domingo, 16 de octubre de 2011

Los chinos se pasan a los trabajos de altura

¡Hostiaaa! ¡Pero qué estamos haciendo, tropa!
Menudo susto me he llevado apenas soltar el carrito mugriento de un Carrefour. Subía mi calle cuando he observado a un pequeño grupo de trabajadores que, como todos los que realizan su actividad al aire libre, contemplaban su obra desde la cera de enfrente. ¡Me cago en la puta, los chinos! En efecto. Un montón de escupitajos y de uñas largas... los chinos. ¡Me cago en la puta, me cago en la puta, me cago en la puta! ¡Pero qué estamos haciendo! Son insaciables, no menos que nuestra estupidez patria, burlan nuestra ley y hacen lo que les da la gana. ¿Pero es que los españoles ya no saben hacer nada? Cuando uno viaja a Italia observa que los trabajos en la vía urbana y en los edificios son realizados por italianos; y en Alemania, por alemanes, y son los portugueses quienes le dan al pico y a la pala en Portugal. Pero en España, entre sudamericanos, polacos, rumanos, africanos de toda coló... no nos queda donde meter a un albañil de verdad, un albañil de aquellos benditos que tenían al botijo por otra más de sus herramientas, tan bonico que le quedaba su pañuelo en la cabeza, anudadas las cuatro puntas, un Baroja del ladrillo. Coño, que una cosa es la generosidad, y otra bien diferente la gilipollez, que en el mundo del dinero, el buen rollo viene siempre después, ¡seremos tontos los españoles! Pero ¿qué necesidad había de confiar ahora los trabajos en las fachadas de los edificios a los chinos? A este paso, no es que no vayamos a tener presupuesto suficiente para pagar las pensiones en un futuro cada día más cercano y terrible, es que vamos a ver que la tierra en la que nos hemos hecho todos gilipollas y señoritos la van a romper con más éxito los acreedores que los nacionalistas, que llevaban una ventaja destacada, e impecablemente legal, cierto, de varias décadas, aunque recortada en tiempo de record desde que la visión del mundo guay se sumó al liberalismo más analfabeto.
Vamos a ver si ponemos un poquito de atención los españoles a nuestros asuntos, que tenemos la casa hecha un zaquizamí con tanto buen rollo, que si el lema de la derecha es sálvese quien pueda, el de la izquierda, entre y sírvase, se ha revelado no menos peligroso. Pueblo adiestrado en la humillación, pueblo sin imaginación ni invención, viven los españoles aguardando el buen tiempo a la espera del turista no menos paleto, y cuando el turista no llega, entonces no se sabe qué hacer, más que engrosar el gran bulto del desempleo y poner la mano. Pero como sigamos así, nosotros, que ya no sabemos ni cambiar un interruptor, vamos a terminar frotando los azulejos de nuestros amos con el cepillo de dientes.
Emprendedor, tu imponderable apetito de beneficio, tu irresponsabilidad en cuanto a las consecuencias sociales de las actividades económicas ha sido la verdadera causa de nuestra ruina como país. Pero ha llegado la hora de arrimar el hombro, ¡estamos en peligro! Pon en tu empresa a un español, que no son tan malos chicos... ni tan caros.


[Nota sobre la situación en Madrid. En Madrid lleva gobernando tantos años la derecha en el Ayuntamiento y en la Comunidad Autónoma que muchos ya ni siquiera somos conscientes de que su tiranía sea producto de la democracia. Ahora que Ruiz-Gallardón está desmontando el despachito que ha dejado a la ciudad para la subasta, se nos amenaza con regalar la alcaldía a la muy ociosa e incapaz Ana Botella, una que andaba por allí. Pero deben saber estos aventureros de la gestión pública que la ciudad por ellos ignorada se parece cada día más a un suburbio de Caracas, que hay calles en el mismísimo centro de Madrid que le hacen a uno sentir toda la vergüenza de la humanidad, y que hay tantos comercios chinos innecesarios, desoladores almacenes de la obscenidad, que ningún soterramiento de ninguna calle puede conmutar. Madrid se muere... ¿y todavía creéis que el PP es la solución? ¡Parémoslos, que viene la derecha rancia!].


Yvs Jacob