martes, 20 de octubre de 2009

Àlex Rovira. La fortuna del impostor

Mantengo una relación muy singular con una obra literaria cuya lectura me ocupa ya un año. De alguna manera, El hombre sin atributos de Robert Musil me recuerda, a mi pesar, a Àlex Rovira, el hombre siempre a tu lado con cabeza de coctelera. El pobre Rovira tiene un buen lío; quizá ha leído mucho, pero caga bastante mal, y el estreñimiento mental, no obstante las píldoras radiofónicas y los supositorios columnistas, se aclara con la comprensión, y mucho hablar -o escribir- perjudica al ojillo del culo tanto como al espectador accidental, siempre accidental en tu caso, Àlex.
Robert Musil no escribió, a mi juicio, una gran obra literaria, sino una sucesión insuperable de sentencias o pensamientos geniales. La literatura es algo diferente a lo que pretendió cultivar Musil cuando se empeñó en no escribir nada que no fuera formidable, y resultó de su afán un poderoso breviario con el que llenar la hora del café en una reunión pedantesca, con el que abordar a ese ser objeto de masturbaciones y al que se debe atraer mediante el paranoico escenario de la seducción intelectual, o , sin más, con el que llenar la cabeza de quienes desprecian cualquier esfuerzo para pensar por sí mismos.
Àlex Rovira, que se pretende enciclopédico, no es sino un charlatán atiborrado de pensamientos cuya conexión lo precipita por la senda de la evacuación inmediata, y cree que por mucho citar sentencias de filósofos o grandes hombres se hace, además, filosofía, y, para colmo, práctica, pues ¿acaso no es precisamente la lección de la filosofía enseñar a los hombres acerca de la vida?
Àlex, Àlex, Àlex... Tanto leer y no te has enterado de nada.
No hay ni un solo filósofo que haya hablado de la vida sin que su pensamiento metafísico pueda separarse del conjunto de su concepción del mundo, es decir: ¿qué es la realidad?, ¿puede ser conocida?, ¿qué modo es el adecuado?, ¿qué implicaciones tiene esa concepción para el hombre?, ¿qué tipo de relación tiene el hombre con la realidad?, ¿cómo se relaciona con los demás hombres?... Esto significa que, tristemente, no se puede hablar de filosofía en la radio, ni se pueden escribir obras serias de 'buen rollo' en las que la erudición se emplee de manera rigurosa.
Personalmente, me agota el 'buen rollo'. El 'buen rollo' es astringente, es sospechoso, es delatoramente sospechoso, y lo practican quienes se confieren a sí mismos un grado tóxico de divinidad. En mi opinión, nadie debería ir por ahí dando consejos, sino es para quitar las manchas de orina de la ropa blanca. Nadie debería ir dando consejos en nombre de la filosofía, porque la filosofía es analítica y compleja -se compone de partes-.
Àlex: cuando sientas la tentación de dar algún consejo, retuércete un huevo. Hazlo todas las veces que necesites hasta que el mal de los orteguianos desaparezca.


Yvs Jacob