domingo, 19 de julio de 2009

Bruni tiene mucha cara

No obstante su ridícula Tour Eiffel, me declaro admirador de la France: sólo la arrogancia francesa consigue recordar a EEUU que la antigüedad del mundo no se mide a partir de su nacimiento. Pero como cualquier otro lugar del mundo, cuenta Francia con individuos que se empeñan en dañarla desde dentro sin que sus motivos terminen por presentarse con claridad. Así me sucede con le petit Sarko: no alcanzo a comprender qué razones tiene para castigar a su patria.
El reciente cumpleaños de Nelson Mandela merece muchas reflexiones; abordaré sólo dos. La primera de ellas afecta al modo como la prensa occidental nos toma el pelo una vez más con su concepto de información para cerebros desnutridos. Las imágenes que ofrecen las televisiones y los periódicos muestran un desfile variopinto sobre un escenario de penumbra. Mandela cumple años y los medios de comunicación lo celebran exonerando a tres naciones: Gran Bretaña, Holanda y Alemania. Más interesante que saber quiénes forman el 'cartel' del 'Festival para Perdonarnos y Olvidar que Una Vez Fuimos un Poco Malos con esos Negros' es, para cualquier ciudadano del mundo, recordar que Mandela nació en una tierra que los occidentales han condenado a la miseria sin salvación.
La segunda reflexión deriva de la anterior. Mandela ha sido uno de los presidiarios más célebres de la historia, y puede que incluso haya sido -y sea- un hombre bueno. Quizá merece todos los homenajes que insisten en tributarle, pero hay quien aprovecha cualquier excusa para sacarse un poco de brillo. Así la Bruni. Así le petit Sarko. No resulta fácil justificar la actuación de la primera monada de Francia en el concierto, y menos aún por qué la información de los medios le concede a ella el protagonismo, en los quince segundos que dura la noticia, y nada se menciona de lo que llevó a Mandela, tristemente, a ser una celebridad. De nuevo hemos vivido un episodio de la imparable historia de la estupidez de una humanidad agonizante.
Le petit Sarko aplaudía con satisfacción a la pésima imitadora de la joven Françoise Hardy... Era una primera fila propia del más exquisito 'Tannhäuser'.


Yvs Jacob