haga justicia a una novela española, si alguna novela española que de verdad sufra en su adaptación... Siempre se ha dicho que los escritores franceses nadan en sus ínfulas, pero yo creía que los escritores españoles aceptaban sin turbación alguna su mediocridad. Lo que no imaginaba era que una película, o una adaptación para televisión, pudiese resultar culpable de la mala calidad de una novela. Esta metafísica funciona en España en el ámbito de la política, donde cualquiera es culpable de lo que hacen los demás, pero que haya dado el salto a la novela, de eso no tenía la menor idea.
Si es que los españoles se dan unos a otros demasiados premios... A uno lo hacen académico por una nonada, y en su autosatisfacción llega a ver al mismísimo Apolo. Pero los dioses deslumbran, sean griegos o romanos, o ese otro que abrió a Adam como si fuese un boquerón.
En la situación actual de la literatura española, sólo cabe una solución: que nuestros escritores se pasen a la literatura de viajes y que los perdamos de vista durante una buena temporada. Se están expandiendo en el lugar que les ha cedido la sociedad, y ya resultan bastante molestos estos gases fétidos. Yo propongo desde esta humilde columna una caravana a zonas de alto riesgo (¡ojo, que en USA está terminando la temporada de tornados!), y aunque tenga que traicionar mis principios, prometo adquirir una novedad literaria: si fuera el caso, ¡la del escritor superviviente!


Yvs Jacob

La OMS incluye a la alcaldesa de Alicante en la lista de las sustancias alucinógenas

Yo había tenido algunas experiencias viéndola, escuchándola por televisión, pero no me atrevía a identificar a Sonia Castedo, alcaldesa de Alicante, como el potentísimo agente capaz de arrojarme al suelo en un interminable ataque de risa, en un revuelco que me llevaba de un lado a otro de la habitación con un latido en los pulmones, que amenazaban descolgarse, desprenderse de la estructura que los soporta por la violenta convulsión propia de un gozo místico.
Y qué criaturas extraordinarias no veía yo por todas partes, imposibles de encontrar en el mundo que ingenuamente se llama real: empresarios sin escrúpulos, políticos corruptos, ciudadanos analfabetos... No pueden ser sino producto de esa estúpida, que diría David Hume, esa tonta... la imaginación, claro.
Qué sensación de incomparable bienestar. Tanto tiempo entregado a la marihuana para descubrir que bastaba con un micrófono bien colocado y lograr así la catarsis, romper con el dolor de los días. Había pensado que era otra cosa el mundo feliz, contaminado por la mala literatura, pero andaba yo desorientado. Porque el mundo feliz es el que la alcaldesa llama normal: el mundo Fabra, el mundo Camps, y el suyo, el mundo donde alguien puede declarase la polla insaciable.
Creo que la sociedad española no obtiene del Partido Popular todo el beneficio que estos amigos podrían proporcionar. Un auténtico Estado policial viene siendo necesario, con acceso directo a las cámaras que habrían de emitir para todo el público la vida privada de las personas públicas. En vez de El show de Truman, podríamos ver a nuestros políticos en El show de 'Y tú más', sin perder detalle del modo como se llenan los bolsillos traficando, que no otro verbo es más adecuado, con los bienes públicos, con las ventas y las compras de nuestros recursos, que ellos gestionan, especialmente los esquilmadores del Partido Popular, como reyezuelos africanos.
Quiero agradecer desde aquí a la alcaldesa Castedo por su cara dura, y más grande que un piano de cola. Lo que me ha hecho de reír y de reír y de reír esta campeona del disparate.
No sé por qué sospecho que el tiempo en que eran otros los culpables de que un político terminase convertido en un delincuente llega a su fin...


(Y mañana en Basuragurú: "Intereconomía ya practica la mendicidad en todas sus formas". Con declaraciones del moralista Mario Conde: "Yo no llevo las cuentas").


Yvs Jacob