miércoles, 27 de enero de 2010

Alonso Martínez. Los ricos también lloran

Abrí hace unos días la sección de obituarios urbanísticos y debo incluir hoy el asesinato de la Plaza de Santa Bárbara, lo que en Madrid se conoce como Alonso Martínez. He paseado por allí varias veces esta semana y he tenido la impresión de encontrarme en el aparcamiento de un centro comercial de Alcobendas, o de cualquier otro lugar de la desquiciada periferia madrileña, donde, gane quien gane las elecciones, triunfa siempre la fealdad -resulta de la siguiente relación: a poco presupuesto, poca imaginación, luego monstruosidad, luego pobreza.
Sé que quienes no somos ni vascos ni catalanes no podemos manifestar nuestro amor por la patria chica, nuestra ciudad, y menos si se trata de Madrid, siempre confundida por los vampiros del nacionalismo con una actitud injustificada, sólo en virtud de la sinécdoque. Pero a mí me duele Madrid, y como dirían algunos filósofos que en menos de un siglo han envejecido como nunca lo hará Platón, me duele igual que "si la vida me fuera en ello".
Nunca he votado -ni podría- al Partido Popular, porque creo que España es un país de trabajadores en el que las condesas consortes deberían quedarse en casa viendo a la mucama enjabonar la porcelana. Pero es también un país con dificultades para reconocer la inteligencia, lo cual aprovechan algunos pastores de hombres para arrogarse derechos que sólo pueden corresponder a su fantasía, como lo es derecho a destruir lo que no pertenece sino a todos. Ese derecho imaginario deriva de la figura más singular de la democracia, la mayoría absoluta, que libera a los demócratas del Partido Popular de lo que temen con mayor agudeza: el acuerdo, el consenso, el respeto de la voluntad de los otros... Si para el nazismo era derecho todo lo que convenía al pueblo, para el Partido Popular conviene al pueblo todo lo que hagan sus dirigentes con la mayoría absoluta. Obsérvese que el Partido Popular apenas puede gobernar en algún sitio sin ella, puesto que casi todas las demás formaciones políticas encuentran repugnante su asociación.
Hace años, cuando la ciudad la maltrataba aquel Álvarez del Manzano que tanto amaba a su esposa, la transformación de la Plaza de Olavide en un corral de rodeo llevó a sus vecinos a presentar tan serias amenazas que tuvo que rectificarse y ser devuelta a su estado original, más burgués y castizo -así es Chamberí-. Respecto de Álvarez del Manzano, conviene recordar que, si de algunos dirigentes del Partido Popular no sabemos si se pagan o no los trajes, de otros no supimos cómo pagaban los viajes... de la amadísima esposa.
Silenciosamente, la falta de respuesta por parte de la ciudadanía es una puerta abierta a que continúe el asesinato del espacio urbano, que no es propiedad de ningún Gobierno. Como el derecho a la belleza es inalienable, y ya decía Erasmo que la vida no merece la pena sin deleite, o el pueblo de Madrid despierta de su negligencia para con la intimidad de su entorno, o terminaremos confundiendo nuestras avenidas con las pistas de un aeropuerto; y, por el momento, lo demás ya lo tenemos.


Yvs Jacob

Cuando Joaquín Leguina defiende a Esperanza Aguirre...

Muy mal está la cosa para recuperar Madrid.
Como es habitual en quienes pueden publicar por el mero hecho de haber asomado, con fortuna o sin ella, en una grieta de la historia, Joaquín Leguina tiene nuevo libro y se ha ido con él bajo el brazo a las televisiones para dar su opinión acerca del mundo actual. Los libros de Leguina, desapercibidos para la izquierda, son, no obstante, valiosísimos para la derecha, para su periodismo de guerra, el de los corresponsales del interior, porque aprovechan lo que Leguina llama "libertad para la discrepancia" como instrumento de desgaste político respecto del Gobierno socialista, al que ya queda muy poco material resistente.
No lo conozco en persona, pero se aprecia que es Leguina alguien terriblemente antipático; y, también, algo de resentimiento, quizá confundido con esa antipatía, brota cuando habla de Rodríguez Zapatero. Tal vez sea acertada su crítica al nuevo PSOE, que al caer en manos de una generación posterior ha limpiado a quienes, como Leguina, pertenecían a un mundo envejecido a gran velocidad. No culpo tanto al nuevo PSOE como apelo a cierta comprensión: por mucho que sea todo la misma mierda, hay algo en el presente que lo separa de los tiempos en que los socialistas conocieron la omnipresencia. Además, aunque Leguina afirme que el PSOE de ahora ha abandonado parte del socialismo, cabe recordar que a Felipe González ya se lo acusó de gobernar con un programa de derechas, y si se piensa en los contratos de trabajo que muchos hemos padecido, se comprenderá que el gusto por la modernidad anterior todavía nos está escociendo en el ano.
Pero lo más llamativo de las charlas con Leguina no ha sido que discrepara de Rodríguez Zapatero, sino el modo como ha echado una mano a Tomás Goméz, ese oscuro aspirante que quiere recuperar Madrid sin haber pisado la Asamblea. Decía Leguina que no es cierto que se esté privatizando la sanidad pública madrileña, y que argumentos como ése, esto es, falsos, no conducirían al PSOE de Madrid al gobierno. Yo no sé a qué hospital acude Leguina, pero el centro que me corresponde, muy cerca de la Puerta de Toledo, ya cuenta con una gestión privada -¡y muchas pantallas gigantes de televisión-!, y así lo denuncian los cartelones que los trabajadores, lo que suele llamarse "profesionales de la sanidad", han colgado, casi compitiendo con los que también decoran el parque de bomberos que hay enfrente. Luego, si Tomás Gómez es "una persona muy valiosa a la que hay que ayudar", será mejor que no vayan unos por ahí diciendo una cosa y otros, su contraria. Esto, tan productivo para el Partido Popular, perjudica mucho a los socialistas, quizá porque el votante de izquierdas es más sensible, y cuando la ciudadanía no ve algo con claridad, tampoco hace esfuerzos para despejarlo, y el día de las elecciones se queda en casa tocándose los pendereckis...
Si Leguina quiere ayudar, a mí se me ocurre que abandone la prosa y se concentre en la belleza de la estadística; yo no sé si Madrid, pero algo de fe recuperaríamos...


Yvs Jacob