viernes, 18 de febrero de 2011

El mercado de San Antón, otra mierda del montón

En Madrid capital, siempre sucede igual: allí donde se tira abajo un edificio, se levanta, sin ninguna oposición, una mierda, y se despide así a la historia de la ciudad, como si nunca hubiese tenido lugar. Y nadie dice nada, claro, porque vivimos en democracia.
La mierda que se levanta suele ser muy moderna, una mierda moderna, o simplemente mierda, sin más, un muro de ladrillo, como puede verse en el nuevo mercado de San Antón. No obstante, ya ha sido colonizado, y el grupo del Corte Inglés abrirá allí un dispensador de delicias para gays, lesbianas y curiosos con ganas de ponerse pedo.
Se trata de la transformación continua que sufre la ciudad desde que cayó en manos de un alcalde ilusionado, ansioso de posteridad -creo que cuenta además con cinco vástagos.
Más gustaban a los madrileños los anteriores alcaldes, los simplones, menos aparatosos, y hasta el desaparecido Álvarez del Manzano se me hace más soportable que el destructor Ruiz-Gallardón.
Es muy posible que los analfabetos de la estética que asesoran a nuestro lamentable alcalde no lo sepan, pero el territorio de la modernidad hace frontera, entre otras muchas, con la vulgaridad, y es obvio que ni el mismo alcalde, ni, por supuesto, nadie de su equipo, se ha dado una vuelta por el mundo sobre el que operan con su ácido sulfúrico antes o después de perpetrado el acto terrorista. Es obvio que la Administración gestora no entiende en absoluto la ciudad, no la respeta, sólo la ve con los ojos enfermos de quien la entiende como recurso, pero aspectos como la historia, lo original, lo singular, lo propio, esos no consigue siquiera sospecharlos. Y poco a poco termina la democracia con el pasado, ingenua, satisfecha con la iletrada doctrina de que lo mejor siempre está por llegar, y que el futuro es más bonito que lo que ya fue.
En fin..., lo de siempre.
En la próxima entrega: "A la plaza de Isabel II le crecen unos bancos suecos que mejor quedaban en Suecia."


Yvs Jacob