viernes, 28 de diciembre de 2012

España necesita que la rescaten... del Tercer Mundo

Esta mañana intentaba cruzar la Plaza Mayor cuando he recibido el impacto de un cuerpo blando y pequeño, al que han seguido una descarga de pompas de jabón y un momento de perplejidad. Al girarme para identificar al autor de tal osadía, he descubierto a una china lo bastante mayor como para decir de ella que era una anciana, y ha sido en ese momento cuando me he dado cuenta de lo que está sucediendo, ha sido quizá la primera vez en mucho tiempo que ha aflorado ante mis ojos la realidad, la auténtica realidad. Lo que está sucediendo no es que los españoles hayan elegido a un primer ministro incompetente que ha formado un equipo de iguales para acometer la destrucción del Estado de bienestar; y tampoco lo es que en Madrid gobierna otro incompetente con ínfulas de rey de la selva que se esfuerza por cumplir el recetario del autoritarismo que ha heredado de una diva provinciana; ni está sucediendo lo que algunos se empeñan en llamar crisis económica o recesión, en lugar de guerra abierta o estafa; ni está sucediendo que miles de personas pierden su empleo a diario o son expulsadas de una vivienda que ya no pueden pagar, ni sucede el triunfo de la pobreza y de la desigualdad. Lo que de verdad está sucediendo en España es que ha regresado a su lugar en el Tercer Mundo, y cuando aparecen en la información noticias referidas a la privatización de los servicios públicos y a las modificaciones legales que allanan el terreno donde se levantará un complejo para la delincuencia, no se trata en absoluto de amenazas cuyas consecuencias conoceremos en un futuro no muy lejano, sino de consumaciones y consecuencias de la gran fatalidad, habernos expulsado nosotros mismos del mundo avanzado y moderno para regresar a otro del cual se creyó en el pasado que no podríamos salir. Yo ya no me hago determinadas preguntas como una persona que se considera de izquierdas, me olvido en muchas ocasiones del espectro ideológico-político para alzarme sobre él y ver qué se oculta bajo tantas divisiones, los habituales frentes improductivos de la política española en los asuntos polémicos y en las supersticiones. Me pregunto, por ejemplo, qué sucede cuando puedo encontrarme a una anciana china que vende pistolas de pompas de jabón en la Plaza Mayor de Madrid de manera ilegal y con la más absoluta impunidad, y huyo intencionadamente de cualquier respuesta ideológica, de izquierdas o de derechas, huyo tanto del buen rollo como de la más enconada xenofobia. Yo me pregunto por la dignidad del Estado, por la eficacia de sus instituciones al servicio de la dignidad de los ciudadanos, por la existencia o no de valores en el pueblo español, me pregunto por el tipo de pueblo que los españoles han elegido ser y son, por el mundo que encontrarán las siguientes generaciones, me pregunto por las condiciones de posibilidad para la satisfacción de una vida digna en ese mundo, me pregunto, sin pensar en ningún momento en la posición que adoptaría una persona de derechas o de izquierdas, si soy el único a quien le parece que todo se está desmoronando, que las calles rebosan de vendedores ambulantes, gente viciosa y ociosa y pedigüeños, que la integración de la inmigración ha fracasado de manera rotunda, como no podía ser de otro modo cuando los pobres buscan acogida en un pueblo sin cultura, me pregunto, sin querer situarme a la derecha ni a la izquierda, si es digno encontrar a tanta gente tirada en cualquier parte por muchos que fuesen sus pecados, si es digno vivir unos y otros entre tanta suciedad, si es digno que los ancianos hurguen en las basuras, si lo es negarle a nuestros ojos la más mínima dosis de belleza. La regresión o involución al Tercer Mundo es una obra colectiva de la sociedad española que no me atrevo a adjudicar en su autoría a ningún gestor, si bien han sido los gestores de la cosa pública en España quienes han dirigido el desastre. Nada de lo que está sucediendo en esta involución social, desde la institución legal de la desigualdad hasta el desprecio de los derechos sociales, puede justificarse con la situación económica, la prima de riesgo, los objetivos del déficit o el sibilino discurso alemán sobre la austeridad -yo nunca lo he creído y pienso que hay que ser bastante tonto para creer que es de esa manera. Lo que está sucediendo ahora hubiese sucedido igual sin ninguna de las justificaciones anteriores, era una bomba de relojería cuyo tiempo lo marcaban los acontecimientos, y estallaría cuando tuviese que estallar. A esa hora precisa, el reloj marcaba: la jovialidad política del nuevo PSOE -todo vale si es útil y la intención es buena- y la miseria quintaesencial y endémica de la derecha española de siempre -la ruina como estrategia de oposición y el enfrentamiento y la provocación como forma de gobierno.
Poco después del encuentro con la anciana que se gana la vida en nuestro Tercer Mundo, me he topado con unos trabajadores de Telemadrid que recogían firmas para defender su puesto de trabajo, por mucho que en sus chalecos estuviese escrito que "Telemadrid es tuya". No, amigos de Telemadrid, esa televisión no es mía, es parte del aparato de propaganda y lavado de cerebro del PP, y mucho me alegraré si perdéis vuestro trabajo, porque han sido muchos los días en que Tertsch, Samboal, Sánchez-Dragó y otros mercenarios y desplazados de la palabra se asomaban a ella para dividir a los españoles, para insultarlos, para engañarlos, y nunca os fuisteis "a negro", y quién sabe si hasta votasteis a quienes os quitan ahora el empleo por temor precisamente a que algo así pudiese suceder. Justo será que os vayáis ahora a la mierda, como nos sucede a todos los demás.
He tomado una decisión inamovible: sólo votaré en las próximas elecciones a un partido cuya primera línea de su programa diga que tiene como único objetivo rescatar a España del Tercer Mundo, y lo quiero con todas las letras, esto es, Nuestro único objetivo es rescatar a España del Tercer Mundo... -abstenerse aventureros, estoy hasta los cojones de los aventureros.


Yvs Jacob