lunes, 19 de marzo de 2012

Carrefour Express ayuda a los españoles a deshacerse de su excedente de chinos

Es para cagarse en la madre que parió a toda la clase empresarial española, ¿pues no ha tenido que venir un grupo francés para poner orden en las cosas de España, que están, como siempre, desmadradas? Si es que llevo tiempo diciéndolo, que estamos aquí sobando a la Pepa cuando lo que hace falta es que venga un Napoleon. Pues voy a decir también algo que jamás pensé que diría: Vive la France!
Veía las noticias durante el fin de semana, creo que en La 1 de RTVE, y ya se aprecia alguna influencia maligna, porque se insistía en el ideal chino del trabajo, ya se sabe, la hasta ahora desconocida esclavitud de toda la vida, y aparecían en pantalla un montón de chinos que hablaban de lo mucho que trabajan y de lo mucho que les gusta el trabajo, y será que lo acaban de descubrir, como cuando uno empieza con la masturbación, que no deja ni un momento de presentar sus bondades a todo el mundo. Y uno de estos chinos tan trabajadores decía a los periodistas algo así como que no sabría qué hacer si estuviese mucho tiempo parado, porque él ya está muy acostumbrado a trabajar, y si no trabaja, se aburre... que se aburre el pobre chino, y en eso consistía su defensa de la realización humana mediante el trabajo, en que uno se aburre cuando no lo explota un hijoputa. Yo creo que esto ya es demasiado, y ya no sé qué pensar del periodismo didáctico, pero es sin duda demasiado, lo que está pasando, lo que nos está pasando, es demasiado. A mí ya me preocupa no mucho, sino muchísimo, lo que sucede en España, creo que estamos cayendo, como en una viñeta de El Roto, y en la caída nos decimos que vamos en la buena dirección. Todo esto que sucede es ya más que un disparate, es una histeria colectiva que conducirá definitivamente a un estallido de violencia insuperable si no se empieza a domar la situación; y por el momento, no parece que haya iniciativas al respecto. Iniciativas españolas, no; pero sí que existe una república como Dios manda, arriba de los Pirineos, cuyos habitantes, los sabios galos, acuden ahora en ayuda del mediocre ibero, y ya se verá que lo rescatarán del gigante amarillo que lo persigue con el falo fuera por todo el tablero. Alguien en Carrefour ha tenido la brillante idea de hacer frente a la invasión amarilla en España con tan sólo ofrecer en una nueva línea de establecimientos todo lo necesario para la vida humana de un occidental -que ya concede, por supuesto, un espacio importante a toda suerte de mitologías-, una nueva línea de establecimientos limpios, bien iluminados, con productos de marcas reconocibles, con productos frescos, todo pensado para el ser humano. Ha nacido Carrefour Express. ¿Cómo no se le ha podido ocurrir a nadie en España abrir una línea semejante, si apenas bastaba barrer, fregar, ordenar unas estanterías y quitar a los chinos de la vista, coño? Pues no, ha tenido que ser la nación de le petit bonheur, porque sólo una nación que presta atención a las pequeñas cosas puede disponer los medios para la felicidad de su sociedad. Y se está llevando a todos aquellos que hemos jurado no entrar jamás en un establecimiento oriental, a los que tenemos dignidad, a los que no nos aburrimos en nuestro tiempo libre, a los que defendemos la belleza de las ciudades, a los que no meamos en las paredes ni sacamos a nuestro perro a cagar a la puerta de nadie.
Debo añadir que yo soy partidario de comprar siempre en el mercado del barrio, algo muy tradicional en Madrid, hasta que las abuelas cayeron también en la red neocapitalista, y peinan las calles los domingos por la mañana, entre tiendas de pakistaníes y orientales, en busca de la mayor cantidad de productos naturales en las peores condiciones posibles, quizá porque en el fallo más clamoroso del capitalismo salvaje, que promete, se suponía, la mayor eficacia al menor coste, lo que hoy nos ofrece el mercado, y nos anima a que aceptemos la compensación, es mucho pero muy malo, y a las abuelitas las ha ganado. En fin, estoy muy triste, pero también un poco contento al ver que en Madrid ya no se entregan los locales donde ha fracasado una actividad económica al invasor amarillo, y que el vecino francés ha venido con toda la tropa a disputar esos espacios. Y nosotros, pues mirando...


Yvs Jacob