miércoles, 23 de noviembre de 2011

Que sea Carme Chacón

Hace ya casi diez años se convirtieron en objeto de deliciosa chanza para los humoristas unas declaraciones de Rodrigo (de) Rato, más o menos en estas palabras: "365 días puede parecer mucho o poco, pero 365 días son 365 días". Quizá no fue por esto que Rodrigo (de) Rato llegó a la dirección del FMI, o tal vez sí. Tras la derrota del PSOE por el partido de los fumadores, pues parece obvio que, finalizada la campaña electoral de varios años, y ganada La Moncloa por los gandules, el PP ya no será el partido de los trabajadores ni de los pensionistas, al menos no hasta que se inicie otra nueva campaña desde la oposición, tras esa derrota, pues, yo sí diré que cuatro años es mucho tiempo, sin temor a una fractura en mi inteligencia. Es mucho tiempo porque ha vencido la nada, y quienes vivimos en Comunidades Autónomas gobernadas desde hace décadas por el PP sabemos perfectamente que el único cambio que pueden traer sus dirigentes será siempre uno hacia lo peor. Madrid es un claro ejemplo: se ha entrado de lleno a desmontar el sistema educativo y todavía no ha tomado conciencia la mayoría de los ciudadanos de la gravedad de los hechos. En consecuencia, el PP ha obtenido más votos que en anteriores convocatorias, y todo esto resulta desconcertante para la masa fiel de votantes del PSOE y para los ideólogos y estrategas del partido. Parece claro que aquello a lo que aspiraba Cayo Lara -darle un bocado a los votantes del PP, no a los del PSOE- está lejos de conseguirse, la principal razón, la fuerza manipuladora del pensamiento mítico-supersticioso de la derecha española, frente al excesivo buenismo de la izquierda. Es un error esperar a que el pueblo comprenda -está demasiado distraído, es ignorante y simplón, vota a la corriente, por mucho que se vayan reforzando dentro de él sus núcleos críticos.
Cuatro años es mucho tiempo para quien espera. Ya antes de que la crisis mundial golpeara con fuerza a España, y de que se abriese el "debate por la sucesión" de Rodríguez Zapatero, manifestó Pérez Rubalcaba que se sentía un poco cansado, quizá porque había manejado con mayor éxito que nadie antes la lucha antiterrorista, y la derrota de ETA no iba a tardar en confirmarse, una obra que entregaba a su autor la posibilidad de una jubilación jubilosa después de una extensa carrera política. Este mérito indiscutible de Pérez Rubalcaba alcanzará su debido reconocimiento cuando la historia se escriba con honestidad, no en la TDT. No obstante, por el carácter siempre educativo de la izquierda, es inviable presentar al "ministro del Interior que acabó con ETA" como líder de la oposición hasta las elecciones legislativas de 2015, sobre todo cuando ya se renunció a presentarlo como candidato a la presidencia del gobierno bajo ese título durante la campaña. El electorado de izquierdas no vive en la obsesión que sí es propia del PP y de sus votantes fanatizados respecto de un triunfo semejante. La izquierda entiende que es una victoria de la sociedad en su conjunto y ya pasa a ocupar su mente en otros asuntos -la desregulación financiera y el dinero ficticio son los grandes problemas-, mientras que regodearse en el rencor es propio del sectarismo de derechas español. Pérez Rubalcaba ha sido el mejor cartucho gastado por el PSOE tal vez en toda su historia. Es cierto que la autoinmolación del presidente Rodríguez Zapatero no consiguió aglutinar al electorado de izquierdas en torno a un solo partido mayoritario, y si la estrategia de la izquierda debe ser repensada, esta tarea no puede corresponder ya al más veterano dentro del socialismo en el Gobierno saliente. La travesía que ahora comienza no puede dirigirla alguien que ponga como empeño para la victoria su honor, alguien dispuesto a que la historia le conceda una tercera oportunidad -González, Aznar, Rajoy...-, sino otra persona lo bastante joven como para afrontar cuatro años en la oposición como una necesaria experiencia en su vida política, y que defina a la perfección un programa más agresivo de izquierdas que sea capaz de realizar una reforma moral y cultural de la sociedad española.
Se mire por donde se mire, no hay otra opción que Carme Chacón. Algunos analistas han demostrado que no son tan agudos como se tenían. Si Chacón no ha superado a CiU en Catalunya es algo que, por el momento, juega a su favor: el Partit dels Socialistes de Catalunya no se impondrá hasta que no supere su obsesión por la identidad -cayeron en la trampa de CiU, menearon el árbol y otros se han llevado las manzanas.
La estrategia del PSOE pasa, por supuesto, por asumir que las elecciones de 2015 están ya ganadas, por advertir al PP un día tras otro que la crisis lo arrollará, que su triunfo no ha sido real, y que el periodo de Rajoy quedará como el más nefasto de la historia reciente de España.
¡Yo ya me he apuntado al equipo de Carme!


Tocomocho para Basuragurú