lunes, 7 de enero de 2013

Gabriel Tortella acude a la Cadena Ser y dice un montón de disparates en quince minutos

Tengo la costumbre de desayunar escuchando Radio Clásica, que complementa muy bien mi dieta apocalíptica, y admito que he intentado hacerlo con Pepa Bueno -lo de tomar el desayuno...-, pero llego a la conclusión de que no comprendo muy bien el funcionamiento de su programa, "Hoy por hoy", no sé si se trata de un programa de análisis de la actualidad que por emitirse en una radio privada abre las ondas a los anunciantes que la soportan, o es más bien otra la radiofórmula, una que consiste en la emisión casi exclusiva de anuncios y da lugar, entre sus pausas, a que opinen algunas personas con atropellos, de manera que no se distraiga a los oyentes de lo principal, la publicidad. Siento decir que con semejante atracón de consumo por las mañanas empezaría mi día muy mal -el Páramo ese y la otra pesada del Corte Inglés, el "fresh banking" de los cojones y la aseguradora con nombre de paleto...-, así que prefiero escuchar las peticiones del "Correo del oyente" de la única emisora de música culta en España -y luego hay quien dice que para ser como Alemania sólo necesitamos reforzar la F. P. y mejores condiciones de financiación... ¡Para matarnos a todos! En fin de semana, sin embargo, he encontrado una cierta tolerancia con el programa de Javier del Pino, el antiguo corresponsal de la Cadena Ser en Washington. Su voz, quizá robótica, quizá enlatada, monótona y apenas radiofónica me despierta mucha ternura, si bien no soporto a casi ninguno de los invitados que desfilan por allí -parece que hiciese una selección del pijerío más detestable y grotesco (en realidad, me recuerda mucho este programa a aquellas páginas de "El País Semanal" en los primeros años 90, cuando se alzó como espejo de una burguesía que huía de la maldición del dinero hortera...). Son muchos los días en que regreso a Radio Clásica. El sábado pasado tenía la taza de café en la mano cuando se anunció quien en principio parecía un hombre de conocimiento, un tal Gabriel Tortella, nombre que a mí que no lo soy no me decía nada en absoluto. Pero el tal Gabriel Tortella no tardó ni un minuto en desmontar la presentación que se había hecho de él para mostrarse como un bárbaro, un completo y genuino bárbaro, y dijo en quince minutos más disparates de los que podría pensarse que caben en semejante división del tiempo. El Tortella este, que tiene en verdad dos buenas tortas, se sacó de inmediato otros tantos títulos de doctorado, uno por la Universidad Complutense de Madrid y otro por una de Wisconsin, y ya estamos ante el caso típico de español con doctorado por la Universidad de Wisconsin, ¡hay que ver lo que se suben a la cabeza esos doctorados de la Universidad de Wisconsin! Yo no sé si al Tortella este de Wisconsin le pusieron una alfombra roja y un cojín de terciopelo en la silla para que le reposara bien a gusto la huevada, pero se encontraba cómodo el hombre de conocimiento de Wisconsin, y así como quien no quiere la cosa arremetió contra los estudiantes universitarios españoles para justificar la necesidad de una reforma de la universidad en España. Pero si en eso estamos todos de acuerdo, Tortella de Wisconsin, que la universidad en España está muy lejos de ser una factoría de conocimiento y que su única patente es el joven desempleado español, pero vayamos con más cuidado y no perdamos de vista en ningún momento a ese docente español con los papeles amarillos, que yo he visto pergaminos y hasta papiros he visto, y estoy seguro de que algunos podían desplazarse por sus propios medios sobre una mesa, y he asistido a clases tras las cuales he pedido perdón a mis compañeros de los programas de intercambio internacionales por la vergüenza que algún sabio de Persia nos ha hecho pasar a todos. Pero es que decía este bárbaro de Tortella que la universidad en España está casi regalada, que es casi gratuita, y que por eso es tan bajo el rendimiento de los alumnos, pero que bien diferente es cuando por un curso hay que abonar 30.000 € o suscribir un crédito para estudiantes. Dos tortas, no, mil le daba yo a este cretino de Tortella hasta que se pudiera escribir una epopeya sobre su espalda. Al parecer, la conciencia moral, como todo, funciona mejor en el rico, y si papá puede pagarle a su hijito 30.000 € entonces el esfuerzo es mayor por parte de ambos que cuando el electricista paga 1.000 € para que estudie el suyo, o dicho de otra manera, la universidad en España es mediocre porque la llenan los hijos de los pobres de mierda, pero será mucho mejor cuando sepamos dejarlos fuera. En este punto, ya me encontraba yo en un éxtasis tan magnífico que con los medios suficientes no hubiese quedado ni un rascacielos en pie sobre la tierra. Pero por si fuese ya poco lo dicho, el hombre de Wisconsin se atrevió todavía a añadir que el estudiante español practica el escapismo, que apenas termina una clase ya se da a la fuga, mientras que en EEUU se rodea al profesor y se le suplica bibliografía, lo que sin duda podría suponer una amenaza para la hora del almuerzo Pero no se crea que es una diferencia de hábitos o automatismos, no, porque se trata de una disposición psicológica distinta hacia el conocimiento y las responsabilidades que implica, pues el universitario americano no se oculta ante sus profesores, quiere ser el mejor y se ofrece, no como hace, según dijo el hombre de Wisconsin, el universitario español, que teme la aceptación social de su talento. ¡Ahí lo tenemos, menudo criminal el universitario español de familia humilde, qué cara nos cuesta su osadía! ¡Pero qué coño ha aprendido el Tortella este exactamente en Wisconsin, si no tiene más que prejuicios y supersticiones clasistas, el muy tirano! Quiero decir, no obstante, que se cumplió el dicho académico español "cualquier tonto es capaz de dar bibliografía", y citó la popular obra de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff This Time is different, que modestamente recomiendo.
Dice un buen amigo -curtido como un pergamino complutense en el ambiente académico español- que los profesores universitarios españoles no se parecen a los de ninguna otra parte, "ni siquiera a los franceses. Aquí, tan pronto inician el asalto a la cátedra, les sobrevienen a todos unas ínfulas así como de caballo árabe y de papal infalibilidad". Me permitiré completar su observación: y si además tienen un doctorado por una universidad de Wisconsin, entonces se trata de caballo árabe montado por sátrapa.


Yvs Jacob