domingo, 1 de enero de 2012

El modelo holandés

Hoy entran en vigor en muchos países muy variopintas normas, leyes, regulaciones..., entre las que se encuentra la prohibición -para turistas- de consumir marihuana y productos similares o derivados en los famosos coffee shops holandeses. No es que me preocupe; no creo que lo mejor de Amsterdam se encuentre en la exhibición de la prostitución -como una actividad más del holgado capitalismo- ni en los ya nada contraculturales locales para fumadores avanzados, que tampoco lo son. Al contrario, siempre que he visitado la ciudad he tenido la impresión de hallarme sumido en la más patética vulgaridad, si bien he muerto de envidia al pasear por el más alejado de los círculos concéntricos de Amsterdam, en la zona de los grandes canales, donde habita una civilización extraordinaria, que delimita sus fiestas privadas con apenas una cuerda a la manera de barrera y un sencillo mensaje de advertencia, y que todo el mundo respeta, como se respeta una puerta abierta o un piso inferior que apenas defiende un cristal, donde en España, por ejemplo, se arma un complejo sistema defensivo de diversos metales y tecnologías para no disimular la humillación de una raza vergonzosa.
Cabe decir que los promotores de su turismo zafio han sido los propios holandeses, que han hecho el ridículo ante el mundo durante décadas, hasta que, eso parece, se han cansado -¡y qué dirían de España si todo su atractivo fuese fumar porros y ver putas en las principales calles de sus ciudades...! Aunque, ahora que lo pienso...
Por supuesto, si Holanda no fuese uno de lo países más ricos de la UE, las secuestradas instituciones europeas hubiesen echado abajo la originalidad de la prohibición, que choca, por lo demás, de pleno con una cierta idea de Europa -en realidad, la única Europa.
A mí me ha sugerido, no obstante, interesantes ideas para la autodefensa de la maltrecha nación española, pues los españoles, quizá porque hemos sido durante muchos siglos unos muertos de hambre, parecemos siempre dispuestos a todo por dinero, y no tenemos ningún límite, sea lo que sea aquello que se nos quiera introducir por el ojete en tanto que pueblo. Nuestro turismo, por ejemplo, es preferido por los horteras, los delincuentes y los analfabetos, si acaso esos términos no refieren lo mismo. No podemos ser siempre tan generosos y guardar la mierda de los demás mientras ellos dejan bien limpia su casa.
Siempre se ha admirado a la muy tolerante Holanda, pero su mayor descubrimiento y logro social es, al contrario, el cuidado: ¡atención, que lo nuestro corre peligro! Es así que durante décadas no podía pedirse allí asilo político, y es así que el Estado holandés suspende el "espacio Schengen" si es necesario, para alejar un tipo de delincuencia de la que, con seguridad, en Holanda sí se tolera y practica.
Me gusta este modelo. Que se acabe ya con la imagen festiva de España y que se empiece "a pedir el carné". Y se libran de momento quienes acuden aquí a destruir porque todavía no tenemos normas cívicas ni educación, pero cuando las tengamos... ¡se van a enterar esos emporretaos!


Yvs Jacob


P. S.: Me llamó mucho la atención en Holanda la obsesión de quienes gestionan sus servicios por la recaudación en metálico. En cualquier pequeña estación de tren en Italia, la única tierra que un europeo debería visitar con tanta insistencia como a la patria, existen eficientes máquinas de biglietto veloce que convierten al más torpe viajero con tarjeta de débito en un optimista. En Holanda, por el contrario, sólo se podía pagar en moneda corriente, ¡y menudos precios tienen los ricos! ¡Ni que fuesen españoles!