lunes, 27 de junio de 2011

Aviso para Esteban González Pons

No me gusta Esteban González Pons; la forma de su cabeza no parece corresponder a un diseño inteligente, y es feo. No obstante, podría convivir en un mundo donde los Esteban González Pons también existieran, pero urge que le busquemos los españoles un trabajo a este augur pantagruélico. Yo propongo que se coloque como contador de historias con ogro: sólo ver a González Pons y escucharle decir barbaridades en esa vida de ocio que lleva es suficiente para comprender lo acojonante, el miedo que produce la realidad popular.
Pero ¿qué coño es eso de que los españoles quieren y han dicho?, ¿qué coño eso de que los españoles piden el cambio y de que el cambio es igual al Partido Popular? ¿Qué suerte de fantasmagórica ficción comunista es ésta de la que nos habla un día y otro el poeta del sociosuicidio González Pons? Pero, sobre todo, ¿cómo coño puede pensar el poeta que los españoles, si acaso alguna vez existiésemos como esa totalidad de significado de la que habla González Pons, tendríamos la poca inteligencia de elegirlo a él en tanto que nuestro portavoz competente y legítimo? Ya pido desde aquí al presidente del Congreso, José Bono, otra más entre las futuras reformas de la Cámara: un control anti-doping para diputados, porque es demasiado el rollo peliculero que se están construyendo algunos que ya se reparten ministerios y obras de arte para colgar en la pared. Y hasta dicen que Mariano Rajoy ha pedido una pantalla de televisión de gran formato para ver las competiciones de ciclismo en La Moncloa. ¡Pero qué broma es ésta de los populares!
No me cabe la menor duda respecto de la existencia de una parte importante de españoles que pone en peligro con su irresponsabilidad al conjunto de la nación -basta con ver a los mendigos de Intereconomía, ni las vacas de Etiopía dan tan mala leche. Es muy habitual también que los votantes del Partido Popular piensen que sólo ellos son los españoles, esto es, los únicos que pueden tomar decisiones y, por supuesto, siempre sin caer en el error -tienen a Rouco Varela de su parte, que, quieras que no... también tiene sus contactos. Pero si sólo fuesen los españoles esos que votan al Partido Popular, tiempo hace que habríamos sido conquistados por una tribu de pigmeos. Y es que nos toca superar cada día una prueba muy difícil a los verdaderos demócratas, a quienes tenemos un sentido republicano de la política, es decir, de la más elevada competencia, y sin pausa nos castiga este ocioso tuercebotas majadero que en su estupidez llega a tomarse por un iluminado del Verbo, cuando parece que haya sido una serpiente lo que se colara en sus calzoncillos.
Debo pedir al Partido Popular que deje de hablar en nombre de los españoles. Me parece estupendo que hable en nombre de sus votantes, esos pobres ignorantes en tantas cosas, pero hay que desear que los españoles sean mucho más que unos palmeros que llenan plazas de toros.
Pido también en particular a González Pons que dé el paso definitivo y oficialice lo que de hecho ya es una realidad para él desde tiempo atrás: que renuncie a dedicarse a la política, es un asunto demasiado serio como para atender a quienes no sirven sino de arietes.


Yvs Jacob

domingo, 26 de junio de 2011

Ruiz-Gallardón te cobra el suplemento de 1€ por llevarte y traerte del aeropuerto -que te robe un rumano no tiene precio

Nuevos Ministerios. No tardo en advertir que he caído en un avispero de ladrones. Nueve rumanos forman casi un equipo de fútbol, aunque puestos en fila, de la más pequeña al gigante rubio, parecen la versión triste de los hermanos Dalton. Nueve rumanos no pueden pasar desapercibidos, ni sumarían entre ellos la menor intención de una buena acción. Hay demasiadas seducciones que viajan en metro. (Estos rumanos son a la moral lo que los chinos a todo lo demás: el margen).
Bajan la escalera mecánica en tromba mientras los turistas se distribuyen por todo el Andén 1 de la Línea 6. De hecho, suben y bajan las escaleras mecánicas sin descanso, de una presa a otra. Sin la menor precaución, todo descaro y desparpajo, la banda se pasea entre las maletas, observa atentamente las mochilas a la espalda y los bolsos en bandolera como quien pretendiese asegurarse de que está todo en su sitio. Qué cierto es eso de que unos trabajan cuando otros descansamos. Causan la misma impresión que los agentes de policía comprobando un vehículo sospechoso de contener una bomba; la misma mirada, idéntico sentido del deber. El mal también tiene sus profesionales, y casi los exoneramos con la admiración que despiertan quienes hacen el bien -primera paradoja que llamaré "paradoja de Musil", llevarse la impresión de una acción bien hecha aun cuando se origine en un defecto, en un mal.
Todo comienza en el aeropuerto, en la parada de metro que corresponde a la T1. Una barrera de guardias de seguridad hace imposible que nadie acceda o salga del aeropuerto sin abonar un suplemento al billete de viaje correspondiente. 1€. Ese miserable 1€ debe de ser de suma importancia para la empresa vinculada al ayuntamiento, es la categoría del progreso. Sin embargo, una vez el turista lo ha abonado, ya puede quedar libre y olvidado, a merced de la suerte, puede perder todo lo que lleva, pero habrá satisfecho la civilizada participación en los servicios que presta un Estado avanzado -cuidar de sus pertenencias es cosa de cada uno en el mundo que quiere ser liberal. Nunca lo he sufrido, pero que te roben la cartera apenas aterrizar en un destino turístico, seguro que es como para cagarse en la hostia puta y en mucho más, y, sobre todo, para no volver. (Personalmente, me apasiona Madrid, pero no entiendo qué habría de hacer aquí un turista más allá de esnifar cocaína y tatuarse alguna gilipollez. No entiendo qué se puede hacer en Madrid).
Los rumanos ya dominan la ciudad.
Cuatro días atrás, tomo el metro en Gran Vía. Siempre viajo con una mochila Altus, el modelo Esquí Montaña -perfecta, una maleta blanda cuyas dimensiones la hacen insuperable, ya sea en su capacidad de almacenamiento o en su diseño, imperecedero, no sujeto a esta o aquella moda en el pijo mundo de la tecnología aplicada al ocio campestre. Sólo tiene un bolsillo en diagonal donde ni un idiota guardaría la cartera. Apenas entro en el vagón, cuatro rumanas sentadas al modo como se sientan las rumanas, sacándose la mierda de las uñas de los pies y hablando un idioma endemoniado que es quizá la primera de sus condenas. A una se le ilumina la cara al verme vestido como un turista. A mí también; la miro y sonrío como el gato de Cheshire: quiero que me vea bien. Por si en el vagón no nos hemos dado cuenta todavía de qué hacen allí las rumanas, que entran y salen detrás de la gente en cada parada y van y vienen de un vagón a otro, una de ellas atiende a la relación de estaciones de la Línea 5 y cuenta con los dedos. Son dimuladísimas. Parecen de los nuestros.
Es de regreso cuando me topo con la selección mixta de fútbol de Romanía. Echo en falta mi espada láser -es una lástima que hayamos de tomar tantas precauciones tras los atentados del 11-S, quedamos así al capricho de otros enemigos que viven del mal con medios nada sofisticados. Otra paradoja de la civilización: se ha impuesto el discurso de los triunfadores, y, sin embargo, la sociedad se ha quedado sin medios de autodefensa.
Dentro del vagón, que tiene una pantalla de televisión por cada dos metros, nueve rumanos acosan a unas turistas italianas -sería imposible salir de allí con todo lo puesto. De nuevo, echo de menos mi espada láser. Me digo: "seguramente, no tardarán en aparecer los guardias de seguridad del metro". Pero lo cierto es que no aparecen. Es la era de la videovigilancia, pero quizá no hay nadie mirando las pantallas, quizá toda la seguridad del metro está ocupada en que nadie acceda a este transporte sin el título de viaje reglamentario, quizá somos los españoles un gran pueblo, después de todo. Incluso si las pantallas de control se mirasen después, no a tiempo real, nueve rumanos, un día tras otro, tras otro, tras otro, nueve rumanos con el pelo teñido, con chaquetas apoyadas en el brazo mientras los demás morimos de calor, nueve rumanos no pueden pasar desapercibidos.
Hace un par de meses un negro me pidió que le hiciese una fotografía junto a uno de esos carteles tan ingenuos que el ayuntamiento coloca con este lema: Bienvenidos a Madrid. Todavía no habíamos salido de la terminal. Diez minutos después, ya corría escaleras arriba en el metro sin la cartera.
Nueve rumanos son casi un equipo de fútbol. Hay quien dice que la industria española más potente es el turismo... ¡Como para confiarnos un arsenal nuclear!


Yvs Jacob

martes, 21 de junio de 2011

Discriminación clasista en el mercado de San Antón

(Basado en hechos reales).
Ya me referí a este mercado como otra mierda del montón, y no anduve descaminado. En el hastío de tanta basura como encontramos por las calles de Madrid, algunos hemos emprendido la huida a las azoteas. Me dejé convencer para un almuerzo en el restaurante La cocina de San Antón, imperdonable error: un madrileño nunca debe acudir allí donde se maltrata a los turistas. Otro error imperdonable fue ir vestido como un intelectual, esto es, sin pretensiones -vestir como si uno fuese quien (y lo que) no es pertenece a otro tipo de gente y se reconoce entre las imposturas.
Son las 2.30, pero la señorita nos informa que no hay mesas libres sin reserva y que se confecciona una lista de espera. No nos preocupa el tiempo... por el momento. Charlando en la terraza uno puede ver el desfile de los egos; se llega también a la conclusión de que ese mundo allí arriba no le pertenece al observador -gente guapa, gays y cocainónamos a la ibicenca...
No nos atrevemos a tomar ninguna bebida en el chiringuito, una medida higiénica de nosotros hacia ellos. Nos ha seducido el precio del menú diario -12.50€- de La cocina de San Antón, pero nuestra verdadera inquietud, sentarnos en alguno de los laterales acristalados del salón de comidas y mirar. Pasa el tiempo y el teléfono no suena. La señorita que reparte el bacalao toma nota continuamente a nuevos curiosos, telefonea y telefonea, pero seguimos allí, en la terraza, sin que se aproxime nuestro turno.
Experimento la ansiedad propia de quien teme que otros le hagan perder su tiempo sin justificación. Una pareja de sudamericanos comunica al portero que abandona el puesto, llevan esperando demasiado y prefieren probar suerte en otro sitio. Qué extraño... Es verdad que esos sudamericanos visten peor que los intelectuales madrileños sin pretensiones -yo apunto a la peculiaridad de sus cuerpos... Me apresuro a sugerir al portero un movimiento favorable. Pregunta a la señorita: ¡nos ha telefoneado dos veces hace ya veinte minutos! ¡La hostia puta! ¡Estamos a un metro escaso de la señorita y las llamadas se han perdido! ¡Puta mierda de era tecnológica! No me cuesta creer lo que está sucediendo. "Es imposible que nos haya llamado. Estuvimos todo el tiempo tras el cristal". La señorita me muestra el número que anotó. Podría equivocarse una vez , pero dos veces podrían hacerle perder un empleo. No obstante, la señorita hace lo que seguramente le han pedido: a los que no resultamos monos en un entorno chic nos hace chof. La señorita se pone nerviosa -a mí, sin embargo, me apetece poner los genitales sobre un plato y mostrarlos de mesa en mesa.
Paco, un compañero, ya nos está arreglando el tablero. No era tan complicado, sólo tuvo que separar un espacio donde querían instalar a cuatro comensales rubios. A mi espalda, Marisa Paredes. Podría ser peor. Mientras Paco se aplica, la señorita me pregunta si había estado antes en el restaurante. A pesar de que contesto que es la primera vez, ella me pregunta: "¿Entonces no ha comido aquí todavía, verdad?". Sería demasiado encontrarse en cualquier parte con otro intelectual.
Nos toca la camarera pasota.
"Disculpe, ¿qué lleva el arroz a la napolitana?".
"Verduras".
"¿Podrían ser de jamón todas las croquetas?" -un problema habitual cuando se rechazan las ensaladas raras.
"No".
Ni con cinco croquetas variadas obtendría el alimento de una sola de las que te ofrece Casa Julio. Vamos a pasar un poco de hambre. Multiplicamos los panes sin más milagro que extender el brazo hacia la mesa de al lado. Nuestra cesta rebosa divinamente.
Marisa Paredes, que tampoco es para tanto, recibe atenciones de un camarero sin delantal, el típico que al vestir de chaqueta dirá a sus conocidos que trabaja como manager de asistencia en restauración, por mucho que entre famoso y famosillo doble las servilletas.
Con el segundo plato no nos va mucho mejor. Hay carnes frías que se sirven con salsas calientes y hay carnes calientes que se sirven con salsas frías. Una carne fría con una salsa fría... eso es mala baba. Nos hemos comido todo el pan y ya vamos pensando en los postres. Me encapricho de una tortita con helado. Por 12.50€... amigo, mis privilegios sólo llegan hasta una crema de plátano. Tengo por costumbre no comer en un restaurante nada que yo mismo pueda preparar en casa -sé que es una expectativa demasiado generosa. Por otra parte, sobre masas de confianza, ya hice bastante asumiendo el misterio de las croquetas.
"Que me traigan el café".
Hay muchas formas de pedir café, sí, y muchas de servirlo. La camarera pasota sirve un café ambulatorio: se pasea por el salón... Y se pasea, y se pasea... Me ausento para ir al baño. ¡Hay que ver los pijos lo cerdos que son! ¡Hijos de puta! Por menos de eso ahorcaron a Sadam... Prevengo a mi acompañante: "No hay separación en categorías biopolíticas". "Vamos, que todos sucios". Estamos de acuerdo, sin embargo, en que las tías también son un poco guarras.
Pues regreso del baño cuando la camarera se encuentra todavía en la tercera vuelta de reconocimiento. Por alguna razón que todavía no se me hace clara, un café con leche, pero corto de café, se convierte, cuatro vueltas de reconocimiento después, en un café con leche, pero muy corto de leche.
Y todo el mundo allí se daba la mano. El que parecía el dueño, uno de esos hombres satisfechos con un buen engominado y una camisa a cuadros, saluda a un lado y a otro; un triunfador español, un empresario.
El de San Antón fue hasta hace pocos años un mercado típico de barrio de los que ha tenido siempre Madrid. Se empeña nuestro alcalde en convertir la ciudad en algo que nunca ha sido y en que deje de ser lo que siempre fue; y así, mayoría absoluta tras mayoría, la ciudad se nos escapa, capricho de nuevos tiramos que la llevan a la deriva de la homogeneidad.


Yvs Jacob

domingo, 19 de junio de 2011

El Gobierno pretende resolver el problema de la educación confundiéndolo con otro asunto

No ganamos para desastres. Todo parece indicar que quienes asesoran al Gobierno en su posible reforma de la educación pública no han visto un aula ni de lejos. Hay quien piensa que todos los centros educativos son el Colegio San Viator, y que el fracaso escolar se debe a la incompetencia de los docentes.
Vaya por delante que muy a menudo los docentes de secundaria deben tratar con delincuentes, menores de edad pero delincuentes al fin y al cabo. No se trata, pues, de que ese docente sepa más, de obligarle a demostrar su conocimiento del temario que supuestamente domina por haber abrazado una especialidad, sino de convertirlo en un karateka o de invertir en la educación pública de otra manera diferente a la actual. Se ha de pasar a grupos de no más de quince alumnos, por ejemplo, y debe haber aulas de enlace y refuerzos que no se sacrifiquen en cuanto las cosas vayan mal. Pretender que el fracaso escolar en España es una consecuencia de la mala formación práctica de los docentes suena demasiado a derechona vil.
Cierto es que los opositores siempre desprecian a quien aprueba la oposición y gana la plaza. No obstante, ganar o perder una plaza por décimas, como es habitual, por mucho que resulten de ponderaciones y baremos, continuará siendo un método ineficaz si se quiere encontrar a los mejores o más aptos. Pero no se olvide que son siempre muchos los candidatos y pocas las plazas. Por otra parte, si además de la escasez de plazas se dosifica la participación de quienes figuran en las listas de interinos de tal manera que no accedan al menor entrenamiento práctico, por mucho que cambie el proceso, si no se modifica también el suceso, poco se habrá ganado. En ninguna otra profesión es más acertado el pensamiento de que uno se hace en el trabajo como en la docencia.
Para modificar el proceso. Lo que debe desaparecer es, por ejemplo, que los miembros del tribunal puedan identificar al opositor, conocer qué lugar ocupa en la lista de interinos, si se ha presentado más veces, su experiencia, en fin, todo lo que les permita desviarse de la justicia a favor de la justificación. Tampoco es muy cabal, en el apartado llamado práctico de la oposición, solicitar al candidato un simulacro, tanto acerca del modo como impartiría la clase como respecto de todo aquello a tener en cuenta, ante el tribunal de jueces ojerosos una mañana de julio. Nunca he comprendido qué se pretende con esa prueba, pero me queda claro que quienes la imponen no tienen ni puta de lo que es dar clase a adolescentes.
Me entristece esta metedura de pata del Gobierno.
La educación se resuelve con inversión y sin oposición. En la medida en que la educación es parte del aparato instrumental con que un gobierno regional cuenta para bloquear el éxito de un gobierno central, ningún progreso será posible.
Los señores técnicos que asesoran al Gobierno en esta materia habrían de presentar datos relativos al número de plazas convocadas en las diferentes Autonomías y al fracaso escolar allí donde el docente no es considerado un sinvergüenza que vive del dinero de los demás. Es cierto que la realidad social se encuentra en continuo cambio y que los métodos educativos no pueden ser siempre los mismos. Pero antes que dirigir el peso de la educación a los profesionales docentes, la misma sociedad, en la responsabilidad individual de cada uno de sus miembros y con la fuerza de las leyes que hacen posible la convivencia, debe ejercer mucha más presión sobre los ciudadanos: éste es el auténtico problema.
Espero que los sindicatos de la educación gestionen el asunto con buen sentido: cómo se deba opositar resulta de su concurso, y tienen parte de culpa en el desastre. Por lo demás, el Gobierno tiene en su mano la capacidad de liderar el éxito de la reforma: más plazas para los candidatos, más educación social y moral, y más horas de refuerzo, algunas, obligatorias. Fuera de eso, cambiaremos una ensalada de frutas por una macedonia.
(El proceso tiene muchísimos agujeros negros -no voy a entretenerme, son conocidos por todos los interinos y existen foros que abundan en ellos. Sólo dejo este último apunte: un interino maduro que nunca aprobó las oposiciones puede ganar una plaza hoy a un licenciado que haya obtenido la máxima puntuación en los exámenes teóricos y prácticos. Virtudes del estilo español).


Yvs Jacob

viernes, 17 de junio de 2011

¡Qué penita, Francisco Granados ya no saldrá en la foto!

Francisco Granados es un político, por llamarlo de alguna manera, de los que abundan en el Partido Popular. Nunca supimos los madrileños a qué se dedicaba, no obstante tener un cargo -consejero de Presidencia, Justicia e Interior-, pero siempre se lo veía meter la cabeza allí donde unos reporteros gráficos abrían el plano y cogían a grupos amplios de esa jet set ociosa y entregada al fasto que en Madrid da en llamarse Gobierno de la Comunidad.
Como el Gobierno de la Comunidad se esfuerza en culpar de todos los males al Gobierno central, habremos de pensar que también el éxito en Madrid, en la medida en que se conozca, pertenece a ese gobierno de todos. Si tal relación es posible, muchos nos preguntamos para qué sirven los gobiernos regionales cuando gestionan los recursos de un modo que perjudica a quienes hemos dado nuestro voto al partido que gobierna el Reino de España. La conclusión que sacamos es que sólo sirven para bloquear y hacer el boicot al gobierno de todos los españoles, al menos cuando en la región gobierna el Partido Popular, lo que nos devuelve a la casilla de salida: ¿para qué coño queremos entonces dos gobiernos -y hasta tres, contando los ayuntamientos? Se me ocurre que, a excepción de Euskadi y Catalunya, que como bien decía Guy Hermet son dos Estados por necesidad, el resto de las regiones españolas habrían de gestionarse por funcionarios simplemente, una figura que cambiase con el signo del partido en el gobierno de la nación; estoy dispuesto a aceptar esa regla y sus consecuencias. Mientras esto no suceda, mientras el Estado de las Autonomías continúe devorando el Estado democrático -no encuentro otro modo de presentar el problema, pero es bastante absurdo no disfrutar de las medidas del Gobierno central, elegido en democracia, por la oposición de otro gobierno regional, también, aunque nefasto, democrático-, mientras el sistema se oponga al sistema, continuarán proliferando los Francisco Granados y las Ana Botella, aventureros y figurantes que juegan a la política, que es de hecho algo mucho más serio y no apto para impostores.
Francisco Granados se marcha y sucederá con él lo mismo que con tantos aventureros: nadie se acordará de ellos jamás, no habrán dejado nada por lo que la ciudadanía deba recordarlos, y ello a pesar de haber metido la cabeza en todas las fotos y buena mano a los canapés. La culpa no es sólo de ellos, sino también de los cargos que la vida pública ha creado y que los aventureros y figurantes han colonizado con su ocio y con sus ínfulas de la predilección, como si los votantes no fuesen otra cosa que gente... No dejarán huella porque nunca fueron necesarios.
¡Qué penita, Francisco Granados...!


Yvs Jacob

jueves, 16 de junio de 2011

Rodrigo de Rato nos comunica la nueva política de usura de Caja Madrid. "La Espe" monta su numerito de la semana

En los primeros meses de su nacimiento, Bankia ha obtenido unos estupendos beneficios. Pero, como es habitual, lejos de suponer eso un alivio para los clientes de Caja Madrid, resulta de una revisión de sus cláusulas un nuevo giro hacia la mayor usura. Nos comunica Rodrigo de Rato, niño rico que ha ido haciéndose mayor, y al que parece que hay que mantener siempre ocupado con el hambre de los demás, que Caja Madrid pasará a robarnos, no ya 1€ al mes por mantener nuestras libretas de ahorro abiertas en la era digital, sino 2€. El dato lo ofrece su carta bajo el título: 6€ trimestrales, que parece menos de lo que es, como si no fuese cada mes que graciosamente Caja Madrid te roba el miserable euro, doce meses al final de un año, que serán 24€, más la cuota por la tarjeta de débito, a partir de agosto de 2011.
Éste es el mundo al que seguimos perteneciendo después del 15 de mayo.
El terrorismo y la delincuencia tienen también su expresión legal. Del mismo modo que la ley permite el terrorismo urbanístico, con el crecimiento sin sentido de las ciudades, con sus remodelaciones caprichosas, igual contempla la ley la delincuencia económica, si acaso no es ésta la justificación de toda ley en la actualidad, puesto que el robo silencioso que lleva años oficiando Caja Madrid se corresponde con la normativa aprobada por el Banco de España a favor de la usura, a favor de la misera. Usura es el término para referir el abuso moral en lo que al dinero se refiere. Es cierto que las instituciones bancarias prestan servicios, pero disponen también del dinero que los ciudadanos les confían. Como aquél nunca es suficiente, las entidades bancarias se permiten despreciarlo, siempre en connivencia con el Banco de España.
Debo decir que las nuevas cláusulas de abuso y robo se ejecutarán en aquellos casos en que el titular de una libreta o cuenta carece de nómina o pensión, y no es menor de 26 años. Se trata, en efecto, del perfil del desempleado español, que ni siquiera recibe una prestación de desempleo. A este ciudadano pasa a robarle Caja Madrid, no ya una, sino dos barras de pan al mes. Atentos, que la cosa se puede poner todavía más chunga como sigamos jugando con fuego.


Sería imposible para mi odio no comentar el numerito que nos ha regalado la presidenta de la Comunidad esta mañana, que ha tomado la investidura en el cargo para la nueva legislatura como quien va de bautizo, o lo que es igual, ha confundido lo público con lo privado, que de ella no le interesa a nadie. Con lagrimitas y todo ha interpretado la Espe el papel del político emocionado al serle entregada la gestión de los recursos públicos. Le ha faltado que la creyésemos, sobre todo los miles de desempleados jóvenes a los que ha condenado su liberalismo fatal y neófito, cuyo principio fundamental es que el empleo público sólo existe para mantener a ladrones y delincuentes que viven del dinero de los impuestos, que es así como una derecha muy específica entiende a los funcionarios de la sanidad y de la educación en Madrid. Me ha partido el corazón.
Hace poco escuché en la radio a un periodista que intentaba convencer a la audiencia de la incuestionable fiabilidad de la categoría de número como criterio. Según este cerebro -creo que el dueño es Paco Giménez Alemán-, 10 millones de personas no se pueden equivocar. Se entiende que estos 10 millones son los que votan al Partido Popular, porque los que votan a otros grupos viven en el error permanente, pero no cuentan igual.
En Madrid, los votos obtenidos por el Partido Popular fueron tantos como para que nos den bien por el culo a todos, hayamos elegido a la Espe o no. Luego, sí, queridos periolistos, 10 millones se equivocan igual que se equivocan 2oo y 1000. Hay que seguir leyendo a Descartes, el pseudoconocimiento y la opinión están causando estragos entre los españoles.


Yvs Jacob

martes, 14 de junio de 2011

Izquierda Unida firma su sentencia

Me persiguen frustrados votantes neófitos de IU por las calles de Madrid. Yo había hecho un esfuerzo por participarles la necesidad de repartir el voto entre los partidos de izquierdas, si bien el libre mercado que defiende el PSOE no es aceptado por las formaciones puras entre todas las que deben su origen a los movimientos sociales históricos, y ahora despreciadas como si esa parte de la historia hubiese sido un error de la humanidad -véase el concepto general que se tiene en España de los sindicatos, asociaciones de ladrones y delincuentes.
Que el PSOE perdería votantes a favor de IU en las elecciones autonómicas y locales era algo que no se podía ignorar. Se suponía también que IU vería incrementada su masa a consecuencia de los acontecimientos del 15 de mayo, por eso de que el votante de la izquierda pura, tan crítica, cuando no ve claro que su voto vaya a ser de mucha utilidad, prefiere quedarse en casa y rascarse los pendereckis -en IU se piensa todavía que existe una alternativa a este mundo. Pero el 15 de mayo ensanchó el espacio asfixiante donde languidecía la izquierda más combativa, y todo porque una parte de la sociedad había descubierto que el sistema democrático español privilegiaba el bipartidismo, observación absurda a todas luces, porque son más perjudiciales las formaciones del nacionalismo periférico que la alternancia entre los dos grandes partidos.
Con el fragor de la revolución que se había puesto en marcha, llegamos a olvidar por qué IU, con éstas y cualesquiera de sus anteriores siglas, decae sin solución desde que existe la democracia en España: ser o no comunista es una cuestión de mucho fondo.
La izquierda pura también tiene su estilo. Cabe pensar, por ejemplo, en la peculiaridad de IU en Euskadi. No es extraño que un partido político conozca discrepancias regionales -de otra manera, España sería eso que a veces todos estamos tentados de anhelar, lo mismo, aunque sí es, de momento, la misma y una gran mierda. Pero IU ha alimentado de dignidad su posición en la política española, y a cambio de contener el apetito de poder propio de todos los partidos y arrastrarse por lograr consejerías y concejalías de urbanismo, ha optado por castigar a uno de sus enemigos -PSOE- en unos sitios, y al otro -PP-, en otros. Respetable actitud la del honor, si no fuese porque el Partido Popular hace más daño que el PSOE, y desprecia también mucho más a cuantos se oponen a sus oscuros deseos.
Pero la diversificación del voto de la izquierda no ha servido de nada. Y no sólo porque el Partido Popular haya recibido el voto en masa de los insensatos, sino también porque IU ha preferido hacer el indio en algunos municipios en los que su apoyo hubiese desplazado a eso que viene llamándose la derecha, y que en el caso de España carece de ideología precisa, aunque algo se intuye a partir de los hechos y actitudes de los dirigentes del Partido Popular: los muertos de hambre, qué molestos y tontos que son.
Está claro lo que sucederá en las próximas elecciones generales legislativas: los tres escaños de IU en el Grupo Mixto pasarán a UPyD -hablando de ideologías inciertas...-, si es que los españoles no se entregan, ya mascados y todo, al lobo feroz


Yvs Jacob

jueves, 9 de junio de 2011

El académico Pérez-Reverte culpa al mundo del cine de la mala calidad de sus propias novelas

¡Joder, joder, joder, cómo está el mundo! Si es que dan ganas de no levantarse, o de hacer algo para que no seamos tantos, coño, que somos ya demasiados, joder, y todos nos creemos la bendita repolla.
El académico es noticia, un día, sí, y otro, también. Tan pronto nos lo presentan firmando ejemplares como cagándose en la puta en la bahía de Cádiz; cargando contra un juez que dicta una sentencia, al parecer, improcedente, o bien en unas estupendas fotografías en las que podría tomárselo por un intelectual europeo, muñozmolinizante, en New York, y todo parece tener el mismo interés: el académico es, sin duda, noticiable. Ha de admitirse que también él pone mucho de su parte, pone una mala hostia que se empeña en tomar por juicio certero. Menos mal que existen la Internet y el desempleo...
Como sucede al académico, también yo soy partidario de culpar a alguien por cuanto se emite por televisión, y hasta de castigar al chivo expiatorio, a ser posible, en vivo, y más por venganza que por un sentido ejemplarizante -a veces aflora en mí el demócrata exclusivo, el de las elecciones.
Tales ajusticiamientos manifiestan el coraje de una sociedad madura, una sociedad que sabe defenderse de sus agresores, que son, en su mayoría, sujetos identificables en el interior de la misma.
No obstante, en el caso de las versiones cinematográficas o televisivas que se hacen de las novelas del académico, existe un cierto tufillo respecto del origen del mal. Podría pensarse que no falla la correa de transmisión, que tantas veces funciona sin alarmar a nadie. Me pregunto si existe alguna adaptación cinematográfica que haga justicia a una novela española, si alguna novela española que de verdad sufra en su adaptación... Siempre se ha dicho que los escritores franceses nadan en sus ínfulas, pero yo creía que los escritores españoles aceptaban sin turbación alguna su mediocridad. Lo que no imaginaba era que una película, o una adaptación para televisión, pudiese resultar culpable de la mala calidad de una novela. Esta metafísica funciona en España en el ámbito de la política, donde cualquiera es culpable de lo que hacen los demás, pero que haya dado el salto a la novela, de eso no tenía la menor idea.
Si es que los españoles se dan unos a otros demasiados premios... A uno lo hacen académico por una nonada, y en su autosatisfacción llega a ver al mismísimo Apolo. Pero los dioses deslumbran, sean griegos o romanos, o ese otro que abrió a Adam como si fuese un boquerón.
En la situación actual de la literatura española, sólo cabe una solución: que nuestros escritores se pasen a la literatura de viajes y que los perdamos de vista durante una buena temporada. Se están expandiendo en el lugar que les ha cedido la sociedad, y ya resultan bastante molestos estos gases fétidos. Yo propongo desde esta humilde columna una caravana a zonas de alto riesgo (¡ojo, que en USA está terminando la temporada de tornados!), y aunque tenga que traicionar mis principios, prometo adquirir una novedad literaria: si fuera el caso, ¡la del escritor superviviente!


Yvs Jacob

La OMS incluye a la alcaldesa de Alicante en la lista de las sustancias alucinógenas

Yo había tenido algunas experiencias viéndola, escuchándola por televisión, pero no me atrevía a identificar a Sonia Castedo, alcaldesa de Alicante, como el potentísimo agente capaz de arrojarme al suelo en un interminable ataque de risa, en un revuelco que me llevaba de un lado a otro de la habitación con un latido en los pulmones, que amenazaban descolgarse, desprenderse de la estructura que los soporta por la violenta convulsión propia de un gozo místico.
Y qué criaturas extraordinarias no veía yo por todas partes, imposibles de encontrar en el mundo que ingenuamente se llama real: empresarios sin escrúpulos, políticos corruptos, ciudadanos analfabetos... No pueden ser sino producto de esa estúpida, que diría David Hume, esa tonta... la imaginación, claro.
Qué sensación de incomparable bienestar. Tanto tiempo entregado a la marihuana para descubrir que bastaba con un micrófono bien colocado y lograr así la catarsis, romper con el dolor de los días. Había pensado que era otra cosa el mundo feliz, contaminado por la mala literatura, pero andaba yo desorientado. Porque el mundo feliz es el que la alcaldesa llama normal: el mundo Fabra, el mundo Camps, y el suyo, el mundo donde alguien puede declarase la polla insaciable.
Creo que la sociedad española no obtiene del Partido Popular todo el beneficio que estos amigos podrían proporcionar. Un auténtico Estado policial viene siendo necesario, con acceso directo a las cámaras que habrían de emitir para todo el público la vida privada de las personas públicas. En vez de El show de Truman, podríamos ver a nuestros políticos en El show de 'Y tú más', sin perder detalle del modo como se llenan los bolsillos traficando, que no otro verbo es más adecuado, con los bienes públicos, con las ventas y las compras de nuestros recursos, que ellos gestionan, especialmente los esquilmadores del Partido Popular, como reyezuelos africanos.
Quiero agradecer desde aquí a la alcaldesa Castedo por su cara dura, y más grande que un piano de cola. Lo que me ha hecho de reír y de reír y de reír esta campeona del disparate.
No sé por qué sospecho que el tiempo en que eran otros los culpables de que un político terminase convertido en un delincuente llega a su fin...


(Y mañana en Basuragurú: "Intereconomía ya practica la mendicidad en todas sus formas". Con declaraciones del moralista Mario Conde: "Yo no llevo las cuentas").


Yvs Jacob

miércoles, 8 de junio de 2011

Castilla-La Mancha no está en quiebra (prueba definitiva)

Yo ya no sé cuánto tiempo más podremos soportar los españoles de bien la presión a la que el Partido Popular nos está sometiendo sin que le sea devuelta, por nuestra parte, la sociedad democrática y responsable, una respuesta tan violenta como la que desde luego merece su provocación. Con el Partido Popular no es posible otro tipo de relación que la violencia. El Partido Popular es una agrupación sin carácter político, una agrupación enferma que pretende dinamitar la vida pública. No conoce ningún límite, ningún reparo, y en la deriva de su insaciabilidad, prefieren sus dirigentes el mayor de los desastres, que en su irracionalismo bárbaro se entiende como victoria.
Puesto que el Partido Popular renunció, prácticamente desde su fundación, a observar las reglas del sistema democrático español, quizá haya llegado la hora de tratar con él en los términos en que basa su participación como institución intermediaria entre una parte aborrecible de la ciudadanía y la gestión de los problemas comunes.
Con el Partido Popular hay que ir siempre con el látigo de siete puntas, y es posible que ni siquiera la sangre les haga aprender la lección.
Qué extraño este nuevo ariete con el que en Castilla-La Mancha se quiere atravesar, no ya el portón del gobierno, que fue torpemente desatendido por el provincianismo manchego, sino al PSOE. Llama mi atención que la quiebra de la Comunidad Autónoma no fuese un argumento esgrimido durante la campaña, sobre todo cuando, al ser utilizado por el Partido Popular, garantizase, igual que el terrorismo, la estampida, para terminar formándose un rebaño de ignorantes que adoran a un lobo como salvador. Es obvio que la Comunidad de Castilla-La Mancha no se encuentra en la situación que los -ya ansiosos- próximos consejeros se esfuerzan en construir. Hay que recordar que, por sorprendente que todavía parezca la victoria de la lista de María Dolores de Cospedal, cuyo mérito personal será sin duda haber logrado un nuevo sobresueldo, el vuelco electoral se produjo por un solo escaño. Quizá se arrepientan ahora en el Partido Popular de no haber empleado el argumento maestro de la quiebra económica, que por si solo hubiese hecho la campaña a De Cospedal, mientras se paseaba ésta por las tiendas y peluquerías de la capital con un portafolio, por eso de que debe aparentar que se dedica a algo serio.
Si la difamación de su propia tierra que han emprendido los bárbaros a quienes el pueblo castellano-manchego ha entregado el chiringuito es perjudicial para el conjunto de la nación, habida cuenta de que hemos vendido los españoles nuestra dignidad con el endeudamiento para que gran parte de quienes juegan a la política vivan el sueño de la representatividad como un fasto legítimo, más triste es incluso el maltrato que ese pueblo estúpido va a recibir ahora de sus gobernantes. En España, nada puede ser peor que una tierra pobre gobernada por quienes en su delirio quieren hacerla rica por medios inadecuados. Este empeño ya ha tenido consecuencias conocidas, y puede vaticinarse que la legislatura que ahora comienza con el Partido Popular conducirá en ocho o diez años a otro desastre.
Creo que en aquellos lugares donde ha gobernado y gobierna el Partido Popular debe imponerse el principio nacido en Muxía tras hundirse el petrolero Prestige. Habiendo acudido voluntarios de todas partes de España a colaborar en la limpieza del entorno, tan pronto hubo elecciones locales volvió a ganar, por mayoría, el Partido Popular. Muchos pensamos entonces cómo habría de actuarse en la próxima ocasión: les van a dar mucho por el culo.
La sociedad tiene que enterarse de una vez de los riesgos de la elección democrática, tiene que darse cuenta por fin de qué hace cada uno cuando dice o No.


Yvs Jacob

lunes, 6 de junio de 2011

Mariano Rajoy reconoce por fin que España es tercermundista

La idea me gusta. Me basta con poner un pie en mi calle para convencerme de que esta mierda tiene muy poco de europea. En España hemos confundido tener dos o tres pintores afrancesados y unos poetillas barrocos con tener una cultura. Curiosamente, la idea de la gran cultura española es alimentada casi exclusivamente por la derecha política, que vive su fantasmagoría de altos vuelos, convencida de la grandeza de la nación creada por Isabel y Fernando. España, sin embargo, es mucho menos de lo que esa derecha estima. Muy poco se puede avanzar con un concepto meramente exhibicionista de cultura. Una cultura tiene muy poco que ver con el número de museos por habitante que levanta un Estado. Una cultura es sobre todo un vínculo emocional entre los habitantes de un territorio, y en España hay tanto asno y tanto sinvergüenza que dan ganas de salir de corriendo. España es el Tercer Mundo.
La crisis del pepino ha puesto de manifiesto que nunca cambiará la imagen que otros pueblos se han formado del español a menos que encontremos un modo de vida que nos permita reducir drásticamente la deuda soberana y ganar autonomía para despreciarlos. Mientras eso no se produzca, los pueblos europeos, aunque nos juzguen desde el prejuicio, seguirán pensando que vivimos muy por encima de nuestras posibilidades reales, lo que no deja de ser cierto.
Mariano Rajoy ponía como ejemplo a un país africano que no pudiese cumplir con los objetivos de sus presupuestos, pero basta con tomar en consideración a España, que es el objeto al cual hay que meter mano. Hay que decir que no serán precisamente las políticas de derechas las que nos ayudarán a reducir la deuda y la dependencia respecto de sus compradores. Impera detener nuestros delirios en su libre juego expansivo y reflexionar: un país con bajos salarios, con baja fiscalidad, con bajo número de trabajadores sindicados, con bajo número de empresarios educados y responsables en cuanto a lo que implica una actividad económica, con bajo sentimiento de comunidad, con bajo nivel educativo, con bajo espíritu de esfuerzo, bajo concepto de lo que suponen la vida pública, la repercusión o perjuicio de las acciones -privadas o públicas- respecto del resto de ciudadanos... un país así es presa para cualquier predador que se precie. España es tercermundista.
El problema no es tanto la falta o la necesidad de dinero, sino creer que es sólo dinero lo que hace falta. Ahora bien, en la medida en que son precisamente los patriotas de cartón los mayores enemigos internos de la nación española, en la medida en que el Partido Popular antepone su soberbia y su irracionalidad ansiosas de poder a la realización de una cultura española que nos libre a todos de comportamientos y actitudes que ahondan en nuestro analfabetismo, no podremos salir adelante.
Hay que significar, además, a la patronal, sin cuya inestimable ayuda no sería España el país de mierda que es. Como sucede con la Espe, alguien ha convencido a los dirigentes de la patronal de que han de adoptar una posición ultraliberal. Para los liberales analfabetos españoles, tal posición se expresa del siguiente modo: un trabajador ya tiene bastante con su puesto de trabajo y su salario. Y es así como pretendemos sacar el país adelante. Mientras la fórmula se perfecciona, mientras se convierte en criminales a los sindicalistas, mientras la sociedad de la opulencia retrocede a los tiempos en que el mundo era pobre todavía -nunca se prestará atención debida a esta observación de J. K. Galbraith-, mientras se recortan los -mal llamados- servicios que presta el Estado, España, con una gran masa de trabajadores paulatinamente empobrecidos, seguirá vendiendo su dignidad al mejor postor.
¡Ah, pobres y de derechas, orgullosa raza inmortal!


Yvs Jacob

viernes, 3 de junio de 2011

Josep Ramoneda. La izquierda guay tampoco juega limpio

Es habitual en España tener dudas en cuanto a la competencia del poder judicial. Cuando el bárbaro Jiménez Losantos fue demandado por el alcalde Ruiz-Gallardón, objeto quasi maniático de sus críticas, y todo por favorecer a la Espe, que no pareció estarle demasiado agradecida por esa campaña de derribo, el supuesto periodista declaró que la justicia en España era una lotería, y que tanto la admisión de una querella como una sentencia se debían menos al rigor que a la arbitrariedad. Como además en España el poder judicial y la política se consultan mutuamente con demasiada frecuencia, me ahorraré la exposición de otras declaraciones. Creo que la idea que se hacen los españoles del poder judicial es muy parecida, y ya bastante deteriorada.
En su última columna para Hora 25, Josep Ramoneda se mostraba escéptico con el sistema del jurado popular. Apréciense estos datos: supuesto delincuente albano-kosovar muerto por arma de fuego tras los disparos de un familiar muy próximo a los magnates de una conocida firma de la industria de la joyería, homicidio, al parecer, en legítima defensa. Dígase que un español mata a un inmigrante y es absuelto por el jurado, que es la intención de Ramoneda en su lección moral de lunes a viernes. Aunque el jurado popular lo declara no culpable, es el juez quien firma la sentencia, pero Ramoneda quiere hacernos pensar: ¿puede quedar impune un crimen en nombre del miedo? Me temo, una vez más, que la izquierda guay naufraga en el simplismo -en el simplismo guay, claro.
Se caracteriza la izquierda guay por una posición inflexible e innegociable a favor de los derechos humanos. Sin embargo, los derechos humanos no son una flor cuyo cuidado corresponda a los hombres de una sola posición ideológica, impecables humanistas de izquierdas. Es cierto que el pensamiento conservador, devorado por el ultraliberalismo económico, incurre más a menudo en la negligencia de olvidar que el lema letal de sálvese quien pueda castiga con la humillación y la muerte a quienes carecen de medios. Y aquí aparece la izquierda actual, que justifica prácticamente su existencia con la defensa absoluta de los derechos humanos, por muy grave que sea la situación económica que atraviese un Estado, si bien la izquierda tiene muy poco que hacer para resolver el núcleo a partir del cual los demás problemas -como la inmigración- se derivan. España, cuando gobierna la izquierda, como todos los Estados occidentales existentes, se esfuerza por cuidar de esos derechos, y vigila porque sus leyes no los violen. Pero esto no agota la cuestión. Inmigración ilegal, inmigración legal inadaptada, inmigración sin la menor intención de adaptarse... y el Estado democrático y del bienestar. La izquierda guay, sinceramente responsable, tiene también que abrir los ojos.
Incluso cuando el jurado no haya interpretado el caso como corresponde a la justicia, esto es, incluso si sólo han empatizado sus miembros con el acusado, y no con la víctima; si han tomado su decisión pensando en el modo como quisieran ser ellos juzgados por otro jurado en un caso similar, o incluso si llegaron a considerar cuál sería el mayor bien para la comunidad de españoles, dudar de esta justicia de los hombres no beneficiará a los demás inmigrantes. Tampoco la sociedad española será más justa por encarcelar a un cuñado de la familia Tous. Ni hay que olvidar que son muy pocos los casos en España de una sentencia favorable en legítima defensa, al menos cuando existe homicidio. Líbreme el misterio de defender a los ricos, pero tampoco puedo admitir que deban dejarse robar y matar sin más. ¿Qué hubiese sucedido en el caso de un simple trabajador que mata de un golpe a un atracador de Sevilla en legítima defensa? ¿Por qué sí habría de ser declarado no culpable, sin ninguna suspicacia? Y en caso contrario, si el supuesto delincuente albano-kosovar mata a alguien que lo sorprende en acción, ¿por qué habrían de tranquilizarnos unos años en prisión, que lo devolverían a la sociedad regenerado y preparado para su integración?, ¿porque ha matado a un rico? Yo pensaba que se trataba de defender los derechos humanos. El de la justicia es un juego muy peligroso.
La obsesión de la derecha con el problema de la inmigración conoce su simetría en la obsesión de la izquierda. La derecha prefiere ignorar el problema o combatirlo con violencia, pero la izquierda es partidaria, cueste lo que cueste, de la técnica del parche. Yo estoy bastante cansado, la verdad, en cuanto a la demagogia en este asunto, demagogia de derechas y demagogia de izquierdas. El éxito de la política -sin más- y de la política de inmigración pasa por convertir a todos los seres humanos en ciudadanos, algo en lo que todo Occidente está fracasando.
Cabe también recordar a Josep Ramoneda que los prejuicios en contra de los albano-kosovares no se construyen por el capricho de pasar una tarde entre bromas. Todas las naciones hacen notabilísimos esfuerzos por aparecer a ojos de otras como lo que no son, pero también comunican con pocas distorsiones lo que son en realidad. No obstante, que es donde la justicia debe actuar, un delincuente, alguien que perjudica a los demás, no lo es menos por venir de fuera, o dicho con necesaria crueldad: su miseria no justifica que me haga también a mí un miserable; y, sí, en un mundo cruel, hay que aplaudir los instrumentos y las decisiones que alejen a los delincuentes de una comunidad que desea vivir según las leyes de la ciudad. Personalmente, no encuentro nada de progresista en que alguien gane la libertad y mejores condiciones de vida en un Estado que no es el suyo si lo hace dentro de la delincuencia tolerada o no combatida con energía.
¡Por favor, pensemos en los mensajes que lanzamos! ¡No queramos ser tan guays!


Yvs Jacob

jueves, 2 de junio de 2011

El Partido Popular hace el ridículo en la "crisis del pepino"

El hecho no es noticia en absoluto. Tan pronto algo sucede, la pregunta que se hacen los analistas más sensatos de la política española es cuánto tiempo llevará al Partido Popular montar un numerito.
Es así de triste.
Por supuesto, la culpa en la crisis del pepino es de Pérez Rubalcaba, que en sus ratos libres muta bacterias y escribe correos electrónicos a senadoras de Hamburgo en los que expresa con detalle el contenido que habrán de incluir los políticos alemanes en sus declaraciones antiespañolas. Pérez Rubalcaba, tal y como yo lo entiendo a partir del mito construido por la derecha política y vocinglera, es la polla, es la polla absoluta: ni siquiera un dios menor, como el que adora la hipocresía conservadora, puede superarle. Ojalá el mismo Pérez Rubalcaba no llegue a creérselo, no vaya a suceder con él lo que con otros amigos y enemigos de la derecha política y vocinglera que terminaron por convencerse de que eran mucho más de lo que en realidad eran -y son, claro.
Alemania. Alemania ya no es lo que era. Los motivos para estimarla se disuelven; sólo permanecen, como sucede a menudo, los éxitos pasados de su historia. Alemania es hoy un país vulgar, incluso torpe. Una red que comercia con títulos universitarios de postgrado, un ex ministro que había plagiado su tesis doctoral, insolidaridad manifiesta con los socios de la UE, estimulación de prejuicios insostenibles respecto de la cultura y la vida en otros países... Alemania se caricaturiza. Es más, en el mundo globalizado, ya no parece posible que ninguna nación aleccione a otras, al ser todas partes de la misma mierda. No obstante, si los alemanes viven con la satisfacción de ser los trabajadores más intensos y eficientes, mejor para ellos. Los españoles no podemos ser culpables por tener luz del sol hasta las 10 de la noche, y, por supuesto, nunca viviremos como si no la tuviésemos. (Sospecho que la nada, el Cielo y el infierno deben de ser muy similares para unos y otros).
Pero, incluso así, el Partido Popular, lejos de prestar auxilio ante un ataque foráneo, se muestra fiel partidario de los verdugos. No es de extrañar: quienes son capaces de emplear el terrorismo como instrumento político no cederán ante formas menores de dolo y daño.
Las fotografías publicadas en la prensa y en la Red muestran a los dirigentes del Partido Popular sin ningún entusiasmo y con una rodaja de pepino en la mano. Parecen preguntarse: ¿de verdad tenemos que comernos esto?, ¿meternos esto en la boca? Se miran unos a otros. No consiguen engañar a nadie. Patriotas de cartón.
De nuevo, estos políticos nefastos de la derecha española han buscado un puñado de votantes entre los tontos. Habrá que ver si lo han conseguido. Tontos no faltan en España, y se pueden coger con pala, en cubos, con redes, a montones y en camiones. Quién sabe si algún aprenderán los españoles algo sobre el perjuicio que se causan a sí mismos al exponer a la intemperie de la moral sus debilidades nacionales.


Yvs Jacob