viernes, 30 de octubre de 2009

U2 dará un concieto gratiuto en Berlín. ¡Alucinante!

Nunca he comprendido el éxito de U2. El aspecto de sus miembros lo he encontrado siempre despreciable, y el sonido alterado en el estudio de grabación por el que han optado me agota apenas Bono se pone las gafas de pastillero. De Bono se reía con buen humor Bret Easton Ellis en American Psycho, aquella novela tan genial que conseguía despertar ternura en el lector ante los ingeniosos ataques de violencia de su protagonista. ¡Qué tiempos, qué deliciosa locura!
Bono es un décalage, un abismo entre lo que puede ser una estrella del pop y lo que es de verdad como hombre que actúa y representa, un dios para los idiotas. Dioses de estos hay ya demasiados.
Pero el asunto a tratar no es el espejismo de la cultura, y tampoco lo es la simpatía social que despiertan siempre los desahuciados -recuérde que U2 proviene de Dublín, la capital de esa isla tan pobre..., comparada con 'la otra'-. El asunto es la gratuidad, tan sorprendente, de su concierto, porque U2 es, junto con el primo rico de la Gran Bretaña, The Rolling Stones, uno de los principales recaudadores de impuestos en el universo pop. He intentado hallar una explicación para este nuevo brote de buen rollo. Tal vez se deba a lo que significa Berlín.
Berlín no sólo es la ciudad donde Adolf Hitler perdió la cabeza, donde la perdió de verdad; es también la ciudad del muro, y la ciudad en la que J.F.K. dio un discurso que, por muchas simplicidades que contuviera, sólo puede admirarse e imitarse, o continuarse, así el dado por el siguiente de los hombres excepcionales que tanto proliferan en U.S.A.: Barack Obama. Berlín, ciudad inspirada... O de la inspiración.
¡Qué majos estos chicos de U2! ¡Qué generosidad la suya al reivindicar la memoria de la desgracia! Sólo por estos homenajes merece la pena que el hombre sea malvado. Los dioses siempre se asoman tras las cosas malas...


Yvs Jacob

miércoles, 28 de octubre de 2009

Guillermo del Toro cree que todos somos gilipollas (y sus editores, también)

Vaya, vaya...
He escuchado en la radio la insistencia con que Suma de Letras -editorial satélite del Grupo Santillana- puja por suministrar a los atiborrados cerebros castellanopensantes una dosis de su nueva mierda, Nocturna, que se presenta como novela atribuida a Guillermo del Toro y cuyo ataque será prolongado, pues los editores han convencido al muchacho para que estire lo que sea que tiene agarrado y les procure una preciosa trilogía. Tengo mucho que decir pero quiero ser breve.
El departamento de promoción de Suma de Letras, si es que existe algo así, ha empleado el gancho de los premios que se relacionan con Del Toro por su otra actividad creativa en la que el acierto de los puntos y las comas es irrelevante: el cine. Intrínseca al capitalismo es la neutralización del juicio estético, y una vez que la industria inhibe la originalidad de los individuos, es el vacío de todos el que se impone.
Guillermo del Toro ha escrito una novela de vampiros, ¡menudo fenómeno!, ¡a nadie se le había ocurrido antes!, pero como además de autor es también cineasta, se le arroja al lector la constatación de que, más o menos, el que es bueno en una cosa lo será, también, en la otra. Yo aquí podría ponerme socrático y recordar lo mucho que irritaba a aquel sabio antiguo la estupidez enunciada con esa asimilación: ser bueno en una cosa, ser bueno en dos...
Pero como Suma de Letras busca seducir al lector con la mención del Oscar que ganó Del Toro con El laberinto del fauno, quienes sospechamos que la novela que se quiere vender debe de ser como el papel del culo, aunque más ingrato para el ano, podemos hallar la satisfacción de estar en lo cierto recordando aquella obra tan celebrada. La película era mala, ¡qué coño!, era una mierda, y si le dieron un premio, o dos, o tres, más que admirar las cualidades de Del Toro, habrá que atender a los defectos de sus benefactores. Los premios, como todo en este mundo, son un disparate, en su propósito y en sus sanciones, y hay que huir de ellos como de Esperanza Aguirre.
¡Ay, tengo tanto que enseñaros...!


Yvs Jacob

lunes, 26 de octubre de 2009

El PNV razona el aborto... y lo hace bien

Pues ésa ha sido la sorpresa del día, y un placer dar la bienvenida a quienes tienen, al menos por una vez, la bondad de mirar a la realidad para entenderla, y no para negarla.
Yo me declaro 'abortista moderado', como cualquiera que vive en el mundo real, y si no niego que prefiero el aborto a la convivencia con tantos indeseables indeseados, tampoco defiendo que se ponga una venda a la inteligencia. Parece un problema serio determinar cuándo comienza la vida. Rousseau hablaba de dos nacimientos: a la vida y a la existencia, y no tiene mucho sentido defender con tanto empeño el primero y abandonar el segundo, el que provee a la sociedad de superabundancia de cadáveres. No. Quienes defienden la vida y la familia han sobrepasado la bella creencia para precipitarse hacia el fanatismo, y el fanático es siempre un mal ciudadano.
Pero el PNV ha dado una lección que todavía ningún partido político, y menos aún dentro de la izquierda, había conseguido impartir: el comienzo de la vida humana es un misterio, ¿podría medirse en semanas? Ninguna mujer merece una condena legal por abortar, ¿podría la ley acercarse a la justicia en los asuntos morales? La vida de la gente no es tan feliz como para exigir que se formen familias a las fuerza, ¿no es acaso una prevención de generoso realismo?
¡Ay, cuánto podría ayudar al PNV la comprensión de la otra realidad en que se empecina!


Yvs Jacob

sábado, 24 de octubre de 2009

La última burrada de Esperanza Aguirre

Siempre presentes en mí aquellas palabras de Esperanza Aguirre con las que expresaba la fórmula del liberalismo atracador: 'lo público es mal gestor'. Doña Esperanza, a la que alguien pretende convencer de que es liberal, aunque ella no sabe realmente lo que es eso, anda con el culo en pompa deseosa por 'colocar' a uno de sus pájaros en Caja Madrid. Muchos ya estamos preparando el traslado de nuestros míseros ahorros, porque ya es bastante humillante la miseria, pero la idea de que el incompetente Ignacio González se procure un salario 'fuera de madre' mientras Caja Madrid cobra un euro mensual a aquellos clientes cuyo saldo mensual no supera los 1000€, me parece que colma la indecencia que mi alma indisciplinada está dispuesta a tolerar. La cosa me pone de muy mala hostia y tiene cojones, porque Ignacio González es Vicepresidente de la Comunidad de Madrid, luego gestor público, a nuestro pesar, y el dinero es el asunto más serio de todos: quienes tienen mucho quieren más, y quienes nada tienen, algo (de alguna manera, recuerda a la razón en Descartes).
El otro candidato es el altanero niño rico de siempre Rodrigo Rato. Tengo que decir que los madrileños abundan en estupidez, y que su voto ignorante y fanático es todo lo contrario a un voto democrático. Esta actitud madrileña de 'miedo a los rojos' ha conducido al ayuntamiento a la ruina definitiva, cuya audaz 'tasa de basuras' es otra tomadura de pelo: cobrar a los ciudadanos extraordinariamente por un servicio intrínsecamente público.
Supongo que la imagen de unas aves de rapiña planeando sobre un jugoso montón de carne se repetirá en la fantasía de quienes se detengan a contemplar la amenaza que Caja Madrid y los madrileños estamos sufriendo. Una vez más se confirma que al Partido Popular la crisis también le preocupa: cuanto peor, mejor.
Votante madrileño, votante gilipollas.


Yvs Jacob

jueves, 22 de octubre de 2009

Francisco Camps confiesa (y Ricardito, también)

En La sociedad abierta y sus enemigos reducía Karl R. Popper los sistemas de gobierno a dos: dictadura y democracia. Curiosamente, la democracia puede actuar con la torpeza de la dictadura. Popper le reconocía el matiz exclusivo de la deposición de los gobernantes sin derramamiento de sangre. Sin embargo, no es suficiente la elegancia para salvar a la democracia, y el espectáculo que políticos, jueces y periodistas están dando en España demuestra que el ciudadano padece todavía una profunda indefensión que degrada su libertad. La democracia necesita, además de garantías, estrategias de actuación inmediata, necesita una buena escoba, joder, y no para barrer, sino para dar de palos.
Hoy Francisco Camps ha cometido el error que muchos aguardábamos. Su actitud lo ha delatado, como delata siempre a las personas no inteligentes. En los medios, su actitud se expresa con la fórmula 'defenderse atacando', pero en política el ataque no es nunca una buena defensa: es sólo una confesión. Camps tiene tanta mierda encima que ya no le es posible apartarla para asomar el cuello, por eso ha caído presa de la desesperación y emplea aspavientos dialécticos para arrojarla lejos, tan lejos, que espera que algunos zurullos vuelen hacia La Moncloa. De nuevo, confesión.
Otro comentario merece la ausencia de Ricardito Costa en las Cortes de la Comunidad Valenciana. Igual que sucede en Madrid, una Cámara, local, regional o estatal, pierde su valor en cuanto toma posesión de ella una mayoría alcanzada sin coalición, sin importar demasiado su signo. Ricardito Costa acudía a la Cámara valenciana cuando podía exhibir su cargo, cuando era 'número dos', detrás del número uno, pero ha declinado la invitación democrática a sentarse en la última fila de la bancada, donde se sientan la deuda y el bulto de los partidos; allí uno es diputado, parlamentario, allí cobra y nada más.
Así es el mundo del que muchos están orgullosos.
Anda y que os parta un rayo a todos.


Yvs Jacob

miércoles, 21 de octubre de 2009

Cuando la realidad habla. Mariano Rajoy, un machote intempestivo

El estado permanente de la política en España se llama 'tristeza'. Después de escuchar las quejas de la ministra de Economía Elena Salgado, he abandonado mis sesudas lecturas germanas para enredarme en la harto mezquina mentalidad española. Siempre que soy tentado por la creencia en la honorabilidad de Mariano Rajoy, me despierta la confesión abierta de su perrillo faldero, Sorayita por todos conocida, porque el perrillo, el pobre, sólo dice la verdad, aunque emplee para ello la torticera estrategia de la negación. La dialéctica de la negación es preferida por los votantes y simpatizantes de la derecha, pues se ajusta estupendamente a la hipocresía. Dos ejemplos: la derecha no es contraria al aborto, lo cual supondría alcanzar una altura moral improbable para tantos seres humanos reunidos, sino al aborto descarado; también se manifestó en contra de la regularización de inmigrantes, pero no quedaba nada claro qué hacer con varios millones de personas a las cuales se podía contratar de modo miserable, comprar y vender en silencio. Así es la derecha: no, pero sí; sí, pero no.
La ministra experimentó que el vapuleo recibido se había confundido con el ensañamiento debido a su condición de mujer. Pero Mariano Rajoy, el defensor de 'los chuches', el defensor de los niños, ¿podría ser de verdad tan cruel con la ministra en la Cámara? La Cámara es el espacio de la fanfarronada, de eso no cabe ya la menor duda: el nuevo analfabetismo ha penetrado también allí, y sus oradores han abandonado la casposidad tardobarroca por una ignorancia maestra. En la Cámara, puesto que las sesiones son seguidas por televisión, el machote se 'enmachota' y hasta el enano parece menos ridículo. Pero no nos engañemos.
Mariano Rajoy acudió a la Cámara con la intención de demostrar a quienes no tiene que demostrar nada -los representantes de los demás partidos- que 'es el hombre', que la fuerza lo acompaña, y que no sucede nada en su redil sin que él sancione el bien y el mal. Sin embargo, quienes nada tenían que ver con los problemas de don Mariano advirtieron inmediatamente que su fuerza, tanto tiempo contenida por la correa, se proyectaba sobre un objeto equivocado, una actitud muy humana, por cierto, cuando el hombre se frustra y no soporta la humillación de ser patán.
Este episodio, esta regresión cultural, que según la ministra se detuvo en la España de principios del siglo XX, ha sido confirmada por Sorayita mediante una hábil negación que muy cerca ha estado de hacernos caer en la mentira: el fracaso no puede esconderse en la condición de mujer, el fracaso es fracaso. Tal despiadada insolidaridad me hace comprender mejor por qué se necesita desconfiar de cualquier enseñanza moral que se camufle bajo la 'transversalidad', porque para el Partido Popular cualquier ser humano es susceptible de perecer atravesado por una lanza.
Lo mismo me sucede a mí. ¡Ahí va ésa!


Yvs Jacob

martes, 20 de octubre de 2009

Àlex Rovira. La fortuna del impostor

Mantengo una relación muy singular con una obra literaria cuya lectura me ocupa ya un año. De alguna manera, El hombre sin atributos de Robert Musil me recuerda, a mi pesar, a Àlex Rovira, el hombre siempre a tu lado con cabeza de coctelera. El pobre Rovira tiene un buen lío; quizá ha leído mucho, pero caga bastante mal, y el estreñimiento mental, no obstante las píldoras radiofónicas y los supositorios columnistas, se aclara con la comprensión, y mucho hablar -o escribir- perjudica al ojillo del culo tanto como al espectador accidental, siempre accidental en tu caso, Àlex.
Robert Musil no escribió, a mi juicio, una gran obra literaria, sino una sucesión insuperable de sentencias o pensamientos geniales. La literatura es algo diferente a lo que pretendió cultivar Musil cuando se empeñó en no escribir nada que no fuera formidable, y resultó de su afán un poderoso breviario con el que llenar la hora del café en una reunión pedantesca, con el que abordar a ese ser objeto de masturbaciones y al que se debe atraer mediante el paranoico escenario de la seducción intelectual, o , sin más, con el que llenar la cabeza de quienes desprecian cualquier esfuerzo para pensar por sí mismos.
Àlex Rovira, que se pretende enciclopédico, no es sino un charlatán atiborrado de pensamientos cuya conexión lo precipita por la senda de la evacuación inmediata, y cree que por mucho citar sentencias de filósofos o grandes hombres se hace, además, filosofía, y, para colmo, práctica, pues ¿acaso no es precisamente la lección de la filosofía enseñar a los hombres acerca de la vida?
Àlex, Àlex, Àlex... Tanto leer y no te has enterado de nada.
No hay ni un solo filósofo que haya hablado de la vida sin que su pensamiento metafísico pueda separarse del conjunto de su concepción del mundo, es decir: ¿qué es la realidad?, ¿puede ser conocida?, ¿qué modo es el adecuado?, ¿qué implicaciones tiene esa concepción para el hombre?, ¿qué tipo de relación tiene el hombre con la realidad?, ¿cómo se relaciona con los demás hombres?... Esto significa que, tristemente, no se puede hablar de filosofía en la radio, ni se pueden escribir obras serias de 'buen rollo' en las que la erudición se emplee de manera rigurosa.
Personalmente, me agota el 'buen rollo'. El 'buen rollo' es astringente, es sospechoso, es delatoramente sospechoso, y lo practican quienes se confieren a sí mismos un grado tóxico de divinidad. En mi opinión, nadie debería ir por ahí dando consejos, sino es para quitar las manchas de orina de la ropa blanca. Nadie debería ir dando consejos en nombre de la filosofía, porque la filosofía es analítica y compleja -se compone de partes-.
Àlex: cuando sientas la tentación de dar algún consejo, retuércete un huevo. Hazlo todas las veces que necesites hasta que el mal de los orteguianos desaparezca.


Yvs Jacob

jueves, 15 de octubre de 2009

Maribel Verdú, tan contenta con su felpudo

Dice Maribel Verdú que no se arrepiente de haberse desnudado en busca de la interpretación perfecta, y que gracias a su desinhibición ha podido aceptar los mejores papeles de su carrera como actriz. Maribel, mujer, ¡mira que eres exagerada!, ¡que unos pelillos no dan para tanto!
Tal vez yo sea bastante gilipollas, por lo que me pongo a mí mismo sobre aviso en cuanto a mi propia gilipollez, y quizá, cuando Maribel afirma que sus desnudos han contribuido decididamente a definir esa práctica siempre fronteriza que es el cine hacia su vertiente artística, yo, que soy, o no, un reprimido de mierda, una negación de toda modernidad estética, según el juicio de los modernos españoles, que tantos son y tan modernos, me detengo a pensar si tal afirmación refiere alguna realidad sensible.
Tengo mis dudas acerca del desnudo en el cine, y si se habla de cine español, entonces tengo hasta miedo. No comprendo muy bien por qué en el cine español siempre asoma algún felpudillo, y mira que se lo hemos visto veces a Maribel sin darnos cuenta de que ese felpudo suyo era puro arte. Líbreme el verbo de canonizar aquí si es Maribel una buena o mala actriz, porque de lo que se trata es de apreciar qué ha aportado su felpudillo a la historia del cine como arte en España. En mi opinión, nada; y si Maribel cree que sin mostrar las tetillas hubiera contado menos para los sapientísimos directores españoles que tanto talento han apreciado en su cuerpecito y vegetaciones, sólo puedo replicar que cada uno tiene la libertad psicológica y moral -y el deber, ¡qué coño!- de adaptar el mundo a sus necesidades espirituales; o lo que es igual, que ella piense lo que quiera y los demás, lo que les dé la gana.
Además de reprimido, quizá sea también un machista de mierda por pensar que me gustan las mujeres desnudas fuera del cine, y hasta insensible seré, que no puedo concebir la reunión de sus expresividades -la mujer deliciosa en pelotas y una buena película-. En realidad, no es exactamente así. Mis dudas se dirigen hacia la mitología, y en España se mitologiza mucho y con vicio. No puedo aceptar que la naturalización excesiva de la sexualidad en nuestro cine pretenda ser algo más que vulgaridad, en la mayoría de casos, y vacuidad creadora o imaginativa. Una cosa es liberar hormonas y otra, liberar ideas, Maribel, buenas ideas.
Pero ya no me acuerdo de la última vez que retrataste tu felpudillo: ¿has perdido facultades interpretativas?


Yvs Jacob

miércoles, 14 de octubre de 2009

El día de gloria de Ricardito o Cómo llegué a enamorarme de la bomba atómica

Ricardito Costa, del cual no sabíamos nada hace poco tiempo, y nada teníamos que haber sabido, porque, en realidad, lo suyo no merece la pena, tuvo ayer su día de gloria: convocó a los medios y leyó unos papelillos con esa voz suya que más se parece a una imitación de otra. Escuché con atención, por muy molesto que me resulta el tono de los pijos para hablar de sus cosas, y no disminuyó mi inquietud durante el día, aguardando noticias más interesantes por parte de 'la marianada'. De Mariano Rajoy es bien conocido su deleite en la holgazanería; posiblemente, los que piensan que quiere llegar al gobierno de España descuidan que don Mariano haya logrado su meta en esta primera etapa de la vida cristiana, y se rasca los huevos con placer como líder de la oposición porque se trabaja poco y se vive muy bien. ¡Qué envidia!
Pero debe de ser que tras su triste figura hay ideodos en la sombra, y esos han tomado la decisión de no dar a Ricardito ni un día más. ¡Qué poco dura la auténtica vida de un hombre!
Las decisiones de los ideodos del Partido Popular no hay quien las entienda. Sin embargo, esa práctica, la de actuar irracionalmente, no es inadecuada, al menos no cuando lo que se pretende es un ejercicio de oposición sistemático y riguroso: contra todo. El Partido Popular había demostrado que todo aquello que podía ser empleado para destruir al actual Gobierno socialista era válido, incluso si España entera salía perjudicada por su corrosiva observancia de la destrucción. Pero los materiales o sustancias -prácticas, actitudes- contaminantes son tan arriesgados que quien los manipula no arriesga sino ser víctima de sus armas, y algo así ha venido a suceder. Susan Sontag definía en Ante el dolor de los demás el concepto de la destrucción total como 'suicidio'. Es un juego muy peligroso el de la destrucción total, y una vanidad insoportable pretenderse dioses para activarla y pararla a voluntad. Yo creo que todavía hay sangre que verter.
¡Ay! ¡Qué deliciosa esta espera!


Yvs Jacob

lunes, 12 de octubre de 2009

El Día de la Hispanidad y los desfiles militares. ¿Qué cojones estamos celebrando?

No soy un pacifista, al menos no un pacifista cuya acción es la paz, y pienso que el problema de la violencia está en que siempre se dirige de manera equivocada, por lo que la humanidad se vería de verdad favorecida si buscara las cuencas de la sangre con mayor profundidad.
Pero soy sensible, tan sensible, y quiero comprender; quizá ha sido ese apetito el origen de mi desconfianza hacia todo lo que hacen los hombres. Y como quiero comprender, cada Día de la Hispanidad me pregunto: ¿qué cojones estamos celebrando? Ignoro cómo debería celebrarse la santa festividad del español botijero y del torero ceporro, pero sé muy bien cómo no debería hacerse. Los desfiles militares me producen pena y risa, y luego, pena y risa también; y pena de nuevo, y otra vez risa... No me declaro en contra de un Día de las Fuerzas Armadas, un día en que los soldaditos se pudieran ir a casa a tocarse las pelotas como hace cualquiera que encuentra un buen momento para ello. Por cierto que tampoco me opongo a un Día de los Pintores de Brocha Gorda, a un Día de los Estibadores de Puerto o a otro de los que reparten el bacalao. Las fiestas selectivas, gremiales, comunales... son, en efecto, relativas a un grupo -hoy se emplea mucho el término 'colectivo', tan insoportablemente cienciahumanizado-. Me sobresaltaría, por ejemplo, que el Día de los Recogedores de Arroz se celebrara de modo tan extendido y oficial que ocupara el Paseo de la Castellana, y no vería con simpatía que el Día de los Hinchadores de Globos fuera fiesta nacional -aunque ¡atención a las patatas fritas!-. No entiendo, pues, por qué hay un Día Nacional, una y única o verdadera Fiesta Nacional, que deba sacar a los soldaditos de paseo en nombre de... ¿España?
Siempre hay algo más. El Rey también sale de paseo, y como el Rey es el Jefe de las Fuerzas Armadas, sale entonces con un uniforme que -seguramente- no debe ser el mismo de año en año. El Rey, claro, no es el Jefe de los Fabricadores de Peonzas ni los Cebadores de Cerdos desfilan ningún día del calendario de las bendiciones festivas; luego, sin Rey, no hay fiesta.
Por otra parte, nos dicen los que mucho saben de todo que el Rey es el símbolo de la unidad de los españoles, aunque los españoles nunca hemos disfrutado de ninguna unidad, a menos que se diga que somos todos igual o bastante tontos. Pero si el Rey es el Jefe de las Fuerzas Armadas, y si es, además, el símbolo de la unidad de los españoles, la festividad en realidad lo homenajea a él, que es igual que celebrarnos nosotros mismos. De nuevo, no se comprende el papel secundario -pero dominante- del Ejército. Su presencia sólo quiere recordarnos la unidad mediante la simbolización del monarca, pero ¿no hay otros medios? ¿No podría confiarse la armonía ciudadana por ejemplo, ay, a la educación?
Somos todavía el tufillo maloliente de las flatulencias del pasado.
Republicanos españoles, ¡mostraos!


Yvs Jacob

domingo, 11 de octubre de 2009

Mariano, Paco, Ricardito y doña Rita

Supongo que todas las personas honestas de España están hasta los cojones de 'la trama valenciana', de su 'rama madrileña', de su 'contagio masivo' y de la madre que los parió a todos. Yo, que no soy siempre honesto, sí estoy hasta los cojones. Me sucede igual que con otras maniobras angustiosas de la estupidez universal en su versión local: el terrorismo vasco, el irritante cinismo del independentismo formal de Cataluña, la guerra de Irak o el caso del Prestige. Hasta los cojones.
Padezco desde la infancia una terrible ansiedad que me empuja hacia las decisiones rápidas. 'Rápidas' no es más que un adjetivo torpe, pues de lo que se trata, así lo creo, es de encontrar una solución. Y esto es precisamente lo que no se está buscando, no al menos entre quienes deberían emprender la tarea de pasar la mopa. ¡Qué mierda! De regar con napalm. La democracia defectuosa por la que han optado los demócratas occidentales es sólo un refugio de ineptos, y la ciudadanía, tan culpable, ignora las posibilidades de defensa ante sus agresores, que no son más que cuellos brotados de ella misma. Cada día, cuando leo la prensa o escucho las noticias, dar crédito a la realidad exige de mí la presión insoportable de dos planchas de acero que oprimen mi cabeza, y me pregunto: ¿de verdad es esta sociedad española un vertedero de gente sin esperanza? ¿De verdad es el ciudadano un cretino tal que no advierte que el político no es más que un hombre elegido para llevar a cabo una actividad?
Pero la ciudadanía, capaz de subvertir todas las reglas irrelevantes, carece de agallas cuando tiene una prueba real que superar. No, hostias, no se trata de decidir si es bueno o malo fumar en los bares; y no se trata de abordar una sesuda discusión acerca de si el respeto es o no un valor que deba observarse en el currículo de una asignatura propuesta por el Gobierno, aspecto que, a pesar de 'lo que digan los jueces', queda fuera de toda duda por parte del discurso que de verdad importa, la filosofía. De lo se trata, de lo que de verdad se trata, es de si la sociedad está dispuesta o no a maltratarse a sí misma con su silencio culpable, con su cobardía, con su religioso respeto a la ley, cuando la ley es bárbara.
Es ridículo que no se pueda confiar en la justicia para resolver un problema tan importante como la financiación ilegal de un partido, o tan importante como la corrupción, que descarta a los ciudadanos honestos en la obtención de beneficios, mientras que resulta favorecido cualquier 'arrimacebolla' que ha tenido la fortuna de contar con una lengua 'hurgaculos'.
La democracia, aunque ya nadie medite sobre ella, no es más o menos democrática, no es aproximativa en su definición, no es casi democrática: o es, o no es. Y sólo es cuando se respetan sus reglas, y la primera de ellas exige que el sistema, en tanto que tal, no conceda privilegios. Si algunos no cumplen las reglas democráticas, si deciden no jugar, entonces no jugamos tampoco los demás. El asunto es muy serio, hostias, y hay que castigar severamente a quienes se burlan de él y de todos nosotros.
No, Mariano, todavía no hemos alcanzado el divino Estado policial.
No, Paco, no creemos ni una sola de tus mentiras.
No, o sea, no, Ricardito, tú no tienes ninguna confianza. ¿Cómo podrías tú tenerla?
No, doña Rita, no: los trajes no son lo de menos; son todo.
Anda y que os parta un rayo a todos.


Yvs Jacob

lunes, 5 de octubre de 2009

Boris Izaguirre (también) da lecciones de arte

La exposición temporal que el Museo de arte Thyssen-Bornemisza dedica a Henry Fantin-Latour ha sido introducida para el público más sofisticado de Madrid por Boris Izaguirre, opinión insuperablemente bien formada para cualquier materia, desde la política a la nanotecnología. A Boris Izaguirre lo califica El País como 'periodista' y 'escritor' en su noticia. Hace años, Boris Izaguirre era un 'algo' -un tipo, un individuo, un sujeto...- que enseñaba el culo en televisión por las noches. El asunto es más divertido de lo que parece -a mí me abre el pecho más que la sonrisa de un Alien-. Carlos Carnicero, el periodista que siempre tiene razón, esto es, el periodista 'periodista', se lamentaba tiempo atrás del comportamiento de ciertos individuos -'algos', como decía antes- bajo el permisivo paraguas de la la nocturnidad televisiva española, aunque nunca los identificó. No obstante, la noche, antes de que Intereconomía, Veo7 y Libertad Digital Tv desembarcaran en el modo presencial y dominaran la fórmula 'Redifusión', no era tan rica en obscenidades como para dudar de la identidad de esos seres de moral deforme que estaban educando a la sensible ciudadanía española en el arte de la enfermiza vulgaridad.
Pero, ay, ¡cómo nos toman todos el pelo! Izaguirre, que tantas lecciones de 'mariconeo' ha dado a los gays españoles, pasó a colaborar con los medios del grupo PRISA, y su 'rehabilitación' ha debido de ser bastante productiva, al menos tanto como para que el Grupo Planeta también se ofreciera a intervenir en su rentabilización, de la cual resultó 'Boris Izaguirre, escritor'.
Entiendo por 'mariconeo' la expresión ostensible de un comportamiento fingido cuya esperanza es el más impúdico éxito. La separación entre 'mariconeo' y homosexualidad me la inspiró José María Mendiluce -apenas confesó su homosexualidad en la proximidad de la elecciones locales a las que optaba en una candidatura fuera del PSOE- en una entrevista para la antigua versión libre de Canal +. El mariconeo de Izaguirre, el Boris 'personaje de Boris', es sin duda una expresión de su versatilidad. El mariconeo es desinhibido, descarado, y, por supuesto, se presenta ideal para la competición de las audiencias.
El tiempo pasa, y lo que no se perdona, se olvida; pero eso no significa que no se pueda recordar, sobre todo cuando el recuerdo proviene de aquello que quería hacerse olvido. Así me ha resultado un insulto tan violento ver a Izaguirre pasear por la exposición de Fantin-Latour; tan mezquina la invitación, tan zafia, tan repugnante.
Hay días en los que siento tanta lástima por vosotros...


Yvs Jacob

viernes, 2 de octubre de 2009

¿Cuál ha sido la lección de la candidatura de Madrid 2016?

La hipocresía es una expresión del mal, pero a veces, precisamente por hipocresía, triunfa el bien, que no es sino confirmación de la hipocresía. Antes de diseccionar su juego, quiero defender la lección que el pantagruélico -grotesco- espectáculo de la elección de las sedes olímpicas ha enseñado a don Alberto Ruiz-Gallardón. Según el modo españolísimo de interpretar el triunfo electoral, un candidato a quien la ciudadanía concede la gracia del gobierno puede, tal y como lo interpretó Ruiz-Gallardón, dar salida a sus ambiciones personales, el resultado de las cuales puede beneficiar -o no tanto- a dicha ciudadanía. Pero la ciudadanía es impotente una vez la formalidad democrática se consuma, y en el concurso de las ambiciones, mejor o peor intencionadas, ya no basta con prometer, ni importa en absoluto ser de izquierdas o de derechas. Me alegro infinito por este descalabro del señor alcalde; me alegro hasta no llenarse más mi pecho de aire de que la soberbia que lo ha cegado pueda, sin embargo, abrir los ojos de los madrileños.
En cuanto a la hipocresía, debe atenderse que, aunque el COI repugne, el deporte es la manera como el poder pretende convencer a la sociedad global de que el mundo no es tan feo ni tan malo como el mezquino ciudadano piensa. Esto significa que ni la primera ni la segunda economías del mundo merecen inversión más allá del propio esfuerzo de sus gestores, mientras que la hipocresía dicta que el mundo debe compensar su irracionalidad con una atención a esos pobres miserables, cualquiera que sea la zona del planeta que los acoja. El COI, cuyos miembros, incluso si fueron deportistas, no sufren penurias, actúan instrumentalizados por la 'bondad' del poder, y a cambio de darles un caramelo a los desgraciados, permitirá que ese mismo poder -el Poder- siga haciendo lo que hasta ahora se ha conocido: lo que le salga de los cojones.
¡Qué maravilloso el mal que nos ha traído esta justicia!


Yvs Jacob

jueves, 1 de octubre de 2009

Patetismo olímpico es sólo patetismo

Así lo digo: me alegraré si mañana los Juegos Olímpicos se van a tomar por el culo y nos libran a los madrileños de ser claque de chiringuito. No nos engañenos: el deporte es 'bonito', como todas las actividades humanas que se realizan con voluntad y esfuerzo, pero el 'deporte político' se encuentra entre lo más despreciable de lo que es capaz el hombre. El político desprecia al deportista con su apetito de medalla; el político corrompe la competición con sólo desearla, e incluso cuando se admita que podría sinceramente querer el beneficio para su ciudad, para cualquier administración que represente, la necesidad de su gestión deprime el valor del deporte, relegado a un papel secundario: el de los aplausos.
Por otra parte, el gasto que exige la seducción de unos individuos absurdamente aupados como jueces del destino económico de millones de personas -recuérdense las palabras de Alberto de Mónaco, ese eunuco escupido por una vida ociosa, mencionando el terrorismo en Madrid-, unos jueces de méritos desconocidos, pero a quienes hay que rogar y convencer con las mieles de la Epifanía; ese gasto es dinero perdido en mantener la esperanza de los ambiciosos, que se desviven por procurarnos nuevas dosis de opio, bienestar posible que se derrama, ¡y sabe el universo cuándo podrá ser otra vez recogido!
'No', di 'No a Madrid 2016'.
'Almansa 2020', ¡cojones!


Yvs Jacob