sábado, 9 de octubre de 2010

Sebas Gim. La estupidez sin límites

Hace tiempo que sostengo que los catalanes son demasiado españoles como para negarlo. Un claro ejemplo de su condición puede encontrarse en lo sucedido hace unos días, cuando, con muy mala fe, alguien que se hace pasar por periodista, un tal Sebas Gim, aprovechó el buen momento de que disfruta todo lo relacionado con el equipo nacional de fútbol para hacer una reivindicación totalmente inoportuna, propia de un miope mental. Cierto que en España todos habríamos de estar familiarizados con todas las lenguas que hablan algunos españoles, y que el descuido institucional al respecto es imperdonable. La política española, que no es menos miope que algunos supuestos periodistas, se empeña en mirar hacia fuera, donde todo lo domina la lengua inglesa, adjudica las lenguas regionales a quienes hacen uso de ellas, y bien es sabido que el uso de lo exclusivo no alimenta más que la exclusividad.
Pero impera que en una nación con diferentes versiones de una misma cultura -Occidente- los hombres se pongan de acuerdo, y, así, si no existe al menos una lengua de uso común, de ¡común entendimiento!, el estado de guerra en que ya vivimos los españoles pasaría a un grado mayor, lo cual no puede aventurarse a quién podría beneficiar, si es que alimentar el odio produce algún beneficio. Por lo tanto, mal no está que, a falta de una cultura política y social efectiva, dirigida a la paz, hablemos todos algo de castellano, que parece ser la lengua mayoritaria... No viene a cuento pedir a un catalán que hable en lengua catalana si es solicitado a hacerlo en Salamanca, en una rueda de prensa para todos los medios nacionales y como miembro del equipo nacional de fútbol. Esto no puede ser más que una gilipollez. No se trata de imponer nada a los catalanes, sino de buscar el entendimiento. Sólo un idiota, como el tal Sebas Gim, podría provocar el malestar consecuente. Y ha debido de quedar muy satisfecho al probar que, en efecto, un jugador sevillano, obviamente, no sabe, no entiende el catalán. Este tipo de humillaciones son muy españolas; la costumbre de aguar la fiesta, de arruinar el bienestar, en fin, la mezquindad en sus muchas y variadas formas, es, sí, muy, pero que muy del gusto del español.


Yvs Jacob