jueves, 28 de marzo de 2013

¿Interpretará Mariana Todorova a Samuel Barber en un teatro semivacío? Una orquesta no es un negocio

España no es, ni lo será jamás, un país normal. Cuando Aristóteles dijo aquello tan bonito de que todo tiende al bien, lo que no significa sino "a un fin", y que tal bien es la perfección en su realización, llegar a ser, realizar u objetivar su ser -lo que cada cosa es-, es posible que en los libros del pseudohistoriador o historicida César Vidal se afirme que por entonces también existían los españoles -y, por ende, si existían éstos será también necesario afirmar la existencia de los catalanes-, pero si Aristóteles pudo sostener tal principio metafísico, lo que no existía por el momento era el PP. Porque con el PP tal principio de la metafísica aristotélica se convierte en una ley de Murphy; a saber, lo que va mal terminará mucho peor. Y en ello estamos. Tras subir Mariano al balcón y decir aquella chorrada histórica -"yo mañana me voy a poner a trabajar"-, muchos españoles de los de ahora sentimos que el espíritu se nos contraía, porque ni entendimos entonces ni lo entendemos aún que dentro de la división natural en toda sociedad -por su naturaleza injusta-, una división entre quienes tienen mucho y saben servirse de todo cuanto existe para que el viento sople siempre a su favor y el resto, la amplia mayoría de torpes votantes nunca demasiado satisfechos de su infantilismo, corresponde a los primeros el privilegio en absoluto político de someter a su capricho a esa inmensa mayoría segundona, en lugar de gobernarse ésta de tal manera que buscase para todos aquellos que la componen el mayor beneficio en todos sus aspectos. Como en Madrid padecemos todos los desórdenes que el gobierno del PP ha introducido en la Comunidad desde 1995, tan pronto se confirmó que los "populares" ganaban también el gobierno de la nación yo empecé a temer por la integridad de las cosas que tenían para mí un gran valor social, y me pregunté en particular, y odio sentirme profeta, cuánto tiempo les llevaría a los nuevos gestores de la cosa pública resolver su aniquilación, y me pregunté cuánto tiempo de vida le restaba a la orquesta y al coro de RTVE, una pregunta, y deben creerme, que me asaltó de manera espontánea. Aparte de los solistas que entran y salen del "circuito", en la música culta no hay más de tres o cuatro formaciones que puedan ser entendidas como un negocio, un negocio muy rentable -la Koninklijk Concertgebouworkest (Real Orquesta del Concertgebouw) de Amsterdam, las inevitables Wiener und -jájaja- Berliner Philharmoniker y quizá la Chicago Symphony Orchestra... (no se busque en cada caso únicamente una razón discográfica, que sería parcial, se trata de instituciones culturales indiscutibles producto de una tradición musical extensa y respetada). El resto de las formaciones existentes en todas y cada unas de las capitales mundiales, capitales de provincias o de regiones y vinculadas de alguna manera a entes públicos -emisoras de radio regionales o estatales sobre todo-, no obstante sus abonados particulares, no son ni pueden ser un negocio, no se gestionan como tal, y su razón de ser es otra bien distinta. Esto lo saben en cualquier parte del mundo, tales orquestas existen como existen los puentes sobre los ríos y como existen las bibliotecas, no son un negocio, ni siquiera uno mal gestionado, son, sin más, una función, el principio que las inspira no es la recaudación, el lucro, la rentabilidad, sino que cumplen la misión de proporcionar cultura, de mantenerla viva, porque la cultura no es única y exclusivamente la reclamación permanente de la pseudointelectualidad de actores y dramaturgos de izquierdas, la cultura es -y así tiene que ser en un pueblo desarrollado- algo mucho más ambicioso. Todo esto lo saben en cualquier parte del mundo menos en esa tierra llena de brutos que es España. Y apenas un año después de aquella chorrada histórica de Mariano Rajoy, parece que ya comienzan a ser desmanteladas las formaciones de RTVE, la orquesta y el coro, pues los gestores de todas las cosas, obsesionados con la idea de que muchos gastos pequeños hacen un gasto muy grande, cuando en realidad no hay mayor gasto que el rescate al sector financiero usurero y tramposo, han llegado a la conclusión de que a la sociedad le sobran mimos, a la conclusión de que todo funciona mucho mejor cuando se paga por ello al menos dos veces -la primera, siempre con los impuestos. Hasta hace unos meses, era fácil conseguir una invitación para asistir al concierto del programa de abono de la orquesta los jueves, pero alguna cabeza prodigiosa ha alumbrado la idea de que 50 personas que no pasan por caja suponen un beneficio negativo -una pérdida- de 50 localidades sin vender, y ahora sólo pueden asistir 20 -como se habrá intuido rápidamente, esto es España, y una España pobre, y la pobreza no es sólo un concepto económico; si a 30 personas que asisten a un concierto de la orquesta de RTVE se les restan 30 oportunidades de continuar haciéndolo gratis, resultan 30 localidades sin vender, igual que antes, sólo que ahora son 30 localidades vacías en el teatro. La corrupción de la función cultural que realiza la orquesta ha dado lugar a situaciones escalofriantes, no cabe otro calificativo para juzgar que la Johannes-Passion de J. S. Bach o la Cello Symphony de Benjamin Britten, que contaba para la ocasión con Alban Gerhardt, un solista exquisito y soberbio, se abordasen con medio patio de butacas vacío, lo que habrá sido reconocido como un logro neoliberal, por supuesto, neoliberal a la manera española, "el que quiera algo que se lo pague", y el ideólogo de esta estrategia de mercado no cabrá de gozo dentro de sí mismo, porque ¡qué es eso de asistir a un concierto de música clásica en España sin pagar! ¡Ufff, qué gran victoria de una ideología, antes expulsar a los pobres de la sala y tenerla vacía que llena de aplausos gratuitos! No sé si alguna vez he contado una experiencia que tuve en Luxemburgo. Una mañana quise sintonizar una emisora de música clásica, empecé a mover el dial y no había manera de seleccionar una... pero, claro, porque era tal la cantidad... -varias emisoras alemanas, belgas, holandesas, alguna francesa... Nada que ver con el país de la tortilla de patata y el artista torero, donde existe sólo una emisora que tarde o temprano tendrá que ser liquidada -demasiado gasto para no más de 300 oyentes diarios.
El Teatro Monumental raras veces ha tenido una entrada que pueda decirse muy amplia o completa -por otra parte, por encima del primer anfiteatro no tiene mucho sentido presenciar la ejecución de una obra, la música clásica, mucho más que la popular, exige una contemplación compleja, mirar, escuchar y sentir a la vez, quizá por eso es tan importante que quienes asisten no hagan un solo movimiento o ruido que implique la distracción para otro espectador, esto lo trata Elias Canetti en su acertadísima disertación acerca de la "masa de concierto" -en España, una vez más, la "masa de concierto" deja mucho que desear. Queda claro, pues, que lo que va mal irá peor hasta que ya no tenga remedio; somos españoles, nos gusta ver morir a las cosas...
Los miembros de la orquesta y coro de RTVE buscan estos días llamar la atención, preocupados como todo el mundo por su puesto de trabajo. He mostrado en otras ocasiones mi insolidaridad con los trabajadores de Telemadrid, que debían haberse ganado la simpatía de la sociedad interrumpiendo y denunciando enérgicamente la politización del ente público, que se convirtió hace varios lustros en altavoz de la propaganda del PP, y ahora es demasiado tarde para reblandecer nuestros corazones. Una orquesta politizada, sin embargo, sólo es posible en un régimen totalitario, y quizá todavía podamos salvarnos todos. Al Estado le sobra Telemadrid y hay que dejarla morir, pero a la sociedad española no le sobra una orquesta, menos una como la de RTVE. Convertir la figura laboral de los miembros de las formaciones de RTVE en trabajadores con carácter fijo discontinuo, siendo remunerados sólo durante los meses que dura la temporada de abono, supondrá el final de sus instituciones musicales. Una buena orquesta no se compone de buenos músicos o profesores -eso proporciona en todo caso una orquesta sin más-, una buena orquesta resulta de buenas direcciones y de la tradición; los directores cobran por su trabajo, y la segunda no es fija discontinua. Tradición es permanencia y persistencia en el tiempo. La Orquesta Sinfónica de RTVE se fundó en 1965 y es probablemente la mejor orquesta de cuantas existen hoy en España -hay en estas sentencias algo odioso, lo sé-, una orquesta de extraordinaria versatilidad e indiscutible profesionalidad. Medio siglo de vida no puede construir una tradición, pero es desde luego un error caer en la frivolidad de despreciar una función social o el servicio que en el camino de convertirse en tal, en tradición, presta una institución como esta, por muy joven que sea. No reconocer a sus miembros los derechos que contemplaba su puesto de trabajo cuando accedieron a él tendrá consecuencias negativas; degradar la función que realizan afectará a la calidad de sus ejecuciones, perderá incluso el favor de los intérpretes más reconocidos internacionalmente, que podrían declinar la invitación a colaborar con una formación pésima, y España será otra vez a ojos del mundo civilizado y desarrollado ese patético país de los aeropuertos sin aviones, un país de analfabetos y de horteras atrofiados por el servilismo al turismo. No voy a preguntar si entre los miembros de la orquesta fue mayoritario o no el voto al PP en las pasadas elecciones a Cortes Generales de 2011, es de mal gusto, pero puede servir la reflexión para que en el futuro no se considere el voto de la manera tan graciosa y liviana como se ha hecho hasta ahora. Hay que exigir al conjunto de la sociedad una reconciliación con la responsabilidad y con la atención a las consecuencias de las acciones y posicionamientos políticos -los políticos que gestionan nuestros asuntos públicos no han venido de Marte ni los ha impuesto Angela Merkel, son tan estúpidos y tan listos como nuestro charcutero o nuestro vecino, son de los nuestros, hacen bien y mal todo lo que los demás, los ciudadanos particulares, harían bien y mal, luego empecemos a utilizar la democracia de una manera racional, y que nos sirva para apartar del camino del progreso a todos los imbéciles que se empeñan en liderarlo y no traen más que desastre con ellos.
Los días 4 y 5 de abril la concertino de la Orquesta Sinfónica de RTVE interpreta junto con la formación el Concierto para violín y orquesta de Samuel Barber; Mariana Todorova es una violinista descomunal, como diría Leopold Stokowski, su instrumento no tiene ya secretos para ella, lo domina de un modo absoluto, su ejecución es más que impecable, jamás se permite mostrar una debilidad técnica, todas y cada una de las notas que brotan de aquél suenan a algo acabado y definitivo, y si bien no parece posible que mantenga la posición más rigurosa en el puesto de honor de los violines -Mariana es un resorte en movimiento tan pronto ataca las cuerdas-, jamás se le habrá observado un gesto de hastío o cualquiera que denote falta de entrega -en todo caso, alguno de desconcierto, como cuando Miguel Borrego estrenó aquel despropósito de Jesús Torres (el concertino nos debe desde entonces un concierto)-, Mariana Todorova es consciente en todo momento de la imagen que debe ofrecer la orquesta y su actitud merece todos los elogios. Un concierto de música clásica no tiene nada que ver con un partido de fútbol, no se trata tampoco de un espectáculo que deba blindarse con unos precios selectivos; una sala medio llena es motivo para la tristeza y produce vergüenza, no puede considerarse como un logro que tanta gente quede marginada del disfrute de la mayor belleza cuando su lugar entre las butacas lo ocupa la absoluta nada. Voy a pedir apoyos para que la orquesta y el coro puedan seguir contribuyendo al bienestar espiritual de la sociedad española a unos precios razonables, incluso si el Estado tiene que pagar su salario los doce meses del año -¡guau, menuda ruina para todos, menudo despilfarro!-, pero debo pedir también una reflexión respecto del teatro con media entrada donde la orquesta tiene su sede, es un sinsentido lo que está sucediendo, las puertas deberían estar abiertas para quien no puede pagarse una localidad -la OCNE, orquesta y coro nacionales de España, también ofrece sus conciertos para un tercio del patio de butacas los sábados por la tarde, otro logro del concepto económico de la cultura en España, que se formen como seres humanos complejos y completos sólo aquellos que puedan pagarlo, para los demás ya existe el teléfono móvil inteligente (?). Quiero insistir en que una orquesta no es un negocio ni un gasto, términos siempre perversos, una orquesta es una solución para una necesidad vital -Lévi-Strauss habló de la melodía como el verdadero misterio humano-; España es un país cultural, musical y espiritualmente pobre, gestionado por individuos mediocres que llevan con ellos el vacío allí donde creen sentar las bases para la excelencia. Espero que para el próximo concierto haya vuelto todo a la normalidad, espero que la generosidad de la orquesta haya sido restablecida, la música clásica es un producto de la cultura que aspira más que ningún otro a la permanencia, atravesarla con criterios burdamente económicos es un delito moral que sólo puede permitirse un pueblo de ignorantes; la música clásica no es de izquierdas ni de derechas -las clases pudientes en España, por lo demás, siempre se han contado entre las peor cultivadas de Europa-, una muy buena orquesta pública no puede convertirse de repente en un "banco", como diría el profesor Manuel Herce, no es suelo urbanizable, no es plusvalía, una muy buena orquesta debería ser motivo de orgullo en un pueblo tan deficiente como el nuestro, pero para ello es imprescindible que se pueda disfrutar de su talento.


Yvs Jacob