jueves, 18 de noviembre de 2010

El diario "El Mundo" descubre la moral, pero sólo un poquito

¡Qué sorpresa nos hemos llevado hoy quienes veneramos a Platón!
Debo decir primero que estoy intrigado por el desorden mental que impera en Telemadrid, porque no logro resolver si es intencionado, como cabría pensar en un pueblo tan analfabeto, tal cual es el madrileño -o, "digamos que digamos", que decía un profesor, el español en general-, o si se trata nada más que de una azarosa reunión de patologías, para desgracia del ciudadano que se sienta ante el televisor y sintoniza una emisión que paga con sus impuestos. No obstante, me inclino, por mucho que la suerte se empeñase en ser perversa, por un error humano de tipo consciente, esto es, que la reunión de loros, cacatúas y trabucos en nómina por Telemadrid obedece a un cálculo de algún ser que habita en las alturas de la fantasía -quizá "la Espe"-, confundido en la tierra por la divina y mesiánica misión de guiar a los hombres. (Así es la derecha española, la favorita del único Dios -entérate bien, Georg Wilhelm Friedrich Hegel).
Pues me entero yo de que los trabajadores de "El Mundo" han denunciado en un comunicado la actitud de Salvador Sostres, uno de los trabucos de Telemadrid -trabucos del Partido Popular-, respecto de las relaciones heterosexuales con jovencitas en edad imputativa, algo contra lo que yo, por ejemplo, que soy de izquierdas -¿un bastardo rojo inmoral, tal vez?-, nada tengo que objetar, si bien desearía que este y otros carabineros no recibiesen ni un euro del erario público hasta que Telemadrid contrate no a opinadores mercenarios, sino a periodistas.
Este descubrimiento de la moral por parte de "El Mundo" da que pensar, especialmente tras los editoriales que ha dedicado el diario a defender a Fernando Sánchez Dragó y a recordar a los lectores, por ejemplo, que con trece años se pueden mantener relaciones sexuales consentidas dentro de la legalidad, aunque el problema a tratar fuese de otro tipo, ligado a la decencia en sociedad, lo que no siempre contempla la fabulosa ley de los hombres.
Esta contradicción sólo es posible a partir del peso del carnero a sacrificar. En la estima carabinera, el trabuco Sostres pesa, debe entenderse, mucho menos que el trabuco Sánchez Dragó. Cabe referir que al Partido Popular regalan su voto muchas buenas personas, cuyos prejuicios sobre el modo como debe organizarse y funcionar una sociedad son comprensibles y no necesariamente censurables, aunque afecten al concepto de libertad. Pero el Partido Popular y los medios "de su entorno" tratan a esos votantes como basura, o como completos idiotas. No obstante, alguien ha debido de percibir que tanto insistir con el "folleteo" en ese prolongado umbral de la inmadurez podría hastiar a las buenas personas de la derecha tradicional, las mismas a las que hay que recordar en otros editoriales, cuando se acercan las elecciones, que los rojos asesinaron a miles y miles y miles de religiosos durante la Guerra Civil, y "El Mundo", uno de los espacios desde los que trabuca el trabuco Sostres, ha representado una comedia para la cual no había público prevenido: la expiación con uno de los suyos, un teatrillo muy de derechas -pero más tarde alguien dirá que, en realidad, a Salvador Sostres le huele mal el aliento, y, mucho peor, los pies.


Yvs Jacob