miércoles, 6 de enero de 2010

El Ayuntamiento de Madrid asesina el Paseo de Recoletos

¡Qué desgracia, amigos! Apenas me queda fe en el gobierno de los hombres, la exuberancia de su estupidez me ha consumido entero, y me declaro indefenso cuando intento luchar contra la voluntad de sus pastores mezquinos, aquellos que se alzan con el cetro y con las llaves de la ciudad al vencer en la competición de estafar a la ciudadanía.
Era de temer. En busca de un poco de paz caminé por la sagrada cuadrícula del Barrio de Salamanca hace unos días, y ya me devolvía a la modestia cuando un impulso quiso llevarme hacia el Paseo de Recoletos... ¡Qué llanto no merecía tanto vandalismo! Si hay un "terrorismo de Estado", no debe descuidarse su forma legal y tolerada: el "vandalismo institucional". Se sirve del urbanismo, obsesión predilecta, y guarda fidelidad al lema de la destrucción: si algo puede ser feo, ¡manos a la obra!
En estos tiempos en que la actividad consultiva se ha profesionalizado como nunca antes en la historia, en este presente maléfico donde muy competentes sabios son arrimados a la fragua del buen gobierno, parece mentira que pueda resultar de tantas mentes preclaras el disparate de privar a un pueblo de los emblemas de su identidad. No hace muchos años era Madrid una ciudad vieja, casi decadente, descuidada, tal vez, pero encantadora. Tenía entonces lo que puede llamarse "sabor", algo propio, suyo, inimitable y sin envidia. Pero la ambición de convertir a la ciudad en una más por su vulgaridad entre las grandes capitales europeas ha empezado a cobrarse víctimas, y la balanza entre el acierto y la barbarie se ha decidido por la última.
Tal vez los artífices de este atentado contra la salud pública desconocían el terreno... Tal vez ni siquiera son madrileños... ¿Se tratará de aventureros extranjeros que hacen las Españas, corrida la voz de que estamos dispuestos a perder la dignidad con tal de que se nos considere modernos, ya no provincianos o paletos...? Pero al emprender lo que ellos juzgaban "la modernizacion" nos han entregado la más funesta degradación de un paraíso urbano al que no amenazaba ninguna necesidad, sino la miope vanidad de algún político.
¡Nos han robado la ciudad! Primero fue la Plaza de Callao... Murió después el Paseo de Recoletos...
No creo que pueda soportarlo...


Yvs Jacob