jueves, 26 de mayo de 2011

El PSOE no debería complacer al periodismo de izquierdas

De nuevo, la misma injerencia del periodismo de izquierdas en cuestiones que no son de su competencia. Idéntica situación a la que tuvo lugar con el proceso de elecciones primarias para determinar quién sería el candidato del PSOE en los comicios del 22 de mayo, tanto a la alcaldía como a la Comunidad de Madrid.
Ni siquiera un politólogo tan brillante como Fernando Vallespín termina de apuntar el problema real de la política en España, al menos en cuanto a la derrota del PSOE en las elecciones del domingo. El problema es el Partido Popular, resulta obvio, pero entre el socialismo se tiene la impresión de que no se trata de la victoria de una ideología sobre otra, una de derechas, liberal-conservadora, sobre otra de izquierdas, liberal-progresista, sino del triunfo de la nada. Es desconcertante. El Partido Popular no ha vencido por ser de derechas -una madurez tal nunca será posible en la sociedad española-, sino que su victoria se debe a una siniestra simplificación, de las muchas que operan en la cultura española. Si alguien recuerda Viva Zapata!, de Elia Kazan (1952), quizá mantenga todavía en su memoria el retrato de uno de los conceptos de riqueza más divertidos que puedan construirse: basta con estar en posesión de la máquina de hacer dólares para tener dólares. Esta visión de la riqueza, o un modo muy similar, sigue presente entre los españoles. Los españoles señalan directamente al Gobierno como causante del desempleo, y no admito ningún regate al respecto. Incluso desde el intento de una perspectiva humorística, el mensaje que se envía muchas noches a los espectadores del show de Andreu Buenafuente no difiere en nada de la inequívoca intencionalidad: Rodríguez Zapatero ha traído el desempleo. Y se puede ir más lejos.
En la Cadena Ser, en la cual se aprecia un cierto rencor por el desplazamiento sufrido al emerger un grupo en competencia por la colonización de la conciencia en el PSOE, se hizo burla de las declaraciones del ministro de Trabajo, cuando éste manifestó su solidaridad con el Movimiento 15-M.
Parece el momento de una reflexión honesta y de carácter global.
El Gobierno de la nación no es una empresa, vaya eso por delante. Ni crea ni destruye puestos de trabajo, si bien le compete buscar las mejores condiciones para que el empleo se mantenga y crezca. El ministro de Trabajo no crea puestos con las teclas de una máquina, pero es seguro que si pudiera hacerlo así, se pasaría las horas tecleando.
Subyace un problema de carácter cultural. El gobernador del Banco de España manifestó que el empresario español "tiene pánico a contratar". El empresario español no comprende el alcance de las actividades económicas dentro de un Estado; al empresario español le fascina ser jefe. Encuentra su satisfacción en crear un puesto de trabajo y pagar un salario bajo, pero deniega su responsabilidad más allá de eso: no entiende por qué debe pagar más -alta en la Seguridad Social, indemnizaciones, parte del salario que gestiona el ministerio de Trabajo como prestaciones de desempleo...-, y descarga esa incomodidad en el gobierno de turno. Sin embargo, hay que preguntarse si los empresarios son eficientes, esto es, si calculan bien o mal sus posibilidades de expansión, el cupo de sus beneficios, si conocen las necesidades del mercado... y todo ello en un mundo en el que sobran actividades, productos y mano de obra, pero en el cual todos los hombres están obligados a buscarse la vida dentro de lo que sigue conociéndose como el sistema.
Al PSOE no lo ha derrotado tampoco el sistema, sino la ignorancia del pueblo español en cuanto a los medios de autodefensa: no somos una nación, no somos una república, un grupo emocionalmente cohesionado y dispuesto a persistir como tal. El lema del presente, sálvese quien pueda, es el principio mejor observado por los españoles. Por supuesto, la derecha sociosuicida, paradójicamente, nacionalista, ha pescado en ese río con éxito, pero no ha recibido el voto del convencimiento -es imposible votar a De Cospedal o a Camps por cuestiones ideológicas-, sino el voto de la corriente de aire, que unas veces huele a rosas, y otras, a pedo.
Me parece estupendo que el periodismo de izquierdas tenga tertulias todas las noches y necesite noticias crudas para ocupar cuatro horas de programa radiofónico, pero es vomitiva su insistencia en poner la lupa y el acento en qué y en cómo se debe reformar una fuerza política, sobre todo progresista.
La izquierda, como ya decía G. Lukács en 1966, no entusiasma; es muy difícil encontrar tantos y tan finos humanistas como para lograr continuamente mayorías absolutas en todas las elecciones por haber. El periodismo de izquierdas se ha inventado además una izquierda plus ultra -feminista, ecologista, multicultural, pluriétnica, global...-, pero el origen de los movimientos sociales pretendía resolver cuestiones de justicia económica aquí y ahora, para estos pobres, en primer lugar.
En mi opinión, la solución del PSOE pasa por dejar de ser guay, ya habrá tiempo para regresar a ese humanismo, y en mostrar una cara más agresiva, al menos hasta que el nivel cultural y espiritual de los españoles crezca. Ese otro abstracto, la socialdemocracia europea, también puede esperar.


Yvs Jacob