miércoles, 25 de mayo de 2011

Il Bolognese se pasa a la crítica literaria. ¡Maldito genio polifacético!

Por fin he podido leer el texto ganador del I Certamen "María Zambrano" de ensayo breve filosófico-literario de la facultad de Filosofía de la UCM. Mientras componía el que yo presenté, mi mayor preocupación era escribir algo cuya lectura pudiese avergonzar a los lectores -este severo principio habría librado a la historia de la literatura de muchos excesos, y yo propongo que no se descuide.
Personalmente, encuentro La insoportable gracilidad del androide una obrita bastante mala. Ya sólo el título anuncia que su autor se quedará muy lejos de cumplir con los objetivos, esto es, ni filosofa ni poetiza, se mantiene en un plano elementalísimo de la cuestión -realidad y ficción-, como un escolar que digiere mal sus precipitados apuntes, y resulta, muy a pesar del nutrido complejo de alusiones, en un ejercicio de analogía, la temible y afilosófica analogía, si no en reactivo abigarramiento que pone al alma al borde del vómito. La muy conocida fórmula para que algo parezca lo que no es: dar la impresión de que se comprende aquello acerca de lo cual se escribe, es decir, llamar a cualquier cosa poesía.
Muy poco se puede expresar hoy en filosofía con términos tales: juguetería, marioneta, androide, tiovivo... Por otra parte, culpablemente; he aquí una palabra imposible, en verdad, una entre las más feas.
Y qué decir de la expresión por el mismo precio, que aparte de ignorarse a qué hace referencia el autor, incompatible es de todo punto con el vuelo poético que busca en su texto.
Diré todavía que no soporto los plurales: habríamos, sabemos, debiéramos, grabaríamos... Ni soporto que se arrimen los poetillas a Franz Kafka, a quien Occidente debe colgar de una vez la dignidad de plasta, que mucho lo es, pero nada me duele más que una cita de Platón en vano. En su caverna, perfectamente pueden hallarse hombres que no saben en qué consiste el ser, pero no son por ello marionetas; no están unos hombres en la caverna porque otros los han encerrado allí, sino porque nadie ha acudido a rescatarlos. Cierto es que con La insoportable gracilidad del androide seguirán viendo sombras, y tendrán que esperar de los dioses otro de sus enviados.
Yo he hecho todo cuanto he podido.
No me queda más que felicitar al autor: parece persona leída. Echo en falta, sí, una cita de Walter Benjamin, que siempre te recupera un plato a medio cocinar. (Y ya está bien de referir, cual neófito, la anécdota acerca del origen lingüístico de la metafísica, que no por ese accidente deja de interrogarse la ontología a propósito de la esencia de lo real).
Le animo, por último, con una nota que incluyó uno de mis profesores hace años al final de un ensayito que bien me valió un sobresaliente en la UCM: "Muy interesante este puzzle".


Yvs Jacob