miércoles, 28 de octubre de 2009

Guillermo del Toro cree que todos somos gilipollas (y sus editores, también)

Vaya, vaya...
He escuchado en la radio la insistencia con que Suma de Letras -editorial satélite del Grupo Santillana- puja por suministrar a los atiborrados cerebros castellanopensantes una dosis de su nueva mierda, Nocturna, que se presenta como novela atribuida a Guillermo del Toro y cuyo ataque será prolongado, pues los editores han convencido al muchacho para que estire lo que sea que tiene agarrado y les procure una preciosa trilogía. Tengo mucho que decir pero quiero ser breve.
El departamento de promoción de Suma de Letras, si es que existe algo así, ha empleado el gancho de los premios que se relacionan con Del Toro por su otra actividad creativa en la que el acierto de los puntos y las comas es irrelevante: el cine. Intrínseca al capitalismo es la neutralización del juicio estético, y una vez que la industria inhibe la originalidad de los individuos, es el vacío de todos el que se impone.
Guillermo del Toro ha escrito una novela de vampiros, ¡menudo fenómeno!, ¡a nadie se le había ocurrido antes!, pero como además de autor es también cineasta, se le arroja al lector la constatación de que, más o menos, el que es bueno en una cosa lo será, también, en la otra. Yo aquí podría ponerme socrático y recordar lo mucho que irritaba a aquel sabio antiguo la estupidez enunciada con esa asimilación: ser bueno en una cosa, ser bueno en dos...
Pero como Suma de Letras busca seducir al lector con la mención del Oscar que ganó Del Toro con El laberinto del fauno, quienes sospechamos que la novela que se quiere vender debe de ser como el papel del culo, aunque más ingrato para el ano, podemos hallar la satisfacción de estar en lo cierto recordando aquella obra tan celebrada. La película era mala, ¡qué coño!, era una mierda, y si le dieron un premio, o dos, o tres, más que admirar las cualidades de Del Toro, habrá que atender a los defectos de sus benefactores. Los premios, como todo en este mundo, son un disparate, en su propósito y en sus sanciones, y hay que huir de ellos como de Esperanza Aguirre.
¡Ay, tengo tanto que enseñaros...!


Yvs Jacob