viernes, 28 de agosto de 2009

¿Qué divierte tanto a Cristóbal Montoro?

Parece Cristóbal Montoro persona feliz y quizá sea ello algo de lo que alegrarse en privado. Pero más que feliz, es Montoro una risa con sonrisa que pide a gritos una bofetada. Representa Montoro a los que interpretan la 'lista' de otra manera, a los listos, que se tienen ellos mismos por benditos y santos pastores de hombres.
Montoro puede comentar la situación de los desempleados en España, su miseria y su número con una sonrisa propia de quien le ha visto las braguitas a una colegiala. Trata Montoro un asunto tan serio como el endeudamiento de las familias igual que si compartiera un chascarrillo sobre los cuernos de un amiguete en el bar, 'descojonándose', pero congelándome el alma con esa voz de palco futbolero, con sus trajecillos de rico militante y el repugnante cabello donde podrían aparearse las moscas. ¿De qué se ríe Montoro?
Ni siquiera es irónico Montoro, porque la derecha nunca ha sido aleccionada en sutileza; ni siquiera sus gafas, elegidas para la escena, consiguen exhibir la inteligencia que en el ambiente académico se le acepta a este pequeñín tan graciosete; y ni siquiera él confía mucho en sí mismo, como demuestra cualquier comparecencia ante los medios, pues cuando se quiere vivir del humor, o se es muy bueno, de verdad bueno, o en seguida se siente uno patético, y Montoro, apenas hila dos payasadas de 'boquilla', se pierde en el cielo inmenso de lo posible. Es entonces cuando carga contra el Gobierno, desesperado, una vez agotada la poca gracia que tiene. Pero ya se sabe que de un Gobierno se puede decir cualquier cosa, especialmente todo lo malo.
No, no ha nacido Montoro para 'animar la fiesta', por mucho que él piense lo contrario; no es apto, moralmente apto, para recuperar la dirección de la economía nacional ni para criticar a quienes buscan el milagro de la dignidad humana.
¡Ay, quién pudiera devolver a todas las florecillas al invernadero!


Yvs Jacob