jueves, 6 de mayo de 2010

Lost

Me he metío pal cuerpo una serie entera, Lost, y quisiera comentar un aspecto que, después de consultar tantos y tantos blogs, nadie ha observado: lo que puede llamarse "la red vial de la isla".
Que el hombre abra caminos no es en absoluto un mérito que deba comentarse en la actualidad; tampoco lo es su afición al paseo, pero lo que tiene de verdad cojones en Lost es el modo como los personajes se encuentran en un paraje que los guionistas se empeñan en construir según un modelo selvático. No sé si es necesario que yo insista en el significado de la selva. La selva es el lugar de la alerta, de lo oculto, de la sorpresa, de lo inesperado: la selva es el misterio.
Se me perdone tomarme a mí mismo como elemento paralelo en la exposición del fenómeno del tránsito por la isla. Diré que es extraño que coincida con alguno de mis vecinos en la escalera, y ello no obstante ser el edificio de cinco plantas y con cuatro puertas por piso. Lo cierto es que sólo alguna que otra vez por semana tengo que fingir la simpatía obligada por el civismo. Añado que tampoco es muy frecuente el encuentro espontáneo con algún amigo en las calles de Madrid, a pesar de que solemos exhibirnos en los mismos complejos del buen rollo.
En Lost, la frondosidad de la selva no es en absoluto un inconveniente para seguir el rastro de animales, localizar a otros humanos o recuperar objetos que el espectador ya creía perdidos. Un personaje de Lost es capaz de aseverar minuciosas informaciones con tan sólo oliscar una lata olvidada de berberechos. Me considero lo bastante educado en la ficción como para no sorprenderme por semejante destreza.
Lo que es digno de asombro en Lost, no obstante, refiere a los encuentros personales. Así, uno puede caminar por la selva mal señalizada y toparse con un grupo entero en movimiento. Otro ejemplo de contacto se inicia cuando un personaje informa a un compañero dónde se halla un tercero. Entonces se emprende la marcha, y el esforzado buscador no lo hace sin apartar de su cara hojas gigantes y ramas, todo para que asome rodeando un árbol ése a quien se buscaba. Así de sencillo.
Estos garbeos por la isla chocan, sin embargo, con un fenómeno también habitual: la introducción del lugar desconocido. En Lost, a menudo un personaje dice a otro: "ven, te enseñaré algo", y siempre hay algo nuevo que enseñar, un lugar donde no se había estado antes. ¡Ay! Pero supongo que no debe de ser eso lo peor de la serie.
Personalmente, estoy deseando que acabe, los continuos giros de tuerca me tocan un poco los cojones, y lo que quiero es que pase lo que tenga que pasar, y punto.
Sé que muchos habéis visto la serie y vivís en delirio por comprender los muchos significados que los guionistas han depositado en cada detalle. A mí, todo eso me la trae bien floja; no tengo el menor interés de esforzarme en comprender por qué un personaje llamado John Locke tiene que vincularse a un filósofo inglés del siglo XVII. No obstante, si alguno de vosotros quisiera liberarme de la siempre desagradable tarea de pensar por mí mismo, le ruego lo haga, y me dirija hacia las fuentes que desvelan la proeza de tan soberbia ficción.


Yvs Jacob